FRASES PARA SACERDOTES

"Cuando rezamos el Santo Rosario y nos unimos a María, estamos viviendo lo que es la familia porque cuando los hijos se reúnen con La Madre y juntos le oran a Dios, es la familia orando unida". DE: Marino Restrepo.
Papa Francisco a los sacerdotes que llevan "doble vida"

BEATA ANA CATALINA EMMERICK

Alma víctima, ofreció enormes sufrimientos viviendo la Pasión de Nuestro Señor. Dios le concedió muchos dones místicos, entre ellos, visiones, estigmatización, locución, éxtasis, etc. 


En los últimos años de su vida se sustentaba solamente de la Santa Eucaristía. 


Fue exclaustrada a la fuerza por la invasión napoleónica. Inválida y estigmatizada, vivió la pasión de Jesucristo. 


Escribió sobre la vida de Jesús. Algunos segmentos: 

-Nacimiento de Jesús*


-La Dolorosa Pasión de Nuestro Señor Jesucristo*, (libro que inspiró a Mel Gibson a filmar «La Pasión»); -“La Vida de La Santísima Virgen María” y “La Vida de Nuestro Señor”.


-La Resurección*

Sus revelaciones místicas eran tan detalladas que ayudaron a descubrir la casa de la Virgen en Efeso.

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Bautizada el día de su nacimiento, el 8 de septiembre de 1774, en una granja del pueblo de Flamsche cerca de Coesfeld, diócesis de Münster, Westfalia, noroeste de Alemania. 

Desde los cuatro años de edad tuvo frecuentes visiones de la historia de la Salvación. Tras muchas dificultades causadas por la pobreza y oposición de su familia, ingresó a los 28 años de edad en el monasterio de Agnetenberg, en Dülmen. 

Suprimido el monasterio por las autoridades civiles, se trasladó a una casa particular. Desde 1813 en adelante, la enfermedad la obligó a la inmovilidad. 

«Llevó consigo los estigmas de la Pasión del Señor y recibió carismas extraordinarios que empleó para consuelo de numerosos visitantes. Desde el lecho desarrolló un gran y fructífero apostolado», constató el prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, el cardenal José Saraiva Martins, al leer el decreto de reconocimiento del milagro ante Juan Pablo II. 

Desde ese mismo año no tuvo más alimento que la Comunión, y pasó por tres exhaustivas investigaciones de la diócesis, la policía bonapartista y las autoridades.

Los últimos años de su vida experimentó místicamente la pasión de Jesucristo ytrataba de describir en su dialecto bajo alemán las visiones cotidianas de lo sobrenatural que ella misma encontraba indecibles.

Un notable escritor alemán, Clemens Brentano, al tener noticia de ello, se convirtió y permaneció al pié de la cama de la enferma copiando los relatos de la vidente desde 1818 a 1824. Dos veces al día el escritor acudía a visitar a Ana Catalina para copiar en sus diarios los apuntes, y regresaba otra más para leérselos a la monja inválida y comprobar así la fidelidad de lo trascrito.

Muerte

El lunes 9 de febrero de 1824 murió en Dulmen consumada por las enfermedades y las penitencias.

Al fallecer la religiosa, el escritor ordenó el material depositado en sus diarios. Preparó un índice de las visiones y la edición de «La Dolorosa Pasión de Nuestro Señor Jesucristo». El libro fue un acontecimiento mundial.

El escritor alemán comenzó entonces a ordenar las visiones de la «Vida de María». Brentano murió dejando la tarea inacabada. En lo sucesivo, distintos especialistas editaron los «Diarios» y compilaron, cada uno a su modo, las visiones sobre la Iglesia, el Antiguo Testamento, la Vida pública de Jesús y la Iglesia naciente. 

«No hallé en su fisonomía ni en su persona el menor rastro de tensión ni exaltación», afirmó Brentano tras conocer a la religiosa. «Todo lo que dice es breve, simple, coherente, y a la vez lleno de profundidad, amor y vida».

El famoso director y actor de cine, Mel Gibson, queriendo hacer una película sobre la pasión del Señor, rezaba en su despacho cuando el libro de la Pasión de Catalina Emmerick se desprendió del librero y cayó sobre sus piernas. Esta experiencia asombrosa llevó al Sr. Gibson a inspirarse en este libro para hacer la película «The Passion» («La Pasión»).

Mientras se comenzaba a escuchar sobre esta extraordinaria película, el Vaticano anunció que Ana Catalina será pronto beatificada. ALABADO SEA JESUCRISTO.

Declarada Venerable a finales del siglo XIX, su proceso de beatificación se reanudó en 1972. En el 2001se declaró la heroicidad de sus virtudes. Beatificada el 3 de Octubre, 2004, por Juan Pablo II

Ante las acusaciones en su contra

Lina Murr Nehmé (escritora ortodoxa), sobre la beata Ana Catalina:

Creo que su mensaje esencial es ecuménico y que quienes la acusan de ser sectaria no la conocen. Para ella, los hombres y las mujeres no son buenos o malos en función de su religión o ideas, sino por motivo de sus actos. Por ejemplo, describe a Pilatos y a los grandes sacerdotes judíos con la misma severidad, pero utiliza un tono muy diferente cuando habla de la mujer de Pilatos, o de los judíos, o de los romanos compadecidos que mostraban gestos de misericordia hacia esta persona que, para ellos, no era ni Dios, ni el Mesías, sino un simple condenado. 

Es verdad que en «La Amarga Pasión» escribe acusaciones sobre todo contra los judíos, pero es porque narra una tragedia que tuvo lugar en tierra judía. Cuando narra tragedias que han tenido lugar en tierras paganas, acusa a los paganos. De hecho, es lógico: la muchedumbre, con algunas excepciones, en general es perseguidora, y la escena de la Pasión lo demuestra con fuerza. 

-Fuente zenit

Visión del Nacimiento de Jesús  según una visión dada a la Beata Catalina Emmerich 

ALEMANIA, 1820

"He visto que la luz que envolvía a la Virgen se hacía cada vez más deslumbrante, de modo que la luz de las lámparas encendidas por José no eran ya visibles. María, con su amplio vestido desceñido, estaba arrodillada con la cara vuelta hacia Oriente. Llegada la medianoche la vi arrebatada en éxtasis, suspendida en el pecho. El resplandor en torno a ella crecía por momentos. Toda la naturaleza parecía sentir una emoción de júbilo, hasta los seres inanimados. La roca de que estaban formados el suelo y el atrio parecía palpitar bajo la luz intensa que los envolvía.

Luego ya no vi más la bóveda. Una estela luminosa, que aumentaba sin cesar en claridad, iba desde María hasta lo más alto de los cielos. Allá arriba había un movimiento maravilloso de glorias celestiales, que se acercaban a la Tierra, y aparecieron con claridad seis coros de ángeles celestiales. La Virgen Santísima, levantada de la tierra en medio del éxtasis, oraba y bajaba las miradas sobre su Dios, de quien se había convertido en Madre. El Verbo eterno, débil Niño, estaba acostado en el suelo delante de María". 

"Vi a Nuestro Señor bajo la forma de un pequeño Niño todo luminoso, cuyo brillo eclipsaba el resplandor circundante, acostado sobre una alfombrita ante las rodillas de María. Me parecía muy pequeñito y que iba creciendo ante mis ojos; pero todo esto era la irradiación de una luz tan potente y deslumbradora que no puedo explicar cómo pude mirarla. La Virgen permaneció algún tiempo en éxtasis; luego cubrió al Niño con un paño, sin tocarlo y sin tomarlo aún en sus brazos. Poco tiempo después vi al Niño que se movía y le oí llorar. En ese momento fue cuando María pareció volver en sí misma y, tomando al Niño, lo envolvió en el paño con que lo había cubierto y lo tuvo en sus brazos, estrechándole contra su pecho. Se sentó, ocultándose toda ella con el Niño bajo su amplio velo, y creo que le dio el pecho. Vi entonces que los ángeles, en forma humana, se hincaban delante del Niño recién nacido para adorarlo. " 

"Cuando había transcurrido una hora desde el nacimiento del Niño Jesús, María llamó a José, que estaba aún orando con el rostro pegado a la tierra. Se acercó, lleno de júbilo, de humildad y de fervor. Sólo cuando María le pidió que apretase contra su corazón el Don Sagrado del Altísimo, se levantó José, recibió al Niño entre sus brazos, y derramando lágrimas de pura alegría, dio gracias a Dios por el Don recibido del Cielo. " 
"María fajó al Niño: tenía sólo cuatro pañales. Más tarde vi a María y a José sentados en el suelo, uno junto al otro: no hablaban, parecían absortos en muda contemplación. Ante María, fajado como un niño común, estaba recostado Jesús recién nacido, bello y brillante como un relámpago. "iAh, decía yo, este lugar encierra la salvación del mundo entero y nadie lo sospecha !" 

"He visto en muchos lugares, hasta en los más lejanos, una insólita alegría, un extraordinario movimiento en esta noche. He visto los corazones de muchos hombres de buena voluntad reanimados por un ansia, plena de alegría, y en cambio, los corazones de los perversos llenos de temores. Hasta en los animales he visto manifestarse alegría en sus movimientos y brincos. Las flores levantaban sus corolas, las plantas y los árboles tomaban nuevo vigor y verdor y esparcían sus fragancias y perfumes. He visto brotar fuentes de agua de la tierra. En el momento mismo del nacimiento de Jesús brotó una fuente abundante en la gruta de la colina del Norte. " 

"A legua y media más o menos de la gruta de Belén, en el valle de los pastores, había una colina. En las faldas de la colina estaban las chozas de tres pastores. Al nacimiento de Jesucristo vi a estos tres pastores muy impresionados ante el aspecto de aquella noche tan maravillosa; por eso se quedaron alrededor de sus cabañas mirando a todos lados. " 

"Entonces vieron maravillados la luz extraordinaria sobre la gruta del pesebre. Mientras los tres pastores estaban mirando hacia aquel lado del cielo, he visto descender sobre ellos una nube luminosa, dentro de la cual noté un movimiento a medida que se acercaba. Primero vi que se dibujaban formas vagas, luego rostros, y finalmente oí cantos muy armoniosos, muy alegres, cada vez más claros. Como al principio se asustaron los pastores, apareció un ángel entre ellos, que les dijo: "No temáis, pues vengo a anunciaros una gran alegría para todo el pueblo de Israel. Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo, el Señor. Por señal os doy ésta: encontraréis al Niño envuelto en pañales, echado en un pesebre". Mientras el ángel decía estas palabras, el resplandor se hacía cada vez más intenso a su alrededor. Vi a cinco o siete grandes figuras de ángeles muy bellos y luminosos. Oí que alababan a Dios cantando: 

"Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad". Más tarde tuvieron la misma aparición los pastores que estaban junto a la torre. Unos ángeles también aparecieron a otro grupo de pastores cerca de una fuente, al Este de la torre, a unas tres leguas de Belén. Los he visto consultándose unos a otros acerca de lo que llevarían al recién nacido y preparando los regalos con toda premura. Llegaron a la gruta del pesebre al rayar el alba." 

*(Archivos disponibles en la web corazones.org). 

FUENTE: corazones.org

MAGISTERIO DE LOS SUMOS PONTÍFICES SOBRE EL CELIBATO (PARTE 17)

Quinta entrega.




S.S. Juan Pablo II :: Catequesis sobre la virginidad cristiana

Parte 3 -Última-. 


MATRIMONIO Y VIRGINIDAD



(Audiencia 14-VII-1982) 

1. En mis anteriores reflexiones, analizando el capítulo 7 de la primera Carta a los Corintios, he tratado de captar y comprender las enseñanzas y los consejos que San Pablo da a los destinatarios de su Carta, sobre las cuestiones referentes al matrimonio y a la continencia voluntaria (o sea, la abstención del matrimonio). Afirmando que quien elige el matrimonio «hace bien», pero el que escoge la virginidad «hace mejor», el Apóstol se refiere a la caducidad del mundo, o sea, a todo lo que es temporal.

Es fácil intuir que el motivo de la caducidad y fugacidad de lo temporal tiene, en este caso, más fuerza que la referencia a la realidad del «otro mundo». El Apóstol encuentra cierta dificultad para exponer su pensamiento; sin embargo, podemos descubrir que en la base de la interpretación paulina del tema «matrimonio-virginidad» está no sólo la metafísica misma del ser accidental (y por consiguiente pasajero), sino sobre todo la teología de una gran esperanza, de la que Pablo fue entusiasta defensor. El destino eterno del hombre no es el «mundo», sino el reino de Dios. El hombre no debe apegarse demasiado a los bienes del mundo perecedero.

2. También el matrimonio está ligado a la «escena de este mundo» que pasa y en esto nos encontramos en cierto sentido, muy cerca de la perspectiva abierta por Cristo en su enunciación sobre la resurrección futura (cfr Mt 22, 23-32; Mc 12, 18-27; Lc 20, 27-40). Por eso el cristiano, según las enseñanzas de Pablo, debe vivir el matrimonio desde el punto de vista de su vocación definitiva. Y, mientras el matrimonio está ligado a la escena de este mundo que pasa y por lo tanto impone, en un cierto sentido, la necesidad de «encerrarse» en esta caducidad; la abstención del matrimonio, en cambio, se podría decir que libera de esa necesidad. Precisamente por esto el Apóstol afirma que «hace mejor» quien elige la continencia. Y aunque su argumentación sigue por este camino, sin embargo coloca claramente en primer plano (como hemos constatado ya) sobre todo el problema de «agradar al Señor» y «preocuparse de las cosas del Señor».

3. Se puede admitir que las mismas razones valen para lo que el Apóstol aconseja a las mujeres que se han quedado viudas: «La mujer está ligada por todo el tiempo de vida a su marido; mas una vez que se duerme el marido, queda libre para casarse con quien quiera, pero en el Señor. Más feliz será si permanece así, conforme a mi consejo, pues también creo tener yo el espíritu de Dios» (1 Cor 7, 39-40). Así, pues,permanezca en la viudez en lugar de contraer un nuevo matrimonio.

4. En lo que descubrimos con una lectura atenta de la Carta a los Corintios (especialmente del cap. 7), aparece todo el realismo de la teología paulina sobre el cuerpo. El Apóstol en la Carta afirma que «vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros» (1 Cor 6, 19), pero al mismo tiempo es plenamente consciente de la debilidad y de la pecabilidad a las que el hombre está sujeto, precisamente a causa de la concupiscencia de la carne.

Sin embargo, esta conciencia no ofusca en él de modo alguno la realidad del don de Dios, del que participan tanto los que se abstienen del matrimonio como los que toman mujer o marido. En el capítulo 7 de la primera Carta a los Corintios encontramos un claro estímulo a la abstención del matrimonio, la convicción de que «hace mejor» quien opta por ella; sin embargo, no encontramos ningún fundamento para considerar a los casados personas «carnales» y a los que, por motivos religiosos, han elegido la continencia «espirituales». Efectivamente, en uno y en otro modo de vida -hoy diríamos, en una y en otra vocación-, actúa ese «don» que cada uno recibe de Dios, es decir, la gracia, la cual hace que el cuerpo se convierta en «templo del Espíritu Santo» y que permanezca tal, así la virginidad (en la continencia), como también en el matrimonio, si el hombre se mantiene fiel al propio don y, en conformidad con su estado, o sea, con la propia vocación, no «deshonra» este «templo del Espíritu Santo», que es su cuerpo.

5. En las enseñanzas de Pablo, contenidas sobre todo en el capítulo 7 de la primera Carta a los Corintios, no encontramos ninguna premisa para lo que más tarde se llamará «maniqueísmo». El Apóstol es plenamente consciente de que -aunque la continencia por el reino de los cielos sea siempre digna de recomendación- la gracia, es decir, «el don propio de Dios» ayuda también a los esposos en esa convivencia, en la cual (según las palabras del Gen 2, 24) ellos se unen tan estrechamente que forman «una sola carne». Así, pues, esta convivencia carnal está sometida a la potencia del«don propio de Dios» que cada uno recibe. El Apóstol escribe sobre esto con el mismo realismo que caracteriza toda su argumentación en el capítulo 7 de esta Carta: «El marido otorgue lo que es debido a la mujer, e igualmente la mujer al marido. La mujer no es dueña de su propio cuerpo: es el marido; e igualmente el marido no es dueño de su propio cuerpo: es la mujer» (vv. 3-4).

6. Se puede decir que estas enunciaciones son un comentario claro, por parte del Nuevo Testamento, a las palabras del libro del Génesis (Gen 2, 24) que acabo de recordar. Sin embargo, los términos usados aquí, en particular las expresiones «lo que es debido» y «no es dueña (dueño)» no se pueden explicar prescindiendo de la justa dimensión de la alianza matrimonial, como traté de aclarar cuando analicé los textos del libro del Génesis; procuraré hacerlo más ampliamente aún cuando hable de la sacramentalidad del matrimonio según la Carta a los Efesios (cfr Ef 5, 22-23). En su momento, será necesario volver sobre estas expresiones significativas que del vocabulario de San Pablo han pasado a toda la teología del matrimonio.

7. Por ahora, sigamos fijando la atención en las otras frases del mismo párrafo del capítulo 7 de la primera Carta a los Corintios, en el que el Apóstol dirige a los esposos las siguientes palabras: «No os defraudéis uno al otro, a no ser de común acuerdo por algún tiempo, para daros a la oración, y de nuevo volved a lo mismo a fin de que no os tiente Satanás de incontinencia. Esto os lo digo condescendiendo, no mandando» (1 Cor 7, 5-6). Es un texto muy significativo al que habrá que referirse de nuevo en el contexto de las meditaciones sobre otros temas.

En toda su argumentación sobre el matrimonio y la continencia, el Apóstol hace, como Cristo, una clara distinción entre el mandamiento y el consejo evangélico; por eso, es muy significativo el hecho de que sienta la necesidad de referirse también a la «condescendencia» como a una regla suplementaria, y esto precisamente sobre todo con referencia a los esposos y a su recíproca convivencia. San Pablo dice claramente que tanto la convivencia conyugal como la voluntaria y periódica abstención de los esposos, debe ser fruto de ese «don de Dios» que es «propio» de ellos, y que, cooperando conscientemente con él, los mismos cónyuges pueden mantener y reforzar ese recíproco vínculo personal y al mismo tiempo esa dignidad que el hecho de ser «templo del Espíritu Santo, que está en vosotros» (cfr 1 Cor 6, 19), confiere a su cuerpo.

8. Parece que la regla paulina de «condescencia» indica la necesidad de tomar en consideración todo lo que, de alguna manera, corresponde al carácter subjetivo tan diferenciado del hombre y de la mujer. Todo lo que en este aspecto subjetivo es de naturaleza no sólo espiritual sino también psico-somática, toda la riqueza subjetiva del hombre -la cual entre su naturaleza espiritual y su naturaleza corporal, se expresa en la sensibilidad específica tanto del hombre como de la mujer-, todo esto debe permanecer bajo la influencia del don que cada uno recibe de Dios, don que es propiode cada uno.

Como se ve, en el capítulo 7 de la primera Carta a los Corintios, San Pablo interpreta las enseñanzas de Cristo sobre la continencia por el reino de los cielos en esa forma, tan pastoral, que le es característica, acentos naturalmente muy personales. Él interpreta las enseñanzas sobre la continencia, sobre la virginidad, en línea paralela a la doctrina sobre el matrimonio, conservando el realismo propio de un pastor y, al mismo tiempo, los parámetros que encontramos en el Evangelio, en las palabras del mismo Cristo.

9. En la enunciación paulina se encuentra esa fundamental estructura de la doctrina revelada sobre el hombre que está destinado, también con su cuerpo, a la «vida futura». Esta estructura constituye la base de todas las enseñanzas evangélicas sobre la continencia por el reino de Dios (cfr Mt 19, 12); pero al mismo tiempo en ella se basa también el cumplimiento definitivo (escatológico) de la doctrina evangélica sobre el matrimonio (cfr Mt 22, 30; Mc 12, 25; Lc 20, 36). Estas dos dimensiones de la vocación humana no se oponen entre sí, sino que se complementan. Ambas dan respuesta plena a uno de los interrogantes fundamentales del hombre: el interrogante sobre el significado de «ser cuerpo», es decir, sobre el significado de la masculinidad y feminidad, de ser «en el cuerpo» un hombre o una mujer.

10. Lo que Generalmente llamamos teología del cuerpo aparece como algo verdaderamente fundamental y constitutivo para toda la hermenéutica antropológica,y al mismo tiempo igualmente fundamental para la ética y para la teología del ethos humano. En cada uno de estos sectores, hay que tener muy presentes las palabras de Cristo, en las que Él se remite al «principio» (cfr Mt 19, 4) o al «corazón» como lugar interior y contemporáneamente «histórico» (cfr Mt 5, 28) del encuentro con la concupiscencia de la carne; pero hay que tener también bien presentes las palabras con las que Cristo se ha referido a la resurrección para injertar en el mismo inquieto corazón del hombre las primeras semillas de la respuesta al interrogante sobre el significado de ser «carne» en la perspectiva del «otro mundo».


TEOLOGÍA DEL CUERPO

(Audiencia 21-VII-1982)

1. «También nosotros, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos dentro de nosotros mismos suspirando... la redención de nuestro cuerpo» (Rom 8, 23). San Pablo, en la Carta a los Romanos, ve esta «redención del cuerpo» en una dimensión antropológica y al mismo tiempo cósmica... La creación «está sujeta a la caducidad» (Rom 8, 20). Toda la creación visible, todo el cosmos sufre los efectos del pecado del hombre. «La creación entera hasta ahora gime y siente dolores de parto» (Rom 8, 22). Y, al mismo tiempo, toda «la creación... está esperando ansiosa la manifestación de los hijos de Dios», «con la esperanza de que también ella será libertada de la servidumbre de la corrupción para participar en la libertad de la gloria de los hijos de Dios» (Rom 8, 19. 20-21).

2. La redención del cuerpo es, según San Pablo, objeto de esperanza. Una esperanza que ha arraigado en el corazón del hombre, en cierto sentido, inmediatamente después del primer pecado. Basta recordar las palabras del libro del Génesis a las que tradicionalmente se llama «proto-Evangelio» (cfr Gen 3, 15) y que por consiguiente son, podríamos decir, algo así como el comienzo de la Buena Nueva, el primer anuncio de la salvación. Según el texto de la Carta a los Romanos, la redención del cuerpo va unida precisamente a esta esperanza, en la que -como leemos- «hemos sido salvados» (Rom 8, 24) . Mediante la esperanza, que se remonta a los mismos comienzos del hombre, la redención del cuerpo tiene su dimensión antropológica: es la redención del hombre. Y ésta se irradia, al mismo tiempo, en cierto sentido, sobre toda la creación, la cual desde el principio ha sido vinculada de modo especial al hombre y subordinada a él (cfr Gén 1, 28-30). La redención del cuerpo es, pues, la redención del mundo: tiene una dimensión cósmica.

3. Al presentar en la Carta a los Romanos la imagen «cósmica» de la redención, Pablo de Tarso pone al hombre en el centro de la misma, igual que ya «en el principio» el hombre había sido colocado en el centro mismo de la imagen de la creación. Es precisamente el hombre, son los hombres, quienes poseen «las primicias del Espíritu», quienes gimen interiormente, esperando la redención de su cuerpo (cfr Rom 8, 23). Cristo, que ha venido para revelar plenamente el hombre al hombre, dándole a conocer su altísima vocación (cfr Gaudium et spes, 22), habla en el Evangelio de la misma profundidad divina del misterio de la redención, que precisamente en el hombre tiene su específico sujeto «histórico». Así, pues, Cristo habla en nombre de esa esperanza, que fue insertada en el corazón del hombre ya en el «proto-Evangelio». Cristo da cumplimiento a esa esperanza, no sólo con las palabras contenidas en sus enseñanzas, sino sobre todo con el testimonio de su muerte y resurrección. Por lo mismo, la redención del cuerpo se ha realizado ya en Cristo. En Él ha quedadoconfirmada esa esperanza, con la cual nosotros «hemos sido salvados». Y, al mismo tiempo, esa esperanza ha sido proyectada de nuevo hacia su definitivo cumplimiento escatológico. «La revelación de los hijos de Dios» en Cristo ha sido definitivamente orientada hacia esa «libertad y gloria» de las que deben participar definitivamente los «hijos de Dios».

4. Para comprender todo lo que comporta «la redención del cuerpo», según la Carta de Pablo a los Romanos, es necesaria una auténtica teología del cuerpo. He tratado de construirla tomando como base ante todo las palabras de Cristo. Los elementos constitutivos de la teología del cuerpo se encuentran en lo que Cristo dice, remitiéndose al «principio», en la respuesta a la pregunta sobre la indisolubilidad del matrimonio (cfr Mt 19, 8); en lo que dice sobre la concupiscencia, refiriéndose al corazón humano, en el sermón de la montaña (cfr Mt 5, 28); y también en lo que dice sobre la resurrección (cfr Mt 22, 30). Cada uno de estos enunciados encierra en sí un rico contenido de naturaleza tanto antropológica, como ética. Cristo habla al hombre, y habla del hombre: del hombre que es «cuerpo», y que ha sido creado varón o mujer a imagen y semejanza de Dios; habla del hombre, cuyo corazón está sometido a la concupiscencia; y finalmente habla del hombre ante el cual se abre la perspectiva escatológica de la resurrección del cuerpo.

El «cuerpo» significa (según el libro del Génesis) el aspecto visible del hombre y su pertenencia al mundo visible. Para San Pablo no sólo significa esta pertenencia, sino a veces también la alienación del hombre del influjo del Espíritu de Dios. Uno y otro significado están relacionados con la «redención del cuerpo».

5. Puesto que, en los textos anteriormente analizados, Cristo habla de la profundidad divina del misterio de la redención, sus palabras están en relación precisamente con esa esperanza, de la que se habla en la Carta a los Romanos. «La redención del cuerpo» según el Apóstol es, en definitiva, lo que nosotros «esperamos». Así, esperamos precisamente la victoria escatológica sobre la muerte de la que Cristo dio testimonio principalmente con su resurrección. A la luz del misterio pascual, las palabras del Señor sobre la resurrección de los cuerpos y sobre la realidad del «otro mundo», registradas en los Sinópticos, han adquirido su plena elocuencia. Tanto Cristo, como luego Pablo de Tarso, han proclamado la llamada a la abstención del matrimonio «por el reino de los cielos» precisamente en nombre de esta realidad escatológica.

6. Sin embargo, la «redención del cuerpo» se expresa no sólo a través de la resurrección en cuanto victoria sobre la muerte. Está también presente en las palabras de Cristo, dirigidas al hombre «histórico», lo mismo cuando confirman el principio de la indisolubilidad del matrimonio, cual principio proveniente del Creador mismo, como cuando -en el sermón de la montaña- el Señor invita a superar la concupiscencia, y ello incluso en los movimientos sólo interiores del corazón humano. Es necesario decir que ambos enunciados-clave se refieren a la moralidad humana, tienen un sentido ético. Aquí se trata no de la esperanza escatológica de la resurrección, sino de la esperanzade la victoria sobre el pecado, a la que podemos llamar esperanza de cada día.

7. En la vida cotidiana el hombre debe sacar del misterio de la redención del cuerpo la inspiración y la fuerza para superar el mal que está adormecido en él bajo la forma de la triple concupiscencia. El hombre y la mujer, unidos en matrimonio, han de iniciar cada día la aventura de la indisoluble unión de esa alianza que han establecido entre ellos. Pero también el hombre y la mujer, que han escogido voluntariamente la continencia por el reino de los cielos, deben dar diariamente testimonio vivo de la fidelidad a esa opción acogiendo las orientaciones de Cristo en el Evangelio, y las del Apóstol Pablo en la primera Carta a los Corintios. En todo caso se trata de laesperanza de cada día que, en consonancia con los deberes comunes y las dificultades de la vida humana, ayuda a vencer «al mal con el bien» (Rom 12, 21). Efectivamente, «en la esperanza hemos sido salvados»: la esperanza de cada día expresa su fuerza en las obras humanas e incluso en los movimientos mismos del corazón humano abriendo camino, en cierto sentido, a la gran esperanza escatológica ligada a la redención del cuerpo.

8. Penetrando en la vida diaria con la dimensión de la moral humana, la redención del cuerpo ayuda, en primer lugar, a descubrir todo ese bien con el que el hombre logra la victoria sobre el pecado y sobre la concupiscencia. Las palabras de Cristo, que traen su origen de la profundidad divina del misterio de la redención, permiten descubrir y reforzar esa vinculación que existe entre la dignidad del ser humano (del hombre y de la mujer) y el significado nupcial de su cuerpo. Permiten comprender y realizar en la práctica, según ese significado, la libertad plena del don, que de una forma se expresa a través del matrimonio indisoluble, y de otra forma se expresa mediante la abstención del matrimonio por el reino de los cielos. A través de estos caminos diversos Cristo revela plenamente el hombre al hombre, dándole a conocer «su altísima vocación». Esta vocación se halla inscrita en el hombre según todo su compositum psico-físico, precisamente mediante el misterio de la redención del cuerpo.

Todo lo que he querido decir en el curso de nuestras meditaciones, para comprender las palabras de Cristo, tiene su fundamento definitivo en el misterio de la redención del cuerpo.

Juan Pablo II. El celibato apostólico. Catequesis sobre la resurrección de la carne y la virginidad cristiana. Madrid; ed. Palabra 1995, 1era edición. Segunda parte, capítulos X al XXIII (pp. 73-151).


Próxima entrada del Magisterio de Juan Pablo II en relación al celibato

             Carta a los sacerdotes durante el Jueves Santo de 1979.

VISITAS AL SANTÍSIMO SACRAMENTO Y A MARÍA SANTÍSIMA. (Parte 2).

Visitas al Santísimo, a la Virgen y a San José correspondientes a cada día del mes por San Alfonso María Ligorio.

VISITA 2ª


Visita al Santísimo

Oración preparatoria, p. 53.

Dice el devoto Padre Nieremberg, que siendo el pan alimento que se consume comiéndole y se conserva guardándole, quiso Jesucristo quedarse en la tierra bajo las especies de pan, no sólo para ser consumido al unirse por medio de la Santa Comunión con las almas de los que le aman, sino también para ser conservado en el Sagrario, y hacerse presente a nosotros, recordándonos así el amor que nos tiene. San Pablo dice: Se anonadó a sí mismo tomando forma de siervo. Mas ¿qué diremos ahora viéndole tomar forma de pan?

Ninguna lengua es bastante, dice San Pedro de Alcántara, para declarar la grandeza del amor que tiene Jesús a cualquier alma que está en gracia; y por eso, queriendo este dulcísimo esposo partir de esta vida, a fin de que su ausencia no nos fuese ocasión de olvido, nos dejó por recuerdo este Santísimo sacramento, en el cual Él mismo se quedaba; no queriendo que entre Él y nosotros hubiese otra prenda para mantener despierta la memoria.

Pues, ¡oh Jesús mío!, ya que estáis en el Sagrario para oír las súplicas de los miserables que acuden a pediros audiencia, oíd ahora el ruego que os dirige el pecador más ingrato que vive entre los hombre.

Arrepentido vengo a vuestras plantas, conociendo el mal que hice en disgustaros; y primeramente os pido me perdonéis todos mis pecados. ¡Ah, Dios mío; quién nunca os hubiera ofendido! Pero ¿sabéis lo que además anhelo?...Habiendo conocido vuestra suma habilidad , enamorado estoy de Vos, y siento grandísimo deseo de amaros y complaceros; mas si Vos no me ayudáis, no tengo fuerza para ejecutarlo.

Dad a conocer, ¡oh gran Señor!, a toda la corte del Cielo vuestro sumo poder y bondad inmensa, convirtiendo a un rebelde miserable, como soy yo, en un verdadero amante vuestro. Vos podéis y queréis hacerlo. Suplid todo lo que me falta, a fin de que llegue a amaros mucho, o, a lo menos, tanto cuanto os tengo ofendido. Os amo, Jesús, sobre todas las cosas; os amo más que a mi vida, Dios mío, amor mío y mi todo.

Jaculatoria.— Dios mío y mi todo.

Comunión espiritual, p. 41.

Visita a María Santísima

Lleguémonos confiadamente al Trono de la gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar la gracia con oportuno auxilio (Hebr. 4, 16). Dice San Antonio que este trono es María, por quien dispensa Dios todas las gracias. ¡Oh, Reina amabilísima! Si tanto deseáis ayudar a los pecadores, ved aquí un gran pecador que a vos recurre. Ayudadme mucho y ayudadme pronto.

Jaculatoria. — Único refugio de los pecadores, tened misericordia de mí (San Agustín).

Oración a María Santísima, p. 58.

Visita al Patriarca San José

Habiendo Dios destinado a San José para ejercer el noble cargo de padre sobre la augusta persona del Verbo encarnado, debe tenerse por cierto que le confirió todas las dotes de sabiduría y santidad que le eran menester para ello.

¡Oh, bienaventurado Patriarca! Vos que ahora estáis en el Cielo, cerca de vuestro amado Jesús, tened compasión de mí, que vivo todavía en este valle de miseria, rodeado de tantos enemigos y siempre expuesto al peligro de perder la gracia de Dios. Socorredme, pues, amorosamente; cubridme con las alas de vuestro poderoso patrocinio, y no dejéis de protegerme hasta que me halle en posesión de la patria bienaventurada.

Jaculatoria.— Alcanzadme, glorioso San José, las gracias que necesito para mi salvación.

Oración a san José, p. 61.

VISITA 3ª
Visita al Santísimo

Oración preparatoria, p. 53.

He aquí a nuestro Jesús, que no contento con haber dado la vida en este mundo por nuestro amor, todavía quiso permanecer con nosotros después de su muerte en el Santísimo Sacramento, declarando que entre los hombres halla sus delicias. ¡Oh hombres! (exclama Santa Teresa) ¿cómo podéis ofender a un Dios, que asegura que con vosotros tiene sus delicias? Jesús halla sus delicias en nosotros; ¿y no las hallaremos en Jesús, nosotros singularmente, que hemos alcanzado la honra de habitar en su palacio? ¡Cuán honrados se juzgan aquellos vasallos a quienes el rey da lugar en su alcázar! Pues he aquí el palacio del Rey de los reyes, ésta es la casa donde habitamos con Jesucristo. Sepamos serle agradecidos y aprovecharnos de la conversación con el Señor.

Aquí me tenéis, Señor mío y Dios mío, ante este altar, donde residís de día y de noche por mí. Vos sois la fuente de todo bien, Vos el médico de todos los males, Vos el tesoro de todos los pobres. Aquí tenéis ahora a vuestros pies a un pecador, el más pobre y más enfermo de todos, que os pide misericordia; tened compasión de mí. No quiero que mi propia miseria me desanime; porque veo que en este Sacramento bajáis del Cielo a la tierra, solamente para mi bien.

Os alabo, os doy gracias y os amo; y si queréis que os pida alguna limosna, ésta os pido, oídme: No quiero ofenderos más, dadme luz y gracia para amaros con todas mis fuerzas. Señor, os amo con toda mi alma; os amo con todos mis afectos. Haced que lo diga de corazón, y que lo diga siempre en esta vida y por toda la eternidad.

Virgen Santísima, Santos protectores míos, Ángeles y bienaventurados de la Gloria, ayudadme todos a amar a mi amabilísimo Dios.

Jaculatoria.— Jesús, Buen Pastor, pan verdadero, ten misericordia de nosotros; apaciéntanos, defiéndenos, y haz que veamos tus bienes en la tierra de los vivos.

Comunión espiritual, p. 41.

Visita a María Santísima

Sus lazos son ligaduras de salvación. Dice el devoto Pelbarto que la devoción a María es una cadena de predestinación. Roguemos a nuestra Señora que nos afiance siempre, y cada vez más fuertemente, con amorosas cadenas en la confianza de su protección.

Jaculatoria.— ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María!

Oración a María Santísima, p. 58.

Visita al Patriarca San José

Según San Juan Damasceno, el Señor dio a San José, con el fin de falicitarle su cargo cerca de Jesús, las tres principales cualidades de un excelente padre, esto es: el amor, la vigilancia y la autoridad. Diole la autoridad de padre para que el Hijo de Dios le obedeciese en todas las cosas; la solicitud y vigilancia de padre, a fin de que le asistiese y custodiase con todo cuidado tan precioso tesoro; y, finalmente, le dio el afecto de un tiernísimo padre.

¡Oh, Santo Patriarca! Vos, que tanto deseáis ver amado a Jesús, alcanzadme un ardiente amor para con este Redentor divino.

Jaculatoria.— Protegednos, bendito Patriarca, con paternal amor.

Oración a San José, p. 61

VISITA 4ª
Visita al Santísimo

Oración preparatoria, p. 53

Es tanto el gusto que experimentan los amigos del siglo en su trato, que pierden días enteros departiendo juntos. Con Jesús Sacramentado sólo sienten fastidio los que no le aman; mas los Santos han hallado la gloria ante el Santísimo Sacramento. Santa Teresa, después de su muerte , dijo desde el Cielo a una de sus Religiosas:

Los de acá del Cielo, y los de allá de la tierra, hemos de ser unos en el amor y pureza; los de acá viendo la esencia divina, y los de allá adorando al Santísimo Sacramento, con el cual habéis de hacer vosotros lo que nosotros con la esencia divina: nosotros gozando, y vosotros padeciendo, que en esto nos diferenciamos.

He aquí, pues, nuestro paraíso en la tierra: el Santísimo Sacramento. ¡Oh, Cordero inmaculado y sacrificado por nosotros en la Cruz! Acordaos que yo soy una de aquellas almas que redimisteis con tantos dolores y con vuestra muerte. Haced que os posea siempre y que no os pierda jamás, ya que os habéis dado y os dais a mí todos los días, sacrificándoos por mi amor en los altares; y haced también que yo sea todo vuestro.

A Vos me entrego para que hagáis de mí cuanto os agrade. Os doy mi voluntad; aprisionadla con los dulces lazos de vuestro amor, para que sea eternamente esclava de vuestra voluntad santísima. Ya no quiero vivir para satisfacer mis deseos, sino para contentar a vuestra bondad. Destruid en mí todo lo que no os agrade; concededme la gracia de no tener otro pensamiento que el de complaceros ni otro deseo que el de conformarme con los vuestros.

Os amo, carísimo Salvador mío, con todo mi corazón; os amo porque deseáis que os ame; os amo porque sois infinitamente digno de mi amor; siento no amaros cuanto merecéis. Quisiera, Señor, morir por amor vuestro. Aceptad mi deseo, y dadme vuestro amor.

Jaculatoria.— ¡Oh, voluntad de mi Dios, a Vos por completo me consagro!

Comunión espiritual, p. 41

Visita a María Santísima

Yo soy la Madre del Amor Hermoso, dice María; es decir, del amor que hermosea las almas. Santa María Magdalena de Pazzi vio a María Santísima que iba repartiendo un licor dulcísimo, que era el divino amor. Don es éste que sólo por medio de María se dispensa: pidámoslo, pues a María.

Jaculatoria.— Madre mía, esperanza mía, hacedme todo de Jesús.

Oración a María Santísima, p. 58.

Visita al Patriarca San José

EL ejemplo de Jesucristo, que quiso en la tierra honrar a San José, hasta el extremo de sujetarse en todo a su autoridad, debería excitar en nosotros mucha devoción a este gran Santo; pues merece ser muy honrado de los hombres quien por el Rey de reyes fue tan honrado y enaltecido.

Vos sois también nuestro padre, oh glorioso San José, y nosotros vuestros hijos, que ya somos hermanos de Jesús. Por este título tenemos derecho a la ternura de vuestro corazón paternal, y aguardamos confiados vuestra protección en esta vida, y especialmente en la hora de nuestra muerte.

Jaculatoria.— Concedednos la gracia de implorar vuestro patrocinio con filial confianza.

Oración a San José, p. 61

VISITA 5ª
Visita al Santísimo

Oración preparatoria, p. 53

El gorrioncillo –dice David- halló su habitación en los agujeros de las casa, y la tortolilla en su nido; mas Vos, oh Rey mío y Dios mío, para haceros encontrar de nosotros, y permanecer en nuestra compañía, habéis puesto vuestro nido en los altares, y fijado en la tierra vuestra habitación.

Preciso es, Señor, afirmar que sois en demasía amante de los hombres; no sabéis ya qué hacer para que ellos os amen. Pero haced aún, Jesús amabilísimo, que también nosotros os amemos apasionadamente; pues no es razón que amemos con tibieza a un Dios que con tanto amor nos regala. Atraednos a Vos con los dulces atractivos de vuestro amor, y hacednos conocer las hermosas prendas de que estáis adornado, para que os amemos.

¡Oh, Majestad y Bondad infinitas! Amáis en extremo a los hombres, y habiendo procurado tanto el ser amado de ellos, ¿cómo son tan pocos los que os aman?... No quiero en adelante ser, como he sido, del número infeliz de esos ingratos: resuelto estoy a amaros cuanto pueda y a no amar sino a Vos. Y puesto que lo merecéis y me lo mandáis con tanta instancia, quiero complaceros. Haced, Dios de mi alma, que os agrade plenamente. Os lo suplico y lo espero por los méritos de vuestra pasión. Dad a quien los desee los bienes de la tierra, que yo sólo deseo y busco el gran tesoro de vuestro amor. Os amo, Jesús mío; os amo, Bondad infinita. Vos sois toda mi riqueza, toda mi alegría, todo mi amor.

Jaculatoria.— Jesús mío, Vos os habéis dado todo a mí; yo me entrego todo a Vos.

Comunión espiritual, p. 41.


Visita a María Santísima

Señora mía, San Bernardo os llama robadora de corazones. Dice que vais robando los corazones con vuestra hermosura y bondad. Robad también, os lo ruego, este corazón mío y toda mi voluntad. Os la entrego toda; y unida a la vuestra, ofrecedla a Dios.

Jaculatoria.— Madre amabilísima, rogad por mí.

Oración a María Santísima, p. 58.

Visita al Patriarca San José

Pasmados quedaron los hebreos cuando Josué mandó al sol que se detuviese y vieron que el sol le obedeció. Mas, ¿qué comparación puede caber entre Josué, que se ve obedecido del sol, criatura inanimada, y José, que se ve obedecido de Jesucristo, que es el mismo Hijo de Dios?

Humildísimo San José: ¡cuáles serían los sentimientos de vuestro corazón, cuando veíais a Dios sometido a vuestras órdenes!

Oh, poderoso abogado de nuestras almas: rogad por mí a este divino Redentor, decidle que me perdone mis pecados; decidle también que me desprenda de las criaturas y de mí mismo; decidle, en fin, que me encienda en su santo amor, y después disponga de mí como le agrade.

Jaculatoria.— Alcanzadme que obedezca siempre la voluntad de Dios.

Oración a San José, p. 61


ACERCA DE LA VOCACIÓN -PARTE 4 -

Un regalo de Dios


Por José Miguel Ceja

Cuando los padres entienden que cada llamada es un privilegio, una prueba de confianza y de amor del Señor con esa persona y con su familia, aceptan con alegría esa nueva misión

Los padres suelen ser protagonistas decisivos de cada llamada y su actitud revela, a grandes rasgos, la asunción del ideal cristiano por las familias contemporáneas. Cada llamada es un don, un regalo de Dios, una razón de agradecimiento y un orgullo para los padres que han contribuido con su desvelo de años a que esa llamada germine y crezca. "No es un sacrificio, para los padres –se lee en Forja-, que Dios les pida sus hijos; ni, para los que llama el Señor, es un sacrificio seguirle. Es, por el contrario, un honor inmenso, un orgullo grande y santo, una muestra de predilección, un cariño particularísimo, que ha manifestado Dios en un momento concreto, pero que estaba en su mente desde toda la eternidad" (Forja, n. 18). A lo largo de muchas generaciones, el mayor deseo de un padre era el de tener un hijo sacerdote o un hijo o una hija consagrada a Dios. Que continúe siendo éste vuestro deseo y vuestra plegaria" JP II(Limerick, 1.X.1979).

Cuando los padres entienden que cada llamada es un privilegio, una prueba de confianza y de amor del Señor con esa persona y con su familia, aceptan con alegría esa nueva misión: la de ayudar a su hijos, mientras están en la tierra, a corresponder a su vocación y a perseverar en ella. Porque en un sentido amplio, la llamada de sus hijos también les compromete a ellos: Dios les llama a ser padres de un alma entregada a Dios.

Por esa razón, en gran medida, los hijos deben la vocación a sus padres: "El tener padres virtuosos y temerosos de Dios me bastara –escribe Teresa de Avila– si yo no fuera tan ruin, con lo que el Señor me favoreció para ser buena".

Resistencia a la entrega

Resistencia de los padres a entregarse ellos mismos, resistencia ante la entrega de sus hijos, resistencia a entregar sus hijos

Por eso, no se entiende demasiado esta resistencia que se está extendiendo en algún ambiente ante la entrega de los jóvenes, a los que se considera inmaduros para la entrega. "Os escribo a vosotros, jóvenes –escribe San Juan en el atardecer de su vida–, porque sois fuertes" (1 Jn 25–27). Porque esta resistencia –resistencia de los padres a entregarse ellos mismos, resistencia ante la entrega de sus hijos, resistencia a entregar sus hijos–, como otros muchos rasgos de nuestra sociedad, resulta contradictoria y paradójica.

Uno de los grandes problemas de la sociedad contemporánea es la delincuencia juvenil. Las bandas terroristas están compuestas también en su mayoría por jóvenes, en ocasiones casi adolescentes. El negocio de la droga y del sexo cuenta con los jóvenes –y con los niños– como fuente de ingresos. La prensa recoge con dolorosa frecuencia noticias en este sentido. En algunos países se da el triste espectáculo de madres–niñas, de jóvenes que viven solos a los quince años, frutos del divorcio y de un sentido de la independencia mal asimilado. Y sin embargo, en muchos de esos países se ha creado un fuerte flujo de opinión negativa –en el que se refugian tantos– que considera que la edad en la que los programas oficiales estimulan a la juventud a las relaciones sexuales prematrimoniales, y en la que se les juzga capaces de todas las aberraciones humanas, es, paradójicamente, una edad en la que se encuentran "psicológicamente inmaduros para la entrega".

Quizá esa actitud encuentre su explicación, en parte, en algunos rasgos y condicionantes de nuestra sociedad contemporánea. El menor número de hijos de tantas familias contemporáneas lleva en ocasiones a una sobreprotección de "la parejita": una sobreprotección que conduce, de la mano del egoísmo que ha hecho limitar tantos nacimientos, al egoísmo de considerar que la vida entera de los hijos debe ser para los padres. Y cuando Dios pide esos hijos para sí, surgen unos celos monstruosos, pero reales: celos de Dios, porque les arrebata... lo que es suyo.

Otro factor puede encontrarse en el envejecimiento general de la sociedad contemporánea, que propicia una mentalidad de seguridad y de huida del riesgo. Ese "pasotismo" que caracteriza a cierta juventud no es más que la asunción cómoda y acrítica de los valores materialistas de la sociedad de consumo que han construido los adultos: se pasa de entrega, se pasa de generosidad, se pasa de sacrificio –se pasa de Dios, en definitiva–... con tal de que queden a salvo los disfrutes materiales, los espejuelos y abalorios con que el consumismo engaña a una juventud que pierde en ellos el oro de su vida.

Otra tercera causa se encuentra, evidentemente, en la situación actual que padece la Iglesia en algunos sectores, con su triste carga de confusionismo y visión puramente horizontal de la existencia.

La causa definitiva

Pero la causa definitiva no es de orden sociológico ni coyuntural, sino que se libra en el corazón de cada persona. Hoy como ayer, Dios sigue llamando, sigue tocando fuerte y recio en el corazón del hombre, sigue convocando a la entrega, a la generosidad y al amor. Y las respuestas hoy, igual que ayer, dependen de cada hombre. Y se siguen formulando del mismo modo. Hace muchos siglos –en el año 626 antes de Cristo– Dios llamó a un adolescente diciéndole: "antes de que te formara en el vientre te reconocí y antes de que salieras del seno te consagré" (Jer 1, 5). Pero estas palabras no le parecieron razón suficiente, como hoy no le parecen razón suficiente a algunos jóvenes. Y protestó, con una excusa muy habitual en nuestros días: "¡Ah, ´Adonay Yahveh, he aquí que no sé hablar, pues soy un muchachito".

Pretendía escudarse en su juventud. Pero Dios no atiende a esos razonamientos puramente humanos. "Y díjome Yahveh –cuenta Jeremías–: no digas ´soy un muchacho´; pues a todos a quienes yo te enviare has de ir y todo lo que te ordene hablarás. No los temas, porque contigo estoy Yo para librarte" (Jer, 1, 6–8).

La Iglesia rezuma alegría de juventud

La Iglesia, fiel a los requerimientos divinos, ha bendecido la entrega a Dios en la juventud: una entrega que le ha dado tantos santos. "Bienaventurados los que se entregan a Dios para siempre en la juventud", escribió Don Bosco muy pocos días antes de su muerte. Porque es realmente entusiasmante el panorama de los santos de la Iglesia católica. Se dan cita todos los estados, todas las profesiones, todos los temperamentos y culturas. Militares fogosos, madres de familia, artistas, campesinos, juristas, religiosos, aventureros, reyes, mendigos, estadistas, obreros, sacerdotes. Y la mayoría de ellos se entregaron jóvenes, muy jóvenes. Basta repasar el santoral para ver cómo la Iglesia Católica rezuma alegría de juventud. No sólo no teme a la juventud, sino que la venera en sus altares y aprende de ella y de su heroísmo: la mayoría de los veintidós mártires de Uganda oscilaban entre los quince y los veintidós años. Tarsicio, Luis Gonzaga, Domingo Savio, Teresa de Lisieux, Bernardette Soubirous, María Goretti... murieron en la adolescencia, o en plena juventud. Y en nuestro tiempo se sigue beatificando a jóvenes: los últimos a los que ha beatificado el Papa son jóvenes laicos, como una campesina polaca, Carolina Kózka; un joven francés, Marcel Callo, o dos campesinas italianas: Pierina Morosini y Antonia Mesina.

La edad privilegiada

Sorprende por eso que se ponga como excusa para  no entregarse a Dios... ¡que se es joven! ¡Si precisamente la juventud es la época del amor! Cualquier tiempo es bueno para la entrega, como acabamos de ver, pero la juventud es la edad privilegiada. Se entiende bien aquel punto de Camino: "Me has hecho reír con tu oración impaciente. –Le decías: ´no quiero hacerme viejo, Jesús... ¡Es mucho esperar para verte! Entonces, quizá no tenga el corazón en carne viva, como lo tengo ahora. Viejo, me parece tarde. Ahora, mi unión sería más gallarda, porque te quiero con Amor de doncel´" (n. 111).

Se comprueba cómo, también en esto, los caminos del Señor son distintos de los nuestros y sus pensamientos no son nuestros pensamientos. Cuando el Señor le dice a Samuel que busque al futuro rey de Israel entre los hijos de Jesé, éste actúa a lo humano: dejándose llevar por las apariencias. Y pensó que el más adecuado de entre todos sus hijos sería Elíab, el mayor. Pero el Señor le hizo ver a Samuel: "No mires a su buena presencia, ni a su grande estatura, pues no es ése el que he escogido".

Con frecuencia la elección del Señor es desconcertante. Después de Elíab, Jesé pensó en el siguiente, Abinadab. Pero "tampoco a éste ha elegido Yahveh". Y así, cuenta la Escritura, fue haciendo pasar Jesé sus siete hijos delante de Samuel, pero Samuel le dijo: "No ha elegido Yahveh a ninguno de éstos". "¿No tienes ya más hijos?", le pregunta. Sí, Jesé, tenía un hijo más, el pequeño, en el que ni siquiera había pensado: porque ¡era tan joven!: "Aún tengo otro pequeño –contesta Jesé– que está apacentando las ovejas. Lo llamaron. Era rubio y de buena presencia. "Ungele –dijo el Señor– porque ése es" (I Sam 16, 17).


Fuente: interrogantes.net en vocaciones.org.ar

JESUCRISTO EN LAS FUENTES DE MI DIVINO CORAZÓN. (PARTE 16)

EN LAS FUENTES DE
MI DIVINO CORAZÓN
HALLARÉIS MENSAJES
DE CONVERSIÓN



Grito angustioso que invita al cambio

               Diciembre 30/07 1:20 p.m.

La santísima Virgen María dice:

Hijitos míos, vivid estos misterios de cruz porque predicar la cruz en un mundo moderno es una paranoia, una cosa de locos, locos de amor reducidos en número que desean abrazar este misterio de sufrimiento, este misterio de redención, este misterio de liberación.

Vosotros hijitos míos no os dejéis contagiar de falsos pensamientos, de ideas sueltas, atadlas a mi Inmaculado Corazón que yo haré de vosotros marionetitas de amor, porque caminando tras de mí, camináis tras de mi Hijo Jesús, Jesús se os ha dado a vosotros en su plenitud.

Jesús se os ha dado a vosotros en su infinita misericordia.

Jesús se os ha dado a vosotros utilizando instrumentos y medios humanos para que lo escuchéis, para que lo sigáis.

Jesús me ha permitido bajar nuevamente hacia vosotros para alentaros en vuestro camino de santidad, para alentaros en vuestro camino de oración, para alentaros en vuestro camino hacia el cielo.

Capullitos de mi amor no seáis testarudos y reacios al llamamiento que el cielo os hace. Hay tantas cosas que vuestras mentes son incapaces de dilucidar porque la magnificencia de Dios es soberana, porque la magnificencia de Dios no tiene límites, porque la magnificencia de Dios no tiene palabras, porque la magnificencia de Dios se desborda en vosotros y para vosotros.

Este libro, pequeños míos, no es un libro más de tantos que abundan y circulan por el mundo.
Es un último grito desesperado que os llama a un cambio de vida.
Es un último grito desesperado que os llama a la santidad.
Es un último grito desesperado que os llama a ser fieles servidores de Cristo.
Es un último grito desesperado que os llama a ser verdaderos Católicos, Apostólicos y Romanos.
Es un último grito desesperado que os llama a vivir en la fidelidad de su Palabra.
Es un último grito desesperado que os llama a beber en la Fuentes de mi Divino Corazón de mi hijo  

Jesús, para que seáis regenerados, para que seáis transformados, para que seáis espiritualizados y reavivados en el amor y por el amor

Es un último grito desesperado que no contiene nada distinto a las fuentes de las Sagradas Escrituras, tan solo es un medio de amor que con el lenguaje del amor, os llama a . amar, os llama a perdonar, os llama a vivir en la ascesis, os llama a orar, orar desde vuestro corazón, os llama a estar en el mundo sin ser del mundo

Pequeñitos, acercaos a estas fuentes que no desvirtúan vuestro pensamiento, son fuentes seguras, fuentes del cielo que os caen a vosotros como cascadas de aguas puras. .

Este libro caído del cielo, tiene como enemigo a Satanás porque, será instrumento de salvación para muchas almas. Porque será instrumento de salvación para muchos hombres que pueblan la tierra.

Porque será instrumento de paz para los corazones conturbados.
Porque serán fuentes de luz para ciegos espirituales.
Porque serán fuentes de reavivamiento para muertos vivos.
Porque serán fuentes de alimento para hambrientos del Pan Divino.
Porque serán fuentes de conversión para todas aquellas almas que interioricen y viva cada uno de los mensajes.

Dad gracias a Dios, hombre o mujer, pobladores de la tierra, si del cielo os cae como regalo este libro, libro que dará vuelco a vuestra vida.
Libro que dará un vuelco a vuestra manera de pensar.
Libro que dará un vuelco a la manera de vivir en vuestro mundo.
Libro que os arrancará de la esclavitud del pecado y os dará libertad de águilas.
Libro que renovará vuestro corazón, a imitación del Divino Corazón y de mi Inmaculado Corazón.

Hijitos orad para que muchos hombres vuelvan a Dios.
Hijitos orad para que este instrumento del cielo, llegue a los lugares más recónditos de la tierra.
Orad para que los ateos recobren fervor espiritual.
Orad para que los presos, por el pecado, recobren libertad.
Orad para que los hambrientos de los manjares del cielo sacien su hambre de este manjar sólido, que son las Fuentes del Divino Corazón

Hijitos míos, ayudad a cargar la Cruz pesada de mi hijo Jesús. .
Hijitos míos, prodigad alegría al Sagrado Corazón de Jesús, predicando a tiempo y a destiempo las enseñanzas contenidas en la Fuentes fidedignas de este libro, libro que romperá la sordera de los que no quieren escuchar; libro que romperá con la ceguera de los que no quieren ver; libro que romperá la lengua de los tartamudos que no quieren hablar.

Libro que rompa con la parálisis de los que no quieren caminar; orad, no os canséis de orar, porque el mundo yace en tinieblas, tinieblas que serán dispersas por estos mensajes de amor y de conversión

Os amo y os cubro con mi manto divino. . Tinieblas que se convertirán en luz, porque muchas almas serán tocadas, porque muchas almas serán cuestionadas, porque muchas almas serán raptadas para el cielo y vosotros hijitos míos sois instrumentos de esta magna obra de amor.
O
s amo y beso vuestras frentecitas con mis labios virginales.
Os amo y os abrazo con el mismo amor con que abrazo a mi Hijo Jesús.

REFLEXIONES DE JUAN XXIII.


Angelo Roncalli (1881-1963) conocido también como el Papa Juan XXIII. Se convirtió en Papa en 1958, tras la muerte de Pío XII. El pontífice fue el encargado de renovar la Iglesia católica a través del Concilio Vaticano II, inaugurado el 11 de octubre de 1962. Su finalidad, era abrir las ventanas para que entrara aire fresco en la Iglesia.
*****

A eso de caer y volver a levantarte
De fracasar y volver a comenzar
De seguir un camino y tener que torcerlo
De encontrar el dolor y tener que afrontarlo
A eso, no le llames adversidad, llámale entrenamiento que te llevará a la sabiduría.

A eso de fijarte una meta y tener que seguir otra
De huir de una prueba y tener que encararla
De planear un vuelo y tener que recortarlo
De aspirar y no poder, de querer y no saber, de avanzar y no llegar
A eso, no le llames castigo, llámale enseñanza.


A eso de pasar días juntos
Días felices y días tristes
Días de soledad y días de compañía
A eso, no le llames rutina,
llámale acumular experiencia.

A eso de que tus ojos miren
Y tus oídos oigan
Y tu cerebro funcione
Y tus manos trabajen
Y tu alma irradie
Y tu sensibilidad sienta
Y tu corazón ame
A eso, no le llames poder humano,
llámale milagro divino
y agradece haberlos recibido.

( Juan XXIII )


¡ DIOS LES BENDIGA !

LA MISIÓN DEL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA.

De la Constitución dogmática Lumen gentium, sobre la Iglesia, del Concilio Vaticano segundo
(Núms. 4. 12)




Consumada la obra que el Padre confió al Hijo en la tierra, fue enviado el Espíritu Santo en el día de Pentecostés, para que indeficientemente santificara a la Iglesia y, de esta forma, los que creen en Cristo pudieran acercarse al Padre en un mismo Espíritu. Él es el Espíritu de vida o la fuente del agua que brota para comunicar vida eterna; por el cual el Padre vivifica a todos los muertos por el pecado, hasta que el mismo Espíritu resucite en Cristo sus cuerpos mortales.

El Espíritu habita en la Iglesia y en los corazones de los fieles como en un templo, y en ellos ora y da testimonio de la adopción de hijos. Con diversos dones jerárquicos y carismáticos dirige a la Iglesia, a la que guía hacia toda verdad, y la unifica en comunión y ministerio, enriqueciéndola con todos sus frutos.

Con la fuerza del Evangelio hace rejuvenecer a la Iglesia, la renueva constantemente y la conduce a la unión consumada con su Esposo. Pues el Espíritu y la Esposa dicen al Señor Jesús: «¡Ven!»

Así se manifiesta la Iglesia como una muchedumbre reunida por la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

La universalidad de los fieles que tiene la unción del Espíritu Santo no puede fallar en su creencia, y ejerce esta peculiar propiedad mediante el sentido sobrenatural de la fe de todo el pueblo, cuando desde los obispos hasta los últimos fieles seglares manifiestan un asentimiento universal en las cosas de fe y de costumbres.

Con ese sentido de la fe, que el Espíritu Santo mueve y sostiene, el pueblo de Dios, bajo la dirección del magisterio, al que sigue fidelísimamente, recibe no ya la palabra de los hombres, sino la verdadera palabra de Dios; se adhiere indefectiblemente a la fe que ha sido transmitida de una vez para siempre a los fieles; penetra profundamente en ella con rectitud de juicio y la aplica más íntegramente en la vida.

Además, el mismo Espíritu Santo no solamente santifica y dirige al pueblo de Dios por los sacramentos y los ministerios y lo enriquece con las virtudes, sino que, distribuyéndolos a cada uno en particular según le place, reparte entre los fieles dones de todo género, incluso especiales, con que los dispone y prepara para realizar variedad de obras y de oficios provechosos para la renovación y una más amplia edificación de la Iglesia, según aquellas palabras: A cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu para común utilidad.

Estos carismas, tanto los extraordinarios como los más sencillos y comunes, por el hecho de que son muy conformes y útiles a las necesidades de la Iglesia, hay que recibirlos con agradecimiento y consuelo.

RESPONSORIO Jn 7, 37. 38. 39

R. El último día de la fiesta, Jesús clamaba en alta voz: «Del que crea en mí brotarán torrentes de agua viva.» * Esto lo dijo del Espíritu, que habían de recibir los que a él se unieran por la fe. Aleluya.

V. El que tenga sed que venga a mí y que beba; brotarán de él torrentes de agua viva.

R. Esto lo dijo del Espíritu, que habían de recibir los que a él se unieran por la fe. Aleluya.

LA DESCATOLIZACIÓN DE LOS CONVENTOS DE RELIGIOSAS.

El Vaticano criticó el libro de

Sor Margaret por sus opiniones
acerca de la masturbación, 
los matrimonios homosexuales, 
la indisolubilidad del matrimonio
y el divorcio, contrarias a la fe
y la moral. 

A travez de mi blog Sacerdote Eterno me hago eco de esta reflexión publicada por la web amiga Catolicidad, acerca de la desobediencia a la Iglesia y al Papa, en manos de estas que se hacen llamar religiosas.

"Bien dice el dicho que una imagen vale más que mil palabras. Abajo veremos -en fotografías- el proceso ocurrido con las Hermanas de la Presentación en Estados Unidos: De la dignidad religiosa, tanto en espíritu como en vestimenta, a la imagen y modo muy semejantes al de un club de solteronas laicas. Así, en ese proceso modernista, se pusieron "al día" y en conformidad con el "mundo"*. El "aggiornamiento", la decadencia, la mundanización, la secularización y la desacralización son sus lamentables frutos. 



Todo esto no sólo se toleró sino muchas veces se promovió e impulsó por quienes debían haberlo frenado. Ahora algunas autoridades religiosas se extrañan de los procesos de rebeldía ante el magisterio y la fe católica de asociaciones de religiosas en ese país, al grado que el Vaticano ha debido intervenir, hecho que ya hemos informado en nuesto blog.

A quienes años atrás, en un principio, se opusieron a esto, se les llamó "profetas de calamidades", ahora las calamidades ya están a la vista. En realidad, no había que ser profeta para inferir las consecuencias lógicas de estos procesos, bastaba sólo un poco de sentido común.


¿Cuánto tiempo pasará y hasta donde deberá llegar la descatolización para que se tomen todas las medidas estrictas para el retorno al espíritu con el que fueron fundadas las congregaciones religiosas? ¿No se habla tanto de "volver a los orígenes"? Urge, pues, una reforma, es decir: una recatolización conventual.


Veamos las imágenes:

1950:



1978:



Y DE 2000 EN ADELANTE:




¿CÓMO SERÁ LA SIGUIENTE FOTOGRAFÍA EN UNOS AÑOS?
¿EN SHORTS?

¿EN UN BAILE PARA ANCIANOS?

¿O ESTARÁN YA RECATOLIZADAS?

¿O SERÁN LAS ÚLTIMAS DE UNAS CONGREGACIONES QUE
ELLAS MISMAS SE ENCARGARON DE MATAR?


* NOTA: No olvidemos que el Catecismo enseña que el MUNDO es uno de los tres enemigos del alma, junto con el DEMONIO y la CARNE."


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Tras un proceso de más de tres años que no logró una rectificación de la religiosa, la Congregación para la Doctrina de la Fe ha publicado hoy una Nota sobre el libro «Just Love. A Framework for Christian Sexual Ethics», de Sor Margaret A. Farley, R.S.M (Hermanas de la Misericordia). ...(Ver más en Catolicidad)

DIOS NOS INVITA, UNA Y OTRA VEZ, A LA CONVERSIÓN, ¿HASTA CUÁNDO NOS DECIDIREMOS?


San Basilio


¿SE NOS ACABARÁ EL TIEMPO PARA ELLO? GENERALMENTE EL HOMBRE MUERE TAL COMO VIVIÓ

Dios nos invita incansablemente a la conversión.

Hermanos, no debemos permanecer en la indiferencia y el descuido, no dejemos siempre para mañana o más tarde, con ligerza, el momento de poner manos a la obra. "Es ahora el tiempo favorable, llegado es ahora el día de salvación", dice el apóstol Pablo (2 Corintios 6:2). Ahora es el tiempo de penitencia, más tarde será el de la recompensa, este es el momento de la perseverancia, y un día vendrá el de la consolación. Ahora, Dios viene en ayuda de los que se apartan del mal; más tarde, Él será el Juez de los actos, de las palabras y de los pensamientos de los hombres. Hoy en día, disfrutamos de su paciencia; luego, conoceremos la justicia de sus juicios en el momento de la resurrección, cuando cada uno de nosotros recibirá en función de las obras realizadas.


¿Hasta cuándo pospondremos la obediencia a Cristo, que nos llama a su reino celestial? ¿No queremos que nos purifique? ¿Cuándo nos decidiremos a abandonar el tipo de vida que llevamos para seguir el Evangelio de una manera radical?

Del "Prólogo a Las Reglas Mayores"


Autor: San Basilio (330-379), monje, obispo de Cesarea en Capadocia, Doctor de la Iglesia. Uno de los tres Padres Capadocios; Padre del monasticismo oriental; Patrón de administradores de hospitales. Nació en Cesárea de Capadocia, de familia católica; hombre de gran cultura y virtud, comenzó a llevar vida eremítica, pero el año 370 fue elevado a la sede episcopal de su ciudad natal. Es considerado como el primer escritor ascético del oriente. Combatió a los arrianos; escribió excelentes obras y sobre todo reglas monásticas, que rigen aún hoy en muchos monasterios del Oriente. Uno de sus temas favoritos fue la caridad hacia los pobres. Murió el día 1 de enero del año 379.

ESTIMADO SACERDOTE DE JESUS Y DE MARIA.

Con amor deseo decirte que los laicos queremos Sacerdotes que nos enseñen y que nos aumenten la fe, con sus vidas.

Queremos ver que al llegar a la Iglesia, el Sacerdote POR LO MENOS entre 5 minutos al Santísimo a Adorarlo. Quizás también podrías hacer como lo hacía el santo Cura de Ars que rezaba en el mismo altar al finalizar la Santa Misa al rededor de 15 minutos, dando gracias al Creador por haberle permitido celebrar el Santo Sacrificio. ¡Cuantas almas convertía este santo con esta acción de Gracias!

Deseo tanto escuchar a un Sacerdote rezar el Santo Rosario junto a nosotros los fieles, pues parece mentira que hasta ahora solo una vez he escuchado a un Sacerdote rezarlo. El único recuerdo que tengo de haber escuchado a los Sacerdotes rezar el Rosario fue en mi infancia cuando los padres Misioneros vinieron a Panamá.

Por favor, que Nuestro Señor no se entristezca viendo a su rebaño SIN PASTOR, recuerda que tu eres "el hombre que reza" a imitación de Cristo; quien fue Hombre de oración.

"A MIS SACERDOTES" DE CONCEPCIÓN CABRERA DE ARMIDA. CAP: XLII: Disipación.

MENSAJES DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO 


A SUS HIJOS LOS PREDILECTOS 

(De Concepción Cabrera de Armida) 



XLII 


DISIPACIÓN

Más para que mis sacerdotes se penetren e impregnen de estas verdades sublimes en las que ellos tienen tanta parte, necesitan imprescindiblemente de una vida interior recogimiento. Muchos de los males que lamento en mis sacerdotes vienen de la disipación culpable, interior y aun exterior, en la que viven. El recogimiento interior, sobre todo, es el eje en donde su vida espiritual debe girar y desarrollarse. Hay que hacerse violencia y procurar a toda costa este recogimiento en el sacerdote. 

¿Cómo conmoverse con mis múltiples predilecciones, con los especiales carismas con que ha sido envuelto desde la eternidad, sino los penetra para agradecerlos? Muchos de los males que lamento en mis sacerdotes vienen, repito, de la falta de recogimiento, del descuido de sus almas, del poco aprecio que tienen a su vocación sacerdotal, del desconocimiento que tienen de sus íntimos deberes con la Santísima Trinidad y de la ligereza de su vida. 

Muchos sacerdotes toman su vocación y creen llenar los fines de ella ocupando su tiempo en obras exteriores, y descuidan lo principal para Mí, que es su vida interior de unión con el Espíritu Santo, la meditación continua de mi vida y doctrina y el calcarme en sus almas, imitándome por su transformación en Mí, crucificado voluntariamente por amor. 

¿Cómo comunicarles, si no se prestan, si viven engolfados en las cosas exteriores? ¿Cómo dar a su apostolado en las almas el germen divino que las fecunde, sino lo tienen, ni lo piden, ni sienten necesitarlo? No; un sacerdote tiene que vivir en la tierra, no vida natural, sino divina, para cumplir su misión toda divina y sobrenatural. Y el manantial de esa vida soy Yo, es el Espíritu Santo a quien pocas veces invocan con el corazón, aunque muchas con los labios. 

¿Hasta cuándo llegará para mi consuelo –que es la gloria del Padre-, esa falange de sacerdotes según el ideal que he descrito, según los deseos de mi Padre y los ardientes anhelos de mi Corazón? El mundo ha entrado de muchos modos, pianísimamente, solapadamente, en el campo divino de mi Iglesia, en el corazón de muchos de los que se llaman míos y que no lo son sino de nombre; todo es exterior en ellos, todo superficial: vida, manera, pensamientos, deseos, aspiraciones, etc.; todo bajo, todo de la tierra con miras humanas y sin ese fondo divino y sin esa elevación de sentimientos que deben formar el todo en las almas sacerdotales. 

Que sepan como la falta de vida interior, de alejamiento del mundo y de recogimiento es la causa de su frialdad en mi servicio; de la pereza en lo que atañe a las almas, de la tibieza en sus intenciones y de cosas que pasan más allá – y que sólo Yo veo, - que resfrían y debilitan sus fuerzas para resistir las tentaciones. 

El infierno ha hecho en estos tiempos un gran esfuerzo para perder a las almas y tentar además de mil modos y en mil formas la fidelidad de los sacerdotes. Son hombres, y si no están blindados con la certeza de la vida interior, del recogimiento y de la vida íntima de unión conmigo y con María, el mundo, el demonio y la carne los arrollarán en su corriente que va a desembocar en el infierno… 

Por eso más que nunca la Iglesia también debe ponerse en guardia y los sacerdotes redoblar su vigilancia en sí mismos y asirse fuertemente del Espíritu Santo por una más intensa vida interior que los una a Mí, que los identifique en la unidad de la Trinidad. 

El infierno embestirá todavía con más fuerza por la sensualidad y el deleite; esgrimirá armas conocidas y desconocidas contra mi Iglesia y sus sacerdotes; por eso pido que se preparen a la lucha con más pureza de vida, con más recogimiento y vida interior en sus almas, con más ocultamiento y estudio, con más celo de mi gloria, el cual se alcanza con la propia santificación y transformación en Mí. 

Vendrán épocas peores para la Iglesia y por esto quiero y pido santos sacerdotes y Obispos que la defiendan. La corriente impetuosa del infierno viene terrible para arrastrar a las almas débiles en su fe, y por esto clamo con estas confidencias dando el ¡alerta! a mis sacerdotes para que, transformados en Mí, y formando más que nunca esa unidad en la Trinidad, resistan, rechacen y santificándose santifiquen, y salvándose salven. 

Los enemigos se multiplican, las emboscadas contra la religión y mi Iglesia abunda, el Infierno con sus malignas sectas se prepara a un gran golpe. Por eso los míos deben también esforzarse y con el arma de la Cruz y con el Espíritu Santo y con María, vencer. Pero necesitan ser otros Yo, para rechazar con mi Evangelio de paz las poderosas embestidas del enemigo.”

EL HOMBRE DEBERÍA TEMBLAR

EL HOMBRE DEBERÍA TEMBLAR
San Francisco de Asís