FRASES PARA SACERDOTES

"Cuando rezamos el Santo Rosario y nos unimos a María, estamos viviendo lo que es la familia porque cuando los hijos se reúnen con La Madre y juntos le oran a Dios, es la familia orando unida". DE: Marino Restrepo.
Papa Francisco a los sacerdotes que llevan "doble vida"

LIBRO DE CIELO, Luisa Picarreta

"Ves cómo es necesario que el sacerdote este en medio de mis obras, y esto es ayuda también para cumplir la crucifixión; es cierto que si no hay nadie, por ti sola no puedes crucificarte, siempre se necesita de la ayuda de los demás".

"Hija mía, para asegurarte si soy Yo, o no soy Yo, tu atención debe estar en los efectos internos, si se mueven a virtud o a vicio, ya que como mi naturaleza es virtud, de ninguna otra cosa hago herederos a mis hijos, más que de virtud. Mi naturaleza si mínimamente pudiese retener en si la sombra del vicio, cesaría de ser aquel Dios que es, lo que no puede suceder jamás".

Y Él me ha dicho: "Todo lo que se hace con la única finalidad de agradarme, resplandece ante Mi de una manera tal, que atrae mis miradas divinas, y me agrada tanto, que a esas acciones, aunque fuesen solo un movimiento de pestanas, les doy el valor como si fueran hechas por Mi.  En cambio las otras acciones, que en sí mismas son buenas y aun grandes, no hechas únicamente para Mi, son como ese oro enlodado y lleno de herrumbre que no resplandece, y Yo no me digno ni siquiera mirarlas".

Y yo: "Ah Señor, que fácil es que el polvo ensucie nuestras acciones".

Y  El: "No se necesita poner atención al polvo porque este se sacude, a lo que hay que atender es a la intención".

Ahora, mientras esto se decía, Jesús se ocupaba de atarme los brazos. Yo le he dicho: "Señor, que haces?

Y El: "Hago esto porque tu estando en la posición de crucifixión me aplacas, y Yo como quiero castigar a las gentes te los estoy atando".

Todo lo que se quiere y desea, se debe querer y desear porque lo quiere Dios:

Deséame, no como deseo tuyo, sino como deseo Mío, porque Yo amo grandemente manifestarme contigo. En suma, todo lo que tú quieres y deseas, debes quererlo y desearlo porque lo quiero Yo, esto es tomarlo de dentro de Mí y hacerlo tuyo.  Así será más agradable tu música a mi oído, porque es música salida de Mi mismo".

"Todo lo que sale de Mi entra en Mí, es por esto que los hombres se lamentan de que no obtienen tan fácilmente lo que me piden, porque no son cosas que salen de Mi, y no siendo cosas que salen de Mi, no es tan fácil que entren en Mi y salgan después para darme a ellos, porque sale de Mi y entra en Mi todo lo que es santo, puro y celestial".

"Entonces, porque asombrarse si les viene cerrada la audiencia si lo que piden no es así?  Por eso tu ten en mente que todo lo que sale de Dios entra en Dios".

La obediencia pone la paz entre Dios y el alma.

La impureza y las obras buenas imperfectamente hechas, son alimento repugnante para Jesús.

Mientas reposaba me he encontrado en un lugar donde había por piso muchas tablas móviles, y abajo el abismo.  Yo temiendo precipitarme, lo desperté, invocando su ayuda, y El me ha dicho:

"No temas, es el camino que todos recorren. No se necesita otra cosa que toda la atención, y como la mayor parte caminan distraídos, esta es la causa por la que muchos se precipitan al abismo, y pocos son los que llegan al puerto de la salvación".

ORACIONES POR LOS SACERDOTES





María, Madre de Jesús,Cubre con tu manto de pureza a nuestros Obispos y Sacerdotes,

Protégelos, guialos y mantenlos unidos a tu corazón.
Se una madre para todos ellos,
Especialmente en momentos de desánimo y soledad



Suplica a Jesús Sacramentado a favor del clero

¡Oh Jesús! Eterno Sacerdote guarda a tus consagrados al abrigo de Tu Sagrado Corazón.

Conserva sin mancha sus ungidas manos que a diario tocan Tu Sagrado Cuerpo.

Guarda sin detrimento los labios enrojecidos con Tu Preciosa Sangre.

Conserva puros y desprendidos de la tierra, los corazones sellados con las sublimes señales de Tu Glorioso Sacerdocio.

Rodealos de Tu Santo amor y protégelos del contagio del mundo.

Bendice sus trabajos con abundantes frutos y aquellos en quienes han ejercido su ministerio, sean aquí en la tierra su gozo y su consuelo y en el cielo su hermosa y eterna corona.

Así Sea


A nuestro Santísimo Padre
Envuelvelos en tu gracia, Señor.
A los Cardenales y Delegados
Envíales tu luz, Señor
A los Arzobispos y Obispos
Concédeles tus dones, Señor
A los Sacerdotes Párrocos
Dales acierto, Señor
A los Sacerdotes Vicarios
Guíalos, Señor
A los Sacerdotes Misioneros
Protégelos, Señor
A los Sacerdotes Predicadores
Ilumínalos, Señor
A los Sacerdotes Directores de Almas
Instrúyelos, Señor
A los Sacerdotes Religiosos
Hazlos perfectos, Señor
A los Sacerdotes de los Seminarios
Enséñalos, Señor
A Los Sacerdotes en peligro
Líbralos, Señor
A los Sacerdotes tentados
Anímalos, Señor
A los Sacerdotes en pecado
Dales tu gracia, Señor
A los Sacerdotes pobres
Socórrelos, Señor
A los Sacerdotes débiles
Fortalécelos, Señor
A los Sacerdotes Turbados
Confórtalos, Señor
A los Sacerdotes aislados
Acompáñalos, Señor
A los Sacerdotes atados a las cosas de la tierra
Rómpeles sus cadenas, Señor
A los sacerdotes alejados de la Iglesia Atràelos, Señor
A los Sacerdotes confundidos
Ilumínalos, Señor
A los Sacerdotes sin fe, ni piedad Compadécelos, Señor
A los Sacerdotes disidentes
Vuélveles al seno de la Iglesia, Señor
A los Sacerdotes presos o sufriendo persecución
Atiéndelos Señor
A los Sacerdotes recalcitrantes
Suavízalos, Señor
A los Sacerdotes enfermos
Sánalos, Señor
A los Sacerdotes Ancianos
Sostenlos, Señor
A los Sacerdotes difuntos
Descansen en paz, Señor


Recítese después de comulgar y en la Visita al Sagrario.


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¿RECLINATORIO PARA COMULGAR? ¡SÍ, GRACIAS!

«Los fieles comulgan de rodillas o de pie, según lo establezca la Conferencia de Obispos», con la confirmación de la Sede Apostólica. «Cuando comulgan de pie, se recomienda hacer, antes de recibir el Sacramento, la debida reverencia, que deben establecer las mismas normas».


Este es el punto 90 de la Instrucción “Redemptionis Sacramentum” (Congregación para el Culto Divino y recepción de los Sacramentos)


No está permitido a los fieles tomar por sí mismos el pan consagrado ni el cáliz sagrado, ni mucho menos pasarlo de mano en mano entre ellos. Los fieles comulgan estando de rodillas o de pie, según lo haya determinado la Conferencia de Obispos. Cuando comulgan estando de pie, se recomienda que antes de recibir el Sacramento, hagan la debida reverencia, la cual debe ser determinada por las mismas normas.

Y este es el punto 160 de la Ordenación General del Misal Romano.


Ambas citas del Magisterio de la Iglesia Católica (entre otras MUCHAS que podría traer a colación) las tomo como aval del título de este artículo: ¿Reclinatorio para comulgar?: SI, para que aquellos fieles que deseen comulgar de rodillas sean respetados en un DERECHO que tienen. Ese es el argumento (carente de toda “ideología”) por el cual yo mismo como sacerdote diocesano “recuperé” el uso del reclinatorio en mi parroquia para el libre uso de los fieles a la hora de recibir la comunión. Previo a mi decisión sucedió que hace un año un amigo me preguntó el motivo por el cual el Concilio había ordenado quitar todos los reclinatorios de las Iglesias. Le respondí que en el Concilio no hay ni una ligera insinuación de tal orden, que ni siquiera en ningún documento magisterial posterior lo podemos encontrar, sino más bien lo contrario. A lo cual me respondió muy extrañado que entonces como era posible que se hubieran quitado, a lo cual sinceramente no supe que responderle. A día de hoy sigue siendo un misterio para mí el cómo se han podido quitar sin que la autoridad lo haya pedido. Y ahora les comparto lo que sucedió tras mi decisión:


Fue por la cuaresma de 2012 cuando tomé esa decisión, previo diálogo con agentes de pastoral de la parroquia (que lo vieron algo normal aunque no se usaba para comulgar desde hacía más de 40 años). En homilías y catequesis previas expuse el motivo: que los fieles cuya devoción les dicta arrodillarse para comulgar vean su derecho respetado por la facilidad que la Iglesia les da al colocar reclinatorios que ayudan a arrodillarse con comodidad y apoyando los brazos (sobre todo pensando en las personas mayores). Si nos arrodillamos en la consagración (ésto si lo obliga la ordenación del Misal, aunque muchos no lo cumplan ni otros lo recuerden), ¿no es hasta lógico arrodillarse al recibirlo si nos arrodillamos al contemplarlo y adorarlo?; por supuesto que colocar el reclinatorio NO viola en absoluto el derecho al que prefiere recibir la comunión de pié, pues va a seguir recibiéndola así. Pero poner el reclinatorio es una señal de respeto a los fieles cuya devoción les hace recibir el Cuerpo de Cristo de la forma más reverente posible.

Pues dicho y hecho: en mi parroquia se colocó reclinatorio en un primer momento solo en Misas dominicales y solemnes, para observar la respuesta del pueblo. Y la respuesta, sinceramente, me agradó y gratamente sorprendió: fueron sobre todo las personas más jóvenes quienes se arrodillaban al comulgar, y a las pocas semanas desde la misma feligresía se pidió que el reclinatorio estuviera de forma permanente en todas las Misas. Pedido al que se accedió de inmediato. A renglón seguido, llegada la Pascua de ese año 2012, todos los niños/as que hacían la primera comunión la recibieron de rodillas, desde una catequesis previa de amor y reverencia a Jesús Sacramentado.


Desde entonces el reclinatorio quedó ubicado de forma permanente y, ….siguiendo con las gratas sorpresas....¡ni una sola queja o crítica de los laicos!...¡ni una!...y si, con pena de he decirlo, alguna que otra crítica de mal gusto de algún miembro del clero. En realidad, en el fondo, yo esperaba esa respuesta. No tanto desde la crítica, un sacerdote me dijo que para atender el derecho a arrodillarse NO hace falta el reclinatorio....obvio que es verdad, pero (yo le respondí) ¿porqué incomodar a un fiel a arrodillarse sin apoyo o a hacerlo en el suelo dando signos de evidente “originalidad?; ¿no es eso faltar a la caridad fraterna?.....


Desde mi experiencia como sacerdote, que comparto en este artículo, y con la motivación de atender los derechos del laicado, lanzo a todos los sacerdotes que lean estas líneas esta proclama: ¿Reclinatorios?...SI, gracias. Y a los que ya lo ponen, que hagan eco de su actitud para que otros lo sepan. Ni que decir tiene (pero por si acaso lo digo) que colocar el reclinatorio ha de llevar consigo que el sacerdote se ubique justo detrás del mismo, precisamente para evitar poner en evidencia al fiel que desea comulgar con reverencia y de repente se ve fuera de la fila. Si, y apostillo esto porque yo mismo lo he visto en alguna Iglesia: reclinatorio puesto cerca del presbiterio pero a la vez el sacerdote dando la comunión a varios metros del mismo....no, entonces sería como "señalar" de forma peyorativa a los fieles que se arrodillan. Por lo que el "título" de este lema "¿Reclinatorios?...SI, gracias" ha de ir acompañado de "con el sacerdote detrás dando la comunión". Desde ahí el respeto al fiel es completo: los que se queden de pié reciben la comunión y los que se arrodillen la reciben igualmente, y todos lo hacen sin que nadie quede señalado. Así SI se cumple lo que la Iglesia Católica prescribe a través de sus documentos magisteriales.

A la luz del Concilio Vaticano II, como parte de la integración del laicado en la vida de la Iglesia, opino que cuando se desprecian los derechos del laicado se cae en un CLERICALISMO insólito cuando viene de la mano de los que se califican como “progresistas y modernos”. Si no se respeta al laicado se peca de clericalismo, y la ausencia de reclinatorios en la mayoría de las Iglesias es, a mi modesto entender, un signo sutil del clericalismo modernista...si....lo repito: clericalismo modernista de aquellos que siguen tratando a los laicos como menores de edad aunque llenen sus discursos de verbalismo supuestamente laical.


Y concluyo: por supuesto que la recuperación del reclinatorio lleva consigo un mayor respeto hacia la Eucaristía que reduce o evita innumerables abusos litúrgicos que se producen contra la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Esto sería un motivo ontológico, mientras que el anteriormente expuesto (respeto al derecho del laicado) es un motivo de orden pastoral, pero muy unido al ontológico.


De un autor anónimo leí en una ocasión que “ningún hombre es más hombre, ninguna mujer es más mujer, que cuando está de rodillas ante el Amor de los Amores”
Maravillosa frase que comparto. Queridos amigos: ¡Volvamos al reclinatorio para comulgar!


Material original de adelantelafe.blogspot.com


LA SACRISTÍA TAMBIÉN ES LUGAR LITÚRGICO

Por Javier Sánchez Martínez

Un lugar amplio, hermoso, que disponga para empezar la celebración litúrgica con suficiente recogimiento y que sirva igualmente para conservar todas las cosas y elementos necesarios para el culto: esto es la sacristía.

El Caeremoniale episcoporum señala como paradigma:


“En la iglesia catedral no debe faltar el “secretarium”, es decir una sala digna, en lo posible cercana a la entrada de la iglesia, en la cual el Obispo, los concelebrantes y los ministros puedan ponerse los vestidos litúrgicos, y de la cual se inicie la procesión de entrada. La sacristía será de ordinario diferente del “secretarium”; en ella se guarda el ajuar sagrado, y en ella los días ordinarios el celebrante y los ministros se pueden preparar para la celebración “ (n. 53).

Tanto en la sacristía como en el secretarium debe observarse el silencio y la modestia (cf. Id., n. 37):


“Pongan todos esmero en guardar silencio, respetando así tanto la común disposición de ánimo como la santidad de la casa de Dios” (Id., n. 170).

En las nuevas construcciones hay que pensar en la sacristía como un lugar amplio y no como si fuera un pequeño vestidor; y pastoralmente, cuidar mucho la sacristía: hay que lograr que unos minutos antes de la celebración litúrgica no se convierta en lugar de conversaciones y asuntos varios, sino de silencio, ya que es lugar casi-sagrado, para permitir que el sacerdote y los ministros se dispongan a los Misterios con humildad y devoción. El silencio y el orden son cualidades de una buena sacristía.

La sacristía debe arreglarse en función de los fines propios de una sacristía. La cajonera debe ser elegante, cuidada, guardando en ella con orden (y con su inventario) ornamentos más nobles, capas pluviales, dalmáticas y los manteles del altar. Sobre la cajonera un crucifijo hermoso y, por ejemplo, seis candelabros que inviten al recogimiento al revestirse el sacerdote para ofrecer el sacrificio eucarístico.

En los armarios de la sacristía se dispondrán en riguroso orden el ajuar sagrado. En una estantería única y exclusivamente los leccionarios y Evangeliario; en otra, los rituales (nuevos y en sus últimas ediciones); en otra los cantorales, libros para las vísperas dominicales, etc…; en las puertas centrales los ornamentos litúrgicos; en otra parte, lo referente a la Eucaristía (cálices, copones y patenas, vinajeras, etc.), las custodias y los santos Óleos con lo necesario para el bautismo (si no estuvieren en el Baptisterio ni en una arqueta exclusiva para ellos).

El orden y la limpieza que se guarden en la sacristía crean una antesala real de celebración de los misterios, un lugar sacro para conservar lo sagrado. Se realiza, así pues, lo previsto en el Directorio “Ambientación y arte en el lugar de la celebración”:


“…La sacristía, en la que se conserva todo el ajuar litúrgico y en la que pueden prepararse el celebrante y los ministros para la celebración de los días ordinarios…” (n. 20).

“En la sacristía se debe disponer de un estante apropiado para los libros, no debiendo quedar amontonados en la credencia o en el ambón” (n. 26).

Muy poco recomendable es el comportamiento de algunas personas que -en todas las parroquias- un poco antes de la Misa se dedica, en lugar de rezar, a irse a la sacristía, sentarse allí, curiosear, entablar conversación, “cotillear", y luego presumir de “católicos comprometidos” o de “amigo del cura". La sacristía no está para eso.


Material preparado por infocatolica.com


TRATADO DEL PURGATORIO - PARTE 2

 DE CATALINA DE GÉNOVA



Al parecer, Santa Catalina no escribió de su mano ninguna de las obras que se le atribuyen, sino que éstas son recopilaciones hechas por amigos y discípulos suyos.

Ver parte 1 aqui

7. Siendo esto así, como las almas del purgatorio no tienen culpa de pecado alguno, no existe entre ellas y Dios otro impedimento que la pena del pecado, la cual retarda aquel instinto, y no le deja llegar a perfección. Pues bien, viendo las almas con absoluta certeza cuánto importen hasta los más mínimos impedimentos, y entendiendo que a causa de ellos necesariamente se ve retardado con toda justicia aquel impulso, de aquí les nace un fuego tan extremo, que viene a ser semejante al del infierno, pero sin la culpa. Ésta es, la culpa, la que hace maligna la voluntad de los condenados al infierno, a los cuales Dios no se comunica con su bondad. Y por eso ellos permanecen en aquella desesperada voluntad maligna, contrarios a la voluntad de Dios.

8. Aquí se ve claramente que la voluntad perversa enfrentada contra la voluntad de Dios es la que constituye la culpa y, perseverando esa mala voluntad, persevera la culpa.

Los que están en el infierno han salido de esta vida con la mala voluntad, y por eso su culpa no ha sido perdonada, ni puede ya serlo, pues una vez salidos de esta vida, ya no puede cambiarse su voluntad. En efecto, al salir de esta vida el alma queda fija en el bien o en el mal, según se encuentra entonces su libre voluntad. Está escrito, Ubi te invenero, es decir, en la hora de la muerte, según haya voluntad de pecado o arrepentimiento del pecado, ibi te iudicabo [donde te encuentre, allí te juzgaré; cf. aprox. Eclesiastés 11,3]. Este juicio es irrevocable, pues más allá de la muerte ya no hay posibilidad de cambiar la posición de la libertad, que ha quedado fijada tal como se hallaba en el momento de la muerte.

Los del infierno, habiendo sido hallados en el momento de la muerte con voluntad de pecado, tienen consigo infinitamente la culpa, y también la pena. Y la pena que tienen no es tanta como merecerían, pero en todo caso es pena sin fin. Los del purgatorio, en cambio, tienen solo la pena, pero como están ya sin culpa, pues les fue cancelada por el arrepentimiento, tienen una pena finita, y que con el paso del tiempo va disminuyendo, como ya he dicho.

¡Oh, miseria mayor que toda otra miseria, tanto mayor cuanto más ignorada por la humana ceguera!

9. La pena de los condenados no es ya infinita en la cantidad, ya que la dulce bondad de Dios hace llegar el rayo de su misericordia hasta el infierno. Es cierto que el hombre, muerto en pecado mortal, merece pena infinita, y padecerla en tiempo infinito. Pero la misericordia de Dios ha hecho que sólo sea infinito el 6 tiempo de la pena, y ha limitado la pena en la cantidad. Podría sin duda haberles aplicado una pena mayor que aquella que les ha dado.

¡Oh, qué peligroso es el pecado hecho con malicia! El hombre difícilmente se arrepiente de él, y no arrepintiéndose de él, permanece en la culpa. Y persevera el hombre en la culpa en tanto persiste en la voluntad del pecado cometido o de cometerlo.

10. En cambio, las almas del purgatorio tienen su voluntad totalmente conforme con la voluntad de Dios. Por eso Dios, a esa voluntad conforme, corresponde con su bondad, y ellas permanecen contentas, en cuanto a la voluntad, ya que es purificada del pecado original y actual.

Y en cuanto a la culpa, aquellas almas permanecen tan puras como cuando Dios las creó, ya que han salido de esta vida arrepentidas de todos los pecados cometidos, y con voluntad de nunca más cometerlos. Con este arrepentimiento, Dios perdona inmediatamente la culpa, y así no les queda sino la herrumbre y la deformidad del pecado, las cuales se purifican después en el fuego con la pena.

Y así, purificadas de toda culpa y unidas a Dios por la voluntad, estas almas ven a Dios claramente, según el grado en que Él se les manifiesta; y ven también cuánto importa gozar de Dios, y entienden que las almas han sido creadas para este fin. Esta conformidad atrae el alma hacia Dios por instinto natural con tal fuerza, que no pueden expresarse razones, ni figuras o ejemplos que sean suficientes para decirlo, tal como la mente siente en efecto y comprende por sentimiento interior.

No obstante, yo intentaré con un ejemplo expresar algo de lo que mi mente entiende.

11. Imaginemos que en todo el mundo no hubiera sino un solo pan; supongamos que con él hubiese de quitarse el hambre a todos los hombres, y que éstos, solamente con verlo, quedaran saciados. Pues bien, habiendo el hombre por naturaleza, cuando está sano, instinto de comer, si no comiese, y no pudiese enfermar ni morir, tendría cada vez más hambre; pues el instinto de comer nunca se le quita. Y si el hombre supiera entonces que sólo aquel pan puede saciarle, al no tenerlo, no podría quitársele el hambre.

Y esto es el infierno que sienten los que tienen hambre, ya que cuanto más se acercan a este pan sin poder verlo, tanto más se les enciende el deseo natural; pues éste, por instinto, se dirige a este pan en el que consiste todo su contentamiento. Y si estuviese cierto de no ver más ese pan, en eso consistiría el infierno que tienen todas las almas condenadas, privadas de toda esperanza de nunca jamás ver ese pan, que es el verdadero Dios Salvador.

Las almas del purgatorio, en cambio, padecen esa hambre, porque no ven el pan que podría saciarles, pero tienen la esperanza de verlo y de saciarse de él completamente; y así padecen tanta pena cuando de ese pan no pueden saciarse. 
 
12. Otra cosa que veo claramente es que así como el espíritu limpio y puro no encuentra otro lugar sino Dios para su reposo, pues para ello ha sido creado, del mismo modo el alma en pecado no tiene para sí otro lugar que el infierno, que Dios le ha asignado como su lugar propio. Por eso, en el instante en que el espíritu se separa de Dios, el alma va a su lugar correspondiente, sin otra guía que la que tiene la naturaleza del pecado. Y esto sucede cuando el alma sale del cuerpo en pecado mortal.

Y si el alma en aquel momento no encontrara aquella ordenación que procede de la justicia de Dios, sufriría un infierno mayor de lo que el infierno es, por hallarse fuera de aquella ordenación que participa de la misericordia divina, que no da al alma tanta pena como merece. Y por eso, no hallando lugar más conveniente, ni de menores males para ella, se arrojaría allí dentro, como a su lugar propio.

Continua 

"A MIS SACERDOTES" DE CONCEPCIÓN CABRERA DE ARMIDA. CAP. CXVI: Sacerdotes caidos

Mensajes de Nuestro Señor Jesucristo a Sus hijos predilectos.






CXVI

SACERDOTES CAIDOS.

 




"Es preciso amar a loa sacerdotes como los amo Yo: a los buenos y a los no buenos, con mi corazón, todo caridad y ternura, como quien dio la sangre y la vida por sus vocaciones insignes y por su santificación.

A los sacerdotes indignos los amo más, en el sentido de que más me cuestan y de que en sus conversiones más me glorifican.

Y aquí entra la delicadeza, la nobleza santa de los corazones que son míos.  Cierto que nivel del mundo por los pecadores, por los enfermos, por los descarriados; cierto que soy el Buen pastor/ pero preferirían verme herido o coronado?  Doloroso o feliz, reclinado dulcemente en el amor?

Amo a mis sacerdotes infieles, a  mis sacerdotes caídos, a mis sacerdotes prófugos, con ternura incomparable; pero con que amor de lágrimas, con que corazón tan herido y despedazado! con los sollozos de mi alma! con la vergüenza de que lo mío, de que lo íntimo mío, que debiera glorificar en Mi y por Mi--porque ellos son otros Yo--al Padre, le arroje lodo con sus pecados e ingratitudes!

Los amo con dolor salvador y me resisten; les hago sentir mi dolor expiatorio, y lo desprecian; les toco el corazón repetidas veces con gemidos, con suplicas, con lágrimas, y me rechazan!

Oh, y cuantas veces y de cuantos modos! Pero no me canso; una y mil veces me sacrifico por sus almas y espero a sus puertas hasta que, o llega para ellos una desastrosa muerte, despedazándome el Corazón, o triunfa mi gracia, y entonces radiante de gozo presento a mi Padre esas almas de mi alma, a mis sacerdotes amados!

Con ese amor amo a los desgraciados, a los degradados, que se apartan de la Iglesia; pero, para los sacerdotes fieles guardo ternuras especiales, caricias de cielo, gracias y dones incomparables. De estas almas necesito en bien de las otras, y el mayor servicio que mis sacerdotes pueden prestarme en darme las almas hermanas de sacerdotes caídos.

No quieren acompañarme, no quieren consolarme?  Mi mayor consuelo es darme sacerdotes santos, transformados en Mí, y me los darán sin duda, porque Yo lo quiero. Amen en Mi a esa parte escogida, esa parte que ha caído para levantarla con sus inmolaciones voluntarias, unidas a las mías, en su favor.

Hoy los invito a una tarea muy hermosa, a obsequiar a mi Padre con sacerdotes santos regenerados.

Una madre a quien quiere con especial amor, a un hijo bueno a  otro en peligro de perderse?  Pues bien, en ese sentido amo Yo con amor amargo y doloroso a los miembros desprendidos del tronco y en peligro de separarse de Mí eternamente.

Hay que amar a todos los sacerdotes y preocuparse más, de día y de noche y siempre por los desgraciados que en vida firman su eterna condenación.

 

Es preciso detenerlos con mis méritos infinitos, con mis lágrimas y las de mis sacerdotes fieles, los cuales, como nadie, deben preocuparse por este fin.  Esa es su misión.  No hay que dormirse sobre este punto capital de mi Iglesia, pues es urgente que triunfe de Satanás.

Ese debe ser el oficio de los Obispos, ofrecerse en Mí al Padre en favor de los sacerdotes extraviados, degenerados. 

Que todos los sacerdotes se ofrezcan especialmente con este fin a mi Padre celestial; que si se han dado a las almas, deben darse especialmente por sus hermanos que atraídos por el mundo, demonio y la carne, han renegado de su vocación y han manchado con horribles adulterios a la Esposa Inmaculada, la Iglesia.

Esto quiero de ellos; que amen a los sacerdotes caídos, con predilecciones de santo amor, que son predilecciones de inmolaciones y de toda clase de dolor.

Oh, si todos los Obispos hicieran lo mismo!...

No basta que se lamente, sino que se inmolen; quiero obras en unión mía, que salven del precipicio a tantos corazones caídos.

Miren mi Corazón transido de dolor que pide con urgencia divina los medios para consolarme. Hay mucho que esta gangrenado, mucho que está enfermo, débil y expuesto, en mi porción escogida; y Satanás gana terreno y hay que poner un dique con oraciones, con sufrimientos, con inmolaciones que, unidas al martirio de mi Corazón, serán propicias a mi Iglesia, glorificaran al Padre, que es su Padre, y al Espíritu Santo, que se contrista con esas más que ingratitudes de los suyos.

Siempre mi Corazón se inclina a la misericordia, al perdón, aunque este perdón me haya costado la Sangre y la vida.

El amor a mis sacerdotes va más allá de lo que puede concebir la mente humana, porque es divino.  Los amo desde la eternidad, en el seno de mi Padre, con amor entrañable, con delicadeza inconcebible, con toda la potencia de un Dios salvador.

Son míos por doble donación de mi Padre y del Espíritu Santo, que me ungieron con el Sacerdocio eterno, y todos dependen de Mi y todos son uno en Mi, su Cabeza, su Corazón su Principio de acción y de vida, y Yo debiera ser su vida misma.

Nunca acabaría de decir lo que son los sacerdotes para Mí, mis manos, mis obreros, mi mismo Corazón y el centro de innumerables almas.

En el sacerdote veo el reflejo de mi Padre, una fibra santa y fecunda de ese Padre amado.

En el sacerdote me veo a Mi mismo y al Espíritu Santo, que es mi Espíritu.

En el sacerdote contemplo todos los misterios: el de la Unidad, por su ser intimo con la Trinidad Santísima; el misterio de la Encarnación, que el perpetua en cada Misa; el de la Eucaristía, que no puede producirse sin su concurso; veo todos los sacramentos, en fin.

En mis sacerdotes veo a mi Iglesia amada y a miles de almas engendradas en la suya, para la gloria del Padre.

 

En mis sacerdotes me veo a Mí, a cada paso; pero debería verme en ellos como Yo soy, santo, y no desfigurado por sus pecados y dentro del cieno de muchos muladares.

Entonces tengo vergüenza ante mi Padre y esta vergüenza me ruboriza, me parte el alma con doble martirio, el martirio de la mirada limpia y pura de mi Padre que quiere reflejarse en mi imagen empanada por el lodo que lleva en si el mismo que me representa, y por el martirio que me causa al ver dislocada y expuesta a perderse esa alma que con tanto amor de predilección he cuidado.

No piensan los sacerdotes que no son ellos solos los que van en pos de los enemigos del alma, sino que me llevan a Mi; y claro está que si pecan ellos, no peco Yo, el purísimo e impecable; pero, en cierto sentido, Yo en ellos ofendo a mi Padre.

Y este es un tormento para mi Corazón filial capaz de darme la muerte, si esto fuera posible. Presencia sus crímenes más íntimamente que en el común de los mortales. No muero, y soporto que me abofeteen, me apuñalen y hieran con sus ingratitudes que podrían matarme.

Porque los sacerdotes no son otros Yo solo en el momento de la consagración, sino que, por la Ordenación sacerdotal, adquieren un sello divino, y la Trinidad reside en sus almas, y presta su concurso para todo acto de su ministerio santo.

Por eso es tan grave un pecado en los sacerdotes, porque me representan a Mí, Sacerdote Eterno y Cabeza de esos miembros santos o podridos, unidos o dislocados.

Y me arrastran por el fango, y peor que los judíos, me crucifican a sabiendas y me posponen a satanás.  Y ríen, cuando Yo agonizo; y duermen, cuando Yo lloro; y ufanos y tranquilos en apariencia, hipócritamente me sirven y sacrílegamente me tratan.  Y beben como agua los horribles pecados que se enlazan y forman cadenas que aprisionan, y concluyen por matar la fe; desesperados entonces, sin confianza y  sin  amor, bajan al infierno.

Al infierno llevan el carácter sacerdotal que es indeleble en el alma, para su mayor tormento; y me llevan en mi Justicia y en el martirio de tender a su centro, Dios, y verse rechazados por El.

Hasta el último instante lucha mi misericordia con su impenitencia; pero concluye el amor, y queda la justicia en Mí y el odio perdurable hacia Mí en ellos.

Es tremendo, es horrible, el juicio y el castigo de un sacerdote renegado, de un alma sacerdotal infiel. Pero lucho, y pongo todo mi Corazón y toda mi ternura, y olvido toda una vida de crímenes cuando en aquellas almas veo una chispa de confianza y de amor.

Este pensamiento de que un sacerdote no está solo, sino Yo en el, no se aprecia ni se utiliza para evitar pecados ni para respetarse a sí mismos con esta dignidad tan única. Muchos luchan por tener mi presencia, cuando mi presencia y todo Yo estoy en sus almas por la fibra santa sacerdotal de mi Padre que los hizo míos, que los hicieron otros Yo, por la que en ellos me ve a Mí, Jesús, su Hijo amadísimo.

En la ordenación se les da la fecundidad, ampliada por decirlo así, para la salvación de las almas.  Esa fecundidad del Padre la llevo Yo plena y el Espíritu Santo es quien la difunde.  Yo me formo en el corazón del sacerdote por el Espíritu Santo con la fecundación del Padre, y por esto vivo en ellos y ellos debieran vivir en Mi".

HISTORIA DEL APOSTOL PEDRO - GUÍA CATÓLICA PARA NIÑOS -

 




Pedro fue su apodo, de llamaba Simón y fue el mas destacado apóstol de Jesucristo y primer jefe de su Iglesia.

Supuestamente nacido en Galilea sin conocerse su año.

Era un pescador del mar de Galilea , sin estudios, generoso, impulsivo y dotado de una gran personalidad que logró transformarse en el portavoz de la palabra de Jesucristo.

Pedro es un sobrenombre el propio Jesús le colocó, para señalarlo como «piedra», piedra sobre la cual edificará su iglesia.

EL HOMBRE DEBERÍA TEMBLAR

EL HOMBRE DEBERÍA TEMBLAR
San Francisco de Asís