FRASES PARA SACERDOTES

"Cuando rezamos el Santo Rosario y nos unimos a María, estamos viviendo lo que es la familia porque cuando los hijos se reúnen con La Madre y juntos le oran a Dios, es la familia orando unida". DE: Marino Restrepo.
Papa Francisco a los sacerdotes que llevan "doble vida"

CARTAS DE SANTA MARGARITA MARÍA DE ALACOQUE.

Santa Margarita María de Alacoque
(Francia: 1647-1690)
Mensajera del Sagrado Corazón de Jesús.

Carta I

A LA MADRE MARÍA FRANCISCA DE SAUMAIS, DIJON.

La santa expresa a su antigua Superiora sus sentimientos de gratitud y afecto filial. Ella es una pura cruz en el cuerpo y en el alma.  Amor al padecer.

¡Viva + Jesús!

(Fin de Junio) 1678.

Mi muy Respetable y querida Madre:
Ni la mortificación que me produciría, ni la entrañable amistad que le profeso me consentirán privarme del dulce consuelo de escribirle y decir a vuestra Caridad que siempre seré la misma en estimarla, puesto que sabe bien que nuestro buen Maestro, que unió tan estrechamente mi Corazón al suyo, es el único que los puede separar.  Y como no hallo palabras para expresarle el reconocimiento que tengo por sus bondades maternales, bastará que le diga que conservaré de ellas muy particular recuerdo delante de nuestro Señor, a quien suplico le haga participante de sus más preciosas gracias y amorosas caricias en  esta amable soledad, cuyas delicias comparto con V. C.

Pero para decirle una palabra de aquellas con que su bondad me favorece al presente, no puedo expresarlo sino diciéndola que me parece no ser yo más que una cruz en el cuerpo y en el alma, sin que pueda quejarme ni desear otro consuelo que el de no tener ninguno en este mundo, y vivir escondida con Jesucristo crucificado, ignorada en mi sufrimiento, a fin de que ninguna otra criatura tenga compasión ni recuerdo de mí, sino para aumentar mi tormento.  Persuádome, mi querida Madre, que, pues toma tanta parte en lo que a mí me importa, se regocijará y dará gracias por ello a Nuestro Señor, que no tiene otra cosa más preciosa después de sí mismo, que su amor y su cruz.  Por su misericordia me da parte en ella; porque de mi soy indignísima de don tan precioso, como también del que nos ha hecho en la persona de nuestra muy respetable Madre (1), a quien estimo y aprecio más de lo que podría expresarle, y juntamente tengo en ella perfecta confianza por su caridad, que ya he experimentado muchas veces. Creo poder asegurarle que nuestro buen Dios cumplirá su promesa.

Yo se lo suplico con todo mi corazón, y que pueda recibir de ella toda la gloria que desea. Esta querida Madre es la que me ha dicho que le escriba en esta ocasión; pensaba hacerlo en otra diferente, a causa de una ligera molestia y por juzgar estarà ahora agobiada de cartas. Pero no se dé prisa a escribirme, porque no dudaré de su afecto de cualquier modo que proceda conmigo, que seré suya en el tiempo y en la eternidad en el amor sagrado de Jesús.

Sor Margarita María.
¡Dios sea bendito!

Sacerdote, quién eres tú? Padre Julio Maria Scozzaro.

SACERDOTE FIEL AL PAPA Y A LA SANTA TRADICIÓN DE LA IGLESIA.

Después de la Resurrección y antes de subir al Cielo, Jesús repitió por tres veces a Pedro:  "Apacienta a mis ovejas" (Jn 21, 16), por cuanto anteriormente lo había constituido "Piedra" de su Iglesia, esto es, fundamento visible de la Iglesia.  Jesús, siendo Dios, sabía y había previsto claramente lo que habría de acontecer en los siglos futuros. Por esta razón, quiso que una persona lo representara hasta el fin del mundo, y esta persona es el Sucesor de San Pedro.  Obedecerle a él, significa obedecer a Jesús, y se demuestra amar a Jesús si se obedece al Papa, legítimo Sucesor de San Pedro.

Las enseñanzas del Papa en materia de fe y moral son para cada católico-PERO PRINCIPALMENTE PARA TODOS LOS SACERDOTES-, leyes que hay que observar, porque es Voluntad de Dios que así sea.  Sin su autoridad, cada católico se sentiría libre de obrar como le dicte su conciencia, ignorando las enseñanzas de aquel que tiene el deber de apacentar y dar enseñanzas que conduzcan a la salvación y al la santidad.

Pero hoy, ¿cuántos son aquellos que obedecen fielmente al Magisterio de la Iglesia?  Sin embargo Jesús a San Pedro y a sus legítimos Sucesores ha dado la primicia:  "Te daré las llaves del Reino de los Cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el Cielo, y lo que desatares en la tierra será desatado en el Cielo..." (Mt 16, 19). Quien permanece unido al Papa, legítimo Sucesor de Cristo, es un sarmiento unido a la Vid por medio de la Gracia, y tendrá la linfa para producir brotes y uvas, esto es, frutos de la Gracia,  Jesús mismo, el Sacerdote Eterno, no quiso hacer otra cosa sino cumplir la Voluntad del Padre.  "Jesucristo, siendo de condición Divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Al contrario, se despojó de su grandeza tomando condición de esclavo y se hizo semejante a los hombres.  Y en su condición de hombre, se humilló a Sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz" (Fil 2, 6-8).

La "Dei Verbum" del Concilio Vaticano II afirma que:  "La Sagrada Tradición, la Sagrada Escritura y el Magisterio de la Iglesia, por muy sabia disposición de Dios, están entre sí de tal manera unidos que no pueden subsistir independientemente, y todos juntos, según el propio modo, bajo la acción del Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvación de las almas" (II, 10).

El 25 de junio de 1992 ha sido aprobado por el Papa Juan Pablo II el Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica "que se coloca indudablemente en la línea de la Tradición de la Iglesia: de ella expresa y actualiza catequísticamente la perenne vitalidad y la sobreabundante riqueza. Su contenido, bien articulado y que responde a las indicaciones de los Padres del Sínodo, refleja fielmente la enseñanza del Vaticano II, y se dirige al hombre de hoy presentándole el mensaje cristiano en su integridad y completo".

En el Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica está todo lo que un católico debe saber, comprender y amar.

El es nuestra guía.

EL SACERDOTE ES OTRO JESÚS.

EL SACERDOTE ES OTRO JESÚS, no podemos tratarlo igual que a cualquier otro hombre pues es poseedor de la dignidad mas grande del mundo!

Me asombro y me duele tanto ver y escuchar a muchas personas (principalmente mujeres) cómo tratan o cómo se dirigen a nuestro Sacerdote.
Primeramente pienso que debemos dirigirnos a él siempre de: "usted" (aunque sea mas joven que nosotras ó que lo conozcamos desde su adolescencia), pues ahora es un consagrado, actúa "In Persona Christi".

Respetemos al Sacerdote, el hombre escogido entre miles por Dios desde la eternidad.  NO LO INVITEMOS A FIESTAS, CENAS, EVENTOS, ETC., sus actividades deben ser las espirituales, las cosas santas (el silencio, la oración, la mortificación, la pobreza, evitando modernismos y el consumismo, etc.).  Le traspasamos una CRUZ INTERNA a Nuestro Señor porque lo que le hacemos a un Sacerdote (ya sea material o espiritual), a Él se lo hacemos.

Pensemos también en el castigo eterno que recibiremos puesto que Jesús le dijo a la vidente Olivia Arias QUE LA MUJER QUE HAGA CAER A UN SACERDOTE MAS LE VALIERA NO HABER NACIDO PORQUE ES MAS MALDITA QUE JUDAS.  LO MISMO EL HOMBRE QUE HAGA PECAR A UN SACERDOTE.

-de Sacerdote Eterno-

EL VALOR DEL SUFRIMIENTO Y POR QUÉ DIOS LO PERMITE.



Valor del sufrimiento

Los seres humanos queremos ser felices a toda costa. Y lo seremos –por la eternidad- si somos fieles a Dios en esta vida terrena. De los grandes males, Dios saca grandes bienes. La única razón por la que Dios permite el mal, dice Santo Tomás, es para sacar de allí un mayor bien.—A mí no me gusta el cristianismo porque exalta el sufrimiento—, decía una conocida mía.

A quien podríamos contestarle:
—La fe cristiana es fe en la verdadera supresión del sufrimiento. Justamente porque deseamos la felicidad completa y eterna, debemos de pagar algo de dolor para ganarla.

El dolor humano produce una especial y misteriosa unión con Dios. Todo ser humano tiene su participación en la misión salvadora de Cristo. Cada uno está llamado a participar de ese sufrimiento mediante el cual se ha llevado acabo la redención. Cristo ha elevado el sufrimiento humano a nivel de redención. Consiguientemente, todo hombre, en su sufrimiento, puede hacerse partícipe del sufrimiento redentor de Cristo (Salvifici doloris, n. 19).

La finalidad principal del sufrimiento de Cristo en la Pasión fue la redención de los hombres, pero nuestro Señor quiso sufrir también para darnos fuerza y ejemplo ante el dolor. “Jesucristo, al tomar sobre Sí nuestras flaquezas nos ha alcanzado una fortaleza que vence nuestra debilidad natural. Sometiéndose, en la noche anterior a la Pasión, a padecer en el huerto de Getsemaní aquellos temores, angustias y tristezas, nos mereció el valor de resistir las amenazas de los que quieren nuestra perversión; nos alcanzó el valor de vencer el tedio que experimentamos en la oración, en la mortificación y en otros ejercicios de piedad; y, finalmente, la fortaleza para sufrir con paz y alegría las adversidades” (San Alfonso María de Ligorio, Reflexiones sobre la Pasión).

San Agustín rezaba así: “Graba, Señor, tus llagas en mi corazón, para que me sirvan de libro donde pueda leer tu dolor y tu amor; tu dolor, para soportar por ti toda suerte de dolores; tu amor, para menospreciar por el tuyo todos los demás amores”.

Clives S. Lewis reflexionó sobre el dolor y concluyó que Dios nos habla por medio de la conciencia y nos grita por medio de nuestros dolores: los usa como megáfono para despertar a un mundo de sordos.
El sufrimiento, desde que pasó por él el Hijo de Dios santificándolo, tiene el misterioso poder de disolver el mal, de romper la trama de las pasiones y de desalojar al pecado de nuestros miembros. Quien ha sufrido en carne propia, ha roto con el pecado. La Sagrada Escritura dice que “Dios reprende a los que ama. Pero hay algo, sobre todo, que debe sostenernos cuando sintamos sobre nosotros la mano del podador: Que Dios sufre con nosotros al vernos sufrir. Él poda con mano temblorosa (R. Cantalamessa).

Debemos de tratar de no echar a perder ese poco sufrimiento “injusto” que a veces puede aparecer en nuestra vida: humillaciones, críticas injustas, ofensas. Para ello, no hablar de él si no es realmente necesario; guardarlo celosamente como un secreto entre nosotros y Dios para que no pierda su aroma. 

Decía un antiguo Padre del desierto:
“Por grandes que sean tus sufrimientos, tu victoria sobre ellos se encuentra en el silencio”. Cuando sufrimos con fe, poco a poco vamos descubriendo el porqué del sufrimiento y para qué sirve; nos vamos dando cuenta de que los seres humanos, después del pecado, ya no podemos caminar junto a Dios y progresar en la santidad, sin sufrir. Bastan unos pocos días sin cruces para que nos encontremos inmersos en una gran superficialidad y flojera espiritual. “El hombre no perdura en la opulencia, sino que perece como los animales” (Sal 49, 13).

Se comprende así por qué, para los santos, el sufrimiento deja con frecuencia de ser un problema para convertirse en una gracia, como ya lo decía San Pablo: “A vosotros se os ha concedido la gracia, no sólo de creer en Cristo, sino de sufrir por él” (Flp 1,29). Y entonces el padecer puede convertirse en lo único por lo que vale la pena vivir, hasta llegar a pedirle a Dios: “Señor, o morir o padecer” (Santa Teresa; Vida, 40,20).

Hay mucha gente que lleva clavado en el corazón un sordo rencor contra Dios, debido a los sufrimientos que han tenido que soportar. Estas reconciliaciones no pueden ser obra únicamente del hombre. Sólo el Espíritu Santo puede curar el resentimiento de los hombres contra el Padre. Hay llagas que sólo Jesús y su Iglesia pueden curar.

El sufrimiento sólo es suprimido cuando el sufrimiento de cualquier hombre se transforme en alegría. De eso se habla en el Apocalipsis: «¡Mira, ésta es la morada de Dios con los hombres! Él habitará con ellos y ellos serán su pueblo, y el Dios con ellos será su Dios. Enjugará toda lágrima de sus ojos y ya no habrá muerte, ni llanto, ni gritos, ni fatigas, porque lo anterior ha pasado (...) Mira, hago nuevas todas las cosas.».

Sólo desde esa perspectiva puede hablarse de un significado cristiano del sufrimiento.
El Papa Juan Pablo II explica que no estamos en el paraíso terrenal; dice: “Jesús no ha venido a instaurar un paraíso terrenal, de donde esté excluido el dolor. Los que están más íntimamente unidos a su destino, deben esperar el sufrimiento (...) En el designio divino todo dolor, es dolor de parto; contribuye al nacimiento de una nueva humanidad”.



CREDO DEL SUFRIMIENTO.


1. Creo que el dolor purifica y mejora, y puede conducir a la más alta perfección.

2. Creo que el dolor, soportado con amor y resignación, es una gran reparación del pecado.

3. Creo que Dios está cerca de aquellos que sufren por El.

4. Creo que el dolor, soportado con amor y resignación, será glorificado en la eternidad.

5. Creo que el dolor es lo que une más íntimamente con nuestro Señor, haciéndonos más semejantes a El.

6. Creo que el dolor tiene secretos e inefables consuelos para el humildemente sometido, y le inspira un amor más sincero y más puro hacia Dios.

7. Creo que el dolor, soportado con amor y resignación, tiene más mérito que otra obra cualquiera.

8. Creo que desde toda la eternidad ha contado Dios el número y medio la gravedad de los dolores y ha preparado en proporción su gracia y su recompensa.

9. Creo que el dolor, soportado cristianamente, es una señal de amor y predestinación.

10. Creo que el dolor, unido al de Nuestro Señor, es el medio más fecundo para convertir y salvar a los hombres.


PENSAMIENTOS ACERCA DEL SUFRIMIENTO.


... de la Virgen María.

Ante el Padre –Omnipotente- es solo el momento presente el que cuenta: no el pasado, ni el futuro, porque este no es aun tiempo para vosotros. Vuestro sufrimiento, hijos, sirve ya para la purificación de la tierra. Más nada sirve tanto para el triunfo de mi Corazón Inmaculado como un Corazón Sacerdotal que sufre. En vosotros, hijos, es Jesús quien continúa su misión purificadora. 

Solamente os pido, hijos míos, vuestra completa ofrenda. La ofrenda de vosotros, mismos con vuestras limitaciones, con vuestras flaquezas, con vuestras incapacidades. La segunda arma que debéis usar, después de la confianza y el abandono en Mí, es vuestra oración y vuestro silencio (interior y exterior). Hablad siempre con la vida. La vida sea vuestra palabra. 

Tengo necesidad de todo vuestro sufrimiento es el arma más preciosa y eficaz para usar en esta batalla mía. 

... de Jesús a Sor Josefa Menéndez. 

“Busca hoy lo que te mortifica y te cuesta y no ceses de hacer actos de amor. Si conocieran las almas este secreto, ¡que mortificadas serían! ¡y como consolarían mi corazón!.

“Sufre con mucho amor. Ofrece sin cesar mi sangre por las almas”.

"Ama y sufre. Déjate cuidar por el mejor de los padres".

... de San Juan Apóstol a Sor Josefa Menéndez.

Fija los ojos en el cielo, y todo lo de aquí abajo considéralo como nada. El sufrimiento es la vida del alma. El alma que sabe aprovechar el valor de sufrimiento vive la verdadera vida. 

.... del Santo Cura de Ars.

Nosotros nos quejamos de nuestros sufrimientos; sería más razonable que nos quejáramos de no tenerlos, ya que nada nos hace más semejantes a nuestro Señor.

La cruz es la llave que abre la puerta del Cielo. 

.... de Santa Faustina.

“No vives para ti, sino para las almas. Otras almas se beneficiarán de tus sufrimientos. Tus prolongados sufrimientos les darán luz y fuerza para aceptar mi voluntad.”

“Oh, si el alma que sufre supiera cuánto Dios la ama, moriría de gozo y de exceso de felicidad. Un día conoceremos el valor del sufrimiento, pero entonces ya no podremos sufrir. El momento actual es nuestro. 

URGE LA TRANSFORMACIÓN DEL SACERDOTE.



LA TRANSFORMACIÓN de los Sacerdotes en Jesús es lo que mas anhela Nuestro Señor para gloria de Su Padre. Pero necesita la voluntad del Sacerdote (la voluntad de amarlo) porque sin ella nada puede hacer en su favor; necesita esa voluntad de seguir sus huellas, de imitarlo, de pertenecerle absoluta y plenamente, para tomarlo como Suyo. LA FALTA de esa voluntad es la causa poderosa que IMPIDE la transformación de muchos Sacerdotes.

Los Sacerdotes no son otros Jesús sólo en el momento de la consagración; sino que por la Ordenación Sacerdotal, adquieren un sello divino, la Trinidad reside en sus almas, y presta su concurso para todo acto de su ministerio Santo. Sólo un Sacerdote transformado en Jesús puede transformar a las almas; y la medida de su transformación en Jesús será la que reciban las almas. En la medida en que se santifiquen, santificarán; y en la medida en que se transformen en Jesús tendrán virtud para transformar.

Dice san Gregorio que el Sacerdocio actual ES EL MISMO que Jesucristo recibió de Su Padre (Jn 17, 22), por lo tanto, exclama san Juan Crisóstomo: "Si el Sacerdote representa a Jesucristo, ha de ser lo suficientemente puro que merezca estar en medio de los ángeles".

Estimado Sacerdote, María ES Y SERÁ SIEMPRE la más poderosa ayuda para tu transformación en su Divino Hijo. Ella es la dispensadora de las gracias; debes acudir siempre a Ella con amor, con humildad y constancia. Ella es el camino mas corto!

Nuestro Señor Jesús les grita hoy con un clamor desde lo más íntimo de su Alma:
¡SACERDOTES DEL SEÑOR, AMAD A MARÍA Y TRANSFORMAOS EN MI POR MARÍA!

-De sacerdote eterno-

MEDJUGORJE.

HISTORIA

Medjugorje, Bosnia Herzegovina:
 enorme centro de peregrinación.


Apariciones Marianas y Mensajes de la Virgen María de Medjugorje

La Virgen María se aparece a seis niños el 24 de junio de 1981, en un país dominado por el comunismo ateo. En medio de una persecución política a la resistente fe Católica de un pueblo rural sufrido y empobrecido, se aparece la Madre de Dios en una sucesión de gran cantidad de hechos místicos. Los seis niños entran en estado de éxtasis cuando María se presenta a ellos, en medio de la fe y admiración del pueblo del lugar. María venció allí toda clase de resistencias, en base a una avalancha de manifestaciones celestiales que quebraron toda oposición. ¿El Sacerdote del lugar tiene dudas?. Pues es el propio Jesús el que le habla pidiéndole que proteja a los pequeños videntes.

El 24 de junio de 1981, día de san Juan Bautista, dos amigas de dieciséis años llamadas Ivanka Ivankovic y Mirjana Dragicevic, están dando un paseo tras las casas de Bijakovici, a un kilómetro de la parroquia de Medjugorje. Mientras pasean por la falda del monte, Ivanka le hace un extraño comentario a su amiga. “Mirjana, creo que la Gospa (1) está en el monte”. Pero la joven sarajevita ignora a su acompañante por lo absurdo de su frase y sigue caminando dejándola un poco atrás. Pocos instantes después se encuentra con Milka Pavlovic, una jovencita de Bijakovici que está guardando las cabras de la familia, y a Vicka Ivankovic, de diecisiete años, que andaba buscando a las dos primeras. Mirjana decide desandar con Milka y con Vicka los pocos pasos que ha dado desde donde dejó a Ivanka.

Cuando llegan al lugar las tres muchachas, ellas ven también, a una distancia indeterminada, a una hermosa joven de unos dieciocho años, de ojos azules y pelo moreno, con la tez blanca y las mejillas ligeramente sonrosadas, que sostiene en sus brazos a un pequeño bebé al que no logran ver, aunque aprecian que se mueve envuelto en una manta o toca. La joven viste un largo vestido azul claro, y un velo blanco cubre su cabeza, sus hombros y su espalda. La muchacha, de una belleza indescriptible según relatan las chicas, no pisa el suelo, sino que flota a un metro de altura sobre él, y sus pies están cubiertos por una nubecilla blanca.

Unos minutos después llegan hasta donde están ellas dos muchachos del pueblo: Ivan Dragicevic e Ivan Ivankovic. Al estar estos seis muchachos ante la mujer, ésta les hace señas con una mano para que se acerquen a ella, y entonces, los seis salen corriendo, asustados por lo que ven.


Međugorje o Medjugorje ('Entre montañas') es un 
pueblo de la parte suroccidental de Bosnia y Herzegovina. 

Segundo día. 25 de junio.

Al mediodía, un pequeño grupo de familiares propone a algunos de los jóvenes acompañarles esa misma tarde al mismo lugar y a la misma hora.

De los seis chicos que vieron a la mujer el día anterior, dos de ellos no estarán esa segunda tarde: ni Milka ni Ivan Ivankovic. Sin embargo, la hermana mayor de Milka, de nombre Marija, y un niño de diez años llamado Jakov Colo, sí que van en esta expedición del segundo día.

Cuando la comitiva ha comenzado a subir el monte los seis chavales del grupo salen corriendo a toda velocidad hacia arriba. Según ellos mismos, han visto una especie de rayos o flashes de luz sobre el monte, tres seguidos, tras los cuales han sentido un impulso muy fuerte de subir a lo alto. Según los demás testigos, los seis chicos iban tan deprisa que “parecían volar sobre las piedras, como si tuvieran alas en los pies”, a una velocidad imposible de seguir.

Unos minutos más tarde, los familiares y demás personas que les acompañaban llegan a un lugar en el que los seis chicos están de rodillas. Curiosamente, no responden a sus llamadas, no se inmutan ante sus gritos, no se mueven ante sus empujones. Los intentan mover, pero sus cuerpos están rígidos y parecen haber cobrado un peso desproporcionado para unos adolescentes. Lo único que hacen algunos de ellos es mover los labios, como si hablasen, aunque sin emitir sonido alguno, y mover la cabeza, como asintiendo o negando. Según los testigos de ese día, los rostros de los chicos eran “radiantes”, y sus sonrisas abiertas se mezclaban con lágrimas de alegría.

Unos treinta minutos después, los chicos recobraron la percepción del espacio y el tiempo. No eran capaces de hablar, se abrazaban y gemían entre llantos y risas.

Según contaron estos seis chicos, ese día vieron de nuevo a la Virgen María, esta vez sin el niño. Era indescriptiblemente bella, sonriente y alegre, y cuando estuvieron ante ella, como a una distancia de uno o dos metros, comenzaron a rezar simultáneamente. Primero, un padrenuestro, luego un avemaría y después un gloria. La primera vez que oyeron la voz de la mujer fue al acompañarles en el rezo de las oraciones del padrenuestro y del gloria, pero guardó silencio cuando los niños rezaron el avemaría.

Según dirían después los niños, su voz es “indescriptible, como una melodía” de un instrumento que no han oído jamás.

Después de rezar, algunos de los chicos se atrevieron a hablar con ella, siendo la primera Ivanka, quien le preguntó si podría ver a su madre, fallecida dos meses atrás. La señora le contestó que sí la vería, pero no en ese momento, sino más adelante, y que no se preocupase, pues su madre estaba con ella. Mirjana pidió entonces alguna señal para que sus familiares y amigos les creyesen, ante lo que la señora se limitó a sonreír.

A los pocos minutos para ellos, aunque media hora para los testigos, la señora se despidió diciendo: “Dios esté con vosotros, mis ángeles”. Los niños le preguntaron si la verían el día siguiente, y ella contestó que sí asintiendo con la cabeza.

Curiosamente, a ninguno se le ocurrió esa tarde preguntarle a la señora quien era, pues daban por hecho que era la Virgen María. Esto sorprendió mucho a sus familiares.

Esa tarde, los niños estaban de nuevo radiantes, y tanto sus relatos como los de los testigos corrieron como la pólvora por todo el valle de Medjugorje. Muchos se acostaron ese día deseando subir, a la media tarde siguiente, a la que ya se empezó a conocer como la Colina de las Apariciones.

Tercer día. 26 de junio.

La mañana del tercer día se levantó nublada y amenazando tormenta, no solo de lluvia contra la tierra, sino de intranquilidad que amenazaba con destruir la calma tensa en la que vivían los habitantes de Medjugorje, bajo la mirada de las autoridades locales, desde el final de la última guerra.

Los familiares de los niños estaban asustados, pero al mismo tiempo les veían convencidos de que contaban la verdad.

La abuela de Vicka, mujer anciana y de la tierra, piadosa y artera, que creía a su nieta en cuanto a que algo había visto la chiquilla, le aconsejó llevar esa tarde al monte un frasco con agua bendita, para ahuyentar a la visión en caso de no ser quien creían que era, y se marchase al infierno o al lugar de donde hubiera salido.

Pasadas las cinco de la tarde, los seis chicos del día anterior, más los dos del primer día, se encaminaron hacia el mismo lugar, pero ya en esta ocasión, quienes les acompañaban superaban los tres centenares de personas, es decir, casi todo aquel que vivía en el valle.

Al ver aquella multitud, los que se asustaron fueron los niños, asomando las primeras dudas a sus cabezas. No de lo que habían visto, que estaban convencidos, sino de lo que ocurriese si no lo volviesen a ver, por miedo a las represalias o a las burlas de toda esa gente que les seguía, esperando cada uno vete tú a saber qué cosa.

La aparición no se hizo esperar. De nuevo tres fuertes flashes de luz fue la señal premonitoria, y de nuevo, los seis chicos del día anterior salieron a la carrera, no así los dos del primero que no volvieron la víspera. Quedaba de esta manera conformado el grupo de videntes en los seis del segundo día, y que hasta el día de hoy, son los auténticos protagonistas del fenómeno de Medjugorje: Vicka, Mirjana, Ivanka, Marija, Ivan y Jakov.

Cuando los testigos llegaron tras ellos, de nuevo se encontraban como ausentes de la realidad, fuera de toda experiencia de tiempo o sensación. Sus caras estaban alegres y sonrientes, de una forma llamativa, y solo se oían sus voces cuando, de forma simultánea y sin avisar, comenzaban a rezar.

En un momento dado, antes de que los testigos llegaran, Vicka cogió el agua bendita y se la tiró a la imagen, mientras le gritaba: “Si tú eres nuestra Madre bendita, quédate con nosotros. Si no, vete y déjanos en paz”. La reacción de la mujer fue sonreír, ante lo que Mirjana decidió preguntarle quien era. “Soy la Bienaventurada Virgen María”, contestó.

Cuando los chicos volvieron a reaccionar, ya rodeados por multitud de personas que amenazaban con aplastarles, decidieron descender el monte rumbo a su casa, y cual fue su sorpresa cuando vieron a Marija llorando desconsolada en un pequeño claro entre los matorrales. Al parecer, Marija sintió de nuevo aquella “llamada” cuando aún estaban en lo alto, y descendió el monte sin que nadie hubiese notado su ausencia, a toda velocidad.

Según contó más tarde Marija, la Virgen María se le había aparecido de nuevo, en esta ocasión a ella sola y de una manera muy diferente a la que lo había hecho minutos antes junto a los demás.

Al parecer, la Virgen María ya no vestía esa túnica azul grisácea con su velo blanco, sino que iba de negro y lloraba muy apenada. Cuando Marija, presa de la congoja, le preguntó por qué lloraba, la Virgen María dio uno de los mensajes más importantes: “Paz, paz y solo paz”. En ese momento, apareció detrás de la Virgen María una cruz de madera, y la Virgen María volvió a hablar: “La paz debe reinar entre el hombre y Dios, y entre todos los hombres”. Tras estas palabras, la Virgen María añadió algunas más, indicando la necesidad de los hombres de volver a Dios y de convertir sus vidas en vidas de oración.

Esto sucedió en un lugar que hoy está señalado con una cruz de madera, en la subida al Podbrdo, entre las esculturas que representan el primer y el segundo misterio gozoso del rosario.

El párroco, fray Jozo Zovko, regresó al pueblo este día. Había pasado la semana en Zagreb atendiendo distintas funciones y cuando volvió, Medjugorje no tenía nada que ver con la aldea tranquila y serena que había dejado seis días antes.

Los niños fueron llevados ante él e interrogados. El padre Jozo Zovko no les creyó y les indicó ser cautos y prudentes, pero siempre siendo respetuoso con ellos. Al fin y al cabo, pensaba que sería cosa de niños, pero esa misma tarde, cuando vio los coches de la policía que llegaban a Medjugorje, se asustó y llegó a pensar que los comunistas estaban tramando algo.

Los pormenores de este interrogatorio y de cómo vivió fray Jozo estos días y todo lo demás, lo relata él mismo en este libro más adelante, en una extensa entrevista.

Este día quedaron consignadas tres de las características de las apariciones de Medjugorje que las siguen acompañando hasta nuestros días: el grupo de seis videntes, las apariciones en grupo o individuales, y los mensajes de la Virgen dirigidos no solo a los videntes o a un ente local, sino a toda la humanidad.

Milka y el otro Ivan, quienes vieron la aparición el primer día pero no regresaron el segundo, nunca volvieron a ver la señora.

Esa noche Medjugorje había dejado de ser un anónimo y tranquilo pueblo de Herzegovina, y su nombre ya corría de boca en boca por las regiones cercanas de la zona.

Cuarto día. 27 de junio.

La mañana del sábado comenzaron las hostilidades contra los chicos y sus familias. Las autoridades de Citluk (2) se los llevaron para hacerles un interrogatorio. En realidad no sabían muy bien de qué se trataba lo que andaban contando los niños, pero sí se sabía que estaban organizando un revuelo muy extraño en la zona.

Les sometieron a un interrogatorio “largo y meticuloso” sobre quienes eran, quienes eran sus familias, en qué trabajaban, donde vivían, como se conocieron entre ellos, y qué era lo que estaban contando esos días que tanto alboroto había levantado entre los lugareños del valle. Los chicos respondieron en todo momento “con simplicidad y sin contradicciones”.

Al terminar el interrogatorio por parte de las autoridades políticas y policiales, fueron conducidos al consultorio médico. Este fue el primero de un número incontable de exámenes y análisis a los que los seis chicos han sido sometidos desde 1981.

Efectuado por los médicos locales, sin ningún tipo de elemento extraordinario más allá de los que hubiera en un consultorio de pueblo, los niños fueron declarados “perfectamente sanos y equilibrados”.

A la hora de la comida los devolvieron a sus casas, para tranquilidad de sus familiares. Algunos de ellos quisieron prohibirles a los niños subir esa tarde al monte, pero era imposible detenerles. Además, ya en ese día el número de personas que habían acudido a Medjugorje superaba el millar, y nadie sabe como se hubiesen tomado aquello si los padres no hubiesen permitido a sus hijos subir al monte con ellos.

Por la tarde, la multitud les esperaba en el monte rezando el rosario. A los chicos, todas estas manifestaciones les extrañaban, pero en el fondo les daba igual todo lo que ocurriese a su alrededor, pues según ellos, ver a la Virgen era “estar en el paraíso”.

En torno a la misma hora de los días anteriores, de nuevo vieron los tres rayos de luz, esta vez ya sin carrera, pues el gentío no les hubiese dejado correr, y cayeron en esa especie de ausencia del tiempo y del espacio.

Según relataron los chicos, después de rezar con ella diferentes oraciones, la Virgen María les habló durante mucho tiempo, ya que los niños no pararon de hacerle preguntas. Ese día, hablando de los sacerdotes, la Virgen María les diría: “Han de creer firmemente, y han de cuidar la fe del pueblo”.

Ese día ocurrió otra novedad, y es que tuvieron otra aparición más, todos juntos, al pie del Podbrdo, cuando volvían a sus casas. En esa ocasión la Virgen María les dijo: “No tengáis miedo de nada”, y se despidió de ellos diciendo: “Que Dios esté con vosotros, mis ángeles”.

Quinto día. 28 de junio.

Este fue el primer día en que las autoridades se asustaron de verdad. Al ser domingo, y no teniendo que trabajar, unas quince mil personas inundaron Medjugorje. Algo estaba pasando que no era normal y que se escapaba a la capacidad de control de las autoridades locales.

Al mismo tiempo, el párroco del pueblo se mantenía como ausente y nadie que no viviese en Bijakovici, la aldea de los chicos, sabía muy bien ni qué pasaba ni a quién acudir. Una sensación de miedo mezclada con esperanza confundía a todo el mundo que, sin decir nada, se encaminaba al monte sencillamente siguiendo a la multitud.

Según las notas que fray Ljudevit Rupcic ha dejado, aquella tarde de domingo la masa no dejaba ni si quiera avanzar a los chicos en dirección al monte.

En un momento dado, a la hora de siempre, los niños se arrodillaron de golpe, todos a la vez, y de nuevo se mostraron ausentes.

Como la multitud se agolpaba contra ellos para verles, se había organizado un grupo de voluntarios que les rodeaba y protegía del tumulto.

Lo que contaron después los chicos es que, de nuevo, la Virgen María rezó con ellos un padrenuestro, guardó silencio en el avemaría, y acabó acompañándoles en el gloria. Después estuvieron hablando, y en un momento dado, la Virgen María puso un rostro triste, porque al parecer, había gente entre la multitud presente que estaba blasfemando.

Alguno de los niños le pidió que se apareciese en la parroquia y ante todo el mundo, pues así podrían creerles: “Bienaventurados aquellos que sin haber visto, han creído”, contestó la Virgen María. Luego les pidió que rezaran, y que pidiesen oraciones a todos los demás.

Al terminar aquella aparición, había un estado general de alegría entre los miles de peregrinos presentes, a pesar de haber sido uno de los días de más calor del año y de haber pasado horas al sol, siguiendo a los muchachos.

Sexto día. 29 de junio.

El lunes por la mañana, de nuevo los niños fueron detenidos por las autoridades. En esta ocasión les llevaron a Mostar, donde un equipo psiquiátrico tenía que examinarles para declarar que eran unos farsantes o unos enfermos.

Las noticias sobre Medjugorje ya habían salido en la prensa local, lo cual era un desafío para un régimen gubernamental oficialmente ateo, en el que se declara que Dios no existe y en el que, por lo tanto, la Virgen María no tiene cabida en los medios de comunicación ni como figura del belén.

Sin embargo, los médicos, entre los que estaba una mujer musulmana, la doctora Dzudza, los declaran normales y sanos de mente, y en su informe médico dejan escrito que “los niños no están locos, sino quien les trajo aquí”.

Al mediodía comen con sus familiares y ya a esas horas, una muchedumbre incontable puebla el monte y reza sin remisión, sin que ni el sol implacable ni la persuasoria presencia de militares, les importe lo más mínimo.

La Virgen María les dio a los videntes un mensaje: “Hay un solo Dios, una sola fe. Creed fuertemente y confiad”.

Ese día ocurrieron curaciones físicas entre los muchos enfermos que acudieron allí, de las que en la parroquia se tiene constancia y documentación, pero que no dejan publicar ni dar a conocer con detalles, pues según dicen, es secreto de los afectados, y sus datos y testimonios están en poder de la Iglesia.

Séptimo día. 30 de junio.

Este fue el primer día en que desde las autoridades civiles locales, se planea una trampa contra los niños para engañarles.

No sabiendo como detener la afluencia masiva de gente a Medjugorje, deciden utilizar a dos señoras de la aldea que, con la excusa de aliviarles el agobio de la muchedumbre, proponen a los niños un paseo en coche.

Parten de Bijakovici en la mañana. Sus casas y el monte ya están rodeadas de gente, por lo que los chicos sienten el alivio de quitarse aquello de encima, aunque fuese por un par de horas. En la furgoneta no va Ivan, que se ha quedado encerrado en casa.

Sin embargo, el paseo en furgoneta se hace más largo de lo previsto, y llega un momento en que los chicos se dan cuenta de que no estarán a tiempo en el monte, a la hora de la aparición, y se las apañan para que las dos mujeres detengan el coche unos momentos antes de la hora habitual. Están al otro lado del monte, y cuando llega la hora, los cinco niños caen en éxtasis allí mismo, en la cuneta.

Los únicos testigos de esta aparición son las dos mujeres que se les habían llevado engañados, quienes, a parte de las mismas características de las otras veces, atestiguaron que oyeron a los niños cantar y como rezaban siete veces el padrenuestro, el avemaría y el gloria.

Y así es como son contados los primeros siete días de apariciones. Los acontecimientos se sucedieron así, a la misma hora y en el mismo lugar del Podbrdo, hasta el día 12 de agosto, momento en que quedó prohibido oficialmente acceder al monte.

Ese día, el ejército se desplegó en Medjugorje como si se tratase de una guerra. Desplazaron helicópteros, camiones llenos de soldados con perros que patrullaban el monte y sus alrededores y montaron controles de carretera en todos los accesos al pueblo. Pero esto no mitigó el testimonio y el empeño de los chicos, quienes siguieron teniendo las apariciones allí donde se encontraran, ya fuese en los campos, en el otro monte, en sus propias casas y habitaciones, o donde fuera.

Ellos solo sabían, cada día, que cuando faltasen unos veinte minutos para las siete de la tarde, la imagen iba a aparecer. Estuviesen solos, en grupos de dos o de tres, o los seis a la vez, todos los días a la misma hora, tenían esa experiencia mística del éxtasis, en que se quedaban ausentes del contexto temporal y sensorial que les rodeaba. A veces veían y oían exactamente lo mismo, y a veces escuchaban cosas diferentes, dirigidas personalmente para cada uno de ellos sin que los otros supiesen que decía la Virgen a los demás.

Según el testimonio de los chicos, que ya no son niños ni adolescentes, sino adultos, siguen teniendo estas apariciones. Con diferente frecuencia unos de otros, pero siendo la misma joven de unos dieciocho años, de una indescriptible belleza y voz maravillosa, la que, como si no hubiese pasado el tiempo para ella, los visita estén donde estén.

(1) Gospa, palabra croata que significa señora, es la voz con la que se refieren los croatas a la Virgen María, igual que los italianos, por ejemplo, se refieren a ella como La Madonna. El término Gospa aparecerá a lo largo de la narración en numerosas ocasiones.
(2) Pueblo principal situado a 5 kilómetros de Medjugorje.

DOCTRINA DE MEDJUGORJE

ESPACIOS DE ORACIÓN EN TORNO
A LA IGLESIA DE MEDJUGORJE.

IGLESIA DE SANTIAGO APÓSTOL: centro y núcleo
de la vida sacramental y de oración no sólo de
los parroquianos sino también de los peregrinos.
Medjugorje es, en el seno de la Iglesia Católica, un evento de posibles apariciones marianas que la Iglesia estudia en nuestros días, apariciones que se habrían iniciado en 1981 en la localidad de Bosnia y Herzegovina que da nombre al fenómeno y que, a día de hoy, seguirían sucediendo según el relato de los videntes.

El Fenómeno de Medjugorje nace del testimonio de seis videntes, cuatro mujeres y dos varones que tenían, allá por 1981, entre 10 y 16 años.

De este fenómeno, y mientras la Iglesia sigue con apertura al mismo tiempo que prudencia el devenir de los acontecimientos, se ha derivado una serie de hechos constatables en los miles de testimonios, vocaciones de conversión y de curación, relacionados con el evento.

Medjugorje se ha convertido desde 1981 en un fenómeno espiritual que ha llevado hasta este pueblo a millones de peregrinos venidos desde países de los cinco continentes y que a su vez se han llevado a sus países de origen la espiritualidad allí aprendida, derivada de los supuestos mensajes de la Virgen María.

Estatua de la Reina de la Paz
cerca a la Iglesia de Medjugorje.

La duración del evento, la periodicidad de las apariciones, la apertura de los supuestos videntes y los tiempos en que está sucediendo, convierten Medjugorje en el primer posible caso de apariciones marianas susceptible de investigar, con todos los medios y conocimientos disponibles a día de hoy, tanto científicos como teológicos, mientras está sucediendo, y no una vez sucedidos.

El Fenómeno de Medjugorje consistiría en una escuela de vida cristiana para el hombre de hoy, en el que la Virgen María presenta de un modo cercano y maternal un programa de trato con Dios, en el seno de la Iglesia, a través de la oración, los sacramentos, la lectura de la Palabra y el sacrificio.

Este programa se desarrolla a través de los mensajes que la Virgen María daría a estos seis videntes, a cada uno de ellos con una periodicidad diferente, y encargándoles también misiones diferentes por las que rezar y ámbitos en los que desarrollar su misión de testigos.

VIDENTES DE MEDJUGORJE

El 24 de junio, de 1981 comenzaron los reportes
de las apariciones de la Santísima Virgen María
a estas seis personas en la aldea de Medjugorje.

Los seis videntes de Medjugorje son los siguientes:

Ivanka Ivankovic
Nació en Bijakovici (zona donde está la colina de las Apariciones o Podbrdo) el 21 de junio de 1966. Está casada con Raiko Elez y tiene tres hijos, dos varones y una niña. Fue la primera en casarse y la primera en asegurar que vio a la Virgen el miércoles 24 de junio de 1981. Tuvo apariciones diarias terminaron el 7 de mayo de 1985, a partir de entonces tiene una aparición anual el día 25 de junio de cada año. Vive muy discretamente, llevando una vida muy privada, y habita al pie del Krizevac o monte de la Cruz, junto a Medjugorje. Asegura que la Virgen le ha encargado rezar por la familia.

Mirjana dragicevic
Nació en Sarajevo, el 18 de marzo de 1965. El 24 de junio de 1981 estaba de vacaciones en casa de sus abuelos en Bijakovici. Está casada con Marko Soldo y tiene dos niñas. Sus apariciones diarias terminaron el 25 de diciembre de 1982 según sus palabras. Desde hace unos años afirma que tiene o recibe una aparición de la Virgen los días 2 de cada mes. El motivo es para rezar por los que no conocen el amor de Dios. Además, la Virgen se le aparece el 18 de marzo de cada año. Asegura que la Virgen le ha encargado rezar por los no creyentes o como diría La Gospa, “por los que aún no conocen el amor de mi Hijo”.

Jakov Colo
Nació en Bijakovici el 6 de marzo de 1971. Tenía sólo 10 años en el 81. Siendo hijo único, quedó huérfano a la edad de 13 años. Se casó más tarde en la parroquia del Apóstol Santiago en Medjugorje. En la actualidad vive en Medjugorje con sus tres hijos, dos niñas y un niño y asegura que sus apariciones diarias terminaron el 12 de septiembre de 1998. Su testimonio indica que recibe una aparición anual de la Virgen con el Niño durante el día de Navidad. Su misión es orar por los enfermos.

Marija Pavlovic
A través de ella, la Virgen transmite los días 25 de cada mes el mensaje mensual a la parroquia y al mundo. Nació en Bijakovici el 1 de abril de 1965. Casada en Milán el 8 de septiembre de 1993. Vive en Italia con sus cuatro hijos, todos varones. Pasa bastante tiempo del año en Medjugorje. Su hermana Milka estuvo el primer día, el segundo día no pudo regresar y Marija fue en su lugar. Según cuenta, ve a la Virgen todos los días. Su misión es orar por las almas del Purgatorio.

Vicka Ivankovic
Nacida en Bijakovici, el 3 de septiembre de 1964. Es la mayor de todos. Ha sido la última en casarse, lo hizo en enero de 2002 con Mario Mijatovic. Tiene dos niños: María Sofía y Antonio. Viven en Krehin Gradac, a cinco minutos de Medjugorje. Asegura que todavía tiene apariciones diarias. Según cuenta, la Virgen María le ha relatado su vida y Vicka la ha escrito en tres manuscritos; cuando la Virgen se lo diga, publicará su contenido. Su misión es orar por los enfermos.

Ivan Dragicevic
Nació en Bijakovici el 25 de mayo de 1965. Casado con Laureen Murphy el 23 de octubre de 1994 en Boston, EEUU. Tienen cuatro hijos. La familia vive mitad del año en Medjugorje y la otra mitad en Boston. Afirma que la Virgen se le aparece todos los días. Su misión es orar por los sacerdotes y los jóvenes.

SAN JUAN DE ÁVILA, MODELO DE VIDA SACERDOTAL.

SAN JUAN DE ÁVILA
San Juan de Ávila nació el 6 de enero de 1499 (o 1500) en Almodóvar del Campo (Ciudad Real), de una familia profundamente cristiana. Sus padres, Alfonso de Ávila (de ascendencia israelita) y Catalina Jijón, poseían unas minas de plata en Sierra Morena.

Probablemente en 1513 comenzó a estudiar leyes en Salamanca, de donde volvería después de cuatro años para llevar una vida retirada en Almodóvar. Los estudios de Salamanca dejaron huella en su formación eclesiástica, como puede constatarse en sus escritos de reforma. Aconsejado por un franciscano, marchará a estudiar artes y teología a Alcalá de Henares (1520-1526). De esta etapa en Alcalá existen testimonios de su gran valía intelectual, como así lo atestigua Domingo de Soto. Allí conoció el erasmismo, las diversas escuelas teológicas y filosóficas y la preocupación por el conocimiento de las Sagradas Escrituras y los Padres de la Iglesia.

Primeros años de sacerdocio

Durante sus estudios en Alcalá murieron sus padres. Juan fue ordenado sacerdote en 1526, y quiso venerar la memoria de sus padres celebrando su Primera Misa en Almodóvar del Campo. Un año después se ofreció como misionero al nuevo obispo de Tlaxcala (Nueva España), Fr. Julián Garcés, que habría de marchar para América en 1527. Con este firme propósito de ser evangelizador del Nuevo Mundo, se trasladó san Juan de Ávila a Sevilla, donde mientras tanto se entregó de lleno al ministerio, en compañía de su compañero de estudios en Alcalá el venerable Fernando de Contreras. Ambos vivían pobremente, entregados a una vida de oración y sacrificio, de asistencia a los pobres y de enseñanza del catecismo.

Esta amistad y convivencia con Fernando de Contreras, fueron posiblemente las que motivaron el cambio de las ansias misioneras de Juan de Ávila. El P. Contreras habló con el arzobispo de Sevilla, D. Alonso Manrique, y éste le ordenó a Juan que se quedara en las ‘Indias’ del mediodía español. El mismo arzobispo quiso conocer personalmente la valía del nuevo sacerdote y le mandó predicar en su presencia. Juan de Ávila contaría después la vergüenza que tuvo que pasar; orando la noche anterior ante el crucifijo, pidió al Señor que, por la vergüenza que él pasó desnudo en la cruz, le ayudara a pasar aquel rato amargo. Y cuando, al terminar el sermón, le colmaron de alabanzas, respondió: Eso mismo me decía el demonio al subir al púlpito.

Durante algún tiempo continuó el ministerio juntamente con Fernando de Contreras. Pronto se dirigió a predicar y ejercer el ministerio en Écija (Sevilla). Uno de sus primeros discípulos y compañero fue Pedro Fernández de Córdoba, cuya hermana de catorce años, D.ª Sancha Carrillo, comenzó una vida de perfección bajo la guía del Maestro Ávila. La que habría sido dama de la emperatriz Isabel, pasó a ser (después de confesarse con san Juan de Ávila) una de las almas más delicadas de la época y destinataria de las enseñanzas del Maestro en el Audi, Filia, preciosa pieza espiritual del siglo XVI y único libro escrito por San Juan de Ávila. Su predicación se extendía también a Jerez de la Frontera, Palma del Río, Alcalá de Guadaira, Utrera, y otras poblaciones, juntamente con la labor de confesionario, dirección de almas o arreglo de enemistades.

Pero su presencia en Écija pronto le va a acarrear las enemistades y la persecución. El primer incidente ocurrió cuando un comisario de bulas impidió la predicación de Juan para poder predicar él la bula de que era comisario. El auditorio, sin embargo, dejó al bulero solo en la iglesia principal y fue a escuchar a Juan de Ávila en otra iglesia. Después del suceso, el comisario de bulas, en plena calle, propinó una bofetada a Juan. Éste se arrodilló y dijo humildemente: «emparéjeme esta otra mejilla, que más merezco por mis pecados». Este hecho y las envidias de algunos eclesiásticos llevaron a los clérigos a denunciar a San Juan de Ávila ante la Inquisición sevillana en 1531.

Procesado por la Inquisición

Desde 1531 hasta 1533 Juan de Ávila estuvo procesado por la Inquisición. Las acusaciones eran muy graves en aquellos tiempos: llamaba mártires a los quemados por herejes, cerraba el cielo a los ricos, no explicaba correctamente el misterio de la Eucaristía, la Virgen había tenido pecado venial, tergiversaba en sentido de la Escritura, era mejor dar limosna que fundar capellanías, la oración mental era mejor que la oración vocal... Todo menos la verdadera acusación: aquel clérigo no les dejaba vivir tranquilos en su cristianismo o en su vida clerical. Y Juan fue a la cárcel donde pasó un año entero.

Juan de Ávila no quiso defenderse y la situación era tan grave que le advirtieron que estaba en las manos de Dios, lo que indicaba la imposibilidad de salvación; a lo que respondió: «No puedo estar en mejores manos». San Juan fue respondiendo uno a uno todos los cargos, con la mayor sinceridad, claridad y humildad, y un profundo amor a la Iglesia y a su verdad. Y aquél que no quiso tachar a los cinco testigos acusadores, se encontró con que la Providencia le proporciono 55 personas que declararon a su favor.

Este tiempo en la cárcel produjo sus frutos interiores, al igual que lo hiciera con san Juan de la Cruz. En ella escribió un proyecto del Audi, Filia, pero sobre todo, como él nos cuenta, allí aprendió, más que en sus estudios teológicos y vida anterior, el misterio de Cristo. Juan fue absuelto. Pero lo más humillante fue la sentencia de absolución: “Haber proferido en sus sermones y fuera de ellos algunas proposiciones que no parecieron bien sonantes”, y le mandan, bajo excomunión, que las declare convenientemente, donde las haya predicado.

Viajes y ministerio desde 1535 a 1554

En 1535 marcha Juan de Ávila a Córdoba, llamado por el obispo Fr. Álvarez de Toledo. Organiza predicaciones por los pueblos y consigue grandes conversiones de personas muy elevadas.

En su estancia en Córdoba prestó mucha atención al clero, creando centros de estudios, como el Colegio de San Pelagio (en la actualidad el Seminario Diocesano) o el Colegio de la Asunción. Explica las cartas de san Pablo a clero y fieles.

Predica frecuentemente en Montilla, por ejemplo la cuaresma de 1541. Y las célebres misiones de Andalucía (y parte de Extremadura y Castilla la Mancha) las organiza desde Córdoba hacia 1550-1554. San Juan recibiría en Córdoba el modesto beneficio de Santaella, que le vinculó a la diócesis cordobesa para lo restante de su vida.

A Granada acudió san Juan de Ávila llamado por el arzobispo D. Gaspar de Avalos el año 1536. Es en Granada donde tiene lugar una conversión sonada: oyendo a san Juan de Ávila, Juan Cidad, antiguo soldado y ahora librero ambulante, se convirtió en san Juan de Dios. En numerosas ocasiones acude san Juan de Dios a Montilla para dirigirse espiritualmente con el Maestro Ávila, convirtiéndose en su más fiel discípulo.

El duque de Gandía, Francisco de Borja, fue otra alma predilecta influida por la predicación de san Juan de Ávila; las honras fúnebres predicadas por éste en las exequias de la emperatriz Isabel (1539) fueron la ocasión providencial que hicieron cambiar de rumbo la vida del futuro general de la Compañía.

En Granada lo vemos formando el primer grupo de sus discípulos más distinguidos. En Granada también, en 1538, están fechadas las primeras cartas de san Juan de Ávila que conocemos. En los años sucesivos vemos a san Juan de Ávila en Córdoba, Baeza, Sevilla, Montilla, Zafra, Fregenal de la Sierra, Priego de Córdoba. La predicación, el consejo, la fundación de colegios, le llevan a todas partes. Su predicación iba siempre seguida de largas horas de confesionario y de largas explicaciones del catecismo a los niños: este era un punto fundamental de su programa de predicación.

En todas las ciudades por donde pasaba, san Juan de Ávila procuraba dejar la fundación de algún colegio o centro de formación y estudio. Sin duda, la fundación más celebre fue la Universidad de Baeza (Jaén). La línea de actuación que allí impuso era común a todos sus colegios, como puede verse plasmada en los Memoriales al Concilio de Trento, donde pide la creación de seminarios para una verdadera reforma de la Iglesia y del clero.

Predicando el Evangelio.

Predicador es la definición que mejor cuadra a Juan de Ávila. Éste es precisamente el epitafio que aparece en su sepulcro: “mesor eram”. El centro de su mensaje era Cristo crucificado, siendo fiel discípulo de san Pablo. Predicaba tanto en las iglesias como en las calles. Sus palabras iban directamente a provocar la conversión y la limpieza de corazón. El contenido de su predicación era siempre profundo, con una teología muy escriturística. Pero sobre todo estaba precedida de una intensa oración. Cuando le preguntaban qué había que hacer para predicar bien, respondía: “amar mucho a Dios”.

Su modelo de predicador era san Pablo, al que procuraba imitar sobre todo en el conocimiento del misterio de Cristo. Afirma su biógrafo el Licenciado Muñoz que “no predicaba sermón sin que por muchas horas la oración le precediese”, ya que “su principal librería” era el crucifijo y el Santísimo Sacramento.

Retiro en Montilla

Desde 1511 Juan de Ávila se sintió enfermo. Gastado en un ministerio duro, sintió fuertes molestias que le obligaron a residir definitivamente en Montilla desde 1554 hasta su muerte. Rehusó la habitación ofrecida en el palacio de la marquesa de Priego y se retiró en una modesta casa propiedad de la marquesa. Su vida iba transcurriendo en la oración, la penitencia, la predicación (aunque ya no tan frecuente), las pláticas a los sacerdotes o novicios jesuitas, la confesión y dirección espiritual y el apostolado de la pluma.

Ofreció su enfermedad para inmolarse por la Iglesia, a la que siempre había servido con desinterés. Cuando arreciaba más la enfermedad, oraba así: “Señor, habeos conmigo como el herrero: con una mano me tened, y con otra dadme con el martillo”.

Pero a Juan todavía le quedaban quince años de vida fructífera que empleó en la extensión del Reino de Dios. El retiro de Montilla le dio la posibilidad de escribir con calma sus cartas, la edición definitiva delAudi, Filia, sus sermones y tratados, los Memoriales al Concilio de Trento, las Advertencias al Concilio de Toledo y otros escritos menores. Se puede decir que Juan de Ávila inicia con sus escritos la mística española del Siglo de oro. Si en otros períodos de su vida se podía calificar de predicador, misionero, fundador de colegios, ahora, en Montilla, se puede resumir su vida diciendo que era escritor.

El Audi, Filia, a pesar de todas las vicisitudes por las que pasó, y tras retocarlo de nuevo en Montilla, queriéndolo confrontar con las enseñanzas de Trento, fue publicado después de su muerte. El rey Felipe II lo apreció tanto que pidió no faltara nunca en El Escorial. El Cardenal Astorga, arzobispo de Toledo, diría que con él “había convertido más almas que letras tiene”. Prácticamente es el primer libro en lengua vulgar que expone el camino de perfección para todo fiel, aun el más humilde. Éste y otros libros de Juan influyeron posteriormente en autores de espiritualidad.

Las cartas de Juan de Ávila llegaban a todos los rincones de España e incluso a Roma. De todas partes se le pedía consejo. Obispos, santos, personas de gobierno, sacerdotes, personas humildes, enfermos, religiosos y religiosas, eran los destinatarios más frecuentes. Las escribía de un tirón, sin tener tiempo para corregirlas. Llenas de doctrina sólida, pensadas intensamente, con un estilo vibrante.

No hay en todo el siglo XVI ningún autor de vida espiritual tan consultado como Juan de Ávila. Examinó la Vida de santa Teresa, se relacionó frecuentemente con san Ignacio de Loyola o con sus representantes, con san Francisco de Borja, san Juan de Dios, san Pedro de Alcántara, San Juan de Ribera, fray Luis de Granada.

A Juan de Ávila se le llama reformador, si bien sus escritos de reforma se ciñen a los Memoriales para el Concilio de Trento, escritos para el arzobispo de Granada, D. Pedro Guerrero, ya que Juan de Ávila no pudo acompañarle a Trento debido a su enfermedad, y a las Advertencias al Concilio de Toledo, escritas para el obispo de Córdoba, D. Cristóbal de Rojas, que habrían de presidir el Concilio de Toledo (1565), para aplicar los decretos tridentinos.

La doctrina de san Juan de Ávila sobre el sacerdocio quedó esquematizada en un Tratado sobre el sacerdocio, del que conocemos solo una parte, pero de una belleza y contenido extraordinarios, y que sirvió de pauta para sus pláticas y retiros a clérigos y para que sus discípulos hicieran otro tanto donde no podía llegar ya el Maestro.

Escuela Sacerdotal

Este término aparece con frecuencia en las primeras biografías de san Juan de Ávila para referirse a sus discípulos. Todos ellos tienen un denominador común, a pesar de ministerios muy diversos y de encontrarse en lugares muy distantes: predican el misterio de Cristo, enderezan las costumbres, renuevan la vida sacerdotal según los decretos conciliares. Los encontramos en los pueblecitos más alejados de pastores y agricultores como en las aldeas de Fuenteovejuna, o entre los consejeros de los grandes; en los colegios y universidades o en las costas de Andalucía; en las prelaturas o en las minas de Almadén.

El grupo sacerdotal de san Juan de Ávila parece que se estructura en Granada hacia el año 1537. En Córdoba reunió a más de veinte en el Alcázar Viejo. Y fue allí donde dirigió un centro misional durante ocho o nueve años.

La escuela sacerdotal de san Juan de Ávila se debe estudiar teniendo a la vista la relación con la Compañía de Jesús. San Juan encaminó a muchos de sus discípulos a la Compañía, y hubo intentos de fusión, cesión de colegios, estudio conjunto y ayuda a los jesuitas, que en Salamanca encontraron muchas dificultades. Pero san Juan de Ávila no entró en la Compañía. Este era el gran deseo de san Ignacio, hasta el punto de afirmar que “o nosotros nos unamos a él o él a nosotros”. Pero la voluntad del Señor no era ésta, la enfermedad de Juan y los caminos del Señor lo impidieron. A pesar de ello, fue enviando a sus mejores discípulos a la Compañía.

La escuela sacerdotal avilista ser refleja principalmente en su Maestro. En sus discípulos dejó impresa la ilusión por la vocación sacerdotal y el amor al sacerdocio.

Centraba en la Santa Misa la evangelización y la vida sacerdotal. La celebraba empleando largo tiempo, con lágrimas por sus pecados. “Trátalo bien, que es hijo de buen Padre”, dijo a un sacerdote de Montilla que celebraba con poca reverencia. Ya enfermo en Montilla, quiso ir a celebrar misa a una ermita; por el camino se sintió imposibilitado; el Señor, en figura de peregrino, se le apareció y le animó a llegar hasta la meta. Fue el gran apóstol de la comunión frecuente, a pesar de las contradicciones que se le siguieron. Prefería la presencia eucarística a la visita de los Santos Lugares.

Su virtud principal fue la caridad. Su Tratado del amor de Dios es una joya de la literatura teológica en lengua castellana. Su amor al prójimo fue la expresión del ministerio sacerdotal. Toda la obra de san Juan de Ávila mira hacia la caridad cristiana. De ahí la insistencia en la educación cristiana y humana integral, la preocupación por los problemas sociales, por la reforma del estado seglar (como él decía) o por la reforma del clero.

Una cruz grande de palo en su habitación de Montilla, la renuncia a las prebendas y obispados (el de Segovia y Granada), así como el capelo cardenalicio (ofrecido por Pablo III), son índice de la pobreza y humildad de quien “fue obrero sin estipendio..., y habiendo servido tanto a la Iglesia, no recibió de ella un real” (Licenciado Muñoz). Su amor a la pobreza no tiene otra motivación sino un amor profundo a Jesucristo. Asistía a los pobres. Vivía limpia y pobremente y no consiguieron cambiarle el manteo o la sotana ni aun con engaño.

Su humildad le llevó a ser un verdadero reformador. No pudieron pintarle ningún retrato. Su predicación iba siempre acompañada del catecismo a los niños; su método catequético tiene sumo valor en la historia de la pedagogía.

De todas sus virtudes, de su prudencia, consejo, discreción, etc., hablan sus biógrafos. Pero él conocía bien sus propios defectos y, por eso pidió en las últimas horas de su vida que no le hablaran de cosas elevadas, sino que le dijeran lo que se dice a los que van a morir por sus delitos. A san Juan de Ávila no le atraían propiamente las virtudes en sí mismas, sino el misterio de Cristo vivido y predicado.

Muerte de san Juan de Ávila.

La estancia en Montilla fue especialmente fructífera. Dejó una huella imborrable en los sacerdotes de la ciudad. En una de sus últimas celebraciones de la misa le hablo un hermoso crucifijo que él veneraba: “perdonados te son tus pecados”.

Juan de Ávila no hizo testamento, porque dijo que no tenía nada que testar. Pidió que celebraran por él muchas misas. Quiso que se celebrara la misa de resurrección en aquellos momentos en que se encontraba tan mal. Manifestó el deseo de que su cuerpo fuera enterrado en la iglesia de los jesuitas, pues a los que tanto había querido en vida, quiso dejarles su cuerpo en muerte. Quiso recibir la Unción con plena conciencia. Invocó a la Virgen con el Recordare, Virgo Mater. Y una de sus últimas palabras mirando el crucifijo fueron “ya no tengo pena de este negocio”. Murió el 10 de mayo de 1569. Santa Teresa, al enterarse de la muerte de san Juan de Ávila, se puso a llorar y, preguntándole la causa, dijo: “Lloro porque pierde la Iglesia de Dios una gran columna”.

La persona, los escritos, la obra y los discípulos de Juan de Ávila influirán en los siglos posteriores. San Francisco de Sales y san Alfonso Mª de Ligorio citan frecuentemente a san Juan de Ávila. Y san Antonio María Claret reconocía el bien que le hicieron los escritos de san Juan de Ávila como predicador. Su influencia es notoria en la escuela francesa de espiritualidad sacerdotal, en cuyos escritos y doctrina se inspiraron.

En 1588 Fr. Luis de Granada, recogiendo algunos escritos enviados por los discípulos y recordando su propia convivencia con san Juan de Ávila, escribió la primera biografía. El día 4 de abril de 1894, León XIII beatifica al Maestro Ávila. Pío XII, lo declara Patrono del clero secular español el 2 de julio de 1946. Será en 1970 cuando sea canonizado por el Papa Pablo VI.

MAGISTERIO DE LOS SUMOS PONTÍFICES SOBRE EL CELIBATO (PARTE 5).

6. SS. PABLO VI.
 
(Primera de varias entregas del punto 6)

Pablo VI, Papa número 262 de la Iglesia
Católica, entre 1963 y 1978

Encíclica Sacerdotalis coelibatus

La encíclica Sacerdotalis coelibatus es del 24 de junio de 1967, un año y medio después de haberse clausurado el Vaticano II. Pablo VI (cf. n.2) cumple una promesa hecha a los Padres conciliares. El objetivo del documento es salir al paso de un «estado de cosas que sacude la conciencia y provoca la perplejidad en algunos sacerdotes y jóvenes aspirantes al sacerdocio y engendra confusión en muchos fieles». El Papa había recogido el parecer y las instancias de muchos obispos. La elección sacerdotal es «elección exclusiva, perenne y total del único y sumo amor de Cristo y de la dedicación al culto de Dios y al servicio de la Iglesia, y debe cualificar su estado de vida tanto en la comunidad de los fieles como en la profana» (n.14).

Los documentos conciliares (cf. Presbyterorum ordinis n.16) habían presentado el sentido esponsal, eclesial, cristológico, escatológico de la castidad sacerdotal. La Sacerdotalis coelibatus profundiza en estas dimensiones de la castidad y en algunos aspectos que vamos a recordar.

La castidad perfecta (en cualquier persona consagrada: sacerdote, religioso, laico) no tiene sentido sino a la luz de la fe en Cristo resucitado, que transformará la creación. Un anticipo de la plenitud en Cristo es la vida de castidad; de ahí el sentido escatológico de la vida consagrada. El sacerdote ministro sirve los signos de la resurrección en Cristo (Presbyterorum ordinis n.16); de ahí la gran relación entre el carisma de la castidad y el carisma sacerdotal (Sacerdotalis coelibatus n.15). Nadie se puede arrogar el carisma sacerdotal sin ser llamado por la Iglesia. De ahí también la decisión de la Iglesia latina de no escoger para el sacerdocio sino a los que han elegido libremente y para toda la vida el carisma de la castidad (es decir, a los que han sido llamados por Dios a tal estado).

El problema de la escasez del clero hay que analizarlo a la luz de la fe y de los medios establecidos por el Señor para una evangelización verdaderamente eficaz y profunda. La Iglesia peregrina, a pesar de sus limitaciones (por ejemplo la argumentación pobre de alguna época sobre la castidad como sobre otras cuestiones...), va descubriendo cada vez más la profundidad del misterio de Cristo. Es un avance del que no vuelve atrás si es tal (n.18). El mundo de hoy necesita ver el signo claro del Buen Pastor, puesto que es un mundo que quiere ver y palpar, es un mundo de progreso y técnica; la castidad es el signo de la caridad pastoral en plenitud, elemento de una paternidad ministerial (n.24-32).

El carisma de la castidad, especialmente de la castidad sacerdotal, es carisma del que es responsable toda la Iglesia, también los laicos (n.35-45.96-97). Hermoso es el pasaje sobre la soledad en Cristo (n.58-59). Es una elección libre y definitiva (n.72), una conquista continua (n.73-82). Por esto hay que poner los medios queridos por Cristo, entre los que hay que recalcar (además de los conocidos tradicionalmente la fraternidad sacerdotal (n.79-81), el cuidado por parte del obispo (n.91-95). Pero es siempre la persona de Cristo Sacerdote, Buen Pastor, la que da sentido a la vida consagrada al servicio de los hombres como El se consagró (n.21-25.58-59).

La decisión del Vaticano II (Presbyterorum ordinis n.16) y de la encíclica de Pablo VI supone, por una parte, una manera más espontánea y normal de arreglar los casos de falta de vocación (83-90); pero, por otra parte, obliga a cuidar mucho más la formación sacerdotal en la castidad (n.60-71) y las estructuras de la vida sacerdotal (n.79-81).

El sacerdote que ha escogido libremente la castidad encuentra mejor su razón de ser y la ilusión y «gozo pascual», puesto que, de esta manera, se convierte, para el mundo de hoy, en el «máximo testimonio del amor» (Presbyterorum ordinis n.11). El amor esponsal queda sublimado por un camino de mayor servicio a la humanidad y, consiguientemente, de mayor perfeccionamiento personal.

Las orientaciones de Pablo VI sobre el celibato sacerdotal quedan ampliadas en documentos posteriores: la carta del Santo Padre al cardenal secretario de Estado Juan Villot (2 febrero 1970) y las orientaciones para la educación en el celibato sacerdotal (S. Congregación para la educación católica, 11 abril 1974). El nuevo Código (1983) convierte estas orientaciones en normas concretas (can. 277).

SUMARIO

Introducción: El celibato en la actualidad (n.1-4):

A) Objeciones actuales (n.5-11).

B) El punto de vista de la fe (n.12-16).

I. Primera parte: Aspectos doctrinales: (n.17-34):


1. El porqué del celibato sacerdotal (n.17-18).


A) Dimensión cristológica (n.19-25).

B) Dimensión eclesiológica (n.26-32).

C) Dimensión escatológica (n.33-34).

2. El celibato en la vida de la Iglesia (n.35-49).

3. Celibato y valores humanos (n.5059).

II. Segunda parte: Aspectos pastorales (n.60-97):


1. Formación sacerdotal (n.60-72).

2. Vida sacerdotal (n.73-82).

3. Las deserciones (n.8390).

4. La paternidad del obispo (n.91-95).

5. La cooperación de los fieles (n.96-97).

Conclusión: Intercesión de María y esperanza de la Iglesia (n.98-99).


PABLO PAPA VI

A LOS OBISPOS,
A LOS HERMANOS EN EL SACERDOCIO
Y A LOS FIELES DE TODO EL MUNDO CATÓLICO

Venerables hermanos y amados hijos: Salud y bendición apostólica.

EL CELIBATO SACERDOTAL HOY*

1. El celibato sacerdotal, que la Iglesia custodia desde hace siglos como perla preciosa, conserva todo su valor también en nuestro tiempo, caracterizado por una profunda transformación de mentalidades y de estructuras.

Pero en el clima de los nuevos fermentos se ha manifestado también la tendencia, más aún, la expresa voluntad de solicitar de la Iglesia que reexamine esta institución suya característica, cuya observancia, según algunos, llegaría a ser ahora problemática y casi imposible en nuestro tiempo y en nuestro mundo.

Una promesa nuestra

2. Este estado de cosas, que sacude la conciencia y provoca la perplejidad en algunos sacerdotes y jóvenes aspirantes al sacerdocio, y engendra confusión en muchos fieles, nos obliga a poner un término a la dilación para mantener la promesa que hicimos a los venerables padres del concilio, a los que declaramos nuestro propósito de dar nuevo lustre y vigor al celibato sacerdotal en las circunstancias actuales[1]. Entre tanto, larga y fervorosamente hemos invocado las necesarias luces y ayudas del Espíritu Paráclito, y hemos examinado, en la presencia de Dios, los pareceres y las instancias que nos han llegado de todas partes, ante todo de varios pastores de la Iglesia de Dios.

Amplitud y gravedad de la cuestión

3. La gran cuestión relativa al sagrado celibato del clero en la Iglesia se ha presentado durante mucho tiempo a nuestro espíritu en toda su amplitud y en toda su gravedad. ¿Debe todavía hoy subsistir la severa y sublimadora obligación para los que pretenden acercarse a las sagradas órdenes mayores? ¿Es hoy posible, es hoy conveniente la observancia de semejante obligación? ¿No será ya llegado el momento para abolir el vínculo que en la Iglesia une el sacerdocio con el celibato? ¿No podría ser facultativa esta difícil observancia? ¿No saldría favorecido el ministerio sacerdotal, facilitada la aproximación ecuménica? Y si la áurea ley del sagrado celibato debe todavía subsistir, ¿con qué razones ha de probarse hoy que es santa y conveniente? ¿Y con qué medios puede observarse y cómo convertirse de carga en ayuda para la vida sacerdotal?

La realidad y los problemas

4. Nuestra atención se ha detenido de modo particular en las objeciones que de varias formas se han formulado o se formulan contra el mantenimiento del sagrado celibato. Efectivamente, un tema tan importante y tan complejo nos obliga, en virtud de nuestro servicio apostólico, a considerar lealmente la realidad y los problemas que implica, pero iluminándolos, como es nuestro deber y nuestra misión, con la luz de la verdad, que es Cristo, con el anhelo de cumplir en todo la voluntad de aquel que nos ha llamado a este oficio, y de manifestarnos como efectivamente somos ante la Iglesia, el siervo de los siervos de Dios.

A) Objeciones contra el celibato sacerdotal

El celibato y el Nuevo Testamento

5. Se puede decir que nunca como hoy el tema del celibato eclesiástico se ha investigado con mayor intensidad y bajo todos sus aspectos, en el plano doctrinal, histórico, sociológico, psicológico y pastoral, y frecuentemente con intenciones fundamentalmente rectas, aunque a veces las palabras puedan haberlas traicionado.

Miremos honradamente las principales objeciones contra la ley del celibato eclesiástico unido al sacerdocio.

La primera parece que proviene de la fuente más autorizada: el Nuevo Testamento, en el que se conserva la doctrina de Cristo y de los apóstoles, no exige el celibato de los sagrados ministros, sino que más bien lo propone como obediencia libre a una especial vocación o a un especial carisma (cf. Mt 19,11-12). Jesús mismo no puso esta condición previa en la elección de los doce, como tampoco los apóstoles para los que ponían al frente de las primeras comunidades cristianas (cf. 1 Tim 3,2-5; Tit 1,5-6).

Los Padres de la Iglesia

6. La íntima relación que los Padres de la Iglesia y los escritores eclesiásticos establecieron a lo largo de los siglos entre la vocación al sacerdocio ministerial y la sagrada virginidad, encuentra su origen en mentalidades y situaciones históricas muy diversas de las nuestras. Muchas veces en los textos patrísticos se recomienda al clero, más que el celibato, la abstinencia en el uso del matrimonio, y las razones que se aducen en favor de la castidad perfecta de los sagrados ministros parecen a veces inspiradas en un excesivo pesimismo sobre la condición humana de la carne, o en una particular concepción de la pureza necesaria para el contacto con las cosas sagradas. Además, los argumentos ya no estarían en armonía con todos los ambientes socioculturales donde la Iglesia está llamada hoy a actuar por medio de sus sacerdotes.

Vocación y celibato

7. Una dificultad que muchos notan consiste en el hecho de que, con la disciplina vigente del celibato, se hace coincidir el carisma de la vocación sacerdotal con el carisma de la perfecta castidad como estado de vida del ministro de Dios; y por eso se preguntan si es justo alejar del sacerdocio a los que tendrían vocación ministerial sin tener la de la vida célibe.

El celibato y la escasez de clero

8. Mantener el celibato sacerdotal en la Iglesia traería además un daño gravísimo allí donde la escasez numérica del clero, dolorosamente reconocida y lamentada por el mismo concilio[2], provoca situaciones dramáticas, obstaculizando la plena realización del plan divino de la salvación y poniendo a veces en peligro la misma posibilidad del primer anuncio del Evangelio. Efectivamente, esta penuria de clero que preocupa, algunos la atribuyen al peso de la obligación del celibato.

Sombras en el celibato

9. No faltan tampoco quienes están convencidos de que un sacerdocio con el matrimonio no sólo quitaría la ocasión de infidelidades, desórdenes y dolorosas defecciones, que hieren y llenan de dolor a toda la Iglesia, sino que permitiría a los ministros de Cristo dar un testimonio más completo de la vida cristiana, incluso en el campo de la familia, del cual su estado actual los excluye.

¿Violencia a la naturaleza?

10. Hay también quien insiste en la afirmación según la cual el sacerdote, en virtud de su celibato, se encuentra en una situación física y psicológica antinatural, dañosa al equilibrio y a la maduración de su personalidad humana. Así sucede -dicen- que a menudo el sacerdote se agoste y carezca de calor humano, de una plena comunión de vida y de destino con el resto de sus hermanos, y se vea forzado a una soledad que es fuente de amargura y de desaliento. Todo esto, ¿no indica acaso una injusta violencia y un injustificable desprecio de valores humanos que se derivan de la obra divina de la creación, y que se integran en la obra de la redención, realizada por Cristo?

Formación inadecuada

11. Observando además el modo como un candidato al sacerdocio llega a la aceptación de un compromiso tan gravoso, se alega que en la práctica es el resultado de una actitud pasiva, causada muchas veces por una formación no del todo adecuada y respetuosa de la libertad humana, más bien que el resultado de una decisión auténticamente personal, ya que el grado de conocimiento y de autodecisión del joven y su madurez psico-física son bastante inferiores, y en todo caso desproporcionadas, respecto a la entidad, a las dificultades objetivas y a la duración del compromiso que toma sobre sí.

B) El verdadero punto de vista

12. No ignoramos que se pueden proponer también otras objeciones contra el sagrado celibato. Es éste un tema muy complejo que toca en lo vivo la concepción habitual de la vida y que introduce en ella la luz superior, que proviene de la divina revelación; una serie interminable de dificultades se presentará a los que no... entienden esta palabra (Mt 19,11), no conocen u olvidan el don de Dios (cf. Jn 4,10) y no saben cuál es la lógica superior de esta nueva concepción de la vida y cuál su admirable eficacia, su exuberante plenitud.

Testimonio del pasado y del presente

13. Semejante coro de objeciones parece que sofocaría la voz secular y solemne de los pastores de la Iglesia, de los maestros de espíritu, del testimonio vivido por una legión sin número de santos y de fieles ministros de Dios, que han hecho del celibato objeto interior y signo exterior de su total y gozosa donación al ministerio de Cristo. No; esta voz es también ahora fuerte y serena; no viene solamente del pasado, sino también del presente. En nuestro cuidado de observar siempre la realidad, no podemos cerrar los ojos ante esta magnífica y sorprendente realidad; hay todavía hoy en la santa Iglesia de Dios, en todas las partes del mundo, innumerables ministros sagrados -subdiáconos, diáconos, presbíteros, obispos- que viven de modo intachable el celibato voluntario y consagrado; y junto a ellos no podemos por menos de contemplar las falanges inmensas de los religiosos, de las religiosas y aun de jóvenes y de hombres seglares, fieles todos al compromiso de la perfecta castidad; castidad vivida no por desprecio del don divino de la vida, sino por amor superior a la vida nueva que brota del misterio pascual; vivida con valiente austeridad, con gozosa espiritualidad, con ejemplar integridad y también con relativa facilidad. Este grandioso fenómeno prueba una singular realidad del reino de Dios, que vive en el seno de la sociedad moderna, a la que presta humilde y benéfico servicio de luz del mundo y de sal de la tierra (cf. Mt 5,13-14). No podemos silenciar nuestra admiración; en todo ello sopla, sin duda ninguna, el espíritu de Cristo.

Confirmación de la validez del celibato

14. Pensamos, pues, que la vigente ley del sagrado celibato debe, también hoy, y firmemente, estar unida al ministerio eclesiástico; ella debe sostener al ministro en su elección exclusiva, perenne y total del único y sumo amor de Cristo y de la dedicación al culto de Dios y al servicio de la Iglesia, y debe cualificar su estado de vida tanto en la comunidad de los fieles como en la profana.

La potestad de la Iglesia

15. Ciertamente, el carisma de la vocación sacerdotal, enderezado al culto divino y al servicio religioso y pastoral del Pueblo de Dios, es distinto del carisma que induce a la elección del celibato como estado de vida consagrada (cf. n.5,7); mas la vocación sacerdotal, aunque divina en su inspiración, no viene a ser definitiva y operante sin la prueba y la aceptación de quien en la Iglesia tiene la potestad y la responsabilidad del ministerio para la comunidad eclesial; y, por consiguiente, toca a la autoridad de la Iglesia determinar, según los tiempos y los lugares, cuáles deben ser en concreto los hombres y cuáles sus requisitos para que puedan considerarse idóneos para el servicio religioso y pastoral de la Iglesia misma.

Propósito de la encíclica

16. Con espíritu de fe consideramos, por lo mismo, favorable la ocasión que nos ofrece la divina Providencia para ilustrar nuevamente, y de una manera más adaptada a los hombres de nuestro tiempo, las razones profundas del sagrado celibato, ya que, si las dificultades contra la fe «pueden estimular el espíritu a una más cuidadosa y profunda inteligencia de la misma»[3], no acontece de otro modo con la disciplina eclesiástica, que dirige la vida de los creyentes.

Nos mueve el gozo de contemplar en esta ocasión y desde este punto de vista la divina riqueza y belleza de la Iglesia de Cristo, no siempre inmediatamente descifrable a los ojos humanos, porque es obra del amor del que es cabeza divina de la Iglesia, y porque se manifiesta en aquella perfección de santidad (cf. Ef 5,25-27) que asombra al espíritu humano y encuentra insuficientes las fuerzas del ser humano para dar razón de ella.

-Continuará (primera parte) o "Aspectos doctrinales"-

Notas
* AAS 59 (1967) 657- 697. Reproducimos la traducción oficial con ligeros retoques.
[1] Carta del 10 de octubre de 1965 al Emmo. Card. E. Tisserant, leída en la 146.aCongregación general del Concilio, el 11 de octubre.
[2] Concilio Vaticano II, decr. Christus Dominus n.35; Apostolicam actuositatem n.l;Presbyterorum ordinis n.10-11; Ad gentes divinitus n.19-38.
[3] CONCILIO VATICANO II, const. Gaudium et spes n.62.

EL HOMBRE DEBERÍA TEMBLAR

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