FRASES PARA SACERDOTES

"Cuando rezamos el Santo Rosario y nos unimos a María, estamos viviendo lo que es la familia porque cuando los hijos se reúnen con La Madre y juntos le oran a Dios, es la familia orando unida". DE: Marino Restrepo.
Papa Francisco a los sacerdotes que llevan "doble vida"

DOMINGO DE RAMOS EN LA CAPILLA NUESTRA SENORA DE GUADALUPE



Actividades del Domingo de Ramos el pasado 28 de marzo en la capilla Nuestra Senora de Guadalupe en Burunga de Arraiján. 

Celebró el padre Jovan Alfredo mientras que el padre Yamid de La Hoz estuvo a cargo de distribuir las hostias consagradas. 


FOTO Y VIDEO








SAN JUAN CLÍMACO


San Juan Clímaco nació en Palestina y se formó leyendo los libros de San Gregorio Nacianceno y de San Basilio. A los 16 años se fue de monje al Monte Sinaí. Después de cuatro años de preparación fue admitido como religioso. El mismo narraba después que en sus primeros años hubo dos factores que le ayudaron mucho a progresar en el camino de la perfección. El primero: no dedicar tiempo a conversaciones inútiles, y el segundo: haber encontrado un director espiritual santo y sabio que le ayudó a reconocer los obstáculos y peligros que se oponían a su santidad. De su director aprendió a no discutir jamás con nadie, y a no llevarle jamás la contraria a ninguno, si lo que el otro decía no iba contra la Ley de Dios o la moral cristiana.

Pasó 40 años dedicado a la meditación de la Biblia, a la oración, y a algunos trabajos manuales. Y llegó a ser uno de los más grandes sabios sobre la Biblia de Oriente, pero ocultaba su sabiduría y en todo aparecía como un sencillo monje más, igual a todos los otros. En lo que sí aparecía distinto era en su desprendimiento total de todo afecto por el comer y el beber. Sus ayunos eran continuos y los demás decían que pareciera como si el comer y el beber más bien le produjera disgusto que alegría. Era su penitencia, ayunar, ayunar siempre.

Su oración más frecuente era el pedir perdón a Dios por los propios pecados y por los pecados de la demás gente. Los que lo veían rezar afirmaban que sus ojos parecían dos aljibes de lágrimas. Lloraba frecuentemente al pensar en lo mucho que todos ofendemos cada día a Nuestro Señor. Y de vez en cuando se entraba a una cueva a rezar y allí se le oía gritar: ¡Perdón, Señor piedad. No nos castigues como merecen nuestros pecados. Jesús misericordioso tened compasión de nosotros los pobres pecadores! Las piedras retumbaban con sus gritos al pedir perdón por todos.

El principal don que Dios le concedió fue el ser un gran director espiritual. Al principio de su vida de monje, varios compañeros lo criticaban diciéndole que perdía demasiado tiempo dando consejos a los demás. Que eso era hablar más de la cuenta. Juan creyó que aquello era un caritativo consejo y se impuso la penitencia de estarse un año sin hablar nada ni dar ningún consejo. Pero al final de aquel año se reunieron todos los monjes de la comunidad y le pidieron que por amor a Dios y al prójimo siguiera dando dirección espiritual, porque el gran regalo que Dios le había concedido era el de saber dirigir muy bien las almas. Y empezó de nuevo a aconsejar. Las gentes que lo visitaban en el Monte Sinaí decían de él: "Así como Moisés cuando subió al Monte a orar bajó luego hacia sus compañeros con el rostro totalmente iluminado, así este santo monje después de que va a orar a Dios viene a nosotros lleno de iluminaciones del cielo para dirigirnos hacia la santidad".

El superior del convento le pidió que pusiera por escrito los remedios que él daba a la gente para obtener la santidad. Y fue entonces cuando escribió el famoso libro del cual le vino luego su apellido: "Clímaco", o Escalera para subir al cielo. Se compone de 30 capítulos, que enseñan los treinta grados para ir subiendo en santidad hasta llegar a la perfección. El primer peldaño o la primera escalera es cumplir aquello que dijo Jesús: "Quien desea ser mi discípulo tiene que negarse a sí mismo". El primer escalón es llevarse la contraria a sí mismo, mortificarse en algo cada día. El segundo es tratar de recobrar la blancura del alma pidiendo muchas veces perdón a Dios por pecados cometidos, el tercero es el plan o propósito de enmendarse y cambiar de vida. Los últimos tres, los peldaños superiores, son practicar la Fe, la Esperanza y la Caridad. Todo el libro está ilustrado con muchas frases hermosas y con agradables ejemplos que lo hacen muy agradable.

A San Juan Clímaco le concedió Dios otro gran regalo y fue el de lograr llevar la paz a muchísimas almas angustiadas y llenas de preocupaciones. Llegaban personas desesperadas a causa de terribles tentaciones y él les decía: "Oremos porque los malos espíritus se alejan con la oración". Y después de dedicarse a rezar por varios minutos en su compañía aquella persona sentía una paz y una tranquilidad que antes no había experimentado nunca. El santo decía a la gente: "Así como los israelitas quizás no habrían logrado atravesar el desierto si no hubieran sido guiados por Moisés, así muchas almas no logran llegar a la santidad si no tienen un director espiritual que los guíe". Y él fue ese guía providencial para millares de personas por 40 años.

Un joven que era dirigido espiritualmente por San Juan Clímaco, estaba durmiendo junto a una gran roca, a muchos kilómetros del santo, cuando oyó que este lo llamaba y le decía: "Aléjese de ahí". El otro despertó y salió corriendo, y en ese momento se desplomó la roca, de tal manera que lo habría aplastado si se hubiera quedado allí.

En un año en el que por muchos meses no caía una gota de agua y las cosechas se perdían y los animales se morían de sed, las gentes fueron a donde nuestro santo a rogarle que le pidiera a Dios para que enviara las lluvias. El subió al Monte Sinaí a orar y Dios respondió enviando abundantes lluvias.

Era tal la fama que tenían las oraciones de San Juan Clímaco, que el mismo Papa San Gregorio le escribió pidiéndole que lo encomendara en sus oraciones y le envió colchones y camas para que pudiera hospedar a los peregrinos que iban a pedirle dirección espiritual.

Cuando ya tenía más de 70 años, los monjes lo eligieron Abad o Superior del monasterio del Monte Sinaí y ejerció su cargo con satisfacción y provecho espiritual de todos. Cuando sintió que la muerte se acercaba renunció al cargo de superior y se dedicó por completo a preparar su viaje a la eternidad. Y al cumplir los 80 años murió santamente en su monasterio del Monte Sinaí. Jorge, su discípulo predilecto, le pidió llorando: "Padre, lléveme en su compañía al cielo". El oró y le dijo: "Tu petición ha sido aceptada". Y poco después murió Jorge también.


FUENTE: AciPrensa

ORACIONES POR LOS SACERDOTES

ORACION POR LOS SACERDOTES de la exhortación apostólica Pastores dado vobis Juan Pablo II 

Oh María, Madre de Jesucristo y Madre de los sacerdotes: acepta este título con el que hoy te honramos para exaltar tu maternidad y contemplar contigo el Sacerdocio de tu Hijo unigénito y de tus hijos, oh Santa Madre de Dios. Madre de Cristo, que al Mesías Sacerdote diste un cuerpo de carne por la unción del Espíritu Santo para salvar a los pobres y contritos de corazón: custodia en tu seno y en la Iglesia a los sacerdotes, oh Madre del Salvador. Madre de la fe, que acompañaste al templo al Hijo del hombre, en cumplimiento de las promesas hechas a nuestros Padres: presenta a Dios Padre, para su gloria, a los sacerdotes de tu Hijo, oh Arca de la Alianza. Madre de la Iglesia, que con los discípulos en el Cenáculo implorabas el Espíritu para el nuevo Pueblo y sus Pastores: alcanza para el orden de los presbíteros la plenitud de los dones, oh Reina de los Apóstoles. Madre de Jesucristo, que estuviste con Él al comienzo de su vida y de su misión, lo buscaste como Maestro entre la muchedumbre, lo acompañaste en la cruz, exhausto por el sacrificio único y eterno, y tuviste a tu lado a Juan, como hijo tuyo: acoge desde el principio a los llamados al sacerdocio, protégelos en su formación y acompaña a tus hijos en su vida y en su ministerio, oh Madre de los sacerdotes. Amén


Oración a la Santísima Virgen por los sacerdotes

Madre Nuestra María Santísima, Madre del verdadero Dios por quien, en quien y con quien vivimos, hoy te suplico humildemente que intercedas por tu hijo, _________. Pídele a Dios Espíritu Santo, encender en el corazón de este sacerdote tuyo el FUEGO DE SU AMOR. Un fuego que le de calor a él primero y luego que la chispa de ese fuego contagie a todos los que se acerquen a él. Un fuego que caliente a los que tengan frío en su corazón, que sea una llama de amor que no se apague nunca, ni de noche ni de día. Que sea un fuego que queme todo los resentimientos, todos los malos recuerdos, todo lo negativo, todo el dolor, toda la falta de amor, todo lo que necesita renovarse. Y luego que brote de ese mismo corazón un RÍO DE AGUA VIVA, un río que apague primero la sed de este tu siervo, su sed de Dios, su sed del Amor de Dios, su sed por la salvación de las almas. Y después que sea una fuente de donde las almas puedan encontrar y experimentar el AMOR DE DIOS, su misericordia, su perdón por medio de la absolución dada por Tu Hijo Jesucristo a través de las manos de este sacerdote tuyo. Madre Nuestra, este AMOR, este Fuego, esta AGUA VIVA es urgente que Dios le permita a este sacerdote experimentarlos, para su propia paz, alegría y salvación y para compartirlas con todas las almas que Dios tenga destinadas que se salven a través de su contacto con este humilde sacerdote tuyo. Gracias por tu amor y tus cuidados maternales. Cúbrenos con tu manto y protégenos de todos los males y de las asechanzas del demonio. Sé tú nuestra guía, nuestro lucero, nuestro faro, enséñanos el camino al Cielo donde por medio del amor, la misericordia y el perdón de Dios esperamos gozar por siempre del Amor de Dios, junto contigo por siempre. Amén


MENSAJES DE MEJUGORJE - 18 de marzo, 25 de marzo de 2021

Mensajes de Nuestra Señora Reina de la Paz en Medjugorje


Al inicio Nuestra Señora regularmente da sus mensajes sólo a los videntes, y a través de ellos a todos los fieles. A partir del 1 de marzo de 1984, Nuestra Señora comienza a entregar regularmente sus mensajes todos los jueves a la comunidad de parroquial de Medjugorje, y a través de ella, al resto del mundo. Puesto que algunas cosas que el Señor había deseado se cumplieron, como lo afirmó Nuestra Señora , a partir del 25 de enero de 1987, Nuestra Señora da sus mensajes a todo el mundo los 25 de cada mes Esto aún continúa.


Mirjana Dragicevic-Soldo, Ivanka Ivankovic-Elez y Jakov Colo tuvieron apariciones diarias hasta 1982, 1985, y 1998 respectivamente. Desde entonces, la Virgen se les aparece una vez al año y les da un mensaje. Debido a que el trabajo sobre los archivos está aún en curso, no estamos en condiciones de publicar los mensajes otorgados antes de 1995.

(http://www.medjugorje.ws)


Mensaje 25 de marzo de 2021

  “¡Queridos hijos! También hoy estoy con ustedes para decirles: hijitos, quien ora no le tiene miedo al futuro y no pierde la esperanza. Ustedes han sido elegidos para llevar alegría y paz, porque son míos. He venido aquí con el nombre de Reina de la Paz, porque el diablo quiere la aflicción y la guerra; quiere llenar el corazón de ustedes con el miedo al futuro; y el futuro es de Dios. Por eso, sean humildes y oren, y dejen todo en manos del Altísimo que los ha creado. Gracias por haber respondido a mi llamado. ”



Mensaje 18 de marzo de 2021 - Aparición anual a Mirjana Soldo


La vidente Mirjana Dragicevic - Soldo tuvo apariciones diarias desde el 24 de junio de 1981 hasta el 25 de diciembre de 1982. El último día de la aparición, después de confiarle el décimo secreto, la Virgen le dijo que durante toda su vida tendría una aparición una vez al año - el 18 de marzo. Así ha sucedido durante todos estos años y también este año.



S. TORIBIO DE MOGROVEJO, OBISPO DE LIMA



U
n descendiente de la noble familia Mongrovejo, Toribio nació en Mallorca en 1538. Experto en derecho canónico, se ganó con razón su reputación de distinguido jurista. Era profesor en la Universidad de Salamanca cuando el Rey de España, Felipe II, decidió enviarlo al Perú como Obispo de la Ciudad de Los Reyes, que más tarde se convertiría en Lima, hoy capital del Perú.


Un obispo enviado al fin del mundo.


Cuando el Rey lo llamó, en 1580, Toribio no era un clérigo sino un simple laico. En tiempo récord recibió todas las órdenes sagradas una tras otra hasta el sacerdocio y, finalmente, fue consagrado obispo. Cuando debió partir no estaba realmente muy entusiasmado, porque ya se imaginaba la situación que habría encontrado: Perú estaba sometido al duro dominio de los españoles desde hacía casi 50 años, pero no era el Virrey, enviado de la Corte de España quien gobernaba; eran los descendientes de los despiadados conquistadores los que efectivamente tomaban las decisiones de gobierno. Esa gente era quien imponía sus arbitrariedades injustas sin ninguna rémora moral. Eran ellos los que materialmente explotaban a los indígenas, con la excusa de una falsa evangelización que tenía muy poco que ver con el Evangelio: las condiciones de estas personas que el obispo encontró cuando llegó al Perú eran de un extremo empobrecimiento material, espiritual, cultural y humano. Los conquistadores, por el contrario, estaban muy satisfechos y eran muy celosos de sus propios privilegios adquiridos a expensas de los indígenas. Lo más triste era que también había muchos sacerdotes aburguesados, encadenados a sus privilegios eclesiásticos, ya que habían perdido la fuerza evangélica para denunciar las injusticias.


"¡Cristo es la Verdad, no las apariencias!"

En este clima de injustos contrastes comienzan los 25 años de episcopado de Toribio y su trabajo como gran reformador que llevará a la primera verdadera organización de la Iglesia peruana. Decidió comenzar desde los sacerdotes aburguesados, desde su recuperación, especialmente con su propio testimonio de santidad personal. Dedicaba muchas horas a la meditación y a la oración, consciente de que la vida espiritual de una persona crece en la medida en que dialoga con Dios. Enseguida, puso su afectuosa atención de pastor en los pueblos indígenas. Estudió sus idiomas, el quechua y el aymara, para poder hablar con ellos, pero sobre todo para trabajar en una "re-evangelización" que hablara el idioma del respeto de su dignidad. Obligó a todos los sacerdotes que trabajaban en Perú a estudiarlos e incluso consiguió publicar el Catecismo de la Iglesia Católica en los idiomas indígenas, así como en castellano. Por amor a todos y cada uno de los pueblos indígenas, durante unos 10 años recorrió y visitó cada rincón remoto de su vasto territorio - miles de kilómetros - mucho más allá de las actuales fronteras peruanas; convirtió a muchos de ellos, y dio la confirmación a tres futuros santos: san Martín de Porres, san Francisco Solano y santa Rosa de Lima.


"Amar a las personas que nos han sido confiadas como se ama a Cristo"

En el curso de su episcopado, Toribio fundó cien parroquias, convocó un Concilio Panamericano, dos consejos provinciales y doce sínodos diocesanos; cuando la peste llegó al Perú estuvo en primera línea entre los enfermos y les regaló todo lo que tenía. Obviamente, su opción preferencial por los descartados suscitó las antipatías del Virrey, que nunca lo vió asistir a las fastuosas ceremonias de la corte, y de los conquistadores, ya que a Toribio no le importaban en lo más mínimo. En cambio, los empobrecidos y abandonados indígenas eran sus ovejas privilegiadas, y con ellas y para ellas se comportó como un verdadero y buen pastor. Murió en uno de sus viajes a Saňa en 1606. Benedicto XIII lo canonizó en 1726; Juan Pablo II lo proclamó patrón del episcopado latinoamericano en 1983.


FUENTE: vaticannews.va 

Que celebramos el Domingo de Ramos?

Con el Domingo de Ramos comienza la Semana Santa. En esta ocasión se recuerda la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén en medio de una multitud que lo aclamó como el Mesías.

Si bien este año las circunstancias son especiales por la pandemia del coronavirus COVID-19, el Domingo de Ramos se caracteriza por la bendición de las palmas, la procesión, la Misa y la lectura del relato de la Pasión durante la Eucaristía.

Además, se entrecruzan las dos tradiciones litúrgicas que han dado origen a esta celebración: la de Jerusalén y la de Roma.

En la tradición litúrgica de Jerusalén se recuerda el gesto profético de Jesús siendo aclamado al ingresar como Rey de Paz y el Mesías y después condenado para el cumplimiento de las profecías.

El Evangelio de San Mateo narra que la gente alfombraba el camino por el que pasaría Cristo y gritaba: "Bendito el que viene como Rey en nombre del Señor. Paz en el cielo y gloria en lo alto".

Los fieles que participan en la procesión, tradición que data del siglo IV en Jerusalén, deben llevar en las manos ramos de palma, olivos u otros árboles, y entonar cantos adecuados. Los sacerdotes y los ministros, llevando también ramos, deben marchar delante del pueblo.

La bendición de los ramos y palmas tiene lugar antes de la procesión. También se debe instruir a los fieles cristianos a que conserven en sus casas, junto a las cruces o cuadros religiosos, los ramos bendecidos como recuerdo de la victoria pascual del Señor Jesús.

La segunda tradición litúrgica es la de Roma, la cual nos invita a entrar conscientemente en la Semana Santa de la Pasión gloriosa y amorosa de Cristo, anticipando la proclamación del misterio en el Evangelio de Mateo (26:14-27:66).

Para el bien espiritual de los fieles, conviene que se lea por entero la narración de la Pasión y que no se omitan las lecturas que la preceden. Terminada la lectura de la Pasión no debe omitirse la homilía.

Debido a la situación extraordinaria de la pandemia mundial del coronavirus, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos publicó un decreto el 25 de marzo, donde se establece que los Obispos y los presbíteros de los países afectados por el Covid-19 celebren los ritos de la Semana Santa sin la presencia física del pueblo y “en un lugar adecuado, evitando la concelebración y omitiendo el saludo de paz”.

En cuanto a la celebración del Domingo de Ramos, se establece que “la Conmemoración de la Entrada del Señor en Jerusalén se celebre en el interior del edificio sagrado; en las iglesias catedrales se adopte la segunda forma prevista del Misal Romano; en las iglesias parroquiales y en los demás lugares, la tercera”.

En cuanto a las “expresiones de piedad popular y las procesiones" de la Semana Santa y del Triduo Pascual, se señaló que "podrán ser trasladadas a otros días convenientes", como "por ejemplo, el 14 y 15 de septiembre", a juicio del Obispo diocesano.

Además, el decreto indicó a las Conferencias Episcopales y cada una de las diócesis que “no dejen de ofrecer subsidios para ayudar en la oración familiar y personal” y que “los seminarios, las residencias sacerdotales, los monasterios y las comunidades religiosas también se atengan a las indicaciones del presente Decreto”.

Por ello, la Oficina de Prensa del Vaticano indicó que en el Domingo de Ramos, a realizarse el 5 de abril, el Santo Padre celebrará la Santa Misa de la Conmemoración de la entrada del Señor en Jerusalén, en el Altar de la Cátedra en la Basílica de San Pedro a las 11:00 a.m. (hora de Roma), pero sin la presencia física de los fieles. La celebración será transmitida en vivo a través de las redes sociales de ACI Prensa y EWTN Español.


Fuente: aciprensa.com/

Rememorando el Domingo de Ramos, Domingo de la Pasión del Señor

Recordando el Domingo de Ramos realizado en la Parroquia San Nicolás de Bari en el año 2018

cuyos actos fueron presididos por el padre sacerdote Ramón Pérez Franco CP. 

En el video la histórica plaza central de Arraiján cabecera.

 


El Domingo de Ramos del 2021 se celebra el 28 de Marzo, es una fecha que cambia todos los años. Marca además el comienzo de la Semana Santa, un período donde se conmemoran la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. En este día se recuerda a Jesucristo cuando realizó la entrada triunfal a Jerusalén. Fue alabado por una multitud que lo aclamaba como Rey con cantos y palmas.

Las ceremonias litúrgicas del Domingo de Ramos comienzan con la bendición de las palmas y ramas de olivo que llevan los fieles a la Parroquia, rememorando este pasaje del evangelio. Los días que van hasta el Jueves Santo pertenecen al “tiempo cuaresmal” y están caracterizados por los últimos acontecimientos de la vida del Señor. Los ramos simbolizan la participación gozosa en el rito procesional, en el que cristo va hacia la muerte para la salvación de todos los hombres. Así este Domingo tiene un doble carácter, de gloria y de sufrimiento.

También es tradicional que los ramos bendecidos en las iglesias se lleven a las casas, para colocarlos sobre un crucifijo o cualquier elemento sagrado de la vivienda. Siendo así un símbolo de la bendición de Dios y protección para toda la familia.


Significado

Pero el Domingo de Ramos es algo más, significa también el camino que nos lleva al encuentro de Jesús para que nos acompañe siempre y pueda instaurar su paz en el mundo. Jesús nos mostró su humildad entrando a Jerusalén en un burrito, enseñandonos también que no debemos ser soberbios ni vanidosos.

Este día es un recordatorio de como a veces aclamamos al Mesías y en otras ocasiones lo condenamos con nuestros pecados. Hemos de reflexionar sobre nuestros actos de aquí en adelante, para ser coherentes entre la fe cristiana y la vida cotidiana.

DOMINGO DE RAMOS - PARA NIÑOS - VIDEO

 


De Fundación Educativa Jesuitinas (Canal en Youtube)

Dentro de nuestra propuesta #SemanaSantaconFIados​, que desarrollamos conjuntamente con la Provincia España-Italia de las #HijasDeJesús​ y en la que participan distintos miembros de la #FamiliaMadreCándida​, queremos ofrecer cada día de la Semana Santa un pequeño video que ayude a los más pequeños de la casa a acercarse al sentido de lo que celebramos esa jornada. Este #DomingoDeRamos​, recordamos cómo la gente sencilla del pueblo, que quería y admiraba a Jesús, no desaprovecharon la oportunidad de recibirle como se merecía cuando fue con sus amigos a Jerusalén para celebrar la Pascua. Hoy, al comienzo de esta Semana Santa queremos también acoger a Jesús en nuestro corazón, que se sienta querido por nosotros.


GRANDEZAS Y GLORIAS DE SAN JOSE


E
n una aparición a santa Margarita de Cortona (1247-1297), Nuestro Señor le recomendó: “Manifestad cada día, con un tributo de alabanza, vuestra respetuosa devoción a la bienaventurada Virgen María y a San José, mi padre nutricio”.

A san Antonio María Claret (1807-1870), gran apóstol de la devoción a la Santísima Virgen y fundador de la Congregación de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María o Claretianos, se le atribuye esta sublime recomendación de Jesús: “Que fuese muy devoto de San José, que acudiese a él con confianza”.2

Santa Teresa de Ávila afirma en su autobiografía: “Y tomé por abogado y señor al glorioso San José y me encomendé mucho a él. Vi claro que tanto de esta necesidad como de otras mayores de perder la fama y el alma, este padre y señor mío me libró mejor de lo que yo lo sabía pedir. No me acuerdo hasta hoy de haberle suplicado nada que no me lo haya concedido”.3

Lo cual nos anima a tener una devoción muy grande y una confianza sin límites en la intercesión del Casto Esposo de María.

Este artículo no tiene otra finalidad que la de ofrecer algunos datos que nos ayuden a comprender mejor el singular papel del Patrono de la Santa Iglesia.


Desarrollo de la devoción a San José

Aunque la devoción a San José haya empezado relativamente tarde en la Iglesia, por inspiración del Divino Espíritu Santo ella encontró más adelante un desarrollo extraordinario, convirtiéndolo en uno de los santos más populares del universo católico.

Pero no siempre fue así. En los comienzos de la Iglesia, por ejemplo, a pesar del importante papel de San José en el misterio de la Encarnación y de la Salvación, así como de su intimidad con Nuestro Señor Jesucristo y María Santísima durante su vida mortal en Nazaret, no gozaba de culto alguno, pues en la Iglesia primitiva se rendía culto principalmente a los mártires.

Vinieron después las grandes herejías, que dividieron a la Esposa Mística de Cristo en los cinco primeros siglos. En medio de las disputas doctrinarias, la Iglesia se preocupó en afirmar la divinidad de Cristo Señor Nuestro y su papel en el seno de la Santísima Trinidad. Hasta los grandes privilegios de la Santísima Virgen eran poco estudiados por entonces.

Así, ¿cómo se podría interpretar, por ejemplo, el papel de San José en la Sagrada Familia, y su matrimonio con la Virgen Santa, no estando aún bien definida la concepción virginal de Jesús? Era necesario primero que quedara bien claro y fundamentado en la Iglesia la divinidad de Cristo y la virginidad de María Santísima, antes que los teólogos tuvieran condiciones de estudiar el papel del santo Patrón de los moribundos en la economía de la Redención.

Sin embargo, los Padres de la Iglesia hablaban de San José, aunque incidentalmente. Razón por la cual la teología de San José encuentra visibles y frecuentes trazos en los escritos de los Padres orientales y occidentales desde los primeros siglos del cristianismo. Sin embargo, todos ellos trataron de San José desde un punto de vista más teológico que devocional.

Expansión de la “Josefología” en la Iglesia y en el mundo

Fue recién en la Edad Media que la devoción al santo Jefe de la Sagrada Familia comenzó realmente a desarrollarse. Contribuyeron a ello los padres carmelitas venidos del Oriente, que predicaban la devoción al Padre Putativo de Jesús.

“José ejercía el oficio y tenía los cuidados del padre de familia respecto de Jesús y de María, quienes, a su vez, le estuvieron sujetos como a su legítima cabeza (Lc 2, 51)”

No obstante, la primera teología de San José que merece verdaderamente el nombre de Josefología apareció solamente con fray Isidoro de Isolano (+1522), de la Orden de los Predicadores, el cual, como señala el cardenal Alexis María Lépicier, fue el primero que expuso la doctrina de San José con orden y método escolástico.

Poco después, los grandes santos de la Contrarreforma impulsaron y propagaron esa devoción.

Ya citamos a la gran santa Teresa de Ávila, que dedicó 11 de los 18 conventos por ella fundados al Casto Esposo de María. Menos conocido es el papel de san Francisco de Sales en la propulsión de esta devoción. Quien lo hizo con vigor, dedicando al Celoso defensor de Jesucristo, por ejemplo, así como a la Santísima Virgen, su célebre libro Tratado del Amor de Dios. Así se dirige a María en la “Oración Dedicatoria” de este magistral libro: “¡Oh Madre victoriosa!, ¿quién volverá sus ojos hacia ti sin contemplar a tu diestra al que tu Hijo quiso por tu amor honrar con el título de Padre, uniéndole a ti mediante un matrimonio virginal para que fuese tu ayuda y auxiliar en la empresa de educarle y de sostener su infancia?”.4

En el siglo XVIII, san Leonardo de Porto Maurizio (+1751) y san Alfonso María de Ligorio (+1787), con muchos otros teólogos, predicadores y misioneros, también propagaron la devoción al Custodio de las vírgenes.

En los tiempos modernos, prácticamente todos los Papas, empezando por Pío IX, enaltecieron las virtudes y los privilegios del “Patrono de la Iglesia Universal”. León XIII le dedicó su encíclica Quamquam pluries, del 15 de agosto de 1889, que contiene la más profunda y densa doctrina sobre este santo, que es llamado en su letanía Terror de los demonios.

De los grandes teólogos de San José de nuestros días citamos a fray Bonifacio Llamera OP, que con su Teología de San José profundizó aún más la Josefología. Debido a la importancia de esta obra, ella es citada copiosamente en el presente artículo.

Cuatro afirmaciones que resumen la teología de San José

En su trabajo, fray Llamera muestra que los evangelistas poco se explayaron sobre San José. Y que “todos los datos que la Sagrada Escritura nos da sobre el santo Patriarca, se resumen en cuatro afirmaciones:

1) San José es el esposo de la Virgen María. María, la Madre de Jesús, estaba desposada con José el carpintero (Mt 1, 18-25; Lc 2, 5);

2) Por eso, José era considerado por las gentes como el padre de Jesús. Hijo eterno de Dios, hecho hombre en las entrañas de María, no por obra de José ni de varón alguno, sino por obra del Espíritu Santo (Lc 2, 42; 3, 23; Mt 13, 55);

3) José ejercía el oficio y tenía los cuidados del padre de familia respecto de Jesús y de María, quienes, a su vez, le estuvieron sujetos como a su legítima cabeza (Lc 2, 51);

4) Por fin, José, observa San Mateo, era un varón justo, que, en lenguaje bíblico, significa que era un varón adornado de todas las virtudes (Mt 1, 19).

“He aquí las afirmaciones escuetas de la Sagrada Escritura”, concluye él. Y se pregunta: “¿Dice poco? Digamos más bien que en pocas palabras dice mucho. ¿Acaso hemos meditado los títulos de gloria que encierran estas afirmaciones breves y sencillas?”.

Y argumenta: “Es verdad que los evangelistas mencionan poco a San José en los Evangelios. Pero ellos también poco dijeron de la Santísima Virgen. Sin embargo, al llamarla Madre de Dios —María, de quien nació Jesús— compendiaron todas sus glorias en este solo título”.

“Del mismo modo —concluye el teólogo español— resumieron toda la santidad, las virtudes y los privilegios de San José en el título de Esposo de la Virgen. En esas dos palabras, sin embargo, están contenidas alabanzas casi infinitas. Toda la teología de San José (o Josefología) tiene un fundamento primero y principal: el matrimonio que le liga con María, la Madre de Cristo”.5

Son, por lo tanto, dos los principios en que se apoya toda la teología de San José:

1) Su unión con la Virgen María por el matrimonio; y,

2) Su ministerio paternal con relación a Jesucristo.

Príncipe de la Casa Real de David

Según la lengua del país, José significa crecimiento, aumento. Por lo que san Bernardo exclama: “Conjetura también por su nombre propio (que sin duda significa aumento) qué hombre tan grande y de cuánta virtud era este José”.6

De su nacimiento tenemos apenas las palabras de San Mateo: “Y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo” (Mt 1, 16). Jacob fue, pues, el padre del casto Esposo de María. A respecto de su madre, nada se sabe.

¿Dónde nació San José? Algunos opinan que en Belén. Otros que en Nazaret, donde desposó a María y donde se operó el inefable misterio de la Encarnación.

Por otro lado, sabemos que, de acuerdo con las profecías relativas a la persona del Mesías, Cristo Jesús nacería de la tribu de Judá y de la descendencia de David. Jesús, tanto por María, su madre, cuanto por José, su padre legal, es hijo de David. San José era príncipe de la Casa Real de David.

Así, ante la historia, San José fue el último lustre de la raza real de Judá; en él, como en María, corrió la última gota de la sangre real de David. Es por ello que Jesús, según habían anunciado los profetas, es el Hijo de David.

Como el último Patriarca, San José es el nexo más calificado entre el Antiguo y el Nuevo Testamento.

Infancia y adolescencia según los “apócrifos”

Los evangelios apócrifos —es decir, no aceptados por la Iglesia en el Canon de los Evangelios— dan a José incluso un parentesco próximo con la Virgen María. Según la venerable María de Ágreda, “José descendía de David por Salomón, y María descendía de él por Natán. Jacob, padre de San José, era hermano de santa Ana, madre de la Santísima Virgen María”.7 Pero nada hay en los Evangelios canónicos que corrobore tal afirmación.

Ya la beata Ana Catalina Emmerich lo hace el tercero entre seis hermanos. Según ella, en su infancia, José era “de natural muy distinto a sus hermanos, era muy inteligente, y aprendía todo muy fácilmente, a pesar de ser sencillo, apacible, piadoso y sin ambiciones. Sus hermanos lo hacían víctima de toda clase de travesuras y a veces lo maltrataban”. Era contemplativo y muy piadoso. Según la vidente, “los padres no le mostraban tampoco mayor cariño. Hubieran deseado que empleara su talento en conquistarse una posición en el mundo; pero José no aspiraba a nada de esto. Los padres encontraban a José demasiado simple y rutinario; les parecía mal que amara tanto la oración y el trabajo manual”.

Siempre según Ana Catalina, cuando él tenía unos veinte años de edad, para evitar la persecución y las burlas de sus hermanos, salió de casa, trabajando en diversas ciudades como aprendiz de carpintero, hasta dominar la profesión y establecerse en Nazaret.8

Lo que lleva a Charles L. Souavay a afirmar: “San José, por cierto, fue un tekton, como podemos aprender en San Mateo (13, 55) y San Marcos (6, 3). La palabra significa tanto mecánico [o trabajador manual] en general como carpintero en particular; san Justino se inclina por la última acepción, y la tradición ha aceptado esta interpretación”.9

La vara florida

Existe un evangelio apócrifo, el Protoevangelio de Santiago, que se refiere a la Santísima Virgen educada en el Templo desde los tres años de edad. Huérfana de padre y madre, al llegar a la edad núbil, el Sumo Sacerdote buscó entre los jóvenes de la estirpe de David a uno para que fuera su esposo. Convocó para esto a todos los jóvenes descendientes del Rey-Profeta y, entre ellos, a San José. Como el profeta Isaías había predicho que “brotará un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago” (Is 11, 1). Tal profecía motivó a que todos los pretendientes depositaran una vara en el altar de la propiciación. La que floreciera indicaría al más digno de tomar la mano de María. Cuando amaneció, la vara de San José estaba cubierta de lirios, símbolo de su pureza. Así fue él escogido. De ahí la tradición, en la piedad católica, de representar a San José con un ramo de lirios en la mano.

En las visiones de sor María de Ágreda y de Ana Catalina Emmerich también aparece esa vara florida.

El matrimonio con la Virgen

Para entender a cabalidad lo que el Evangelio nos narra a respecto del matrimonio de María y José, es necesario tener presente algunas nociones de cómo en aquella época se realizaban las bodas entre los judíos.

El matrimonio constaba de dos actos principales, que se podrían llamar de esponsales (o desposorio) y de nupcias.

“Los esponsales no eran, como entre nosotros, una promesa de futuro matrimonio [como es el noviazgo], sino un verdadero y perfecto contrato matrimonial… A este contrato matrimonial seguían —después de un intervalo aproximado de doce meses, si la esposa contraía por primera vez matrimonio, o de un mes si se trataba de una viuda— las bodas públicas y solemnes, que esencialmente consistían en conducir a la esposa entre música y algazara popular a la casa del esposo, y eran la ceremonia complementaria del contrato matrimonial”.10

Así, ya por los esponsales la mujer pasaba del poder del padre al del marido, aunque continuara viviendo en la casa paterna. Por lo tanto, si después del desposorio la mujer se casara o tuviera comercio con otro hombre, era considerada adúltera, pudiendo el marido darle el libelo de repudio, lo que haría con que pudiera ser castigada con la muerte por lapidación, pena reservada a las adúlteras.


“Según observa el Evangelio de San Mateo (1, 19), José era un varón justo, lo cual significa –en lenguaje bíblico– que era un varón adornado de todas las virtudes”


Pero, se preguntan los exegetas, ¿el matrimonio de San José con la Virgen María se realizó antes o después de la Anunciación?

Y concuerdan en que, en el momento de la Anunciación, Nuestra Señora estaba desposada con San José, no obstante no había sido llevada aún a su casa. Es decir, no se habían realizado las nupcias propiamente dichas. Ellas recién ocurrieron tres meses más tarde, cuando María Santísima regresó a Nazaret, después de la visita a santa Isabel. Es por eso que, cuando el ángel esclareció a San José sobre la maternidad divina de María, le dijo: “No temas acoger [en tu casa] a María” (Mt 1, 20).

“En este supuesto, comúnmente admitido —escribe el eminente exegeta jesuita P. José María Bover—, no hay duda de que el relato de San Mateo deja en el ánimo la impresión de que José, al conocer la maternidad de María, solo estaba desposado con ella, y que lo que le ordena el ángel es precisamente la celebración de las bodas. En efecto, comienza el relato consignando los simples desposorios: Desposada su madre María con José… Luego dice el ángel: No temas tomar contigo a María tu mujer… Lo cual cumple a la letra, cuando, despertado del sueño, tomó consigo a su mujer; que no parece ser otra cosa que la celebración de la boda, en que el esposo tomaba consigo a la esposa y la llevaba a su casa”.11

San Jerónimo expone tres razones por las cuales Dios quiso que María, Madre de Jesús, se casara:

1) Para que la genealogía de José, de quien María era pariente próxima, sirviera también para demostrar el origen real de la esposa: los descendientes de David debían casarse en el ámbito del parentesco (Núm 36, 8);

2) Para que la Virgen no fuera acusada de adulterio y condenada a ser lapidada, como ordenaba la ley de Moisés, si concibiera y no estuviera casada;

3) Y, por fin, para que tuviera la protección del esposo durante la huida a Egipto.12

Sobre el compromiso de José y María de conservar su virginidad, comenta el gran predicador francés Jacques-Benigne Bossuet, siguiendo a san Agustín: “La fidelidad de este matrimonio consiste en que ambos cuiden de la perfecta integridad que se habían prometido. Son dos virginidades que se unen para conservarse eternamente una a la otra por una casta correspondencia […]. Tal es el vínculo de este matrimonio, tanto más firme que las promesas que se dieron deben ser más inviolables por eso mismo que son más santas”,13 pues no apenas María, sino también San José, habría hecho el voto de virginidad, según afirma san Jerónimo en su controversia con Elvidio: “Tú dices que María no permaneció virgen; yo, por el contrario, vindico, además, que el mismo José fue virgen por María, para que de un desposorio virginal naciese un hijo virgen... Puesto que fue más custodio que marido de María, se concluye que permaneció virgen con María el que mereció ser llamado padre del Señor”.14

Por lo que pregunta san Pedro Damián, el gran santo del siglo XI: “¿Ignoráis que el Hijo de Dios tuvo en tal estima la pureza del cuerpo, que la castidad conyugal no fue suficiente a sus ojos, sino que Él quiso encarnarse en el seno de una virgen? Y no era aún suficiente; no solamente su madre fue virgen, más aún, tal es la fe de la Iglesia, aquel que fue visto como su padre era igualmente virgen”.15

Matrimonio perfecto, aunque sin prole

Una pregunta se levanta: ¿el matrimonio entre María y José fue un casamiento perfecto, no habiendo en él uno de sus fines específicos, que es la prole? Santo Tomás responde que es teológicamente cierto que el matrimonio entre San José y la Virgen María fue verdadero y perfecto cuanto a la esencia o primera perfección, mas no cuanto al uso del mismo, pues no cohabitaron. Y afirma: “La prole no es efecto del matrimonio solo en cuanto por él es engendrada, sino también en cuanto en él es recibida y educada y en este sentido, no en el otro, fue aquella prole (Cristo) fruto de este matrimonio... Este matrimonio fue especialmente ordenado a recibir y educar aquella prole”.16

Santo Tomás de Aquino observa aún las conveniencias de ese matrimonio: ninguna duda debía surgir, por más ligera que fuese, sobre el honor del hijo y de la madre; si alguna vez se cuestionara este honor, José, el testigo más autorizado, el menos sospechoso, estaría allí para atestiguar su integridad; en fin, Jesús y María encontraban en José la ayuda en su debilidad.17

En la Sagrada Familia, la autoridad es ejercida por quien es menos

San Alfonso escribe: “En aquella casa José manda, y el Hijo de Dios obedece. Esta sujeción de Jesucristo al paso que ostenta la humanidad de Jesús, patentiza la elevada dignidad de José. ¿Y puede darse mayor dignidad, ni más encumbrada celsitud, como la de mandar al que impera sobre todos los reyes? Llenó de pasmo al mundo Josué cuando mandó parar al Sol en mitad de su carrera, porque le cumplía cabal tiempo para exterminar a sus enemigos, y el Sol obedeció; más ¿qué género de comparación puede caber entre Josué, a quien presta obediencia el Sol, criatura inanimada, y José a quien se sujeta Jesucristo, que es el Hijo de Dios? Jesucristo, en toda la duración de la vida de José, le respetó como padre, y por treinta años, y hasta que alcanzó el punto de la muerte le obedeció como a padre. Y en efecto, en toda aquella serie de años, la ocupación continua de Jesús Salvador, fue la de obedecer a José. A José correspondió ejercer en todo aquel tiempo el oficio de gobernar, como cabeza que era de la familia; a Jesús, como súbdito, el oficio de obedecer a José”.18

Es por ello que San José amó a Jesucristo más de lo que nadie amó a un hijo o a un amigo. Él veía al Dios-Niño, lo abrazaba, lo besaba, lo tomaba en sus brazos. Eso lo llevaba a amarlo con un amor extraordinario, del que no tenemos idea.

Por lo que viene a propósito citar las palabras del Prof. Plinio Corrêa de Oliveira: “Es costumbre representar, por ejemplo, a san Antonio de Padua con un libro y al Niño Jesús sentado en el libro. Y el santo extasiado, porque el Niño Jesús estuvo en sus brazos por unos instantes. Y miramos admirados a san Antonio: ‘¡Qué feliz es por haber sido distinguido con este honor sin nombre!’ Ahora bien, ¿cuántas veces tuvo San José al Niño Jesús en sus brazos? Más aún: San José tenía los labios lo suficientemente puros y su humildad lo suficientemente grande para hacer algo formidable: ¡responder a Dios! Imaginemos la escena: el Niño Jesús esta frente a él y dice: —‘Os pido un consejo; ¿cómo debo hacer tal cosa?’ Y el Patrono de la Iglesia Universal, una mera criatura, sabiendo que Dios es el que pregunta, ¡da el consejo! Imagínese, si es posible, a un hombre que tuviera la suficiente sabiduría y pureza para gobernar a Dios y a la Virgen María. Entonces se comprenderá la sublimidad de la virtud de San José”.19

“Los esponsales no eran, como entre nosotros, una promesa de futuro matrimonio, sino un verdadero y perfecto contrato matrimonial… A este seguían, después de un intervalo aproximado de doce meses, las bodas públicas y solemnes”

Del mismo modo escribe el padre Pedro de Ribadeneira, discípulo y biógrafo de san Ignacio de Loyola: “La dignidad y excelencia de San José, que fue tan grande que sería necesario lengua de ángeles para poderla explicar; porque ¿a dónde pudo bajar más la dignidad de Dios que a sujetarse a un pobre carpintero? Y, ¿a dónde puede subir la dignidad y soberanía de un hombre más, que a mandar y ser obedecido por Dios? En esto se encierra todo lo que se puede decir de los privilegios, virtudes y excelencias de San José, que sin duda fueron tales, cuales debían de ser las de un varón santísimo, que era esposo de la Madre de Dios y padre putativo de tal Hijo”.20

San Lucas, después de narrar el episodio de la pérdida y del encuentro de Jesús en el Templo, dice que “Él bajó con ellos y fue a Nazaret y estaba sujeto a ellos” (2, 51).

San Bernardo, a respecto de este trecho, nos dejó una interpretación llena de incomparable suavidad: “Dios, a quien están sujetos los ángeles, a quien los principados y potestades obedecen, estaba obediente a María, ni solo a María, sino a José por María”.21

“¿No es el hijo del carpintero?”

“San Lucas, después de narrar el episodio de la pérdida y del encuentro de Jesús en el Templo, dice que ‘Él bajó con ellos y fue a Nazaret y estaba sujeto a ellos’ (2, 51)”

Jesús y José fueron obligados a ganarse el pan con el trabajo de cada día como carpinteros, en una pobre ciudad sin muchos recursos. Así, durante toda su vida, hicieron un trabajo humilde, de forma humilde, que no les permitía la honra derivada de un trabajo de fino cincel, ni la riqueza derivada de su esfuerzo y fatiga. Y esa pobreza y precariedad no eran ciertamente coeficientes de prestigio y honor ante sus conciudadanos.

Los Padres de la Iglesia primitiva evocan la perseverancia de San José y su esmero en el trabajo. Y el Evangelio nos da a entender que San José recurrió exclusivamente al trabajo para suplir las necesidades de la familia.


Tránsito de San José

¿Cuándo murió San José? Sobre ello nada consta en los Evangelios, ni en la Tradición, ni en el consenso de los Santos Padres.

Pero la opinión más común entre los teólogos es así expresada por el padre Albert Michel: “Porque Cristo, el Hombre-Dios, iba a llevar una vida oculta solo por un tiempo, era conveniente que José, ministro y compañero de esta vida oculta, depositario del secreto en el que estaba contenido el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios, desapareciera de la escena de este mundo antes de que la palabra del cielo revelara al hijo de Zacarías, en el desierto, la presencia del Mesías prometido y anunciado. También, en la misma oscuridad que había rodeado su vida, José, continuando hasta el final su misión sublime, rindió sin duda su alma a Dios antes de que Jesús se manifestara a los hombres como Hombre-Dios. Así, a medida que se quitaba el velo que cubría el misterio de la Encarnación, los hombres se habituaron gradualmente a concebir a Cristo sin un padre según la carne”.22

Algunos datos evangélicos, no obstante, pueden orientarnos con relativa seguridad sobre el tiempo en que el santo patriarca dejó esta vida. Su muerte ocurrió casi con certeza antes de la Pasión de Nuestro Señor y, con toda probabilidad, antes del comienzo de su vida pública.

Sabemos que, en las bodas de Caná, no se menciona a San José. Ahora bien, si él estuviera vivo, ciertamente allí estaría con Jesús y María, y los evangelistas no lo dejarían de notar. Por lo tanto, es de suponer que haya fallecido con anterioridad.

San Lucas, también, cuando narra el episodio en que Jesús estaba predicando y alguien vino a decirle que su madre y sus “hermanos” lo buscaban, responde: “Mi madre y mis hermanos son estos: los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen”. No dijo “mis padres son”, como normalmente diría si José estuviera vivo.

Finalmente, en lo alto de la Cruz, Jesús moribundo confió su Madre a san Juan Evangelista, que a partir de entonces la acogió bajo su techo. Esto no ocurriría si San José viviera.

Por otro lado, como es de suponer que Jesús y María estuvieran vivos cuando ocurrió el tránsito de San José, ciertamente lo asistieron en el último momento. Por eso la tradición cristiana lo invoca como patrono de los moribundos y de la buena muerte.

Dice san Alfonso María de Ligorio: “Asistido por su hijo Jesús y su esposa María que estaban al lado de su pobre lecho, consolado por tan sublime compañía, conservando hasta el fin una calma celestial, salió de esta vida miserable. ¿Cómo podría ser amarga la muerte para él si moría entre los brazos de la Vida?”.23

Al morir, San José fue al Limbo de los Justos en espera del momento bendito en que Nuestro Señor, después de su Pasión y Muerte, abriría las puertas del cielo para aquellas almas santas. Se conjetura que San José haya sido entonces el legado que anunció a todos los habitantes del Limbo el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios y de la Redención.


Conclusión: honrar a San José por sobre todos los santos

Lo primero que salta a la vista cuando se contempla a San José es su santidad, la cual es el motivo de su grandeza y lo que explica y valoriza todas las otras grandezas que se encuentran en él en abundancia.

Según los teólogos, las virtudes características de San José han sido su “amor de esposo” a la Virgen María; su “amor de padre virginal” a Cristo; su “autoridad y solicitud” como jefe de familia, y su “trabajo manual” de obrero sencillo y modesto.24

El Evangelio llama a José “hombre justo”. El evangelista se limita a lo esencial, y no gusta de superlativos. Pero en el lenguaje bíblico la palabra justo quiere decir un hombre de mucha virtud, un santo. En efecto, en el texto sagrado, las palabras justo y justicia toman un significado bastante más amplio, hasta identificarse con la perfección y la santidad.

¿En qué consiste esa justicia en San José? Dice santo Tomás de Aquino: “La justicia no es solamente esa virtud especial que atribuye a cada uno lo que le pertenece, es aún esa rectitud general del alma que consiste en la reunión de todas las virtudes”. Y San Juan Crisóstomo añade: “El nombre justo, que el Espíritu Santo da a San José, significa completo en todas las virtudes”.25 La justicia, en efecto, comprende la ausencia de todo vicio y la posesión de toda virtud.

En José la santidad se identifica, pues, con la justicia entendida en el sentido más pleno que le da siempre la Sagrada Escritura, vale decir, la fiel observancia de toda la Ley, de la manera más escrupulosa y constante, una justicia de obras llevada a cabo sin lamentaciones, sin comentarios, sin protestas, sin recriminaciones, siempre en silencio; una justicia concretizada en la fe, en la esperanza y en la caridad; fe profunda e inamovible; esperanza firme hasta la certeza; caridad inflamada, que arde y brilla sin extinguirse nunca.

Él poseía, además, en altísimo grado, los siete dones del Espíritu Santo. Así, en él resplandecían la sabiduría, el entendimiento, la ciencia, el consejo, la fortaleza, la piedad y el temor de Dios.

San Leonardo de Porto Maurizio (canonizado por Pío IX en 1866) así se expresa con relación a las grandezas de San José:

“Que los evangelistas guarden silencio sobre San José, poco importa. Que ellos se abstengan de exaltar, como podrían hacer, esas virtudes y prerrogativas excelentes que resaltan su dignidad; me basta que ellos lo representen como el esposo de María, virum Mariae de qua natus est Jesus, es decir, el que de todos los mortales que se asemeja más a la criatura más perfecta salida de las manos de Dios, pues, como dice san Bernardo, ‘José fue creado a semejanza de la Virgen su esposa’. Esposo de María, es decir, el que más se acerca a esa criatura sublime que elevada al cielo fue arrebatada hasta el seno del Padre eterno por su propio Hijo. Esposo de María, es decir, con el mismo corazón y alma que tiene el corazón y el alma del Hijo de Dios”.26

Concluimos con el erudito P. Albert Michel, al tratar de la santidad de San José “su fe profunda, su esperanza confiada, su amor siempre creciente deben ser exaltados en contacto con Aquel que, en su compañía, manifestó cada vez más a los hombres ‘la gracia y la sabiduría que había en él’. Es necesario recordar la prudencia y la fuerza del vigilante guardián que es responsable de arrancar al Niño y a su Madre de las emboscadas de sus peores enemigos. La justicia del hombre perfecto que la Escritura describe en una sola palabra: justus; la templanza de ese humilde y laborioso artesano. Así se podría revisar todas las virtudes y atribuirlas a San José en un grado supereminente: uno permanecería ciertamente dentro de los límites de la verdad”.27

Notas.-

1. Les Petits Bollandistes, Vies des Saints, Bloud et Barral, Libraires-Éditeurs, París, 1882, t. 13, p. 529.

2. Autobiografía, n. 831 in San Antonio María Claret, Escritos autobiográficos, BAC, Madrid, 1981, p. 389.

3. Santa Teresa de Jesús, Libro de la Vida, Monte Carmelo, 1998, c. 6, p. 55-56.

4. Tratado del Amor de Dios, Libro II, Origen del Amor Divino, in http://www.clerus.org/bibliaclerusonline/es/jbq.htm.

5. Bonifacio Llamera OP, Teología de San José, BAC, Madrid, 1953, p. 10-11.

6. San Bernardo de Claraval, Las Grandezas de María, c. 3.

7. Sor María de Jesús de Agreda, Vie Divine de la Très Sainte Vierge Marie, Editions Saint-Michel, Saint-Cénére (Francia), 1916, p. 83, nota.

8. Ana Catalina Emmerich, Vida de la Santísima Virgen, Espasa Calpe Argentina, Buenos Aires, 1944, p. 145 ss.

9. Charles L. Souvay, Saint Joseph, in The Catholic Encyclopedia (1910), Cd-Rom Edition Copyright 2003 by Kevin Knight.

10. S. del Páramo, Temas bíblicos, III, p. 223-224, apud Angel Luis Iglesias-J. Prado González, San José (Sagrada Escritura), in https://mercaba.org/Rialp/J/jose_san_i_sagrada_escritura.htm.

11. J. M. Bover, Vida de N. S. Jesu-Cristo, p. 120, apud Angel Luis Iglesias-J. Prado González, op. cit.

12. Comentario a Mateus, apud Paolo Calliari, San José – Patrono del Perú, Editora Latina, Lima, 1991, p. 52.

13. Segundo discurso sobre San José, apud P. Calliari, op. cit., p. 82.

14. De perp. Virg. B. M. V.:PL 23, 213, apud M. Llamera, San José, in https://mercaba.org/Rialp/J/jose_san.htm.

15. Apud Les Petits Bollandistes, op. cit., p. 506.

16. Sent. d. 30, q. 2, a. 2, ad. 4, apud M. Llamera, San José (Teología Dogmática), in https://mercaba.org/Rialp/J/jose_san.htm.

17. Cf. Albert Michel, Joseph (Saint), in Dictionnaire de Théologie Catholique, Letouzey et Ané, París, 1925, t. VIII, col. 1511.

18. Apud P. Calliari, op. cit., p. 68.

19. Plinio Corrêa de Oliveira, San José, mártir de la grandeza, in Catolicismo, n. 411, marzo de 1985.

20. Pedro de Ribadeneira SJ, Flos Sanctorum, in Eduardo María Vilarrasa, La Leyenda de Oro, L. González y Compañía – Editores, Barcelona, 1896, v. I, p. 618.

21. Apud Les Petits Bollandistes, op. cit., p. 520.

22. Albert Michel, op. cit., col. 1513.

23. Apud P. Calliari, op. cit., p. 142.

24. Apud B. Llamera, op. cit., p. 243.

25. Apud Les Petits Bollandistes, op. cit., p. 503.

26. Idem ib., p. 520.

27. Albert Michel, op. cit., col. 1519.

MATERIAL RECOPILADO Y PREPARADO POR LA WEB   fatima.org.pe 

MENSAJES DE MEJUGORJE - Mensaje 25 de febrero -

 Mensajes de Nuestra Señora Reina de la Paz en Medjugorje


Al inicio Nuestra Señora regularmente da sus mensajes sólo a los videntes, y a través de ellos a todos los fieles. A partir del 1 de marzo de 1984, Nuestra Señora comienza a entregar regularmente sus mensajes todos los jueves a la comunidad de parroquial de Medjugorje, y a través de ella, al resto del mundo. Puesto que algunas cosas que el Señor había deseado se cumplieron, como lo afirmó Nuestra Señora , a partir del 25 de enero de 1987, Nuestra Señora da sus mensajes a todo el mundo los 25 de cada mes Esto aún continúa.

Mirjana Dragicevic-Soldo, Ivanka Ivankovic-Elez y Jakov Colo tuvieron apariciones diarias hasta 1982, 1985, y 1998 respectivamente. Desde entonces, la Virgen se les aparece una vez al año y les da un mensaje. Debido a que el trabajo sobre los archivos está aún en curso, no estamos en condiciones de publicar los mensajes otorgados antes de 1995.

(http://www.medjugorje.ws)


Mensaje 25 de febrero de 2021

 “¡Queridos hijos! También hoy Dios me ha permitido estar con ustedes para invitarlos a la oración y al ayuno. Vivan este tiempo de gracia y sean testigos de esperanza, porque les repito, hijitos: con la oración y el ayuno incluso las guerras pueden ser suprimidas. Hijitos, crean y vivan en la fe y con la fe este tiempo de gracia; mi Inmaculado Corazón no abandona a ninguno de ustedes en el desasosiego si recurre a mí. Intercedo por ustedes ante el Altísimo y oro por la paz en sus corazones y por la esperanza en el futuro. Gracias por haber respondido a mi llamado. ”

TRATADO DEL PURGATORIO - PARTE 3

DE CATALINA DE GÉNOVA

Al parecer, Santa Catalina no escribió de su mano ninguna de las obras que se le atribuyen, sino que éstas son recopilaciones hechas por amigos y discípulos suyos.




Ver parte 2 aqui

13. Así sucede por lo que se refiere al purgatorio. El alma separada del cuerpo, cuando no se halla en aquella pureza en la que fue creada, viéndose con tal impedimento, que no puede quitarse sino por medio del purgatorio, al punto se arroja en él, y con toda voluntad.

Y si no encontrase tal ordenación capaz de quitarle ese impedimento, en aquel instante se le formaría un infierno peor de lo que es el purgatorio, viendo ella que no podía unirse, por aquel impedimento, a Dios, su fin. Este fin le importa tanto que, en comparación de él, el purgatorio le parece nada, aunque ya se ha dicho que se parece al infierno.

14. Y todavía he de decir que, según veo, el paraíso no tiene por parte de Dios ninguna puerta, sino que allí entra quien allí quiere entrar, porque Dios es todo misericordia, y se vuelve a nosotros con los brazos abiertos para recibirnos en su gloria.

Y veo también perfectamente que aquella divina esencia es de tal pureza y claridad, mucho más de lo que el hombre pueda imaginar, que el alma que en sí tuviera una imperfección que fuera como una mota de polvo, se arrojaría al punto en mil infiernos, antes de encontrarse ante la presencia divina con aquella mancha mínima.

Y entendiendo que el purgatorio está precisamente dispuesto para quitar esa mancha, allí se arrojaría, como ya he dicho, pareciéndole hallar una gran misericordia, capaz de quitarle ese impedimento.

15. La importancia que tiene el purgatorio es algo que ni lengua humana puede expresar, ni la mente comprender. Yo veo en él tanta pena como en el infierno. Y veo, sin embargo, que el alma que se sintiese con tal mancha, lo recibiría como una misericordia, como ya he dicho, no teniéndolo en nada, en cierto sentido, en comparación de aquella mancha que le impide unirse a su amor.

Me parece ver que la pena de las almas del purgatorio consiste más en que ven en sí algo que desagrada a Dios, y que lo han hecho voluntariamente, contra tanta bondad de Dios, que en cualesquiera otras penas que allí puedan encontrarse. Y digo esto porque, estando ellas en gracia, ven la verdadera importancia del impedimento que no les deja acercarse a Dios.

16. Y así me ratifico en esto que he podido comprender incluso en esta vida, la cual me parece de tanta pobreza que toda visión de aquí abajo, toda palabra, todo sentimiento, toda imaginación, toda justicia, toda verdad, me parece más mentira que verdad. Y de cuanto he logrado decir me quedo yo más confusa que satisfecha. Pero si no me expreso en términos mejores, es porque no los encuentro.

Todo lo que aquí se ha dicho, en comparación de lo que capta la mente, es nada. Yo veo una conformidad tan grande de Dios con el alma, que, cuando Él la ve en aquella pureza en que la creó, le da en cierto modo atractivo un amor fogoso, que es suficiente para aniquilarla, aunque ella sea inmortal. Y esto hace que el alma de tal manera se transforme en el Dios suyo, que no parece sino que sea Dios.

Él continuamente la va atrayendo y encendiendo en su fuego, y no le deja ya nunca, hasta que le haya conducido a aquel su primigenio ser, es decir, a aquella perfecta pureza en la que fue creada.


17. Cuando el alma, por visión interior, se ve así atraída por Dios con tanto fuego de amor, que redunda en su mente, se siente toda derretir en el calor de aquel amor fogoso de su dulce Dios. Y ve que Dios, solamente por puro amor, nunca deja de atraerla y llevarla a su total perfección.

Cuando el alma ve esto, mostrándoselo Dios con su luz; cuando encuentra en sí misma aquel impedimento que no le deja seguir aquella atracción, aquella mirada unitiva que Dios le ha dirigido para atraerla; y cuando, con aquella luz que le hace ver lo que importa, se ve retardada para poder seguir la fuerza atractiva de aquella mirada unitiva, se genera en ella la pena que sufren los que están en el purgatorio. Y no es que hagan consideración de su pena, aunque en realidad sea grandísima, sino que estiman sobre todo la oposición que en sí encuentran contra la voluntad de Dios, al que ven claramente encendido de un extremado y puro amor hacia ellos. Él les atrae tan fuertemente con aquella su mirada unitiva, como si no tuviera otra cosa que hacer sino esto.

Por eso el alma que esto ve, si hallase otro purgatorio mayor que el purgatorio, para poder quitarse más pronto aquel impedimento, allí se lanzaría dentro, por el ímpetu de aquel amor que hace conformes a Dios y al alma.


18. Y veo más todavía. Veo proceder de aquel amor divino hacia el alma ciertos rayos y fulguraciones ígneas, tan penetrantes y tan fuertes, que parecieran ser capaces de aniquilar no sólo el cuerpo, sino también el alma, si esto fuera posible.

Dos operaciones realizan estos tales rayos en el alma: primero la purifican, y segundo la aniquilan.

Sucede en esto como con el oro que, cuanto más lo funden, de mejor calidad resulta; y tanto podría ser fundido, que llegara a verse aniquilado en toda su perfección. Éste es el efecto del fuego en las cosas materiales. El alma, en cambio, no puede ser aniquilada en Dios, pero sí en ella misma; y cuanto más sea purificada, tanto más viene a ser aniquilada en sí misma, mientras que permanece en Dios como alma purificada.

El oro, cuando es purificado hasta los veinticuatro quilates, ya después no se consuma más, por mucho fuego que le apliquen, pues no puede consumarse sino la imperfección de ese oro. Así es, pues, como obra en el alma el fuego divino. Dios le aplica tanto fuego, que consuma en ella toda imperfección y la conduce a la perfección de veinticuatro quilates -cada uno en su grado de perfección-.

Y cuando el alma está purificada, permanece toda en Dios, sin nada propio en sí misma, ya que la purificación del alma consiste precisamente en la privación de nosotros en nosotros. Nuestro ser está ya en Dios. El cual, cuando ha conducido a Sí mismo el alma de este modo purificada, la deja ya impasible, pues no queda ya en ella nada por consumar.

Y si entonces fuese esta alma purificada mantenida al fuego, no le sería ya penoso, sino que sólo vendría a ser para ella fuego de divino amor, que le daría vida eterna, sin contrariedad alguna, como las almas bienaventuradas, pero ya en esta vida, si esto fuera posible estando en el cuerpo. Aunque no creo que nunca Dios tenga en la tierra almas que estén así, como no sea para realizar alguna gran obra divina. 

Continua 

EXTRACTO - LIBRO DE CIELO - De Jesus a Luisa Piccarreta

Le explica el modo de sufrir

(Marzo 19, 1901)

Esta mañana, encontrándome toda oprimida y sufriente, sobre todo por la privación de mi dulce Jesús, después de mucho esperar, en cuanto lo he visto me ha dicho:

(2) “Hija mía, el verdadero modo de sufrir es no mirar de quién vienen los sufrimientos, ni qué cosa se sufre, sino al bien que debe venir de los sufrimientos; este fue mi modo de sufrir, no miré ni a los verdugos, ni al sufrir, sino al bien que quería hacer por medio de mi sufrir, aun a aquellos mismos que me daban el sufrimiento, y mirando el bien que debía producir a los hombres desprecié todo lo demás, y con intrepidez seguí el curso de mi sufrir. Hija mía, este es el modo más fácil y más provechoso para sufrir no sólo con paciencia, sino con ánimo invicto y animoso”.


Extracto de la obra "Libro de Cielo" de la venerable Luisa Piccarreta. 

PUEDE UN NO CATÓLICO CONFESARSE CON UN SACERDOTE

Muchos no católicos están intrigados por la confesión y tienen curiosidad acerca de si pueden recibir las mismas gracias que los católicos...

Si bien la confesión a menudo es considerada bajo sospecha por muchos no católicos, a algunos de ellos les gustaría confesarse. Hablamos de personas que no se están preparando para el bautismo ni tienen la intención (en un futuro próximo) de convertirse en católicos.

Además de las muchas gracias recibidas en la confesión, estas personas pueden estar interesadas ​​en los beneficios psicológicos de contarle a alguien más sus pecados y en el alivio que se siente al escuchar las palabras de absolución.

Sin embargo, ¿está permitido que un no católico se ponga en la fila del confesionario y se arrodille ante un sacerdote para recibir el sacramento de la reconciliación?

El Código de Derecho Canónico es bastante sencillo acerca de los sacramentos de la Iglesia católica. Si bien la Iglesia reconoce el bautismo de la mayoría de las denominaciones cristianas, la realización válida del sacramento de la confesión solo se reconoce dentro de los límites de la Iglesia católica (con la excepción principal de la Iglesia ortodoxa).

Casi siempre, para recibir una confesión lícita, hay que ser miembro de la Iglesia católica.

Los ministros católicos administran los sacramentos lícitamente a los miembros de la Iglesia católica, quienes también los reciben lícitamente solo de los ministros católicos (Can. 844 §1.)

Hay algunos casos en los que un cristiano ortodoxo también puede recibir el sacramento de la confesión, ya que esta rama del cristianismo tiene sacramentos válidos para la Iglesia católica.

Sin embargo, el Código de Derecho Canónico enumera algunas excepciones para los bautizados no católicos:
Si hay peligro de muerte o, a juicio del Obispo diocesano o de la Conferencia Episcopal, urge otra necesidad grave, los ministros católicos pueden administrar lícitamente esos mismos sacramentos también a los demás cristianos que no están en comunión plena con la Iglesia católica, cuando éstos no puedan acudir a un ministro de su propia comunidad y lo pidan espontáneamente, con tal de que profesen la fe católica respecto a esos sacramentos y estén bien dispuestos. (Can. 844 §4.)

Básicamente, un sacerdote católico puede ofrecer la absolución a los cristianos no católicos en ciertos casos raros, como el peligro de muerte.

A los cristianos no católicos se les anima a buscar un sacerdote católico para recibir asesoramiento espiritual, y pueden hacerlo en el contexto de una reunión programada en la oficina parroquial.

Sin embargo, en la mayoría de los casos, mejor no acercarse a un sacerdote durante una confesión programada regularmente en el edificio de la iglesia.

Estos tiempos están reservados para los miembros de la Iglesia católica y no permiten el momento adecuado para la catequesis o el asesoramiento personal extendido.

La confesión es un hermoso sacramento, que puede liberar a una persona del pecado y establecer un nuevo camino. Sin embargo, para abrazar completamente este regalo, uno debe estar debidamente catequizado e iniciado completamente en la Iglesia católica.

TIENES QUE CONOCER A A ESTOS DIEZ GRANDES SANTOS CUYOS CUERPOS ESTÁN INCORRUPTOS


Los santos de cuerpos incorruptos son una muestra de la misericordia de Dios para los vivos, son testimonio de la vida eterna. Son testimonio de que nos santificamos y de que nuestra sangre se cristifica con la Santa Eucaristía o sea con el Cuerpo y la Sangre de Jesús.

DE LA AUTORA

 En relación a la entrada: La Sacristía también es lugar Litúrgico.


En nuestro país Panamá, la mayoría de las iglesias que conozco tienen pequeñas Sacristías. Pero eso no quiere decir que no debamos tenerla siempre limpia, en orden, en silencio.

Bien dice este articulo que el silencio y el orden son cualidades de una buena Sacristía, ya que es lugar casi-Sagrado para permitir que el sacerdote y los ministros se dispongan a los misterios con humildad y devoción.

Que sorpresa y tristeza me lleve cuando hace tiempo atrás conversando con una señora que se había encargado de cierta sacristía por mucho tiempo, solo recordaba haberla barrido dos veces y lo mismo era el orden que imperaba en este lugar.

Con tristeza he visto que en algunas Parroquias o Capillas la sacristía se convierte en un lugar como lo describe este articulo: "Muy poco recomendable es el comportamiento de algunas personas que -en todas las parroquias- un poco antes de la Misa se dedica, en lugar de rezar, a irse a la sacristía, sentarse allí, curiosear, entablar conversación, “cotillear", y luego presumir de “católicos comprometidos” o de “amigo del cura".

La sacristía tampoco debe ser lugar para confesar pues para eso esta el confesionario, tal como lo pide y exige la Iglesia. Veo siempre los confesionarios abandonados, como si fuera un adorno del pasado, arrinconados por algún pasillo o lugar apartado junto a los reclinatorios también abandonados. Cada vez que los veo siento una gran tristeza y recuerdo que esta es una de las razones por las que Jesús y su santísima Madre lloran, y a veces lagrimas de sangre.

El confesionario nunca quedara obsoleto, tanto así que el Papa confiesa y se confiesa en un confesionario. Y como ejemplo a seguir en la Basílica de San Pedro, como en las otras basílicas patriarcales de Roma, solo se confiesa en los confesionarios. Solo hay excepciones cuando es un agonizante en su lecho, un preso en la cárcel, una persona en la calle en peligro de muerte, etc.


Cada vez que veo estos confesionarios olvidados sin uso (al igual que los reclinatorios) recuerdo muy bien que en exorcismos como los del padre Arnold Renz, los demonios han declarado que ellos están felices pues son ellos los que han logrado todo esto. Muchos sacerdotes están enterados de estas declaraciones del mismo infierno pero hacen caso omiso. De verdad pido al Señor que los perdone, los ilumine, los transforme en El.

Estos sacerdotes solitos y voluntariamente se acercan a ese perro rabioso encadenado que dice Don Bosco y que lamentablemente después suceden cosas de las cuales tristemente se enteran los fieles. Así se han perdido sacerdotes.

Muchos de ellos dicen que confiesan en la Sacristía a puerta cerrada porque la gente quiere privacidad; pues en esa privacidad se privaran del Señor pues esto indica que tienen primero respeto humano antes que respeto y temor de Dios.

Aconsejo a estos sacerdotes que nuevamente lean la vida de los sacerdotes santos y sus ejemplos y que sean sacerdotes fieles a la Santa Iglesia Católica para que ejerzan bien su ministerio y hablen con su vida del amor y fidelidad que le tienen a Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo y a la Reina de los sacerdotes.

EL HOMBRE DEBERÍA TEMBLAR

EL HOMBRE DEBERÍA TEMBLAR
San Francisco de Asís