FRASES PARA SACERDOTES

"TODO LO QUE EL SACERDOTE VISTE, TIENE UNA BATALLA ESPIRITUAL". De: Marino Restrepo.

Una misa de campaña en medio de las bombas


Al césar lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Así como este Santo sacerdote quiero decir que primero sirvamos a Dios y después, a los hombres.

EL AMOR REDENTOR DE CRISTO: LA CRUZ COMO CUMBRE DEL AMOR

"Nadie tiene amor más grande que dar la vida por sus amigos."

— Juan 15,13

Cristo no murió por accidente ni por fuerza del destino. Su pasión y muerte en la cruz no fueron una tragedia, sino un acto libre, consciente y profundamente voluntario de amor redentor. Él no fue una víctima del poder humano, sino el Rey de un amor que salva, el Cordero que se entrega por amor.

Jesús no huyó del sufrimiento. En el Huerto de Getsemaní, con el alma angustiada, pronunció una de las oraciones más impactantes del Evangelio:

Padre, si es posible, que pase de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lc 22,42).

Allí se selló su decisión: entregarse hasta el final por ti, por mí, por todos. No fue un gesto simbólico, fue un amor real, con sangre, con cruz, con dolor… pero también con esperanza, con victoria, con salvación.


La Cruz: No Fracaso, sino Triunfo del Amor

Desde fuera, la cruz puede parecer un símbolo de fracaso. Pero desde la fe, es el signo más alto del amor de Dios. En ella, Cristo toma sobre sí el pecado del mundo y lo vence no con odio, sino con misericordia.

Como lo profetizó Isaías:

Fue traspasado por nuestras rebeliones, molido por nuestras culpas; el castigo que nos da la paz cayó sobre Él, y por sus llagas hemos sido sanados” (Is 53,5).

Cristo no huyó de la cruz. La abrazó.
Y en ella nos redimió.


Un Amor que Hoy También Es para Ti

San Pablo escribió con claridad lo que debería ser la conciencia de cada cristiano:

Me amó… y se entregó por mí” (Gálatas 2,20).

Cristo no murió por multitudes anónimas. Murió por ti, personalmente. Ese amor es eterno, actual y concreto. Hoy sigue llamándote, sanándote, perdonándote, acompañándote. Su entrega en la cruz no fue solo por el ayer, sino para que hoy tú vivas una vida nueva, con sentido, reconciliada y en libertad.


¿Cómo Responder a ese Amor?

La mejor forma de responder al amor redentor de Cristo es con una vida que se deje transformar por Él. Y eso comienza, sobre todo, con la oración.

La oración: Encuentro con el Amor que se entrega

La oración no es una obligación externa ni un acto rutinario. Es el espacio donde ese amor redentor nos toca el corazón, donde entramos en diálogo con el Cristo que dio su vida por nosotros.

En la oración personal, el alma se presenta tal como es. Allí no hay máscaras. Allí no hay que impresionar. Solo hay que dejarse mirar por Cristo desde la cruz, y responder desde lo profundo del corazón.

Como decía Santa Teresa de Jesús:

Orar es tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama”.

En la oración, acogemos ese amor que salva y aprendemos a vivir desde Él. Nos volvemos discípulos de la cruz, no por masoquismo, sino por gratitud.


Claves para vivir la oración personal desde la Cruz
  • Aparta un tiempo diario para estar con Jesús, aunque sea breve. Lo importante es la fidelidad.
  • Contempla un crucifijo o medita el Evangelio de la Pasión. Mira y deja que Él te mire.
  • Habla con sencillez, como con un amigo. Agradece, pide, perdona, ofrece.
  • Escucha en el silencio. No todo es hablar. A veces basta con estar.
  • Ofrece tus sufrimientos unidos a la cruz de Cristo. Nada se pierde si se ofrece con amor.

La Cruz no es el final… es el comienzo

La historia no terminó en el Calvario. La cruz fue seguida por el sepulcro… y luego por la Resurrección. Ese es el poder del amor redentor de Cristo: transforma el sufrimiento en esperanza, la muerte en vida, la culpa en misericordia.

Hoy, Cristo vuelve a decirte desde su cruz:

Te amo. Me entregué por ti. Confía en mí.”


¿Qué harás con ese amor?

Que este sea el tiempo para contemplar más y mejor la cruz, no con miedo, sino con asombro. Que cada oración sea una respuesta, cada sacrificio una ofrenda, y cada día, una oportunidad para vivir redimidos, en y por el amor de Cristo.

La cruz no es la desgracia del cristiano, sino su gloria: es el altar donde Cristo nos amó hasta el extremo y nos enseñó cómo se ama”.

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