La Semana Santa no es un recuerdo trágico ni una serie de hechos aislados cargados de dramatismo. Es, en realidad, la manifestación culminante de un plan eterno de amor, diseñado por Dios desde antes de la creación del mundo, y anunciado a lo largo de toda la historia bíblica. Jesucristo, en su pasión, muerte y resurrección, no improvisa: Él cumple las Escrituras y lleva a su plenitud el plan salvífico de Dios.
“Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había dicho por medio del profeta…”
(Mateo 1,22 — fórmula que se repite varias veces en los Evangelios)
La Historia de la Salvación: Un plan eterno de amor
Desde el Génesis hasta el Apocalipsis, la Biblia presenta una única gran historia: la historia del amor fiel de Dios que busca salvar al hombre caído. Tras la ruptura del pecado original, Dios no abandonó a la humanidad. Al contrario, inició un camino progresivo de revelación y salvación.
A través de Noé, Abraham, Moisés, David y los profetas, Dios fue preparando a su pueblo para el cumplimiento de la promesa definitiva: la venida del Mesías. Y esa promesa no quedó en el aire: se cumplió en la persona de Jesucristo.
San Pablo lo expresa con claridad:
“Cuando llegó la plenitud del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley, para redimir a los que estaban bajo la Ley” (Gálatas 4,4-5).
Jesús no actúa al margen de las Escrituras: Él las cumple
Jesús no vino a abolir el Antiguo Testamento, sino a llevarlo a su cumplimiento. Así lo afirma explícitamente en el Sermón de la Montaña:
“No crean que he venido a abolir la Ley o los Profetas. No he venido a abolir, sino a darles cumplimiento” (Mateo 5,17).
La pasión de Cristo, en especial, está cargada de referencias y ecos del Antiguo Testamento, mostrando que la cruz no fue un accidente, sino el centro del plan divino de salvación.
Algunos ejemplos significativos:
Isaías 53: el cuarto canto del Siervo Sufriente describe con asombrosa exactitud el sufrimiento de Jesús:
“Fue traspasado por nuestras rebeliones, molido por nuestras iniquidades... y por sus llagas hemos sido curados.”
Salmo 22: muchas frases que Jesús pronuncia en la cruz están tomadas de este salmo:
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”,
“Se reparten mis vestiduras, y sobre mi túnica echan suertes.”
Éxodo y el Cordero Pascual: la muerte de Jesús ocurre durante la Pascua judía, conectándolo directamente con el sacrificio del cordero sin mancha cuya sangre liberó a los israelitas en Egipto (cf. Éx 12).
San Juan Bautista lo reconoció:
“Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn 1,29).
Zacarías 12,10:
“Mirarán al que traspasaron.”
Juan lo cita directamente cuando describe la lanza que atravesó el costado de Cristo (cf. Jn 19,37).
Todo esto revela que cada detalle de la Pasión tiene raíz en las Escrituras. Jesús vive y asume su misión sabiendo que está cumpliendo lo que había sido anunciado. Incluso después de resucitar, lo recuerda a los discípulos:
“¡Qué torpes son para entender…! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara en su gloria?” Y comenzando por Moisés y todos los Profetas, les explicó lo que sobre Él decían las Escrituras. (Lucas 24,25-27)
La Semana Santa: Clave interpretativa de toda la Biblia
La Semana Santa, con su centro en el Triduo Pascual (Pasión, Muerte y Resurrección), es el momento clave de la historia bíblica, el punto donde todo lo anunciado se realiza y donde todo adquiere sentido a la luz de Cristo.
“Él es la imagen del Dios invisible… por Él fueron creadas todas las cosas… y por medio de la sangre de su cruz hizo la paz” (Colosenses 1,15-20)
Lo que parecía derrota fue en realidad el triunfo definitivo del amor de Dios. La cruz es el cumplimiento no sólo de profecías aisladas, sino de todo el deseo de Dios de redimir al mundo.
Nada fue improvisado: Dios lo había previsto desde siempre
Dios, que es eterno y omnisciente, no actúa por reacción, sino por designio amoroso. El sacrificio de Cristo en la cruz estaba ya previsto en el plan de Dios desde antes de la creación.
“Cristo fue entregado según el plan determinado y el previo conocimiento de Dios” (Hechos 2,23)
“Fue elegido antes de la creación del mundo y manifestado en los últimos tiempos para bien de ustedes” (1 Pedro 1,20)
Esto significa que, desde siempre, Dios tenía un plan para salvarte. Un plan pensado por amor. Un plan que pasa por la cruz, pero culmina en la gloria.
¿Qué significa esto para nosotros hoy?
Saber que la Pasión de Cristo es cumplimiento y no casualidad cambia completamente nuestra mirada sobre la Semana Santa.
- No asistimos a un drama histórico: participamos en el momento decisivo de nuestra redención.
- No recordamos una muerte trágica: contemplamos el acto supremo del amor fiel de Dios.
- No veneramos una cruz vacía de sentido: adoramos el instrumento por el cual fuimos rescatados.
Y esto nos llama a confiar en el plan de Dios también para nuestras vidas. Si Él supo conducir la historia hasta la cruz y la resurrección, también sabe cómo llevarnos a nosotros a la vida eterna, incluso a través del sufrimiento.
Celebrar la Semana Santa como cumplimiento del Amor
Cada año, al vivir la Semana Santa, la Iglesia nos invita a redescubrir que Dios es fiel, que su Palabra se cumple, y que Cristo es el centro de la historia. No estamos ante ritos vacíos, sino ante el memorial vivo del cumplimiento de las Escrituras y del eterno plan de amor del Padre.
Como escribió San León Magno:
“Lo que era visible en Cristo ha pasado a los sacramentos de la Iglesia.”
Por eso, al participar del Triduo Pascual —la Última Cena, el Calvario, el Sepulcro y la Pascua—, volvemos a entrar en el corazón mismo del plan de Dios.
Un plan que tiene un nombre: Jesucristo.
Y un destino: la salvación de todos los hombres.
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