FRASES PARA SACERDOTES

"TODO LO QUE EL SACERDOTE VISTE, TIENE UNA BATALLA ESPIRITUAL". De: Marino Restrepo.

Una misa de campaña en medio de las bombas


Al césar lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Así como este Santo sacerdote quiero decir que primero sirvamos a Dios y después, a los hombres.

PAPA LEON XIV: "EL SEÑOR NO BUSCA SACERDOTES PERFECTOS, SINO CORAZONES HUMILDES"




Por Almudena Martínez-Bordiú

Este viernes 27 de junio, la Iglesia Católica celebra la Jornada Mundial de Oración por la Santificación de los Sacerdotes, que coincide con la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús.

Con motivo de esta fecha, el Papa León XIV envió un emotivo y tierno mensaje, en tono paternal, a todos los sacerdotes del mundo.

En el marco de la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, el Santo Padre destacó que “el Corazón de Cristo, traspasado por su amor, es la carne viva y vivificante que acoge a cada uno de nosotros, transformándonos a imagen del Buen Pastor”.

En él —agregó el Pontífice—, se comprende la verdadera identidad de nuestro ministerio: ardiendo por la misericordia de Dios, somos testigos gozosos de su amor que sana, acompaña y redime”.

Para el Papa León XIV, la fiesta de hoy “renueva en nuestros corazones la llamada a la entrega total de nosotros mismos al servicio del Pueblo santo de Dios”, una misión que “comienza con la oración y continúa en la unión con el Señor, quien reaviva continuamente en nosotros su don: la santa vocación al sacerdocio”.

Sólo en el Corazón de Jesús encontramos nuestra verdadera humanidad

El Papa también afirmó que “sólo haciendo memoria vivimos y hacemos revivir lo que el Señor nos ha entregado, y nos pide, a su vez, transmitirlo en su nombre”.

La memoria unifica nuestros corazones en el Corazón de Cristo y nuestra vida en la vida de Cristo, de modo que podamos llevar al Pueblo santo de Dios la Palabra y los sacramentos de la salvación, para un mundo reconciliado en el amor”, añadió.

Además, aclaró que “sólo en el Corazón de Jesús encontramos nuestra verdadera humanidad de hijos de Dios y de hermanos entre nosotros”.

Por ello, el Papa León XIV dirigió a los presbíteros una invitación urgente: “¡Sean constructores de unidad y de paz!”, exclamó.

En este contexto, recordó que el sacerdote “está llamado a promover la reconciliación y generar comunión”, siendo pastores capaces de discernir, “hábiles en el arte de recomponer los fragmentos de vida que se nos confían, para ayudar a las personas a encontrar la luz del Evangelio dentro de las tribulaciones de la existencia”.

Para el Pontífice, esto significa también ser “sabios lectores de la realidad, yendo más allá de las emociones del momento, de los miedos y de las modas; significa ofrecer propuestas pastorales que generen y regeneren la fe, construyendo relaciones buenas, vínculos solidarios, comunidades donde brille el estilo de la fraternidad”.

No le teman a su fragilidad

Ser constructores de unidad y de paz no significa imponerse, sino servir. En particular, la fraternidad sacerdotal se convierte en signo creíble de la presencia del Resucitado entre nosotros cuando caracteriza el camino común de nuestros presbíteros”, indicó.

En esta fecha señalada, el Papa León XIV les invitó a renovar su “sí” a Dios y al Pueblo, exhortándoles a dejarse “moldear por la gracia” y custodiar “el fuego del Espíritu recibido en la ordenación para que, unidos a Él, puedan ser sacramento del amor de Jesús en el mundo”.

No le teman a su fragilidad: el Señor no busca sacerdotes perfectos, sino corazones humildes, disponibles a la conversión y dispuestos a amar como Él mismo nos ha amado”, advirtió a continuación.

Por último, el Papa León XIV recordó a los sacerdotes que su ministerio será tanto más fecundo “cuanto más esté arraigado en la oración, en el perdón, en la cercanía a los pobres, a las familias, a los jóvenes en busca de la verdad”.

“No lo olviden: un sacerdote santo hace florecer la santidad a su alrededor”, escribió por último el Santo Padre.

FUENTE: ACI PRENSA

LA ORACIÓN: ANCLA PARA LA FE Y GUÍA PARA LA VIDA DIARIA



Encuentro Vivo con Dios y Fuente de Vida Espiritual.

La oración es el alma de la vida cristiana. No se trata simplemente de un deber o de una práctica religiosa más, sino del encuentro constante, amoroso y transformador con Dios. Quien ora, se pone en presencia del Creador, se abre a su gracia y le permite actuar en lo más profundo del corazón.

Desde los comienzos de la Revelación, la oración ha sido la respuesta del ser humano al Dios que habla, que llama, que se revela. Desde Abraham, el amigo de Dios, hasta María, la mujer orante por excelencia, toda la historia de la salvación está marcada por hombres y mujeres que supieron entrar en diálogo con Dios, acoger su Palabra y dejarse guiar por su Espíritu.


La Oración como Diálogo Vivo

La oración, en esencia, es diálogo. No es un simple ejercicio mental, ni un listado de peticiones, sino una relación. Orar es hablar con Dios y, sobre todo, escucharlo con el corazón abierto. Es una comunicación que alimenta, que consuela, que orienta y que transforma.

Como enseña el Catecismo de la Iglesia Católica:

La oración es la elevación del alma a Dios o la petición a Dios de bienes convenientes” (CIC 2559).
La oración es el encuentro de la sed de Dios y la sed del hombre” (CIC 2560).

En la oración, Dios se da a conocer como Padre amoroso, y nosotros descubrimos nuestra verdadera identidad de hijos. Jesús, nuestro Maestro, no sólo oró continuamente, sino que nos enseñó a orar con el Padre Nuestro, modelo perfecto de confianza, abandono, alabanza, perdón y petición.


Diversas Formas de Oración

La riqueza de la oración cristiana es amplia y profunda. La Iglesia, como madre sabia, ofrece diversos modos de orar que se complementan y enriquecen mutuamente:

Oración personal, en la intimidad del corazón.
Oración comunitaria, que une a los fieles en la fe.
Oración litúrgica, especialmente en la Eucaristía, cumbre de toda oración.
Oración devocional, como el Rosario, el Vía Crucis, novenas, letanías.

Cada forma tiene su lugar y valor, pero entre todas, hay una que es especialmente fundamental y transformadora para la vida interior del cristiano: la oración personal.


La Oración Personal: Fuente de Intimidad y Transformación

La oración personal es el corazón silencioso donde se gesta una relación viva y profunda con Dios. Es un encuentro íntimo, cotidiano, en el que el alma se desnuda ante su Creador. No hay máscaras, no hay apariencias. Solo el orante y Dios, en una relación de amor, confianza y entrega.

Jesús mismo buscaba espacios de soledad para hablar con el Padre. El Evangelio de Marcos lo narra con fuerza:

Muy de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, Jesús se levantó, salió y se fue a un lugar solitario, donde se puso a orar” (Mc 1,35).

Si Jesús, siendo el Hijo de Dios, sentía la necesidad de orar, ¿Cuánto más nosotros?


Importancia de la Oración Personal en la Vida del Cristiano
  1. Alimenta la relación con Dios: la oración personal es el lugar donde Dios se revela no solo como Creador, sino como Padre, Amigo, Maestro y Guía.
  2. Da sentido y dirección a la vida: en la oración, el creyente discierne la voluntad de Dios y recibe luz para caminar.
  3. Fortalece en la prueba: es refugio en medio del dolor, la duda y el sufrimiento.
  4. Sana el corazón: muchas heridas interiores solo se curan en el silencio orante ante el Señor.
  5. Forma a Cristo en nosotros: a través de la oración, el Espíritu Santo nos configura a imagen de Cristo.
El Papa Benedicto XVI decía:

“El hombre necesita de Dios, o mejor, sin Dios el hombre no sabe dónde ir, ni tampoco logra entender quién es” (Homilía, 4 de octubre de 2005).


Santidad y Oración Personal

Los santos son testigos vivos del poder transformador de la oración. Todos, sin excepción, han sido hombres y mujeres profundamente orantes.

Santa Teresa de Jesús afirmaba:

La oración es tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama”.

San Juan María Vianney decía con sencillez:

La oración es la unión con Dios. Cuando uno tiene el corazón puro y unido a Dios, siente en sí un bálsamo, una dulzura que embriaga”.


¿Cómo hacer oración personal de manera constante e intensa?

La constancia en la oración no depende solo de la emoción o el tiempo disponible, sino del amor y la decisión de buscar a Dios cada día. Algunas claves prácticas para cultivarla:

1. Establecer un tiempo fijo

Como todo encuentro importante, la oración requiere espacio y prioridad. No se trata de “ver si hay tiempo”, sino de organizar el día en torno a ese encuentro con Dios. Puede ser en la mañana, en la noche, o en algún momento del día, pero debe ser un compromiso de amor.

2. Buscar un lugar tranquilo

Un rincón especial, sencillo pero recogido, ayuda a disponerse para el encuentro. El silencio exterior favorece el recogimiento interior.

3. Invocar al Espíritu Santo

Toda oración auténtica comienza invocando al Espíritu, que es quien ora en nosotros (cf. Rm 8,26). Él nos enseña a orar y pone en nuestros labios el clamor del corazón.

4. Usar la Palabra de Dios

La lectura orante de la Biblia (Lectio Divina) es una forma maravillosa de oración personal. En ella, Dios nos habla directamente, y su Palabra se convierte en luz, fuerza y alimento.

5. Ser sinceros

No hay que tener miedo de decirle a Dios lo que sentimos: alegría, cansancio, dudas, gratitud, tristeza. Él lo conoce todo. La sinceridad en la oración personal abre el corazón a la acción de su gracia.

6. Permanecer en silencio

No solo hablar. También escuchar. A veces, en el silencio más profundo, el alma encuentra a Dios más allá de las palabras.

7. Perseverar

Habrá días en que la oración parecerá seca o sin sentido. Pero la fidelidad en medio de la aridez es donde más crece la fe. Santa Teresa del Niño Jesús decía: “No siempre siento la presencia de Dios, pero creo en Él con más fe cuando no lo siento”.

La oración, especialmente la oración personal, no es un añadido en la vida del cristiano, sino su misma savia vital. Sin oración, la fe se apaga, el alma se marchita y la vida se vacía de trascendencia. Con oración, todo se llena de sentido, incluso el sufrimiento.

El Señor no pide grandes discursos, sino un corazón que le busque con humildad. Él espera cada día en lo profundo del alma, deseando hablar, consolar, transformar. La oración es el lugar del amor verdadero, del descanso interior, del aprendizaje del Evangelio. Es allí donde el cristiano se hace discípulo, y el discípulo se hace santo.

Orar no es otra cosa que un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de gratitud y de amor tanto desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegría” (Santa Teresita del Niño Jesús).

MENSAJES DE MEJUGORJE - 25 de abril, 25 de mayo

Mensajes de Nuestra Señora Reina de la Paz en Medjugorje


Al inicio Nuestra Señora regularmente da sus mensajes sólo a los videntes, y a través de ellos a todos los fieles. A partir del 1 de marzo de 1984, Nuestra Señora comienza a entregar regularmente sus mensajes todos los jueves a la comunidad de parroquial de Medjugorje, y a través de ella, al resto del mundo. Puesto que algunas cosas que el Señor había deseado se cumplieron, como lo afirmó Nuestra Señora , a partir del 25 de enero de 1987, Nuestra Señora da sus mensajes a todo el mundo los 25 de cada mes. Esto aún continúa.

Mirjana Dragicevic-Soldo, Ivanka Ivankovic-Elez y Jakov Colo tuvieron apariciones diarias hasta 1982, 1985, y 1998 respectivamente. Desde entonces, la Virgen se les aparece una vez al año y les da un mensaje. Debido a que el trabajo sobre los archivos está aún en curso, no estamos en condiciones de publicar los mensajes otorgados antes de 1995.

(http://www.medjugorje.ws)


Mensaje 25 de mayo de 2025

“¡Queridos hijos! En este tiempo de gracia, los invito a ser hombres de esperanza, paz y alegría, para que cada persona sea instrumento de paz y amante de la vida. Hijitos, oren al Espíritu Santo para que con el poder de su Santo Espíritu los llene de valentía y entrega. Y este tiempo será para ustedes un don y un camino en la santidad hacia la vida eterna. Estoy con ustedes y los amo. Gracias por haber respondido a mi llamado. ”


Mensaje 25 de abril de 2025

“¡Queridos hijos! Los vientos del desasosiego, del egoísmo y del pecado están apoderándose de muchos corazones y los conducen a la desolación y a la perdición. Por eso, hijitos, los invito: regresen a Dios y a la oración, para que se sientan bien en sus corazones y en la tierra en la que viven. Los amo, hijitos, y por eso no me canso de llamarlos a la conversión. Gracias por haber respondido a mi llamado. ”

UNA ORACIÓN POR EL PAPA

 


El Cónclave ha elegido al 267º Obispo de Roma, el Cardenal Robert Francis Prevost .Es el primer papa procedente de Estados Unidos y eligió el nombre de León XIV.


Señor, fuente de vida y verdad eternas,
concede a tu pastor un espíritu de valentía y recto juicio,
un espíritu de conocimiento y amor.

Que, gobernando con fidelidad a quienes le has confiado,
como sucesor del apóstol Pedro
y Vicario de Cristo, edifique tu Iglesia
como sacramento de unidad, amor
y paz para todo el mundo.

Amén.


V/ Oremos por el Papa.

R/ Que el Señor lo conserve, le conceda una larga vida, lo haga dichoso en la tierra y no lo entregue al poder de sus enemigos.


V/ Que tu mano esté sobre tu siervo santo.

R/ Y sobre tu hijo, a quien has ungido.


Padre Nuestro...

Ave María...

Gloria...

LA EUCARISTÍA Y LOS SACRAMENTOS: ANCLA PARA LA FE Y GUÍA PARA LA VIDA DIARIA




La vida cristiana está profundamente marcada por la presencia de los sacramentos, especialmente la Eucaristía, que es el corazón y cumbre de nuestra fe. A través de estos signos sagrados, Dios derrama su gracia en nuestras vidas, fortaleciendo nuestro camino espiritual y guiándonos en nuestra relación con Él y con los demás.

Los sacramentos no son simples rituales, sino encuentros vivos con Cristo, que nos transforman, nos nutren y nos envían a vivir como discípulos en el mundo. En este artículo, exploraremos cómo la Eucaristía y los sacramentos son un ancla para la fe y una guía para la vida diaria.


La Eucaristía: Fuente y Cumbre de la Vida Cristiana

La Eucaristía es el sacramento por excelencia. Jesús mismo nos dejó este don precioso en la Última Cena, al decir:

"Este es mi cuerpo, que se entrega por ustedes; hagan esto en memoria mía." (Lucas 22:19)

Aquí radica el misterio más profundo de nuestra fe: Cristo está real y verdaderamente presente en la Eucaristía. No es un mero símbolo, sino su Cuerpo y Sangre, entregados por la salvación del mundo.

La Eucaristía como ancla de la fe
  • Nos une a Cristo de manera íntima, fortaleciendo nuestra relación con Él.
  • Nos recuerda su sacrificio redentor en la cruz, renovado en cada Misa.
  • Nos da la fuerza para enfrentar los desafíos de la vida con esperanza.
La Eucaristía como guía para la vida diaria
  • Nos llama a la comunión con los demás, superando divisiones y rencores.
  • Nos impulsa a la caridad y al servicio, siguiendo el ejemplo de Cristo.
  • Nos ayuda a vivir con gratitud, reconociendo la presencia de Dios en cada momento.

Los Sacramentos: Canales de la Gracia Divina

Los sacramentos son signos eficaces del amor de Dios. Cada uno de ellos nos ayuda en distintas etapas de la vida, ofreciendo gracia y dirección en nuestro caminar cristiano.

1. El Bautismo: Puerta de la Fe

El Bautismo nos introduce en la vida cristiana, nos hace hijos de Dios y miembros de la Iglesia. Es el comienzo de nuestra relación con Cristo y la comunidad de fe.

"El que crea y se bautice se salvará, pero el que no crea se condenará." (Marcos 16:16)

Guía para la vida diaria: Nos recuerda que somos llamados a vivir como discípulos de Cristo, rechazando el pecado y buscando la santidad.

2. La Confirmación: Fortaleza del Espíritu

En la Confirmación, el Espíritu Santo nos llena con sus dones para que podamos ser testigos valientes de Cristo en el mundo.

"Recibirán la fuerza del Espíritu Santo y serán mis testigos hasta los confines de la tierra." (Hechos 1:8)

Guía para la vida diaria: Nos impulsa a vivir nuestra fe con valentía, defendiendo la verdad y evangelizando con nuestro testimonio.

3. La Reconciliación: Misericordia y Restauración

El sacramento de la Confesión nos ofrece el perdón de Dios y nos devuelve la paz interior.

"Si confesamos nuestros pecados, Dios es fiel y justo para perdonarnos." (1 Juan 1:9)

Guía para la vida diaria: Nos enseña la humildad, el arrepentimiento y la importancia del perdón en nuestras relaciones.

4. La Unción de los Enfermos: Consuelo en el Sufrimiento

Este sacramento fortalece a quienes enfrentan enfermedad o muerte, dándoles paz y sanación espiritual.

"¿Está enfermo alguno de ustedes? Llame a los presbíteros de la Iglesia para que oren por él y lo unjan con aceite en el nombre del Señor." (Santiago 5:14)

Guía para la vida diaria: Nos llama a confiar en Dios en medio del dolor y a acompañar con amor a los que sufren.

5. El Matrimonio: Amor Sagrado y Fidelidad

El sacramento del Matrimonio santifica la unión entre un hombre y una mujer, reflejando el amor de Cristo por su Iglesia.

"Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne." (Mateo 19:5)

Guía para la vida diaria: Nos enseña el compromiso, el respeto y la entrega mutua en el amor conyugal.

6. El Orden Sacerdotal: Servidores de Cristo y la Iglesia

El sacerdocio es el llamado a servir a Dios y a su pueblo, administrando los sacramentos y guiando espiritualmente a la comunidad.

"No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los he elegido a ustedes." (Juan 15:16)

Guía para la vida diaria: Nos invita a orar por nuestros sacerdotes y apoyar sus ministerios.


Vivir los Sacramentos con Plenitud

La Eucaristía y los sacramentos no son prácticas aisladas, sino pilares que sostienen nuestra vida cristiana. Nos conectan con Dios, nos fortalecen en la fe y nos enseñan cómo vivir cada día según su voluntad.

¿Cómo podemos profundizar nuestra vivencia sacramental?
  • Frecuentar los sacramentos: Participar en la Eucaristía con devoción y recibir la Reconciliación con regularidad.
  • Formarnos en la fe: Aprender más sobre el significado de cada sacramento y su impacto en nuestra vida.
  • Vivir lo que celebramos: Permitir que la gracia de los sacramentos transforme nuestra manera de ser y actuar.
Que cada vez que nos acerquemos a los sacramentos, renovemos nuestro compromiso con Cristo y su Iglesia, sabiendo que en ellos encontramos el amor inagotable de Dios.

EL CUMPLIMIENTO DE LAS ESCRITURAR Y DEL PLAN DE DIOS



La Semana Santa no es un recuerdo trágico ni una serie de hechos aislados cargados de dramatismo. Es, en realidad, la manifestación culminante de un plan eterno de amor, diseñado por Dios desde antes de la creación del mundo, y anunciado a lo largo de toda la historia bíblica. Jesucristo, en su pasión, muerte y resurrección, no improvisa: Él cumple las Escrituras y lleva a su plenitud el plan salvífico de Dios.

Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había dicho por medio del profeta…
(Mateo 1,22 — fórmula que se repite varias veces en los Evangelios)


La Historia de la Salvación: Un plan eterno de amor

Desde el Génesis hasta el Apocalipsis, la Biblia presenta una única gran historia: la historia del amor fiel de Dios que busca salvar al hombre caído. Tras la ruptura del pecado original, Dios no abandonó a la humanidad. Al contrario, inició un camino progresivo de revelación y salvación.

A través de Noé, Abraham, Moisés, David y los profetas, Dios fue preparando a su pueblo para el cumplimiento de la promesa definitiva: la venida del Mesías. Y esa promesa no quedó en el aire: se cumplió en la persona de Jesucristo.

San Pablo lo expresa con claridad:

Cuando llegó la plenitud del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley, para redimir a los que estaban bajo la Ley” (Gálatas 4,4-5).

 

Jesús no actúa al margen de las Escrituras: Él las cumple

Jesús no vino a abolir el Antiguo Testamento, sino a llevarlo a su cumplimiento. Así lo afirma explícitamente en el Sermón de la Montaña:

No crean que he venido a abolir la Ley o los Profetas. No he venido a abolir, sino a darles cumplimiento” (Mateo 5,17).

La pasión de Cristo, en especial, está cargada de referencias y ecos del Antiguo Testamento, mostrando que la cruz no fue un accidente, sino el centro del plan divino de salvación.

Algunos ejemplos significativos:

Isaías 53: el cuarto canto del Siervo Sufriente describe con asombrosa exactitud el sufrimiento de Jesús:


Fue traspasado por nuestras rebeliones, molido por nuestras iniquidades... y por sus llagas hemos sido curados.”


Salmo 22: muchas frases que Jesús pronuncia en la cruz están tomadas de este salmo:

Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”,
Se reparten mis vestiduras, y sobre mi túnica echan suertes.


Éxodo y el Cordero Pascual: la muerte de Jesús ocurre durante la Pascua judía, conectándolo directamente con el sacrificio del cordero sin mancha cuya sangre liberó a los israelitas en Egipto (cf. Éx 12).


San Juan Bautista lo reconoció:

Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn 1,29).


Zacarías 12,10:

Mirarán al que traspasaron.

Juan lo cita directamente cuando describe la lanza que atravesó el costado de Cristo (cf. Jn 19,37).

Todo esto revela que cada detalle de la Pasión tiene raíz en las Escrituras. Jesús vive y asume su misión sabiendo que está cumpliendo lo que había sido anunciado. Incluso después de resucitar, lo recuerda a los discípulos:


“¡Qué torpes son para entender…! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara en su gloria?” Y comenzando por Moisés y todos los Profetas, les explicó lo que sobre Él decían las Escrituras. (Lucas 24,25-27)

 

La Semana Santa: Clave interpretativa de toda la Biblia

La Semana Santa, con su centro en el Triduo Pascual (Pasión, Muerte y Resurrección), es el momento clave de la historia bíblica, el punto donde todo lo anunciado se realiza y donde todo adquiere sentido a la luz de Cristo.

Él es la imagen del Dios invisible… por Él fueron creadas todas las cosas… y por medio de la sangre de su cruz hizo la paz” (Colosenses 1,15-20)

Lo que parecía derrota fue en realidad el triunfo definitivo del amor de Dios. La cruz es el cumplimiento no sólo de profecías aisladas, sino de todo el deseo de Dios de redimir al mundo.


Nada fue improvisado: Dios lo había previsto desde siempre

Dios, que es eterno y omnisciente, no actúa por reacción, sino por designio amoroso. El sacrificio de Cristo en la cruz estaba ya previsto en el plan de Dios desde antes de la creación.

Cristo fue entregado según el plan determinado y el previo conocimiento de Dios” (Hechos 2,23)

Fue elegido antes de la creación del mundo y manifestado en los últimos tiempos para bien de ustedes” (1 Pedro 1,20)

Esto significa que, desde siempre, Dios tenía un plan para salvarte. Un plan pensado por amor. Un plan que pasa por la cruz, pero culmina en la gloria.


¿Qué significa esto para nosotros hoy?

Saber que la Pasión de Cristo es cumplimiento y no casualidad cambia completamente nuestra mirada sobre la Semana Santa.


- No asistimos a un drama histórico: participamos en el momento decisivo de nuestra redención.

- No recordamos una muerte trágica: contemplamos el acto supremo del amor fiel de Dios.

- No veneramos una cruz vacía de sentido: adoramos el instrumento por el cual fuimos rescatados.

Y esto nos llama a confiar en el plan de Dios también para nuestras vidas. Si Él supo conducir la historia hasta la cruz y la resurrección, también sabe cómo llevarnos a nosotros a la vida eterna, incluso a través del sufrimiento.


Celebrar la Semana Santa como cumplimiento del Amor

Cada año, al vivir la Semana Santa, la Iglesia nos invita a redescubrir que Dios es fiel, que su Palabra se cumple, y que Cristo es el centro de la historia. No estamos ante ritos vacíos, sino ante el memorial vivo del cumplimiento de las Escrituras y del eterno plan de amor del Padre.

Como escribió San León Magno:

Lo que era visible en Cristo ha pasado a los sacramentos de la Iglesia.

Por eso, al participar del Triduo Pascual —la Última Cena, el Calvario, el Sepulcro y la Pascua—, volvemos a entrar en el corazón mismo del plan de Dios.
Un plan que tiene un nombre: Jesucristo.

Y un destino: la salvación de todos los hombres.

EL AMOR REDENTOR DE CRISTO: LA CRUZ COMO CUMBRE DEL AMOR

"Nadie tiene amor más grande que dar la vida por sus amigos."

— Juan 15,13

Cristo no murió por accidente ni por fuerza del destino. Su pasión y muerte en la cruz no fueron una tragedia, sino un acto libre, consciente y profundamente voluntario de amor redentor. Él no fue una víctima del poder humano, sino el Rey de un amor que salva, el Cordero que se entrega por amor.

Jesús no huyó del sufrimiento. En el Huerto de Getsemaní, con el alma angustiada, pronunció una de las oraciones más impactantes del Evangelio:

Padre, si es posible, que pase de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lc 22,42).

Allí se selló su decisión: entregarse hasta el final por ti, por mí, por todos. No fue un gesto simbólico, fue un amor real, con sangre, con cruz, con dolor… pero también con esperanza, con victoria, con salvación.


La Cruz: No Fracaso, sino Triunfo del Amor

Desde fuera, la cruz puede parecer un símbolo de fracaso. Pero desde la fe, es el signo más alto del amor de Dios. En ella, Cristo toma sobre sí el pecado del mundo y lo vence no con odio, sino con misericordia.

Como lo profetizó Isaías:

Fue traspasado por nuestras rebeliones, molido por nuestras culpas; el castigo que nos da la paz cayó sobre Él, y por sus llagas hemos sido sanados” (Is 53,5).

Cristo no huyó de la cruz. La abrazó.
Y en ella nos redimió.


Un Amor que Hoy También Es para Ti

San Pablo escribió con claridad lo que debería ser la conciencia de cada cristiano:

Me amó… y se entregó por mí” (Gálatas 2,20).

Cristo no murió por multitudes anónimas. Murió por ti, personalmente. Ese amor es eterno, actual y concreto. Hoy sigue llamándote, sanándote, perdonándote, acompañándote. Su entrega en la cruz no fue solo por el ayer, sino para que hoy tú vivas una vida nueva, con sentido, reconciliada y en libertad.


¿Cómo Responder a ese Amor?

La mejor forma de responder al amor redentor de Cristo es con una vida que se deje transformar por Él. Y eso comienza, sobre todo, con la oración.

La oración: Encuentro con el Amor que se entrega

La oración no es una obligación externa ni un acto rutinario. Es el espacio donde ese amor redentor nos toca el corazón, donde entramos en diálogo con el Cristo que dio su vida por nosotros.

En la oración personal, el alma se presenta tal como es. Allí no hay máscaras. Allí no hay que impresionar. Solo hay que dejarse mirar por Cristo desde la cruz, y responder desde lo profundo del corazón.

Como decía Santa Teresa de Jesús:

Orar es tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama”.

En la oración, acogemos ese amor que salva y aprendemos a vivir desde Él. Nos volvemos discípulos de la cruz, no por masoquismo, sino por gratitud.


Claves para vivir la oración personal desde la Cruz
  • Aparta un tiempo diario para estar con Jesús, aunque sea breve. Lo importante es la fidelidad.
  • Contempla un crucifijo o medita el Evangelio de la Pasión. Mira y deja que Él te mire.
  • Habla con sencillez, como con un amigo. Agradece, pide, perdona, ofrece.
  • Escucha en el silencio. No todo es hablar. A veces basta con estar.
  • Ofrece tus sufrimientos unidos a la cruz de Cristo. Nada se pierde si se ofrece con amor.

La Cruz no es el final… es el comienzo

La historia no terminó en el Calvario. La cruz fue seguida por el sepulcro… y luego por la Resurrección. Ese es el poder del amor redentor de Cristo: transforma el sufrimiento en esperanza, la muerte en vida, la culpa en misericordia.

Hoy, Cristo vuelve a decirte desde su cruz:

Te amo. Me entregué por ti. Confía en mí.”


¿Qué harás con ese amor?

Que este sea el tiempo para contemplar más y mejor la cruz, no con miedo, sino con asombro. Que cada oración sea una respuesta, cada sacrificio una ofrenda, y cada día, una oportunidad para vivir redimidos, en y por el amor de Cristo.

La cruz no es la desgracia del cristiano, sino su gloria: es el altar donde Cristo nos amó hasta el extremo y nos enseñó cómo se ama”.

EL HOMBRE DEBERÍA TEMBLAR

EL HOMBRE DEBERÍA TEMBLAR
San Francisco de Asís