FRASES PARA SACERDOTES

"Cuando rezamos el Santo Rosario y nos unimos a María, estamos viviendo lo que es la familia porque cuando los hijos se reúnen con La Madre y juntos le oran a Dios, es la familia orando unida". DE: Marino Restrepo.
Papa Francisco a los sacerdotes que llevan "doble vida"

LA DEVOCIÓN DE LOS SIETE DOLORES DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA - PARTE 3 -



La Corona (Pequeño Rosario)
de los Siete Dolores

El Rosario puede rezarse tomando un dolor por día durante una semana, o rezando todo el Rosario de una sola vez (o en un solo día). Cuando todo el Rosario es rezado de una sola vez, el Acto de Contrición y las oraciones introductorias (“Oh Dios ven en mi auxilio”, etc.) sólo se dicen una única vez, al inicio del Rosario.


Incluido en el Rosario, a seguir, es una breve introducción de cada dolor para meditación mientras se reza el Rosario. Estas meditaciones son extractos de Las Glorias de María de San Alfonso de Ligorio.

Haga un Acto de Contrición

Pésame, Dios mío, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido. Pésame por el infierno que merecí y por el Cielo que perdí; pero mucho más me pesa, porque pecando ofendí a un Dios tan bueno y tan grande como Vos. Antes querría haber muerto que haberos ofendido, y propongo firmemente no pecar más y evitar toda ocasión próxima de pecado. Amén


LUNES

V. Oh Dios ven en mi auxilio

R. Señor, apresúrate a socorrerme

Gloria al Padre …



Primer dolor de María Santísima

La profecía del anciano Simeón.


En el templo, el Santo anciano Simeón, después de haber recibido en sus brazos al Divino

Infante, le predice a la Virgen que aquel Hijo suyo sería blanco de las contradicciones de los hombres: “Este Niño ha sido puesto como señal de contradicción”, y por eso “una espada de dolor atravesará tu alma.” (Lc 2, 34-35).


Meditación

Dijo la Virgen Santísima a Santa Matilde que, ante el aviso de Simeón, “toda su alegría se volvió tristeza”. Porque como le fue revelado a Santa Teresa, la Madre Santísima, aunque sabía desde el principio que su Hijo sería sacrificado por la salvación del mundo, sin embargo, desde esa profecía, conoció en particular y con más en detalle las penas y la muerte despiadada que le había de sobrevenir a su amado Hijo. Conoció que le iban a perseguir y contradecir en todo. En la doctrina, porque en vez de creerle lo habían de tener por blasfemo al afirmar que era Hijo de Dios, como lo declaró el impío Caifás cuando dijo: “Ha blasfemado … es Reo de muerte” (Mt 26, 65-66). Contradicho en la estima que se merecía porque era noble de estirpe real y fue despreciado como plebeyo: “Acaso no es éste el hijo del carpintero?” (Mt 13,55) “¿No es éste el artesano, el hijo de María?” (Mc 6,3) . Era la misma sabiduría y fue tratado de ignorante: “¿Cómo es que éste sabe las letras, si no ha estudiado?” (Jn 7,15); de falso profeta: “Le cubrieron con un velo y le daban bofetones, y le preguntaban diciendo: ¡Adivina! ¿Quién es el que te ha pegado?” (Lc 22,64); lo trataron de loco: “Ha perdido el juicio ¿Por qué lo escucháis?”(Jn 10,20). Fue tratado de bebedor, glotón y amigo de los pecadores. “Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: He aquí un hombre glotón y bebedor, amigo de publicanos y de pecadores” (Lc7,34). Lo tuvieron por hechicero: “Por arte del príncipe de los demonios lanza a los demonios” (Mt 9,34), por hereje y endemoniado: “¿No decimos con razón nosotros, que eres un samaritano y que estás endemoniado?” (Jn 8,48). En suma, fue tenido por criminal tan notorio que no necesitaban proceso para condenarlo, como le gritaron los judíos a Pilatos: “Si éste no fuera un malhechor, no te lo hubiésemos entregado” (Jn 18,30).


Padrenuestro... Siete Ave Marías

Versículo: Oh María, Madre mía, dadme de vuestro dolor, para haceros compañía en la muerte de mi Dios. *



MARTES

V. Oh Dios ven en mi auxilio

R. Señor, apresúrate a socorrerme

Gloria al Padre … (ver página 25)


Segundo dolor de María Santísima

La huída a Egipto

Pasemos a considerar la segunda espada de dolor que hirió a María Santísima en la huída a Egipto que tuvo que emprender con su Hijo, el infante Jesús, debido a la persecución de Herodes.


Meditación

Cuando oyó Herodes que había nacido el Mesías esperado, temió neciamente que le iba a arrebatar su reino. Esperaba el impío que los Reyes Magos le trajeran noticias de dónde había nacido el Niño Rey a fin de quitarle la vida, pero al verse burlado por ellos, ordenó la matanza de todos los niños de Belén. Por eso el Ángel se apareció en sueños a San José y le ordenó: “Levántate, toma el Niño y a su Madre, y huye a Egipto” (Mt 2,13). Y entonces comprendió la afligida María que ya comenzaba a realizarse en su Hijo la profecía de Simeón, viendo que, apenas nacido, era perseguido a muerte. Qué sufrimiento el del Corazón de María oír que se leintimaba la orden de ir con su Hijo a tan duro destierro. Es fácil imaginar lo mucho que María sufrió en este viaje. Era grande la distancia hasta Egipto, trescientas millas requerían un viaje de treinta días. El camino era escabroso, desconocido y poco frecuentado, el clima, desapacible.  María era doncella joven y delicada, no acostumbrada a semejantes viajes. ¿Dónde pernoctaríandurante tan largo viaje con doscientas millas de desierto, sino sobre la arena? Vivieron en Egipto siete años. Eran forasteros desconocidos, sin rentas, sin dinero, sin parientes. Apenas podían sustentarse con sus modestos trabajos hechos a mano. Opina Landolfo de Sajonia (y sirva esto para consuelo de los pobres), que María vivía allí tan en la pobreza que alguna vez pasaron hambre sin tener ni un bocado de pan que darle a su Hijo. Ver a Jesús y María con San José andar por el mundo como errantes y fugitivos nos debe mover a vivir también en la tierra como peregrinos, sin aferrarse a los bienes que el mundo ofrece, como quienes pronto lo tendremos que dejar todo y pasar a la vida eterna. Nos enseña además a abrazar la cruz, pues no se puede vivir en este mundo sin cruces. Amemos y consolemos a María acogiendo dentro de nuestros corazones a su Hijo, que todavía es perseguido y maltratado por los hombres con sus pecados.


Padrenuestro... Siete Ave Marías ...

Versículo *




MIÉRCOLES

V. Oh Dios ven en mi auxilio

R. Señor, apresúrate a socorrerme

Gloria al Padre …



Tercer dolor de María Santísima

El Niño Jesús perdido

Entre los mayores sufrimientos que la Madre de Dios padeció en su vida, está este dolor: La pérdida de su Hijo, que se quedó en el Templo de Jerusalén. Acostumbrada a gozar de la dulcísima presencia de su Jesús, se vio por tres días privada de Él.

Meditación

Qué ansiedad tuvo que experimentar esta afligida Madre durante aquellos tres días en los que anduvo por todos lados preguntando por su Hijo, como la Esposa de los Cantares: “¿Acaso habéis visto al que ama mi alma?” (Cant 3,3). Este tercer dolor de María primeramente debe servir de consuelo a quienes están desolados y no gozan de la presencia de su Señor, que en otro tiempo sintieron. Lloren, sí, pero con paz, como lloraba María la pérdida de su Hijo. Y el que quiera encontrar al Señor sep que debe buscarlo, no entre las delicias y los placeres del mundo, sino entre las cruces y las mortificaciones, como lo buscó María. “Tu padre y yo te hemos buscado llenos de aflicción” (Lc 2,48) dijo Ella a su Hijo. Debemos aprender de María a buscar a

Jesús. Por lo demás es el único bien que debemos buscar: Jesús. Dice San Agustín, hablando de Job: “Perdió lo que le había dado Dios, pero tenía a Dios”. Si María lloró tres días la pérdida de su Hijo, con cuánta más razón deben llorar los pecadores que han perdido la gracia de Dios y a los que el Señor les dice: “Vosotros no sois mi pueblo y yo no soy para vosotros vuestro Dios” (Os 1,9). Porque esto es lo que hace el pecado, separa el alma de Dios: “Vuestras culpas os separaron a vosotros de vuestro Dios” (Is 59,2) Por lo cual, aunque un pecador sea muy rico, habiendo perdido a Dios, todo lo de la tierra no es más que humo y sufrimiento, como lo confesó Salomón: “Todo es vanidad y aflicción del Espíritu” (Eclo 1,14).

Padrenuestro... Siete Ave Marías .

Versículo *

... ... 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

EL HOMBRE DEBERÍA TEMBLAR

EL HOMBRE DEBERÍA TEMBLAR
San Francisco de Asís