En el corazón de la Iglesia Católica, mayo es conocido como el Mes de María, un tiempo especial que invita a los fieles a acercarse con mayor ternura y confianza a la Madre de Dios. Desde los pequeños altares caseros hasta las solemnes procesiones en templos y catedrales, este mes se viste de flores, oraciones y cantos en honor a la Virgen María, aquella que supo decir "sí" a Dios y abrir las puertas de la salvación.
¿Por qué mayo es el mes de María?
Aunque el amor a María está presente en todo el calendario litúrgico, mayo ha sido consagrado de forma especial a la Virgen desde hace siglos. Diversas razones confluyen en esta elección:
El esplendor de la primavera (en el hemisferio norte) simboliza la renovación, la vida y la belleza, atributos que la Iglesia asocia a María.
La tradición popular, desde tiempos medievales, comenzó a dedicar el mes de mayo a la reina de las flores, como es llamada la Virgen en diversas letanías.
Papas como Pablo VI reforzaron esta costumbre, animando a los fieles a intensificar el rezo del Santo Rosario durante este mes.
En su encíclica Mense Maio (1965), San Pablo VI escribe:
“Mayo es un mes que trae consigo una invitación a rezar con especial fervor a María Santísima. Es el mes que, de manera más viva y sentida, despierta en el corazón de los cristianos este sentimiento mariano.”
Un mes para vivir con María
Dedicar un mes a María no es un simple gesto devocional. Es una llamada a profundizar en la vida cristiana desde el ejemplo de María:
- María, madre y modelo del creyente. Su fe sencilla, su esperanza inquebrantable y su amor desbordante son caminos seguros hacia Cristo.
- María, intercesora poderosa. Como en las bodas de Caná (Jn 2,1-12), sigue diciendo hoy a su Hijo: “No tienen vino”, intercediendo por nuestras necesidades.
- María, refugio en las dificultades. Muchos acuden a Ella como Madre del Consuelo, refugio de los pecadores y salud de los enfermos.
Prácticas recomendadas en el Mes de María
La Iglesia recomienda varias prácticas sencillas pero profundas para vivir este mes:
Rezo del Santo Rosario diario.
San Juan Pablo II decía:
“El Rosario es mi oración predilecta.”
Coronaciones de la Virgen.
Un acto simbólico que recuerda la realeza de María, Reina del Cielo y de la Tierra.
Ofrecer flores a María.
Las “florecillas”, especialmente realizadas por niños y jóvenes, son expresiones del amor filial.
Cantos marianos.
Desde el Ave María hasta el popular Bendita sea tu pureza, los cantos elevan el alma hacia la Madre de Dios.
Procesiones y peregrinaciones marianas.
Muchas comunidades realizan caminatas de fe hacia santuarios o ermitas.
Aunque sus palabras son pocas en el Evangelio, su presencia es constante y significativa. Algunos pasajes claves para meditar en este mes:
La Anunciación (Lc 1,26-38): El “sí” que cambió la historia.
El Magníficat (Lc 1,46-55): Su canto de alabanza a Dios.
Bodas de Caná (Jn 2,1-12): Su intercesión discreta y eficaz.
Junto a la cruz (Jn 19,25-27): Su entrega como Madre de la humanidad.
Palabras de los santos y papas sobre María
San Bernardo de Claraval decía:
“Nunca se ha oído decir que ninguno que haya acudido a tu protección haya sido desamparado.”
San Luis María Grignion de Montfort, gran apóstol mariano:
“No se puede separar a María de Jesús. A Jesús se va y se vuelve por María.”
Papa Francisco nos recuerda:
“María es la Madre que con paciencia y ternura nos lleva de la mano hacia Dios.”
María, Madre de la Iglesia
Después de Pentecostés, la Virgen permaneció junto a los apóstoles, acompañando el nacimiento de la Iglesia. Por ello, en el lunes siguiente a Pentecostés, la Iglesia celebra la memoria de María, Madre de la Iglesia, otro motivo para intensificar nuestro amor hacia Ella en este mes.
Ser marianos para ser más cristianos
Ser mariano no significa centrarse solo en María, sino aprender a ir hacia Jesús con el corazón de María.
En palabras del Papa Benedicto XVI:
“El verdadero culto a María lleva al corazón del misterio cristiano: el Verbo hecho carne.”
María es el camino más corto, más tierno y más seguro hacia Cristo. En este mes mariano, acerquémonos a Ella como hijos confiados. Que en nuestras manos florezcan los rosarios y en nuestros labios las súplicas a Aquella que es Madre, Maestra y Refugio.
“Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre, Jesús” (Lc 1,42).
Oración
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra,
en este mes consagrado a Ti
queremos acercarnos a tu Corazón Inmaculado
como hijos necesitados de ternura y guía.
Enséñanos a decir “sí” como Tú,
a confiar como Tú,
a amar como Tú.
Acógenos bajo tu manto,
escucha nuestras súplicas de cada día,
y llévanos de la mano hasta Jesús,
el fruto bendito de tu vientre.
En las alegrías y en las penas,
en la salud y en la enfermedad,
sé nuestro consuelo y nuestra fortaleza,
como estuviste al pie de la Cruz.
Oh Virgen fiel,
oh Madre de la Iglesia,
haz que este mes de mayo
sea para nosotros un tiempo de gracia,
de oración sencilla y amor confiado.
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios,
para que seamos dignos de alcanzar
las promesas de Cristo. Amén.
sacerdote eterno