FRASES PARA SACERDOTES

"TODO LO QUE EL SACERDOTE VISTE, TIENE UNA BATALLA ESPIRITUAL". De: Marino Restrepo.

Una misa de campaña en medio de las bombas


Al césar lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Así como este Santo sacerdote quiero decir que primero sirvamos a Dios y después, a los hombres.

MARÍA REINA DEL CIELO Y DE LA TIERRA


Entre las múltiples advocaciones y títulos que la Iglesia ha dado a la Virgen María, resplandece con fuerza el de Reina del Cielo y de la Tierra. Esta afirmación no es fruto de una devoción superficial, sino una verdad profunda que la Iglesia contempla, celebra y enseña desde los primeros siglos del cristianismo.

María es Reina no por un poder humano, sino por su unión singular y perfecta con Cristo, Rey del Universo. Donde está el Rey, está la Reina. Si Jesús es Señor de todo lo creado, María comparte su gloria como Reina.

El fundamento de la realeza de María
En la Sagrada Escritura, la figura de la Reina Madre tenía un lugar especial en el pueblo de Israel. En la tradición davídica, la madre del rey ocupaba un puesto de honor y autoridad en la corte (cf. 1 Re 2,19-20). Esta imagen es figura de María en el Reino de Dios.

El Papa Pío XII, en su encíclica Ad Caeli Reginam (1954), explica:

María participa de la dignidad real de Cristo, porque es la Madre del Rey. Además, porque fue asociada a la obra redentora de su Hijo, merece de modo singular ser ensalzada por encima de todas las criaturas, y coronada Reina del Cielo.

María es Reina porque:

Es Madre de Cristo Rey.

Ha participado íntimamente en la obra redentora.

Fue glorificada en cuerpo y alma en su Asunción al Cielo.

María, Reina servidora
La realeza de María no es de dominio ni de imposición, sino de servicio, amor y ternura. Su corona es de humildad, su trono es el corazón de cada uno de sus hijos. Ella misma lo expresó en el Magníficat:

“Ha mirado la humillación de su esclava” (Lc 1,48).

Jesús mismo enseñó que “el que quiera ser el primero, sea el servidor de todos” (Mc 9,35). María vivió esta lógica del Reino, sirviendo y amando.

Fiesta litúrgica de María Reina
La Iglesia celebra la Fiesta de Santa María Reina el 22 de agosto, justo después de la Solemnidad de la Asunción. Así, se unen dos misterios:

La glorificación de María en cuerpo y alma (Asunción).

Su coronación como Reina en el Cielo.

Este calendario no es casual: muestra que la coronación es consecuencia natural de su participación plena en la gloria de Cristo.

Reflexionar sobre la Reina Madre
¿Qué significa para nosotros que María sea Reina?
  • Es Reina para interceder por nosotros.    Reina no como distante, sino como Madre cercana que escucha nuestras súplicas.
  • Es Reina que nos guía hacia Cristo.    Su realeza es un constante llamado a obedecer a su Hijo.
  • Es Reina de la Paz.    Muchas advocaciones la invocan como Reina de la Paz, recordándonos su deseo de llevar unidad y reconciliación al mundo.
  • Es Reina de todo lo creado.    Su presencia materna abarca Cielo y Tierra, acompañando a la humanidad peregrina.
San Luis María Grignion de Montfort expresó:

Dios Padre ha reunido todas las aguas y las llamó mar; ha reunido todas las gracias y las llamó María.

En un mundo que idolatra el poder y la autosuficiencia, la realeza de María nos recuerda otra lógica: la del servicio, la humildad y la confianza plena en Dios. Ella es Reina porque supo ser sierva.

Pidamos en este mes mariano aprender a vivir bajo el manto de esta Reina y Madre, que desde el Cielo vela por cada uno de sus hijos.

Como dice la oración tradicional:

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios.”

Oración 
Santa María, Reina del Cielo y de la Tierra,
coronada de gloria por tu Hijo,
te aclamamos con amor filial.

Eres Reina por tu humildad,
por tu fidelidad al plan de Dios,
y porque has sido elevada sobre toda criatura.

Tú conoces nuestras luchas y sufrimientos.
Como Reina Madre, intercede por nosotros ante el trono de tu Hijo.

Sé Reina de nuestras familias,
de nuestras comunidades,
de nuestra patria,
y de todo el mundo.

Que bajo tu reinado florezca la paz,
la justicia y el amor.

A Ti, oh Reina gloriosa,
consagramos nuestras vidas
y nos acogemos bajo tu amparo,
ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

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