FRASES PARA SACERDOTES

"Cuando rezamos el Santo Rosario y nos unimos a María, estamos viviendo lo que es la familia porque cuando los hijos se reúnen con La Madre y juntos le oran a Dios, es la familia orando unida". DE: Marino Restrepo.
Papa Francisco a los sacerdotes que llevan "doble vida"

JESUCRISTO EN LAS FUENTES DE MI DIVINO CORAZÓN. (PARTE 18).

EN LAS FUENTES DE
MI DIVINO CORAZÓN
HALLARÉIS MENSAJES
DE CONVERSIÓN.




...Continuación... (Capitulo II)


LOS DIEZ MANDAMIENTOS DE LA LEY DE DIOS


Noviembre 18 de 2007. (Fue dictado, por espacios, durante tres días).

La Santísima Virgen María dice:


Venid a mi regazo maternal, pequeño Agustín; y tomad en vuestras manos el lapicero y el papel para que estéis firmemente convencidos de que “quien inició en vosotros la buena obra, la irá consumando hasta el día de Cristo Jesús. Y lo que pido en mi oración es que vuestro amor siga creciendo cada vez más en conocimiento perfecto y todo discernimiento, con que podáis aquilatarlos mejor para ser puros y sin tacha para el Día de Cristo, llenos de frutos de justicia que vienen por Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios.” (Filipenses 1,4-6 y 9-11). (...)


SÉPTIMO MANDAMIENTO

Buscad la salvación de vuestra alma luchando con tesón en ganaros el cielo, que la luz de Cristo os ilumine por eso os digo que “no robarás.” (Éxodo 20,15). “El que robaba, que ya no robe, sino que trabaje con sus manos, haciendo algo útil para hacer partícipe al que se halle en necesidad.” (Efesios 4,28). Porque “mejor es el pobre que camina en su integridad que el de caminos tortuosos, por más que sea rico.” (Proverbios 28,6).

No permitáis que el demonio de la deshonestidad anide en vuestro corazón porque “abominación de Yahvé es la balanza falsa, pero el peso justo gana su favor.” (Proverbios 11,1).

Enderezad vuestro camino, ya que “el que anda en justicia y habla con rectitud, el que rehúsa ganancias fraudulentas, el que se sacude la palma de la mano para no aceptar soborno, el que se tapa las orejas para no oír hablar de sangre, y cierra sus ojos para no ver el mal, ése morará en las alturas, subirá a refugiarse en la fortaleza de las peñas, se le dará su pan y tendrá el agua segura.” (Isaías 33,15-16).

Convertíos de corazón hijitos míos decidíos hoy mismo a dejar vuestra vida de pecado, quizás mañana sea demasiado tarde, acercaos a Dios quien “te dirá palabras que traerán la salvación para ti y para toda tu casa.” (Hechos 11,14).
“Descarga en Yahvé tu peso, y Él te sustentará; no dejará que para siempre zozobre el justo.” (Salmo 55, 23).



OCTAVO MANDAMIENTO

“Examinadlo todo y quedaos con lo bueno. Absteneos de todo género de mal” (1Tesal 5,21-22), por lo que “no darás testimonio falso contra tu prójimo.” (Éxodo 20,16). Estad atentos de cada palabra que sale de vuestra boca, ya que pueden ser dardos venenosos y mortíferos que matan la buena honra y fama de una persona. “No repitas nunca lo que se dice y en nada sufrirás menoscabo. Ni a amigo ni a enemigo cuentes nada, a menos que sea pecado para ti, no lo descubras. Porque te escucharía y se guardaría de ti, y en la ocasión propicia te detestaría. ¿Has oído algo? Quede muerto en ti. Ánimo, no reventarás.” (Eclesiástico 19,7-10). Hijos míos “quien revela los secretos, pierde el crédito, no encontrará jamás amigo íntimo.” (Eclesiástico 27,16).
Satanás es el padre de la mentira, jamás dejéis que este aguijón se anide en vuestro corazón porque “es gran baldón para un hombre la mentira en boca de ignorante repetida. Es preferible un ladrón que el que persiste en la mentira, aunque ambos heredarán la perdición. El hábito del mentiroso es una deshonra, su vergüenza le acompaña sin cesar.” (Eclesiástico 20,24-26).

Por lo tanto “no te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien.” (Romanos 12,21).

“Caminad por las sendas de la verdad porque “si alguno no cae hablando, es un hombre perfecto, capaz de poner freno a todo su cuerpo. Si ponemos a los caballos frenos en la boca para que nos obedezcan, dirigimos así todo su cuerpo. Mirad también las naves, aunque sean grandes y vientos impetuosos las empujen, son dirigidas por un pequeño timón a donde la voluntad del piloto quiere. Así también, la lengua es un miembro pequeño y puede gloriarse de grandes cosas. Mirad que pequeño fuego abrasa un bosque tan grande, y la lengua es fuego, es un mundo de iniquidad; la lengua, que es uno de nuestros miembros, contamina todo el cuerpo y, encendida por la gehenna, prende fuego a la rueda de la vida desde sus comienzos. Toda clase de fieras, aves, reptiles y animales marinos pueden ser domados y de hecho han sido domados por el hombre, en cambio ningún hombre ha podido domar la lengua; es un mar turbulento; está llena de veneno mortífero. Con ella bendecimos al Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, hechos a imagen de Dios; de una misma boca proceden la bendición y la maldición. Esto, hermanos míos, no debe ser así. ¿Acaso la fuente mana por el mismo caño agua dulce y amarga? ¿Acaso hermanos míos, puede la higuera producir aceitunas y la vid higos? Tampoco el agua salada puede producir agua dulce.” (Santiago 3,2-12).

A vosotros hijos míos que estáis recibiendo instrucción del cielo: “en los tesoros de la sabiduría están las máximas de la ciencia, más abominación para el pecador, es la piedad para con Dios.

Si apeteces la sabiduría, guarda los mandamientos, y el Señor te la dispensará. Pues sabiduría y enseñanza es el temor de Dios; su complacencia, la fidelidad y la mansedumbre.

No seas indócil al temor del Señor, ni te acerques a El con corazón partido.

No seas hipócrita delante de los hombres, pon guardia a tus labios.

No te exaltes a ti mismo, para no caer y acarrearte deshonra, porque el Señor revelaría tus secretos y en medio de la asamblea te echaría por tierra, por no haberte llegado al temor del Señor, porque tu corazón está lleno de fraude.” (Eclesiástico 1,25-30).



NOVENO MANDAMIENTO

Guardad en vuestro corazón mis enseñanzas como perlas preciosas que han caído del cielo conservadlas con mucho recelo por temor a perderlas. Por eso os invito a no desear la mujer del prójimo. “Tened todos en gran honor el matrimonio, y el hecho conyugal sea inmaculado; que a los fornicarios y adúlteros los juzgará Dios.” (Hebreos 13,4). Porque “todo el que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio, y el que se casa con una repudiada por su marido comete adulterio.” (Lucas 16,18).

Pobrecitas almas que camináis a ciegas por el mundo, porque han creado sus propios mandamientos, mandamientos que no provienen del cielo sino del lago eterno. No desvirtuéis la autoridad infalible de las Sagradas Escrituras porque nuestro Dios os dice: “No añadiréis nada a lo que yo os mando, ni quitaréis nada; para así guardar los mandamientos de Yahvé vuestro Dios que yo os prescribo.” (Deuteronomio 4,2).

No dejéis hijitos míos que se pierda la unidad familiar, sombras maléficas se han inmiscuido en muchos hogares queriendo destruir la indisolubilidad del matrimonio, pero tened presentes pequeños míos que lo que Dios ha unido, jamás lo podrá separar el hombre. Por lo tanto “maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, purificándola mediante el baño del agua, en virtud de la palabra, y presentársela resplandeciente a sí mismo; sin que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada. Así deben amar los maridos a sus mujeres como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer se ama a sí mismo. Por que nadie aborreció jamás su propia carne, antes bien, la alimenta y la cuida con cariño, lo mismo que Cristo a la iglesia. Pues somos miembros de su cuerpo. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán como una sola carne.

Gran misterio es este, lo digo respecto a Cristo y la iglesia. En todo caso, en cuanto a vosotros, que cada uno ame a su mujer como a sí mismo; y la mujer, que respete a su marido.” (Efesios 5, 25-33).

Que vuestro matrimonio sea una hoguerita de amor porque “feliz el marido de la mujer buena, el número de sus días se duplicará. Mujer buena es buena herencia, asignada a los que temen al Señor: sea rico o pobre, su corazón es feliz, en todo tiempo alegre su semblante.” (Eclesiástico 26,1.3-4).

Vuestra Santísima Madre os llama insistentemente porque aún estáis viviendo el tiempo de la misericordia de Dios por eso “conviértete al Señor y deja tus pecados, suplica ante su faz y quita los obstáculos.

Vuélvete al Altísimo y apártate de la injusticia, odia con toda el alma la abominación. ¡Qué grande es la misericordia del Señor, y su perdón para los que a él se convierten!” (Eclesiástico 17,25-26.29).


DECIMO MANDAMIENTO

Almas peregrinas para el cielo: no codiciéis los bienes ajenos porque “los que quieren enriquecerse caen en la tentación, en el lazo y en muchas codicias insensatas y perniciosas que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición. Porque la raíz de todos los males es el afán del dinero, y algunos por dejarse llevar de él, se extraviaron en la fe y se atormentaron con muchos dolores.” (1Timoteo 6,9-10).

Agustín del Divino Corazón: a los ricos de este mundo recomiéndales “que no sean altaneros ni pongan su esperanza en lo inseguro de las riquezas sino en Dios, que nos provee espléndidamente de todo para que lo disfrutemos; que practiquen el bien, que se enriquezcan de buenas obras, que den con generosidad y con liberalidad, de esta forma irán atesorando para el futuro un excelente fondo con el que podrán adquirir la vida verdadera.” (1Timoteo 6,17-19).

Hijitos cómo os hago entender que los bienes terrenales son caducos y pasajeros, que la ambición desmesurada os hace injustos a los ojos de Dios porque “el que ama el oro no se verá justificado, el que anda tras el lucro se extraviará en él.

Muchos se arruinaron por causa del oro, su perdición la tenían delante. Es leño de tropiezo para los que le ofrecen sacrificios, y todo insensato queda preso en él.” (Eclesiástico 31,5-7).

Bienaventurado el que tiene por balanza la justicia y la equidad porque “dichoso el hombre que teme a Yahvé, que en sus mandamientos mucho se complace.

Fuerte será en la tierra su estirpe, bendita la raza de los hombres rectos.

Hacienda y riquezas en su casa, su justicia por siempre permanece.

En las tinieblas brilla como luz de los rectos, tierno, clemente y justo.

Feliz el hombre que se apiada y presta y arregla rectamente sus asuntos.

No, no será conmovido jamás, en memoria eterna permanece el justo; no tiene que temer noticias malas, firme es su corazón, en Yahvé confiado.

Seguro está su corazón, no teme. Al fin desafiará a sus adversarios.” (Salmos 111,1-8). “Hijo mío, guarda mis palabras y conserva como un tesoro mis mandatos. Guarda mis mandamientos y vivirás; sea mi elección como la niña de tus ojos. Átalos a tus dedos, escríbelos en la tablilla de tu corazón.” (Proverbios 7,1-3).

FIN...

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