En la figura de San Juan Bautista, la Iglesia contempla un modelo de preparación interior y una invitación constante a la conversión del corazón. Con su vida austera y su voz firme en el desierto, él llamó al pueblo a preparar el camino al Señor. Pero su misión no fue sólo predicar: él bautizó en el río Jordán a quienes querían cambiar sus vidas.
A ejemplo de San Juan Bautista, la Iglesia recuerda la grandeza del sacramento del Bautismo y la necesidad de vivirlo con una disposición interior sincera.
San Juan Bautista: el precursor
San Juan Bautista fue enviado para preparar los corazones antes de la llegada del Mesías:
“Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.” (Mt 3,3)
Su predicación no era suave, sino directa:
“Convertíos, porque está cerca el Reino de los Cielos.” (Mt 3,2)
El bautismo de Juan no era todavía el sacramento cristiano, pero expresaba el deseo de cambio:
- Quien se sumergía en las aguas del Jordán confesaba sus pecados y expresaba su anhelo de renovación.
San Juan nos enseña que todo encuentro auténtico con Dios requiere preparación interior, limpieza del corazón, y el deseo sincero de conversión.
El Bautismo cristiano: nuevo nacimiento
Cuando Jesús, el Cordero de Dios, inauguró su ministerio, elevó el bautismo a un nivel superior: lo convirtió en sacramento.
En el Bautismo cristiano, no solo se lava el pecado:
- Nacemos de nuevo como hijos de Dios (cf. Jn 3,5).
- Somos incorporados a la Iglesia.
- Recibimos el don del Espíritu Santo.
- Comienza en nosotros la vida nueva en Cristo.
San Pablo lo expresa claramente:
“Fuimos sepultados con Él en el bautismo, para que, así como Cristo resucitó, también nosotros vivamos una vida nueva.” (cf. Rm 6,4)
El Bautismo es la puerta de entrada a la vida cristiana. No es un acto social ni una simple tradición familiar. Es el fundamento de nuestra vida espiritual.
La preparación interior: lo que Juan nos enseña
San Juan Bautista, con su llamado a la conversión, recuerda que:
- El Bautismo no es magia.
- Su eficacia depende de la fe y de la apertura del corazón.
Quienes se acercan al Bautismo deben hacerlo con disposición interior sincera, deseando:
- Abandonar el pecado.
- Acoger la Palabra de Dios.
- Emprender una vida nueva.
Hoy, lamentablemente, muchos bautizan a sus hijos por costumbre, sin preparación, sin conciencia. Aquí el ejemplo de Juan Bautista es un llamado urgente a:
- Preparar a los padres y padrinos.
- Tomar en serio la fe que se recibe.
- Acompañar la vida del bautizado después del rito.
El Bautismo: compromiso de vida
Recibir el Bautismo no es solo recibir un agua ritual. Es asumir un compromiso de vida:
- Renunciar al mal.
- Seguir a Cristo como discípulo.
- Ser luz del mundo y sal de la tierra.
Por eso, la Iglesia pide renovar cada año nuestras promesas bautismales: para recordar quiénes somos y hacia dónde caminamos.
San Juan Bautista, con su vida austera y su fidelidad radical, nos recuerda que el Bautismo no es un punto de llegada, sino un punto de partida.
Volver al Jordán interior
Cada uno de nosotros necesita volver, espiritualmente, al Jordán interior:
Mirar nuestro corazón.Reconocer nuestras incoherencias.Pedir la gracia de la conversión.Renovar el fuego de nuestro Bautismo.
San Juan Bautista nos invita a escuchar su voz en el desierto:
“Preparad el camino del Señor.”
En este tiempo, más que nunca, necesitamos limpiar los caminos del alma para que Cristo reine en nosotros.
Oración
Señor Jesús,
te damos gracias por el Bautismo,
puerta de nuestra vida nueva.
Haznos fieles a las promesas bautismales,
para renunciar cada día al pecado
y vivir como auténticos hijos de Dios.
Por intercesión de San Juan Bautista,
voz que clama en el desierto,
concédenos un corazón limpio y dispuesto,
para preparar el camino a tu presencia.
Renueva en nosotros el fuego de tu Espíritu,
y haznos testigos de tu luz
en el mundo que tanto necesita esperanza.
Amén.
sacerdote eterno
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