FRASES PARA SACERDOTES

"TODO LO QUE EL SACERDOTE VISTE, TIENE UNA BATALLA ESPIRITUAL". De: Marino Restrepo.

Una misa de campaña en medio de las bombas


Al césar lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Así como este Santo sacerdote quiero decir que primero sirvamos a Dios y después, a los hombres.

PAPA LEON XIV: "EL SEÑOR NO BUSCA SACERDOTES PERFECTOS, SINO CORAZONES HUMILDES"




Por Almudena Martínez-Bordiú

Este viernes 27 de junio, la Iglesia Católica celebra la Jornada Mundial de Oración por la Santificación de los Sacerdotes, que coincide con la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús.

Con motivo de esta fecha, el Papa León XIV envió un emotivo y tierno mensaje, en tono paternal, a todos los sacerdotes del mundo.

En el marco de la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, el Santo Padre destacó que “el Corazón de Cristo, traspasado por su amor, es la carne viva y vivificante que acoge a cada uno de nosotros, transformándonos a imagen del Buen Pastor”.

En él —agregó el Pontífice—, se comprende la verdadera identidad de nuestro ministerio: ardiendo por la misericordia de Dios, somos testigos gozosos de su amor que sana, acompaña y redime”.

Para el Papa León XIV, la fiesta de hoy “renueva en nuestros corazones la llamada a la entrega total de nosotros mismos al servicio del Pueblo santo de Dios”, una misión que “comienza con la oración y continúa en la unión con el Señor, quien reaviva continuamente en nosotros su don: la santa vocación al sacerdocio”.

Sólo en el Corazón de Jesús encontramos nuestra verdadera humanidad

El Papa también afirmó que “sólo haciendo memoria vivimos y hacemos revivir lo que el Señor nos ha entregado, y nos pide, a su vez, transmitirlo en su nombre”.

La memoria unifica nuestros corazones en el Corazón de Cristo y nuestra vida en la vida de Cristo, de modo que podamos llevar al Pueblo santo de Dios la Palabra y los sacramentos de la salvación, para un mundo reconciliado en el amor”, añadió.

Además, aclaró que “sólo en el Corazón de Jesús encontramos nuestra verdadera humanidad de hijos de Dios y de hermanos entre nosotros”.

Por ello, el Papa León XIV dirigió a los presbíteros una invitación urgente: “¡Sean constructores de unidad y de paz!”, exclamó.

En este contexto, recordó que el sacerdote “está llamado a promover la reconciliación y generar comunión”, siendo pastores capaces de discernir, “hábiles en el arte de recomponer los fragmentos de vida que se nos confían, para ayudar a las personas a encontrar la luz del Evangelio dentro de las tribulaciones de la existencia”.

Para el Pontífice, esto significa también ser “sabios lectores de la realidad, yendo más allá de las emociones del momento, de los miedos y de las modas; significa ofrecer propuestas pastorales que generen y regeneren la fe, construyendo relaciones buenas, vínculos solidarios, comunidades donde brille el estilo de la fraternidad”.

No le teman a su fragilidad

Ser constructores de unidad y de paz no significa imponerse, sino servir. En particular, la fraternidad sacerdotal se convierte en signo creíble de la presencia del Resucitado entre nosotros cuando caracteriza el camino común de nuestros presbíteros”, indicó.

En esta fecha señalada, el Papa León XIV les invitó a renovar su “sí” a Dios y al Pueblo, exhortándoles a dejarse “moldear por la gracia” y custodiar “el fuego del Espíritu recibido en la ordenación para que, unidos a Él, puedan ser sacramento del amor de Jesús en el mundo”.

No le teman a su fragilidad: el Señor no busca sacerdotes perfectos, sino corazones humildes, disponibles a la conversión y dispuestos a amar como Él mismo nos ha amado”, advirtió a continuación.

Por último, el Papa León XIV recordó a los sacerdotes que su ministerio será tanto más fecundo “cuanto más esté arraigado en la oración, en el perdón, en la cercanía a los pobres, a las familias, a los jóvenes en busca de la verdad”.

“No lo olviden: un sacerdote santo hace florecer la santidad a su alrededor”, escribió por último el Santo Padre.

FUENTE: ACI PRENSA

LA ORACIÓN: ANCLA PARA LA FE Y GUÍA PARA LA VIDA DIARIA



Encuentro Vivo con Dios y Fuente de Vida Espiritual.

La oración es el alma de la vida cristiana. No se trata simplemente de un deber o de una práctica religiosa más, sino del encuentro constante, amoroso y transformador con Dios. Quien ora, se pone en presencia del Creador, se abre a su gracia y le permite actuar en lo más profundo del corazón.

Desde los comienzos de la Revelación, la oración ha sido la respuesta del ser humano al Dios que habla, que llama, que se revela. Desde Abraham, el amigo de Dios, hasta María, la mujer orante por excelencia, toda la historia de la salvación está marcada por hombres y mujeres que supieron entrar en diálogo con Dios, acoger su Palabra y dejarse guiar por su Espíritu.


La Oración como Diálogo Vivo

La oración, en esencia, es diálogo. No es un simple ejercicio mental, ni un listado de peticiones, sino una relación. Orar es hablar con Dios y, sobre todo, escucharlo con el corazón abierto. Es una comunicación que alimenta, que consuela, que orienta y que transforma.

Como enseña el Catecismo de la Iglesia Católica:

La oración es la elevación del alma a Dios o la petición a Dios de bienes convenientes” (CIC 2559).
La oración es el encuentro de la sed de Dios y la sed del hombre” (CIC 2560).

En la oración, Dios se da a conocer como Padre amoroso, y nosotros descubrimos nuestra verdadera identidad de hijos. Jesús, nuestro Maestro, no sólo oró continuamente, sino que nos enseñó a orar con el Padre Nuestro, modelo perfecto de confianza, abandono, alabanza, perdón y petición.


Diversas Formas de Oración

La riqueza de la oración cristiana es amplia y profunda. La Iglesia, como madre sabia, ofrece diversos modos de orar que se complementan y enriquecen mutuamente:

Oración personal, en la intimidad del corazón.
Oración comunitaria, que une a los fieles en la fe.
Oración litúrgica, especialmente en la Eucaristía, cumbre de toda oración.
Oración devocional, como el Rosario, el Vía Crucis, novenas, letanías.

Cada forma tiene su lugar y valor, pero entre todas, hay una que es especialmente fundamental y transformadora para la vida interior del cristiano: la oración personal.


La Oración Personal: Fuente de Intimidad y Transformación

La oración personal es el corazón silencioso donde se gesta una relación viva y profunda con Dios. Es un encuentro íntimo, cotidiano, en el que el alma se desnuda ante su Creador. No hay máscaras, no hay apariencias. Solo el orante y Dios, en una relación de amor, confianza y entrega.

Jesús mismo buscaba espacios de soledad para hablar con el Padre. El Evangelio de Marcos lo narra con fuerza:

Muy de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, Jesús se levantó, salió y se fue a un lugar solitario, donde se puso a orar” (Mc 1,35).

Si Jesús, siendo el Hijo de Dios, sentía la necesidad de orar, ¿Cuánto más nosotros?


Importancia de la Oración Personal en la Vida del Cristiano
  1. Alimenta la relación con Dios: la oración personal es el lugar donde Dios se revela no solo como Creador, sino como Padre, Amigo, Maestro y Guía.
  2. Da sentido y dirección a la vida: en la oración, el creyente discierne la voluntad de Dios y recibe luz para caminar.
  3. Fortalece en la prueba: es refugio en medio del dolor, la duda y el sufrimiento.
  4. Sana el corazón: muchas heridas interiores solo se curan en el silencio orante ante el Señor.
  5. Forma a Cristo en nosotros: a través de la oración, el Espíritu Santo nos configura a imagen de Cristo.
El Papa Benedicto XVI decía:

“El hombre necesita de Dios, o mejor, sin Dios el hombre no sabe dónde ir, ni tampoco logra entender quién es” (Homilía, 4 de octubre de 2005).


Santidad y Oración Personal

Los santos son testigos vivos del poder transformador de la oración. Todos, sin excepción, han sido hombres y mujeres profundamente orantes.

Santa Teresa de Jesús afirmaba:

La oración es tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama”.

San Juan María Vianney decía con sencillez:

La oración es la unión con Dios. Cuando uno tiene el corazón puro y unido a Dios, siente en sí un bálsamo, una dulzura que embriaga”.


¿Cómo hacer oración personal de manera constante e intensa?

La constancia en la oración no depende solo de la emoción o el tiempo disponible, sino del amor y la decisión de buscar a Dios cada día. Algunas claves prácticas para cultivarla:

1. Establecer un tiempo fijo

Como todo encuentro importante, la oración requiere espacio y prioridad. No se trata de “ver si hay tiempo”, sino de organizar el día en torno a ese encuentro con Dios. Puede ser en la mañana, en la noche, o en algún momento del día, pero debe ser un compromiso de amor.

2. Buscar un lugar tranquilo

Un rincón especial, sencillo pero recogido, ayuda a disponerse para el encuentro. El silencio exterior favorece el recogimiento interior.

3. Invocar al Espíritu Santo

Toda oración auténtica comienza invocando al Espíritu, que es quien ora en nosotros (cf. Rm 8,26). Él nos enseña a orar y pone en nuestros labios el clamor del corazón.

4. Usar la Palabra de Dios

La lectura orante de la Biblia (Lectio Divina) es una forma maravillosa de oración personal. En ella, Dios nos habla directamente, y su Palabra se convierte en luz, fuerza y alimento.

5. Ser sinceros

No hay que tener miedo de decirle a Dios lo que sentimos: alegría, cansancio, dudas, gratitud, tristeza. Él lo conoce todo. La sinceridad en la oración personal abre el corazón a la acción de su gracia.

6. Permanecer en silencio

No solo hablar. También escuchar. A veces, en el silencio más profundo, el alma encuentra a Dios más allá de las palabras.

7. Perseverar

Habrá días en que la oración parecerá seca o sin sentido. Pero la fidelidad en medio de la aridez es donde más crece la fe. Santa Teresa del Niño Jesús decía: “No siempre siento la presencia de Dios, pero creo en Él con más fe cuando no lo siento”.

La oración, especialmente la oración personal, no es un añadido en la vida del cristiano, sino su misma savia vital. Sin oración, la fe se apaga, el alma se marchita y la vida se vacía de trascendencia. Con oración, todo se llena de sentido, incluso el sufrimiento.

El Señor no pide grandes discursos, sino un corazón que le busque con humildad. Él espera cada día en lo profundo del alma, deseando hablar, consolar, transformar. La oración es el lugar del amor verdadero, del descanso interior, del aprendizaje del Evangelio. Es allí donde el cristiano se hace discípulo, y el discípulo se hace santo.

Orar no es otra cosa que un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de gratitud y de amor tanto desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegría” (Santa Teresita del Niño Jesús).

EL HOMBRE DEBERÍA TEMBLAR

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San Francisco de Asís