Dentro de los sacerdotes de la Antigua Ley, hasta quienes habían de llevar los vasos sagrados quería el Señor que estuviesen libres de toda mancha, pues “¡cuánto más puros han de ser los sacerdotes que lleven en sus manos y en el pecho a Jesucristo!”. (Pedro de Blois)
No debe ser puro tan solo quien ha de tocar los vasos de oro, sino también aquellos en quien se renueva la muerte del Señor. (San Agustín)
La Santísima Virgen María hubo de ser santa y pura de toda mancha porque hubo de llevar en su seno al Verbo encarnado y tratarlo como Madre: y según esto, “¿no se impone que brille con santidad más fúlgida que el sol la mano del sacerdote, que toca la carne de un Dios, , la boca que respira fuego celestial y la lengua que se enrojece con la sangre de Jesucristo?” (San Juan Crisóstomo)
El sacerdote hace en el altar las veces de Jesucristo, por lo que, “debe acercarse a celebrar como el mismo Jesucristo, imitando en cuanto sea posible su santidad. ¡Qué perfección requiere en la religiosa su confesor para permitirle comulgar diariamente!, y ¿por qué no buscará en sí mismo tal perfección el sacerdote, que comulga también a diario? (San Lorenzo Justiniano)
GRAVEDAD DE LOS PECADOS DEL SACERDOTE
Gravísimo es el pecado del sacerdote, porque peca a plena luz, ya que pecando sabe bien lo que hace. Por esto el pecado de los fieles es más grave que el de los infieles, “precisamente porque conocen la verdad”. (Santo Tomás)
El sacerdote está de tal modo instruido en la ley, que la enseña a los demás: Pues los labios del sacerdote deben guardar la ciencia, y la doctrina han de buscar su boca [Malaquías 2, 7]. Por esta razón el pecado de quien conoce la ley es en extremo grande, no tiene la excusa de la ignorancia. Los pobres seglares pecan, pero pecan en medio de las tinieblas, del mundo, alejados de los sacramentos, poco instruidos en materia espiritual; sumergidos en los asuntos temporales y con el débil conocimiento de Dios, no se dan cuenta de lo que hacen pecando, pues “flechan entre las sombras” [Sal 10, 3], para hablar con el lenguaje de David. Los sacerdotes, por el contrario están tan llenos de luces, que son antorchas, destinadas a iluminar a los pueblos Vosotros sois la luz del mundo. (San Ambrosio)
A la verdad, los sacerdotes han de estar muy instruidos al cabo de tanto libro leído, de tantas predicaciones oídas, de tantas reflexiones meditadas, de tantas advertencias recibidas de sus superiores; en una palabra, que a los sacerdotes se les ha dado conocer a fondo los divinos misterios [Lc 8, 10]. De aquí que sepan perfectamente cuánto merece Dios ser amado y servido y conozcan toda la malicia del pecado mortal enemigo tan opuesto de Dios, que, si fuera capaz de destrucción, un solo pecado mortal, lo destruiría
“El pecado tiende a la destrucción de la bondad divina”; y en otro lugar; “El pecado aniquila a Dios en cuanto puede”. (San Bernardo)
El pecado hace morir a Dios en cuanto depende de su voluntad. (Santo Tomás de Aquino)
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