FRASES PARA SACERDOTES

"Cuando rezamos el Santo Rosario y nos unimos a María, estamos viviendo lo que es la familia porque cuando los hijos se reúnen con La Madre y juntos le oran a Dios, es la familia orando unida". DE: Marino Restrepo.
Papa Francisco a los sacerdotes que llevan "doble vida"

PARA HABLAR CON DIOS - ESCRITOS DE SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ


Comunión de los santos

¿Qué significa la "comunión de los santos"?


La expresión «comunión de los santos» indica, ante todo, la común participación de todos los miembros de la Iglesia en las cosas santas (sancta): la fe, los sacramentos, en particular en la Eucaristía, los carismas y otros dones espirituales. (Catecismo de la Iglesia Católica, Compendio, 194). También designa la comunión entre las personas santas (sancti), es decir, entre quienes por la gracia están unidos a Cristo muerto y resucitado. Unos viven aún peregrinos en este mundo; otros, ya difuntos, se purifican, ayudados también por nuestras plegarias; otros, finalmente, gozan ya de la gloria de Dios e interceden por nosotros. Todos juntos forman en Cristo una sola familia, la Iglesia, para alabanza y gloria de la Trinidad. (Catecismo de la Iglesia Católica, Compendio, 195).


¿Cómo lo explicarías?

Comunión de los Santos. -¿Cómo te lo diría? -¿Ves lo que son las transfusiones de sangre para el cuerpo? Pues así viene a ser la Comunión de los Santos para el alma. 
Camino, 544

Vivid una particular Comunión de los Santos: y cada uno sentirá, a la hora de la lucha interior, lo mismo que a la hora del trabajo profesional, la alegría y la fuerza de no estar solo. 
Camino, 545

Recuerda con constancia que tú colaboras en la formación espiritual y humana de los que te rodean, y de todas las almas —hasta ahí llega la bendita Comunión de los Santos—, en cualquier momento: cuando trabajas y cuando descansas; cuando se te ve alegre o preocupado; cuando en tu tarea o en medio de la calle haces tu oración de hijo de Dios, y trasciende al exterior la paz de tu alma; cuando se nota que has sufrido —que has llorado—, y sonríes.
Forja, 846

Hace un instante, antes del lavabo, hemos invocado al Espíritu Santo, pidiéndole que bendiga el Sacrificio ofrecido a su santo Nombre. Acabada la purificación, nos dirigimos a la Trinidad Suscipe, Sancta Trinitas , para que acoja lo que presentamos en memoria de la vida, de la Pasión, de la Resurrección y de la Ascensión de Cristo, en honor de María, siempre Virgen, en honor de todos los santos.


En la Santa Misa

Que la oblación redunde en salvación de todos: Orate, fratres, reza el sacerdote , porque este sacrificio es mío y vuestro, de toda la Iglesia Santa. Orad, hermanos, aunque seáis pocos los que os encontráis reunidos; aunque sólo se halle materialmente presente nada más un cristiano, y aunque estuviese solo el celebrante: porque cualquier Misa es el holocausto universal, rescate de todas las tribus y lenguas y pueblos y naciones. 

Todos los cristianos, por la Comunión de los Santos, reciben las gracias de cada Misa, tanto si se celebra ante miles de personas o si ayuda alsacerdote como único asistente un niño, quizá distraído. En cualquier caso, la tierra y el cielo se unen para entonar con los Angeles del Señor: Sanctus, Sanctus, Sanctus...
Es Cristo que pasa, 89


La unión es fuerza

Aquí estamos, consummati in unum! (Ioh XVII, 23.), en unidad de petición y de intenciones, dispuestos a comenzar este rato de conversación con el Señor, con el deseo renovado de ser instrumentos eficaces en sus manos. Ante Jesús Sacramentado –¡cómo me gusta hacer un acto de fe explícita en la presencia real del Señor en la Eucaristía!–, fomentad en vuestros corazones el afán de transmitir, con vuestra oración, un latido lleno de fortaleza que llegue a todos los lugares de la tierra, hasta el último rincón del planeta donde haya un hombre que gaste generosamente su existencia en servicio de Dios y de las almas. Porque, gracias a la inefable realidad de la Comunión de los Santos, somos solidarios –cooperadores, dice San Juan (3 Ioh, 8.)– en la tarea de difundir la verdad y la paz del Señor. 
Amigos de Dios, 154

Yo cada día me acuerdo de ti, y te mando otras cartas... ¡Bendita Comunión de los Santos! En nuestro camino, hijo mío, entra vivir esa unión de familia sobrenatural, que hace que participemos unos de las oraciones, sacrificios y trabajos de los otros»
San Josemaría Escrivá, carta a Emiliano Amann, Burgos 5-III-1938



¡Tienes un ángel!


Ten confianza con tu Angel Custodio. – Trátalo como un entrañable amigo –lo es– y él sabrá hacerte mil servicios en los asuntos ordinarios de cada día.
Camino, 562

La tradición cristiana describe a los Angeles Custodios como a unos grandes amigos, puestos por Dios al lado de cada hombre, para que le acompañen en sus caminos. Y por eso nos invita a tratarlos, a acudir a ellos.
Es Cristo que pasa, 63

Hemos de llenarnos de aliento ya que la gracia del Señor no nos faltará, porque Dios estará a nuestro lado y enviará a sus Angeles, para que sean nuestros compañeros de viaje, nuestros prudentes consejeros a lo largo del camino, nuestros colaboradores en todas nuestras empresas. In manibus portabunt te, ne forte offendas ad lapidem pedem tuum, sigue el salmo: los Angeles te llevarán con sus manos, para que tu pie no tropiece en piedra alguna.
Es Cristo que pasa, 63


Ayúdame a rezar

Tus comuniones eran muy frías: prestabas poca atención al Señor: con cualquier bagatela te distraías... —Pero, desde que piensas —en ese íntimo coloquio tuyo con Dios— que están presentes los Angeles, tu actitud ha cambiado...: “¡que no me vean así!”, te dices...
—Y mira cómo, con la fuerza del “qué dirán” —esta vez, para bien—, has avanzado un poquito hacia el Amor.
Surco, 694
Te pasmas porque tu Angel Custodio te ha hecho servicios patentes. —Y no debías pasmarte: para eso le colocó el Señor junto a ti.
Camino, 565

Señor, que tus hijos sean como una brasa encendidísima, sin llamaradas que se vean de lejos. Una brasa que ponga el primer punto de fuego, en cada corazón que traten...
—Tú harás que ese chispazo se convierta en un incendio: tus Angeles —lo sé, lo he visto— son muy entendidos en eso de soplar sobre el rescoldo de los corazones..., y un corazón sin cenizas no puede menos de ser tuyo.
Forja, 9


Como rezas tú

Hace ya muchos años vi un cuadro que se grabó profundamente en mi interior. Representaba la Cruz de Cristo y, junto al madero, tres ángeles: uno lloraba con desconsuelo; otro tenía un clavo en la mano, como para convencerse de que aquello era verdad; el tercero estaba recogido en oración. Un programa siempre actual para cada uno de nosotros: llorar, creer y orar.

Ante la Cruz, dolor de nuestros pecados, de los pecados de la humanidad, que llevaron a Jesús a la muerte; fe, para adentrarnos en esa verdad sublime que sobrepasa todo entendimiento y para maravillarnos ante el amor de Dios; oración, para que la vida y la muerte de Cristo sean el modelo y el estímulo de nuestra vida y de nuestra entrega. Sólo así nos llamaremos vencedores: porque Cristo resucitado vencerá en nosotros, y la muerte se transformará en vida.
Es Cristo que pasa, 101

¿Me echas una mano?
No podemos tener la pretensión de que los Angeles nos obedezcan... Pero tenemos la absoluta seguridad de que los Santos Angeles nos oyen siempre.
Forja, 339

Acostúmbrate a dar gracias anticipadas a los Angeles Custodios..., para obligarles más.
Forja, 93


Al final de la vida

El Angel Custodio nos acompaña siempre como testigo de mayor excepción. El será quien, en tu juicio particular, recordará las delicadezas que hayas tenido con Nuestro Señor, a lo largo de tu vida. Más: cuando te sientas perdido por las terribles acusaciones del enemigo, tu Angel presentará aquellas corazonadas íntimas quizá olvidadas por ti mismo, aquellas muestras de amor que hayas dedicado a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo.

Por eso, no olvides nunca a tu Custodio, y ese Príncipe del Cielo no te abandonará ahora, ni en el momento decisivo.
Surco, 693

Sancti Angeli, Custodes nostri: defendite nos in proelio, ut non pereamus in tremendo iudicio. Santos Angeles Custodios: defendednos en la batalla, para que no perezcamos en el tremendo juicio.
Es Cristo que pasa, 63


FUENTE: es.josemariaescriva.info


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