FRASES PARA SACERDOTES

"Cuando rezamos el Santo Rosario y nos unimos a María, estamos viviendo lo que es la familia porque cuando los hijos se reúnen con La Madre y juntos le oran a Dios, es la familia orando unida". DE: Marino Restrepo.
Papa Francisco a los sacerdotes que llevan "doble vida"

¿Por qué el latín es la lengua oficial de la Iglesia católica?


¿Y por qué Roma es su capital?

La Iglesia es universal, pero esta universalidad no es puramente geográfica al extenderse hasta los confines del mundo, sino que más bien dicha universalidad deriva de su vocación -dada por Dios- de acoger a todos los hombres en su seno porque su llamado (el de Dios) no excluye a persona alguna.

Y para que su mensaje fuera universal o católico, Dios se valió en un principio de la lengua y estructura del imperio romano, que para ese entonces era una realidad universal.

El latín era la lengua del imperio romano; la lengua que, desde Roma, se pretendió extender por los territorios conquistados.




Es más, es la lengua con la que de alguna manera Jesús entró en contacto porque el imperio romano llegó a Palestina.

Incluso con una buena probabilidad, en virtud de su inteligencia divina o su ciencia infusa, cabe pensar que Jesús manejara el latín, aunque su conocimiento hubiera podido ser un poco más que rudimentario.

Es lo que nos sugiere la conversación entre Jesús y el centurión romano que mencionan Mateo y Lucas; conversación en la que, con toda probabilidad, no hubo intérprete alguno, pues sólo aparecen como testigos de la misma sus discípulos y otras gentes de similar nivel cultural, no muy elevado.

Por lo anterior también es probable que Jesús utilizara esta lengua para hablar con Poncio Pilatos.

Si algunos del pueblo hablaban latín, ¿por qué no precisamente Jesús? Es muchísimo más probable y fácil que los territorios conquistados “hablaran” la lengua del imperio que los conquistadores hablaran la lengua de sus dominados.

Es improbable que el despótico gobernador o procurador romano Poncio Pilatos, alto funcionario de transición del gobierno de ocupación, se incomodara en aprender una de las lenguas del territorio dominado (arameo-hebreo), cuando tenía la misión de consolidar el imperio junto a su lengua en ese territorio.

Roma al extenderse alrededor del Mediterráneo, extendió e impuso toda su cultura, leyes, lengua, etc..

Y el latín era la lengua cooficial junto a otras (propias del lugar), aunque con carácter un poco menos preponderante con respecto al griego; pues el griego era la lengua de la gente importante, culta, de los ricos y la lengua del mundo laboral y comercial.

Creo que no es descabellado pensar que la divina providencia haya permitido que Jesucristo haya nacido, como lugar y momento histórico, en un territorio dominado por el imperio romano; admirable instrumento para la rápida expansión del cristianismo, sobre todo a partir del siglo IV.

Si el mundo occidental, al origen del cristianismo, hubiera sido una multiplicidad de pueblos y gobiernos totalmente divergentes y autónomos hubiera sido un obstáculo para la difusión del mensaje de Jesús a través de su Iglesia.

Después de Pentecostés, sus apóstoles parten a “conquistar” el mundo. Y, ¿con qué se encuentran? Se encuentran con un imperio bien unificado, compacto y organizado gracias en primer lugar a la lengua latina, sin excluir el griego.

Es en ese imperio donde establece el cristianismo, y es de él que la Iglesia adopta su forma terrenal: la organización, la estructura, el derecho, la lengua, etcétera.

Y Roma es también la misma capital o cuna de la Iglesia porque también es la ciudad en la cual murieron san Pedro y san Pablo, columnas de la Iglesia; ciudad que fue fecundada con la sangre de tantos mártires.

El latín era pues la lengua universal y la Iglesia se extendió, se consolidó y se fortaleció utilizando esta lengua.

De esta manera la Biblia, los documentos eclesiales y patrísticos, los concilios, los libros eran en esta lengua para llegar a los confines geográficos del mundo.

En efecto, la Iglesia, al abrazar a todas las naciones y al estar destinada por vocación divina a permanecer hasta la consumación de los siglos, exige por su misma naturaleza, una lengua profunda, inmutable y universal.

La Iglesia debe disponer de una lengua que le permita comunicarse oficialmente no solo entre los miembros de un mismo contexto histórico esparcidos por el mundo sino que también vincule a los cristianos de todas las épocas entre sí.

Y el latín es la lengua apropiada porque se necesita una lengua que sea punto de referencia para el conocimiento de los documentos institucionales y no desvirtuar el sentido de los textos pues entre otras ventajas del latín es la de ser una lengua muy, pero muy, precisa o concreta; incluso muy propicia para ahondar en las verdades teológicas.

Además el latín es, más ayer que hoy, la lengua común que permite que la liturgia o el culto sea el mismo en cualquier rincón del mundo. El latín es utilizado como lengua litúrgica oficial de la Iglesia católica de rito latino.

Y su condición de lengua “muerta”, en el sentido de que no está sujeta a evolución, le confiere particular utilidad para usos teológicos y litúrgicos, ya que es necesario que los significados de las palabras se mantengan estables.

De esta manera los textos que se emplean en estas disciplinas conservarán su significado y su sentido para lectores de todas las épocas.


FUENTE:  es.aleteia.org

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