SAN TARSICIO: EJEMPLO DE AMOR HACIA LA EUCARISTÍA. |
La Iglesia Católica ha tenido muy especial cariño a este joven que con tanto amor llevaba la Comunión a los prisioneros y con tan enorme valor supo defender la Santa Eucaristía de los enemigos que intentaban profanarla.
"No echéis a los perros lo sagrado ni a los cerdos lo muy valioso porque se volverán contra vosotros."
-De Wikipedia- San Tarsicio, también conocido como Tarcisio (forma incorrecta de Tarsicio), Tarsicio de Roma oTarsicio mártir fue, según el Martirologio romano y una evidencia epigráfica honorífico-funeraria, un joven que murió martirizado en la Vía Apia de Roma en torno al año 257 o 258 d.C., durante el gobierno del emperador Valeriano. Lo poco que se conoce sobre él con carácter hagiográfico es lo que transmite el martirologio, a lo que se suma la inscripción esculpida en su tumba por mandato del papa Dámaso I, obispo de Roma entre 366 y 384.
San Tarcisio era un acólito (monaguillo) o ayudante de los sacerdotes en Roma en el siglo III siendo Emperador Valeriano quien tenía fama de duro y sanguinario. Valeriano se había convencido de que los cristianos eran los enemigos del Imperio y había que acabar con ellos.
San Tarcisio era un acólito (monaguillo) o ayudante de los sacerdotes en Roma en el siglo III siendo Emperador Valeriano quien tenía fama de duro y sanguinario. Valeriano se había convencido de que los cristianos eran los enemigos del Imperio y había que acabar con ellos.
Los cristianos para poder celebrar sus cultos se veían obligados a esconderse en las catacumbas o cementerios romanos. Era frecuente la trágica escena de que mientras estaban celebrando los cultos llegaban los soldados los cogían de improviso y allí mismo sin más juicios los decapitaban o les infligían otros martirios. Todos confesaban la fe en nuestro Señor Jesucristo.
El pequeño Tarcisio había presenciado la ejecución del mismo Papa mientras celebraba la Eucaristía en una de estas catacumbas. La imagen macabra quedó grabada fuertemente en su alma de niño y decidió a seguir la suerte de los mayores cuando le tocase la hora que ojalá -decía él- fuera ahora mismo.
Un día estaban celebrando la Eucaristía en las Catacumbas de San Calixto. El Papa Sixto recuerda que algunos hermanos se encontraban encarcelados por profesar ser cristianos los cuales no tenían sacerdote y que por lo mismo no podrían fortalecer su espíritu para la lucha que les esperaba sino recibían el Cuerpo del Señor.
Pero ¿quién será esa alma generosa que se ofrezca para llevarles el Cuerpo del Señor? Son montones las manos que se alargan de ancianos venerables y jóvenes fornidos. Todos están dispuestos a morir por Jesucristo y por sus hermanos.
Uno de los que se ofrecía era Tarcisio acólito. Ante tanta inocencia y ternura exclama lleno de emoción el anciano Papa Sixto:
- ¿Tú también hijo mío?
- ¿Y por qué no Padre? Nadie sospechará de mis pocos años.
Ante tan intrépida fe el Papa no duda. Toma con mano temblorosa las Sagradas Formas y en un relicario las coloca con gran devoción a la vez que las entrega al pequeño Tarcisio de apenas once años con esta recomendación:
- Cuídalas bien hijo mío.
- Descuide Padre que antes pasarán por mi cadáver que nadie ose tocarlas.
Sale fervoroso y presto de las Catacumbas y poco después se encuentra con unos niños de su edad que estaban jugando.
- Hola Tarcisio juega con nosotros: necesitamos un compañero
- No no puedo. Otra vez será mientras apretaba las manos con fervor sobre su pecho y proteger aquella carga preciosa.
Y uno de aquellos mozalbetes exclama:
-A ver a ver qué llevas ahí escondido.
Y otro: Debe ser eso que los cristianos llaman Los Misterios e intentan verlo. Lo derriban a tierra le dan golpes derrama sangre. Todo inútil. Ellos no salen con la suya. Tarcisio por nada del mundo permite que le roben aquellos Misterios a los que él ama más que a sí mismo...
Al momento pasaba por allí Cuadrado un fornido soldado que estaba en el período de catecumenado y conoce a Tarcisio. Huyen corriendo los niños mientras Tarcisio llevado en brazos por Cuadrado llega hasta las Catacumbas de San Calixto en la Vía Appia. Al llegar ya era cadáver pero aún sostenía fuertemente las Sagradas Formas contra su pecho las que sólo soltó ante la presencia del Papa Sixto para que las reservara en el Tabernáculo.
El libro oficial de las Vidas de Santos de la Iglesia llamado Martirologio Romano cuenta así la vida de este santo:
En Roma en la Vía Apia fue martirizado Tarcisio acólito. Los paganos lo encontraron cuando transportaba el Sacramento del Cuerpo de Cristo y le preguntaron qué llevaba. Tarcisio quería cumplir aquello que dijo Jesús: No arrojen las perlas a los cerdos y se negó a responder. Los paganos lo apalearon y apedrearon hasta que exhaló el último suspiro pero no pudieron quitarle el Sacramento de Cristo. Los cristianos recogieron el cuerpo de Tarcisio y le dieron honrosa sepultura en el Cementerio de Calixto.
Desde entonces el frío mármol guarda aquellas reliquias del mártir de la Eucaristía sobre las que escribió el Papa San Dámaso este hermoso epitafio: Lector que lees estas líneas: te conviene recordar que el mérito de Tarcisio es muy parecido al del diácono San Esteban a ellos los dos quiere honrar este epitafio. San Esteban fue muerto bajo una tempestad de pedradas por los enemigos de Cristo a los cuales exhortaba a volverse mejores. Tarcisio mientras lleva el sacramento de Cristo fue sorprendido por unos impíos que trataron de arrebatarle su tesoro para profanarlo. Prefirió morir y ser martirizado antes que entregar a los perros rabiosos la Eucaristía que contiene la Carne Divina de Cristo.
La fiesta de su memoria se celebró antiguamente el 15 de agosto pero luego de la Proclamación del Dogma de la Asunción de María se trasladó al 14 de agosto. En muchos países se celebra esta fecha. Tarsicio, conocido como «el mártir de la Eucaristía», es venerado como patrono de los acólitos o servidores del altar, además de aquellas personas que reciben la primera comunión.
Monaguillos: los amigos de Jesús
Mensaje de Benedicto XVI a 50.000 monaguillos en la Audiencia General del 4 de Agosto de 2010.
"Queridas y queridos monaguillos, el testimonio de san Tarsicio y esta hermosa tradición nos enseñan el profundo amor y la gran veneración que debemos tener hacia la Eucaristía: es un bien precioso, un tesoro cuyo valor no se puede medir; es el Pan de la vida, es Jesús mismo que se convierte en alimento, apoyo y fuerza para nuestro peregrinar de cada día, y en camino abierto hacia la vida eterna; es el mayor don que Jesús nos ha dejado.
Me dirijo a vosotros, aquí presentes, y por medio de vosotros a todos los monaguillos del mundo. Servid con generosidad a Jesús presente en la Eucaristía. Es una tarea importante, que os permite estar muy cerca del Señor y crecer en una amistad verdadera y profunda con él. Custodiad celosamente esta amistad en vuestro corazón como san Tarsicio, dispuestos a comprometeros, a luchar y a dar la vida para que Jesús llegue a todos los hombres. También vosotros comunicad a vuestros coetáneos el don de esta amistad, con alegría, con entusiasmo, sin miedo, para que puedan sentir que vosotros conocéis este Misterio, que es verdad y que lo amáis. Cada vez que os acercáis al altar, tenéis la suerte de asistir al gran gesto de amor de Dios, que sigue queriéndose entregar a cada uno de nosotros, estar cerca de nosotros, ayudarnos, darnos fuerza para vivir bien. Como sabéis, con la consagración, ese pedacito de pan se convierte en Cuerpo de Cristo, ese vino se convierte en Sangre de Cristo.
Sois afortunados por poder vivir de cerca este inefable misterio. Realizad con amor, con devoción y con fidelidad vuestra tarea de monaguillos. No entréis en la iglesia para la celebración con superficialidad; antes bien, preparaos interiormente para la santa misa. Ayudando a vuestros sacerdotes en el servicio del altar contribuis a hacer que Jesús esté más cerca, de modo que las personas puedan sentir y darse cuenta con más claridad de que él está aquí; vosotros colaboráis para que él pueda estar más presente en el mundo, en la vida de cada día, en la Iglesia y en todo lugar. Queridos amigos, vosotros prestáis a Jesús vuestras manos, vuestros pensamientos, vuestro tiempo. Él no dejará de recompensaros, dándoos la verdadera alegría y haciendo que sintáis dónde está la felicidad más plena. San Tarsicio nos ha mostrado que el amor nos puede llevar incluso hasta la entrega de la vida por un bien auténtico, por el verdadero bien, por el Señor.
Probablemente a nosotros no se nos pedirá el martirio, pero Jesús nos pide la fidelidad en las cosas pequeñas, el recogimiento interior, la participación interior, nuestra fe y el esfuerzo de mantener presente este tesoro en la vida de cada día. Nos pide la fidelidad en las tareas diarias, el testimonio de su amor, frecuentado la Iglesia por convicción interior y por la alegría de su presencia. Así podemos dar a conocer también a nuestros amigos que Jesús vive."
Oración
San Tarcisio: mártir de la Eucaristía, pídele a Dios que todos y en todas partes demostremos un inmenso amor y un infinito respeto al Santísimo Sacramento donde está nuestro amigo Jesús, con su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad.
Bendiciones por tan esxelente palabras me conmueve desde lo mas profundo de mi corazón y admiración mi amigo
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