El Secreto de María
(San Luis María Grignion de Montfort)
Introducción
Aquí tienes, alma predestinada, un secreto que me ha enseñado el Altísimo, y que en ningún libro antiguo ni moderno he podido encontrar. Voy a confiártelo con la gracia del Espíritu Santo; pero con estas condiciones:
1) Que no lo comuniques sino a las personas que lo merezcan, por sus oraciones, sus mortificaciones, sus limosnas, sus persecuciones, su abnegación y su celo por el bien de las almas.
2) Que te valgas de él para hacerte santa y espiritual; porque la importancia de este secreto se mide por el uso que de él se hace. Cuidado con cruzarte de brazos, sin trabajar; que mi secreto se convertirá en veneno y vendrá a ser tu condenación.
3) Que todos los días de tu vida des gracias a Dios, por el favor que te hace al enseñarte un secreto que no mereces saber.
Y a medida que lo vayas poniendo en práctica en las acciones ordinarias de la vida, comprenderás su precio y excelencia; que, al principio, por la multitud y gravedad de los pecados y aficiones secretas que te atan, sólo imperfectamente lo conocerás.
No te dejes llevar de ese deseo precipitado y natural de conocer la verdad, di primero devotamente, de rodillas, el Ave Maris Stella y el Veni Creador Spiritus, para pedir a Dios la gracia de entender y saborear este misterio divino.
Como tengo poco tiempo para escribir y tú tienes poco para leer, te lo diré en compendio.
Primera Parte
Necesidad de una verdadera devoción a María
I. La gracia de Dios es absolutamente necesaria.
3) Lo que de ti quiere Dios, alma que eres su imagen viva, comprada con la sangre de Jesucristo, es que llegues a ser santa, como Él, en esta vida, y glorificada, como Él, en la otra.
Tu vocación cierta es adquirir la santidad divina; y todos tus pensamientos, palabras y obras, tus sufrimientos, los movimientos todos de tu vida a eso se deben dirigir; no resistas a Dios, dejando de hacer aquello para que te ha criado y hasta ahora te conserva.
¡Qué obra tan admirable! El polvo trocado en luz, la horrura en pureza, el pecado en santidad, la criatura en su Creador, y el hombre en Dios. Obra admirable, repito, pero difícil en sí misma, y a la naturaleza por sí sola imposible. Nadie si no Dios con su gracia y gracia abundante y extraordinaria puede llevarla a cabo; la creación de todo el universo no es obra tan grande como ésta.
4) Y tú, alma, ¿cómo lo conseguirás? ¿Qué medios vas a escoger para levantarte a la perfección a que Dios te llama? Los medios de salvación y santificación son de todos conocidos; señalados están en el Evangelio, explicados por los maestros de la vida espiritual, practicados por los santos. Todo el que quiera salvarse y llegar a ser perfecto necesita humildad de corazón, oración continua, mortificación universal, abandono en la Divina Providencia y conformidad con la voluntad de Dios.
5) Para poner en práctica todos estos medios de salvación y santificación, nadie duda que la gracia de Dios es absolutamente necesaria y que, más o menos, a todos se da. Más o menos digo, porque Dios, a pesar de ser infinitamente bueno, no da a todos el mismo grado de gracia, aunque da a cada uno la suficiente. El alma fiel con mucha gracia hace grandes cosas, y con poca gracia, pequeñas. Lo que valora y hace subir de quilates nuestras acciones es la gracia dada por Dios y seguida por el alma. Estos principios son incontestables. (...)
Continuará.
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