Los Estigmas son una marca o señal en el cuerpo. En su sentido
religioso se refiere al fenómeno de llevar las llagas de la crucifixión de
Cristo físicamente.
Durante la Pasión, según narran
los Evangelistas, Jesucristo sufrió indecibles tormentos: bofetadas, azotes,
corona de espinas, crucifixión, lanzada…
Estas llagas se manifiestan en
las manos, pies, el costado y la cabeza de ciertos santos como signo de su
participación en la pasión de Cristo.
Los estigmas pueden ser:
Visibles o invisibles;
sangrientos o no; permanentes, periódicos (generalmente resurgiendo en días o
temporadas asociadas con la pasión de Cristo) o transitorios. Los estigmas
invisibles pueden causar tanto dolor como los visibles. Los estigmas pueden
permanecer muchos años, como el caso del Padre
Pío, quien los llevó por 50 años y fue el primer sacerdote que se conoce
estigmatizado. (San Francisco tenía
los estigmas pero no era sacerdote). Al morir sus estigmas desaparecieron
milagrosamente. Otros estigmatizados: Santa Rita de Cascia, Sta.
Teresa Neuwman, Sta. Gema Galgani,
Sta. Faustina (estigmas invisibles)
y muchos otros (más de 60 de ellos han sido canonizados). (Ver lista de los
nueve estigmatizados más reconocidos por la comunidad actualmente).
ALGUNOS CRITERIOS DE DISCERNIMIENTO
Los estigmas pueden ser don de
Dios (como en los santos) o falsificación o causados por el sujeto por
problemas mentales. En algunos casos de carácter diabólico.
Es por eso que la iglesia ha
establecido criterios para determinar la autenticidad de los estigmas. Las
llagas están localizadas en los lugares de las cinco llagas de Cristo. Esto no
ocurre por histeria ni hipnotismo; los estigmas no se infectan; aparecen
espontáneamente en el cuerpo mientras la persona está en éxtasis; no ceden ante
el tratamiento médico; sangran copiosamente y por largos períodos; están
acompañados de fuertes dolores tanto físicos como morales (La falta de dolor es
una mala señal que pone en duda la autenticidad de los estigmas porque, de ser
auténticos, son participación en los sufrimientos de Cristo).
Los estigmas auténticos no se
pueden explicar por causantes naturales. Además, la persona practica la virtud
heroicamente, particularmente un gran amor a la humildad y a la cruz. La
Iglesia no canoniza a nadie tan solo por ser estigmatizado.
HECHOS
Su existencia está tan bien
fundamentada históricamente que, por regla general, ya ni siquiera la
cuestionan los no creyentes, quienes ahora solamente buscan darles una
explicación natural. Así, ya el médico librepensador, Dr. Dumas, profesor de
psicología religiosa en la Universidad de la Sorbona, claramente admite los
hechos (Revue des Deux Mondes, 1 de mayo, 1907), del mismo modo como lo hace el
Dr. Pierre Janet (Bulletin de l’Institut Psychologique International, Paris,
Julio, 1901).
Santa Catalina de Siena comenzó teniendo estigmas visibles
pero, por humildad, oró para que le fueran cambiadas por unas invisibles. Su
oración fue escuchada. Lo mismo aconteció en el caso de Santa Catalina de Ricci, una monja
dominica florentina del siglo XVI, y con varios otros estigmatizados. Se puede
considerar que la parte esencial de los estigmas visibles consiste en el
sufrimiento. Lo substancial de esta gracia es sentir piedad por Cristo,
participar en sus sufrimientos, en sus aflicciones, y- con ello- en la
expiación de los pecados que sin cesar se cometen en el mundo. Si el
padecimiento estuviera ausente, las heridas se convertirían en un símbolo
vacío, en una representación teatral, que sólo conducirían al orgullo. Si los
estigmas verdaderamente vienen de Dios, sería impropio de su sabiduría tomar
parte en esa mascarada, y hacerlo a través del uso de milagros.
Pero tal prueba dista mucho de
ser la única que los santos deben soportar. “La vida de los estigmatizados”-
dice el Dr. Imbert- “es una larga cadena de dolores que nacen de la divina
enfermedad de los estigmas y que sólo concluyen con la muerte”: (op.cit. infra,
II, x). Parece históricamente cierto que sólo los místicos padecen los
estigmas. Pero no es lo único: también tienen visiones que corresponden a
su papel como co-sufrientes, pudiendo observar en ocasiones las escenas
sangrientas de la Pasión.
Estas apariciones eran
periódicas en algunos casos, como el de Santa Catalina de Ricci, cuyos éxtasis empezaron cuando tenía
veinte años (1542), y la Bula de su canonización afirma que se repitieron por
doce años con puntual regularidad. Los éxtasis duraban exactamente
veintiocho horas, desde el mediodía del jueves hasta las cuatro de la tarde del
viernes, con una interrupción para que la santa pudiera recibir la Santa
Comunión. Catalina conversaba en voz alta, como quien escenifica un drama. El
drama estaba dividido en 17 escenas. Al volver del éxtasis, la santa aparecía
con sus extremidades cubiertas de heridas causadas por látigos, cuerdas, etc.
El Dr. Inbert ha intentado llevar
cuenta del número de estigmatizados, con los siguientes resultados:
1. No se tiene conocimiento de
ninguno antes del siglo XIII. El primero de quien se tiene noticia es San Francisco de Asís, cuyos
estigmas eran de una clase que no se ha vuelto a ver posteriormente: en las
heridas de manos y pies se hallaban raspaduras de carne en forma de clavos. Los
de un lado tenían cabezas redondas; los del otro tenían puntas largas, que se
doblaban para arañar la piel. La humildad del santo no pudo impedir que muchos
de sus hermanos hayan sido testigos, con sus propios ojos, tanto en vida del
santo como después de su muerte, de la existencia de heridas tan maravillosas.
Ese hecho ha sido atestiguado por varios historiadores contemporáneos, y la
fiesta de los Estigmas de San Francisco se celebra el día 17 de septiembre.
2. El Dr. Imbert contabiliza
321 estigmatizados en los que se dan todas las razones posibles para pensar que
se trata de una acción divina. Cree él, además, que se podrían encontrar más
investigando en las bibliotecas de Alemania, España e Italia. En sus listas se hallan
41 varones.
3. Hay 62 santos o beatos, de ambos sexos, de los cuales los de más
renombre (que suman 26) son:
San Francisco de Asís (1186-1226);
Santa Lugarda (1182-1246), una
monja cisterciense;
Santa Margarita de Cortona (1247-97);
Santa Gertrudis (1256-1302), una
benedictina;
Santa Clara de Montfalco (1286-1308),
una agustina;
Santa Angela de Foligno (fallecida
en 1309), una terciaria franciscana;
Santa Catalina de Siena (1347-80),
una terciaria dominica;
Santa Liduvina (1380-1433);
Santa Francisca Romana (1384-1440);
Santa Coleta (1380-1447),
franciscana;
Santa Rita de Casia (1386-1456),
agustina;
Beata Osana de Mantua
(1499-1505), terciaria dominica;
Santa Catalina de Génova (1447-1501),
terciaria franciscana;
Beata Bautista Varani (1458-1524),
clarisa Pobre;
Beata Lucía de Narni (1476-1547),
terciaria dominica;
Beata Catalina de Racconigi
(1486-1547), dominica;
San Juan de Dios (1495-1550),
fundador de la Orden de la Caridad;
Santa Catalina de Ricci (1522-89),
dominica;
Santa María Magdalena de Pazzi (1566-1607),
carmelita;
Beata María de la Encarnación (1566-1618),
carmelita;
Beata (Santa, N.T.) Maríana
de Jesús (1557-1620), terciaria franciscana;
Beato (San, N.T.) Carlos
de Sezze (f. En 1670), franciscano;
Beata (Santa, N.T.) Margarita
María Alacoque (1647-90), visitandina (que únicamente tenía la corona de
espinas);
Santa Verónica Giuliani (Julianis,
en español, N.T.) (1600-1727), capuchina;
Santa María Francisca de las
Cinco Llagas (1715-91), terciaria franciscana;
4. Hubo 20 estigmatizados en el siglo XIX. Los más famosos fueron:
Anne Catherine Emmerich (1774-1824),
agustina;
(Beata, N.T.) Isabel Canori
Mora (1774-1825), terciaria trinitaria;
Anna María Taigi (1769-1837);
María Dominica Lazzari (1815-48);
María de Moerl (1812-68) y Luisa
Lateau (1850-83), franciscanas.
De estas, María de Moerl pasó su vida en Kaltern, en el Tirol (1812-68). A la
edad de veinte años comenzó a experimentar éxtasis y ellos fueron su condición
habitual durante los siguientes treinta y cinco años de su vida. Ella
únicamente se liberaba de esa situación ante las órdenes, en ocasiones
simplemente mentales, del franciscano que fungía como su director espiritual,
para volver a las labores hogareñas de su casa que albergaba a una gran
familia. Su actitud ordinaria consistía en arrodillarse sobre su cama, con las
manos cruzadas sobre el pecho, con una expresión tal en el rostro que
impresionaba profundamente a los espectadores. A los veintidós años recibió los
estigmas. Los jueves por la tarde y los viernes, los estigmas derramaban sangre
muy clara, gota a gota, que permanecía seca los demás días. Miles de personas
vieron a María de Moerl. Entre ellos figuraban Görres (quien describe su visita
en su “Mystik”, II, xx), Wiseman y Lord Shrewsbury, quien escribió una apología
de la visionaria en sus cartas publicadas en “The Morning Herald” y “The
Tablet”.(cf. Boré, op. cit. infra).
Luisa Lateau pasó su vida en el poblado de Bois d’Haine, en Bélgica
(1850-83). Las gracias que recibió fueron cuestionadas incluso por algunos
católicos, que generalmente se basaban en información incompleta o errónea,
según ha podido dejar en claro el Canónigo Thiery (“Examen de lo relativo a
Bois d’Haine, Lovaina, 1907″).
A los diecisiete años se dedicó a atender a los enfermos afectados de cólera en
su parroquia, quienes habían sido abandonados por la mayoría de la población.
Durante un mes ella los cuidó, los enterró y, en ocasiones, hasta los hubo de
cargar al cementerio. A los dieciocho años empezaron los éxtasis y aparecieron
los estigmas, lo cual no impidió que siguiera manteniendo a su familia con su
trabajo como costurera. Numerosos médicos fueron testigos de sus dolorosos
éxtasis de los viernes y dejaron testimonio del hecho que durante doce años
ella no tomó ningún alimento, excepción hecha de su comunión semanal.
Le bastaban tres o cuatro vasos de líquido a la semana. En vez de dormir,
pasaba las noches en oración y contemplación, hincada a los pies de su cama.
5. Sin duda, el estigmatizado más sobresaliente del siglo XX ha sido:
Beato Pio de Pietrelcina
(1887-1968), capuchino italiano.
EXPLICACIONES
Habiendo presentado los hechos,
nos falta ahora dar a conocer las diversas explicaciones que se han dado.
Algunos médicos, tanto católicos como libre pensadores, han sostenido que las
heridas pueden haber sido causadas de modo enteramente natural por la sola
acción de la imaginación aunada a emociones muy vivas. En una persona
profundamente impresionada por los sufrimientos del Salvador y penetrada por un
gran amor, esta preocupación actuaría físicamente reproduciendo en ella o en él
las llagas de Cristo. Ello no disminuiría en modo alguno el mérito que esas
personas tienen por aceptar la prueba, pero su causa no sería sobrenatural.
No intentaremos nosotros resolver
la cuestión. La ciencia médica no parece estar aún tan avanzada para admitir
una solución definitiva. El autor de este artículo adopta una posición
intermedia, que le parece inatacable, y que consiste en demostrar que los
argumentos a favor de la explicación natural son ilusorios. Estos son a veces
hipótesis arbitrarias, equivalentes a simples afirmaciones, basadas en hechos
exagerados o mal interpretados. Aún si el progreso de las ciencias médicas y
psicofísicas hubiese de presentar objeciones serias, se debe recordar que ni la
religión ni el misticismo depende de la solución de esas cuestiones, y que en
los procesos de canonización los estigmas no cuentan como milagros
indisputables.
Nunca nadie ha afirmado que la
imaginación puede producir heridas en un sujeto normal. Es verdad, sí, que
dicha facultad puede actuar ligeramente en el cuerpo. Como dijo Benedicto
XIV, ella puede acelerar o retardar las corrientes nerviosas, pero no hay
constancia de su acción sobre los tejidos. (De canoniz., III, xxxiii, n. 31).
El asunto se torna aún más difícil en individuos en condición anormal, como es
el éxtasis o la hipnosis, y a pesar de numerosos intentos, el hipnotismo no ha
producido resultados claros. A lo mucho, y en casos extremadamente raros, ha
inducido cierta exudación o un sudor más o menos coloreado, lo cual no
constituye más que una muy imperfecta imitación. Aún más, no se ha ofrecido
explicación alguna para tres factores presentes en los estigmas de los santos:
Los médicos no logran curar esas
heridas con remedios.
A diferencia de las heridas
naturales de cierta duración, las de los estigmatizados no emiten olores
fétidos. Hay una sola excepción conocida: Santa Rita de Casia había
recibido en su frente una herida causada por una espina arrancada de la corona
del Crucificado. Aunque su olor era insoportable, la herida nunca supuró ni
causó ninguna alteración mórbida de los tejidos.
A veces las heridas emitían
aromas exquisitos, como en los casos de Juana de la Cruz, priora franciscana
del convento de Toledo, y la Beata Lucía de Narni.
Para resumir, sólo hay un modo de
probar científicamente que la imaginación, o sea la autosugestión, puede causar
los estigmas: en vez de hipótesis deben producirse hechos análogos en el orden
natural, o sea heridas no relacionadas con una idea religiosa. Nunca se ha
hecho eso.
En lo tocante al flujo de sangre,
se ha objetado que sí se han dado casos de sudor sanguíneo, pero el Dr.
Lefebvre, profesor de medicina en Lovaina, ha respondido que tales casos,
habiendo sido examinados por médicos, resultaron ser originados por
enfermedades específicas y no por causas morales. Más aún, se ha probado a
través del examen en el microscopio, que el líquido rojo que se exuda no es
sangre. Su color se debe a una substancia particular y no procede de ninguna
herida, sino que se debe, como el sudor, a una dilatación de los poros de la
piel.
Se puede argumentar que
minimizamos indebidamente el poder de la imaginación, ya que ésta, unida a una
emoción, puede producir sudor y, así como la simple idea de tener un caramelo
en la boca produce abundante salivación, también los nervios, influenciados por
la imaginación, pueden producir la emisión de un líquido y éste puede ser
sangre. La respuesta a eso es que en las instancias mencionadas existen
glándulas (sudorífera y salival) que en su estado normal segregan un líquido
especial y es fácil comprender que la imaginación puede causar dicha secreción;
pero los nervios adyacentes a la piel no terminan en glándulas que emitan
sangre, y sin tal órgano no pueden producir el efecto en cuestión. Lo que se ha
dicho de las heridas de los estigmas se aplica por igual a los sufrimientos. No
hay prueba alguna experimental de que la imaginación pueda producirlos,
especialmente en su forma violenta.
Otra explicación de tales
fenómenos es que los pacientes se causan las heridas a sí mismos, ya
fraudulentamente, ya en estado de inconsciencia, durante ataques de
sonambulismo. Sin embargo los médicos siempre han tomado las debidas
precauciones para prevenir esas causas de error, procediendo muy estrictamente,
sobre todo en los tiempos modernos. En ocasiones, el paciente ha sido observado
día y noche; en otras, se le han cubierto las extremidades con vendas selladas.
El Sr. Pierre Janet colocó el pie de un estigmatizado en un zapato de cobre que
poseía una ventana a través de la cual se podía observar la herida sin permitir
que nadie la tocara (op. cit. supra).
**********
LOS ESTIGMAS, DESCONCERTANTE SIGNO DE LA PASIÓN DE CRISTO. ENTREVISTA
CON EL CATEDRÁTICO DE ESPIRITUALIDAD TITO PAOLO ZECCA
(AÑO 2001) **
Los estigmas, signo distintivo de
la pasión de Cristo, se han convertido en el centro de un debate teológico muy
interesante.
Desde Francisco de Asís (primer
santo de la historia en que se ha podido comprobar este fenómeno) hasta el
beato Pío de Pietrelcina (uno de los últimos casos) se han dado unos 250 casos
de personas con estigmas, en la mayoría de los casos con comprobación científica.
Pero, ¿qué significan esas llagas dolorosas en las manos y en los pies de
personajes que en algunos casos, con su espiritualidad, han cambiado la
historia del mundo y del cristianismo?
Para comprender mejor el debate,
Zenit entrevistó al padre pasionista Tito Paolo Zecca, profesor de Teología
pastoral y espiritualidad en la Universidad Pontificia de San Juan de Letrán y
en el Ateneo Pontificio Antonianum de Roma. Este catedrático, que ha dedicado
investigaciones y libros al argumento, es uno de los máximos expertos mundiales
en la materia.
A inicios del año 2001, presentó
algunos de sus descubrimientos en una conferencia dictada sobre «El Crucifijo
de la Sábana Santa y las personas con estigmas» en el centro de Sindonología
del Caravita, en Roma.
¿Cuál es el significado de los estigmas?
En el misterio de la resurrección
de Jesús, el Evangelio muestra cómo no han quedado canceladas su llagas. Los
estigmas representan un signo de lo que sufrió Cristo durante la pasión, y por
tanto constituyen un dato teológico en el que hay que profundizar mucho más de
lo que hemos hecho hasta ahora. En el Evangelio de Juan, cuando Jesús entra en
el Cenáculo con las puertas cerradas y saluda a los discípulos, muestra los
estigmas para identificarse. A santo Tomás le dice: «Mete tu dedo en mi
costado». La consternación de los apóstoles es también un hecho revelador de
este misterio. Este fenómeno muestra la eficacia de la salvación de Cristo en
la Cruz y permanece de manera particular en el signo de los estigmas,
convirtiéndose en un dato distintivo de la eficacia redentora y salvadora de la
fe.
Ha habido 250 casos de santos y beatos que han tenido los estigmas. ¿Cuál es el significado histórico de este signo?
Es un dato particular de la espiritualidad
y de la mística occidental. A partir de san Francisco, hemos tenido un número
significativo de santos y beatos que han vivido la experiencia desconcertante
de la reproducción en su cuerpo de los estigmas de Cristo. Hasta ahora, la
investigación ha subrayado el carácter de configuración e imitación de Jesús,
que surge de la intensa relación personal que han mantenido con él estas
personas. Sin embargo, se ha analizado muy poco el papel que estos santos y
beatos han desempeñado en la Iglesia. No se ha reflexionado suficientemente en
la misión particular que está ligada a los estigmas.
¿Puede poner algún
caso concreto?
Por ejemplo, san Francisco de
Asís recibió los estigmas cuando todos sus proyectos de santidad --fundación de
la Orden, aprobación de la regla primitiva, viaje a Palestina-- habían
fracasado. Se encuentra solo y abandonado. La configuración con el Crucificado
le consuela, pero al mismo tiempo el sufrimiento de los estigmas se convierte
en un bien para su Orden y en un mensaje para toda la Iglesia.
El sucesor de san Francisco, Fray
Elías, entendió el significado de los estigmas y así lo subrayó en la carta que
dirigió a todos los fieles.
Este mismo mensaje y misión de
los estigmas puede constatarse en Santa María Magdalena de Pazzi y en santa
Catalina de Siena. En el siglo que acaba de concluir esta misión se constata
con claridad en personajes como santa Gemma Galgani (fallecida en 1913), el
beato padre Pío de Pietrelcina (1887-1968), y Marthe Robin (mística francesa
fallecida en 1981 de quien se están estudiando sus escritos antes de emprender
el proceso de beatificación).
Marthe Robin se ha hecho conocida
después de que el famoso escritor Jean Guitton escribiera el libro «El viaje
inmóvil» Durante cuarenta años esta mujer estuvo sin moverse en su lecho. Al
igual que Gemma Galgani y Pio de Pietrelcina, ha dado vida a muchísimos grupos
de espiritualidad y oración en todo el mundo.
¿Qué es lo que experimenta quien recibe los estigmas de la pasión de
Cristo?
Se trata de una experiencia de
alegría y dolor. El Señor es siempre el que toma la iniciativa. Los
destinatarios de los estigmas consideran esto como una inmensa gracia, de la
que no se sienten dignos. De hecho piden al Señor que se la quite, pues se
avergüenzan. Esta actitud es evidente en el padre Pío. El beato de Pietrelcina
muestra claramente cuál es la misión de quien lleva los estimas. El padre Pío
funda grupos de oración y la Casa de Alivio del Sufrimiento (un gran hospital),
realizando una obra concreta para aliviar los sufrimientos físicos. Además, a
través de la oración, profundiza en la capacidad de intercesión de las personas
unidas a quien padece los estigmas que renueva el mundo, lo salva y lo protege.
Pero, entonces, ¿por qué da el Señor esta «gracia» a ciertas personas?
La respuesta está precisamente en
su misión. Es un servicio que la Iglesia necesita en un momento particular de
su historia. Es como un signo profético, un llamamiento, una dato sorprendente
capaz de recordar a los hombres las cosas esenciales, es decir, la conformación
con Cristo y la salvación de Cristo que con sus llagas nos ha rescatado.
En cierto sentido, todos nosotros
llevamos los estigmas, pues con el bautismo estamos sumergidos en la vida de
Cristo, que nos permite participar en el misterio pascual de su muerte y
resurrección. En su pequeñez, cada uno de nosotros lleva los estigmas. Si los
lleva con espíritu de fe, esperanza, valentía y fortaleza, estas llagas, que
pueden ser purulentas y que no cicatrizan nunca, pueden servir para curar a los
demás.
En definitiva, los estigmas
representan la aceptación consciente de la Cruz vivida espiritualmente.
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CASOS DE ESTIGMATIZADOS MÁS FAMOSOS EN LA HISTORIA DEL MUNDO
1. San Francisco De Asis
Ser el primer santo cristiano al
que le surgieron los estigmas de Cristo. Dos años antes de su muerte, en el año
1224, el día de la Santa Cruz (14 de Septiembre), San Francisco se hallaba
rezando con los brazos extendidos pidiendo a Dios sentir el Amor... "la
llama de la devoción creció de tal forma en él que, por exceso de su amor y de
su compasión, sintiose transformado completamente en Jesús" y tras ellos
"en sus manos y pies comenzaron a aparecer las señales de clavos tales
como acababan de verlas en el hombre crucificado sobre él... y en el costado
del santo, del que se habría dicho que había sido herido por un lanzazo, se
había formado una llaga que sangraba con frecuencia, hasta el punto de que su
túnica y sus calzas se veían a menudo mojadas por aquella sangre
sagrada..." Relato de Celano. Prosigue San Buenaventura: "Las cabezas
de los clavos redondas y negras, estaban en el interior de las manos y en la
parte superior de los pies; las puntas, que eran algo largas y que aparecían en
el otro lado, se curvaban y sobresalían del resto de la carne. Se podía pasar
un dedo entre la cabeza de aquellos clavos de carne y la palma de la mano;
cuando se apretaba una de sus extremidades, se veía como se levantaba la otra.
A las muerte de su padre más de cincuenta hermanos, la virgen Clara y sus
hermanas pudieron ver los estigmas sagrados". Relatos elocuentes que nos
describen a la perfección los brotes carnosos y negruzcos que aparecían y
desaparecían de las manos y pies del santo y que nos recuerdan a la visión de
clavos. San Francisco también mostraba una llaga roja en el costado como si
hubiera sido atravesado por una lanza... Todo esto nos da que pensar y sólo
hemos dado un breve repaso al fenómeno de estigmatización del más conocido de
todos los estigmatizados.
2. Padre Pio De Pietrelcina
San Pio de Pietrelcina, entró en
los Capuchinos con 15 años de edad. Ordenado el 10 de agosto de 1910.Asignado a
San Giovanni Rotondo en 1916, vivió allí hasta su muerte. Recibió los estigmas:
20 de septiembre, 1918. Los llevó por 50 años. Entró en la Vida Eterna: 23 de
septiembre, 1968.Beatificado por el Papa Juan Pablo II el 2 de mayo de 1999.
Canonizado por el Papa Juan Pablo II el 16 de junio del 2002.
DONES EXTRAORDINARIOS:
Discernimiento extraordinario: la
capacidad de leer los corazones y las conciencias. Profecía: pudo anunciar
eventos del futuro. Curación: curas milagrosas por el poder de la oración.
Bilocación: estar en dos lugares al mismo tiempo. Perfume: la sangre de sus
estigmas tenía fragancia de flores.
Llegaban a verle multitud de
peregrinos y además recibía muchas cartas pidiendo oración y consejo. Los
médicos que observaron los estigmas del Padre Pío no pudieron hacer cicatrizar
sus llagas ni dar explicación de ellas. Calcularon que perdía una copa de
sangre diaria, pero sus llagas nunca se infectaron. El Padre Pío decía que eran
un regalo de Dios y una oportunidad para luchar por ser más y más como
Jesucristo Crucificado. Su beatificación fue la de mayor asistencia en la
historia. La plaza de San Pedro y sus alrededores no pudieron contener la
multitud que asistió a su beatificación. El Padre Pío es un poderoso
intercesor. Los milagros se siguen multiplicando.
3. Teresa Neumann
Nació en Konnersreuth, Alemania,
el 18 de abril de 1898. Su familia era muy pobre y profundamente católica. Su
deseo más grande había sido el de ser misionera religiosa en África. Pero,
lamentablemente, a los veinte años sufrió un accidente que se lo impidió. En
1918 se incendió una granja vecina. Teresa corrió inmediatamente para auxiliar,
pero en el intento de pasar los baldes de agua para apagar las llamas, tuvo una
lesión grave en la médula espinal que le causó la parálisis en las piernas y la
ceguera completa.
Teresa pasaba toda la jornada
sumida en oración, pero un buen día sucedió un milagro ante la presencia del
padre Naber, quien narra el hecho: “Teresa describió la visión de una gran luz
mientras una voz extraordinariamente dulce le preguntaba si quería curarse. La
sorprendente respuesta de Teresa fue que para ella todo sería bueno: curarse o
quedarse enferma o inclusive, morir con tal que se hiciera la voluntad de Dios.
La voz misteriosa le dijo que “hoy habría tenido un pequeño gozo: la curación
de su enfermedad; pero que en adelante, habría sufrido mucho”
Durante algún tiempo, Teresa vivió en buenas condiciones de salud, pero en 1926 iniciaron las importantes experiencias místicas que duraron hasta su muerte: los estigmas, el ayuno completo con la Eucaristía como su único alimento.
4. Santa Rita De Casia
Conocida como la " Santa de
lo Imposible " por sus impresionantes respuestas a las oraciones, como
también por los notables sucesos de su propia vida. Ella quería ser monja, pero
por complacer a sus padres se casó. Al principio sufrió mucho con su esposo,
pero con la oración logró convertirlo, para años después ser asesinado. Sus dos
hijos querían vengar su muerte, así que santa rita, sola, decidió tratar de
entrar a un convento al cual no fue aceptada. Pero después de orarles a sus
tres especiales santos patronos - San Juan Bautista, San Agustín y San Nicolás
de Tolentino - milagrosamente entró al convento y fue permitida a quedarse.
Esto sucedió alrededor del año 1411. Ella fue la única excepción de
estigmatizados cuyos estigmas emitían olores fétidos. Santa Rita de Casia había
recibido en su frente una herida causada por una espina arrancada de la corona
del Crucificado. Aunque su olor era insoportable, la herida nunca supuró ni
causó ninguna alteración mórbida de los tejidos.
5. Santa Veronica Giuliani
Nace en Mercatello, provincia de
Urbino, Italia el 27 de diciembre de 1660.Era la última de 7 hermanas y fue
bautizada como Úrsula. A los cuatro años perdió a su madre y su padre, que era
intendente general de Hacienda la llevó a Plasencia. Cuatro de sus hermanas se
hacen clarisas y ella a los 17 años ingresa también como capuchina en Castello.
En 1694 es maestra de novicias y tiene la primera visión mística: un cáliz. Más
tarde ve las heridas del costado de Cristo y finalmente las otras heridas de la
crucifixión de Jesús. Ella recibe los estigmas, sufriendo particularmente los
dolores de la corona de espinas. Fue objeto de la más dura oposición de los
incrédulos y racionalistas. También dentro de la Iglesia, es atacada por los
estigmas y es acusada de mentirosa y apartada de su cargo de maestra de
novicias. Tras pasar esta prueba es abadesa. Muere en 1717. Fue canonizada por
Gregorio XVI en 1839.
6. Santa Gema Galgani
Nace en Camigliano, Italia en
1878. Desde niña sufrió la muerte de la madre y luego de un hermano y de su
padre. No pudo ingresar a la vida religiosa ya que sufría una dolencia ósea. En
1899 estuvo a punto de morir pero prodigiosamente se salvó. Se pone al servicio
de una familia. Lleva en su cuerpo los estigmas y tiene distintas experiencias
místicas. Muere en 1903 en Lucca (Italia).
7. GIORGIO BONGIOVANNI
Giorgio Bongiovanni, nacido en
Italia, en 1963, es un caso particular. El afirma ser la reencarnación de uno
de los niños videntes de Fátima, (Francisco, 1917), y a su vez de Elías y de
Juan el Bautista.
Cuenta que en una peregrinación que hizo a Fátima en 1989, creyó tener una visión de la Virgen María, donde ella le revela su identidad como reencarnado y le encomienda una misión: “Difundir el tercer secreto de Fátima ocultado por la Iglesia, y revelar la verdad sobre los extraterrestres”. Entra en “éxtasis” y recibe los estigmas de Cristo en sus manos (2 de septiembre de 1989), como signo de su misión.
Cuenta que en una peregrinación que hizo a Fátima en 1989, creyó tener una visión de la Virgen María, donde ella le revela su identidad como reencarnado y le encomienda una misión: “Difundir el tercer secreto de Fátima ocultado por la Iglesia, y revelar la verdad sobre los extraterrestres”. Entra en “éxtasis” y recibe los estigmas de Cristo en sus manos (2 de septiembre de 1989), como signo de su misión.
Acusa a la Iglesia católica y en
particular a los Papas, de mentirosos por ocultar el tercer mensaje revelado
por la Virgen a Lucía. La verdad es que la Iglesia ya lo ha revelado y
explicado en el año 2000, pero Bongiovanni tiene una versión un tanto
fantasiosa que agrega extraterrestres, castigos divinos y reencarnaciones.
Apoyado desde los 13 años por su
“Padre Espiritual”, -el famoso ovnilatra italiano Eugenio Siragusa- Bongiovanni
comienza su misión de divulgar por el mundo su mensaje, anunciando las grandes
catástrofes que sobrevendrán a finales del siglo XX, y anuncia el fin del mundo
para agosto de 1991, luego en 1993, y en 1996, pero nunca llegó ni el fin, ni
un OVNI a rescatarlos. Solo llegó la policía a rescatar a los jovencitos que
estaban refugiados con ellos esperando el fin. Ahora anuncia –además de las
catástrofes- la entrada en la Nueva Era para el 31 de diciembre del 2012, y el
retorno de Cristo en un plato volador. Dice que “será pronto”, pero no da
fechas esta vez.
8. Elizabeth Sanchez
Elizabeth Sánchez, de 60 años, recibió
los estigmas el 26 de mayo de 2003, como un "regalo" de la Virgen
María, a las 04:00 de la mañana. En entrevista con El Gráfico aseguró que
"en esa ocasión, al hacer mis oraciones, frente al altar de mi casa
comencé a ver una gran luz blanca muy hermosa sobre unos cuadros que tengo de
Jesús y María y vi a la Virgen. Sus manos eran muy bonitas, su cara de una niña
muy dulce, pero a la vez, muy atrayente que irradiaba una gran paz. Ella me
dijo ‘no me temas’, me mencionó que me daría unos ‘regalos’ y que tenía que
trabajar. Inmediatamente le dije ‘que tengo que hacer señora’, segundos después
sentí un gran dolor en la frente, después en las manos, debido a esto me caí,
al quererme levantar para seguir viendo a la Virgen, no pude, me quede agachada
por unos minutos, el dolor era muy intenso. Como pude me levante para ir hacia
la cama donde se encontraba mi esposo que al verme se espanto". Era un
momento de sentimientos encontrados, nos relata Sánchez, ya que presentaba
dolor, miedo, pasión y mucha alegría por recibir estas señales.
9. Anne Caterine Emmerich
Religiosa Agustina, estigmática y
extática, nació el 8 de setiembre de 1774 en Flamsche, cerca de Coesfeld en la
Diócesis de Munster, en Westphalia, Alemania, y murió el 9 de febrero de 1824
en la localidad de Dulmen.
En 1813 quedó postrada en cama.
Logró prever la caída de Napoleón con doce años de anticipación, y aconsejó de
una misteriosa manera al sucesor de San Pedro. Incluso durante su infancia lo
sobrenatural era tan común para ella que, dada su inocente ignorancia, pensaba
que el resto de niños gozaba de los mismos favores que ella, de. conversar de
manera muy familiar con el Niño Jesús, etc. Ella mostraba un conocimiento
maravilloso cuando los pobres y enfermos se acercaban a la “brillante
hermanita” en busca de ayuda; ella conocía sus enfermedades y les prescribía
remedios que nunca fallaban. Era lista y vivaz por naturaleza y el sufrimiento
de los demás le generaba gran compasión muy fácilmente. Este sentimiento se
adhirió a su ser espiritual, por lo que ella rezaba y sufría mucho por las
almas de Purgatorio a quienes veía con frecuencia, y también por la salvación
de los pecadores cuyas miserias ella conocía aún cuando estuvieses muy lejos.
Al corto tiempo de haber sido confinada a la cama (1813), sus estigmas se
manifestaron externamente, incluso como las marcas de las espinas. Ella
intentaba infructuosamente de ocultar su situación, tal como había disimulado
las cruces impresas en su pecho.
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