FRASES PARA SACERDOTES

"Cuando rezamos el Santo Rosario y nos unimos a María, estamos viviendo lo que es la familia porque cuando los hijos se reúnen con La Madre y juntos le oran a Dios, es la familia orando unida". DE: Marino Restrepo.
Papa Francisco a los sacerdotes que llevan "doble vida"

CONCEPCIÓN CABRERA DE ARMIDA - BIOGRAFÍA DE LA AUTORA DEL LIBRO RECOMENDADO "A MIS SACERDOTES".




Venerable Concepción (Conchita) Cabrera de Armida
1862 - 1937
Fundadora de las Obras de la Cruz
México

Esposa, madre, viuda, abuela, fundadora... y por indulgencia de Pio X, murió canónicamente como religiosa en los brazos de sus hijos.

Por la profundidad de sus escritos, Conchita es reconocida como gran mística del siglo XX. Profundizó la espiritualidad de la Cruz, necesaria para una verdadera entrega a Dios por Jesús en el poder del Espíritu Santo. Profetizó un nuevo pentecostés que ocurrirá por la santificación de los sacerdotes.
En sus escritos "A mis sacerdotes", Jesús guía a los sacerdotes a la santidad en unión con El.
Conchita recibió la gracia de la encarnación mística.  Su causa de beatificación está avanzada.

Lema: Jesús, Salvador de los hombres, ¡Sálvalos! (corazones.org)

**********

UN TESTIMONIO DE SANTIDAD SEGLAR

-Artículo de la web Oremos Juntos-


En apariencia su vida es como la de tantas otras. El sendero trillado de la familia fue su camino. Hija, novia, esposa, madre, viuda. El hogar fue el marco de su existencia.

Fue también el velo que ocultó su misión extraordinaria. Si algo la distingue es su amor siempre creciente a la Eucaristía y su deseo de agradar a Jesús aun a costa de sacrificios.

María de la Concepción Cabrera Arias, a la que el Espíritu Santo colmó de sus carismas, nació en San Luis Potosí, México, el día 8 de diciembre del año 1862. Sus padres, Octaviano Cabrera Lacavex y Clara Arias Rivera, eran esposos ricos y excelentes cristianos, que la imbuyeron de una buena educación religiosa, intelectual y social.

Conchita fue una niña como hay muchas. Nada especial. "Me gustaba jugar… a cosas de hombres", comenta y confiesa:

"Desobedecía a mis padres, les pegaba a mis hermanos, me robaba el dulce y la fruta". Siendo aún niña, a los 10 años, recibió la primera Comunión, que fue el alimento de su alma todos los días.
Fue novia de Francisco Armida y juntó en forma admirable el amor de Dios con el amor de su prometido. Al mismo tiempo aumentó su preocupación apostólica por la formación catequética que impartía a los hijos de los empleados de su casa y los enseñaba a leer y escribir.

A los catorce años, su primer baile y su único novio. Ocho años de noviazgo limpio y candoroso, lleno de cariño para el que fue su marido.

"A mí nunca me inquietó el noviazgo en el sentido de que me impidiera ser menos de Dios. Se me hacía tan fácil juntar las dos cosas. Al acostarme, ya cuando estaba sola, pensaba en Pancho y después en la Eucaristía que era mi delicia. Todos los días iba a comulgar y después a verlo pasar. El recuerdo de Pancho no me impedía mis oraciones, me adornaba y componía sólo para gustarle a él, iba a los teatros y a los bailes con el único fin de verlo. Todo lo demás no me importaba".

A los veintidós años contrajo matrimonio con Francisco Armida, el 8 de noviembre de 1884, y amó fielmente a su esposo del que tuvo nueve hijos, a los que educó según las leyes de Dios y de la Iglesia, dándoles ejemplo de entrega a Dios, a la Iglesia y a la familia.

Conchita fue esposa solícita y fiel, madre abnegada y entregada a los deberes del hogar durante los diecisiete años de matrimonio. Llevaba una vida social, acompañando a su marido a los bailes de "La Lonja", a los teatros y tertulias.

Y en medio de esa vida el Señor la llama cada vez con más apremio.  La Eucaristía es su vida.
"Tu misión será salvar almas" -escucha- y ella no entiende; piensa que se trata de su marido, sus hijos, familiares y el servicio doméstico.

Crece su anhelo de ser toda de Dios. ¿Cómo se ama a Dios?, pregunta a las primeras religiosas que conoce. Y comienza su estrecha intimidad y asidua familiaridad con el Señor, frecuentes comunicaciones y gracias extraordinarias de unión con Él.
La familia Armida Cabrera se instaló y radicó en la ciudad de México a partir del año 1895. La vida conyugal aumentó en Conchita la sed de Dios y el ardor apostólico. Todavía en vida de su marido, es instrumento de Dios para iniciar las dos primeras Obras de la Cruz: El Apostolado y las Religiosas de la Cruz. Y Conchita no aparece para nada, permanece en la oscuridad.

Me das más gloria en el estado en que te tengo (casada) que en el claustro", le dice el Señor. Y también: "Te casaste para mis altos fines … para tu santificación y la de otras almas … para ejemplo de muchos que creen incompatible el matrimonio con la santidad… y por otras razones altísimas que Yo me reservo".
Cuando tenía 36 años de edad, meses antes del nacimiento de su noveno hijo, Conchita misma escribió: "Llevo en mí tres vidas, a la cual más fuertes: la vida de familia con sus multiplicadas penas de mil clases, es decir, la vida de madre; la vida de las Obras de la Cruz con todas sus penas y peso que a veces me aplasta y parece que no puedo más; y la vida del espíritu o interior, que es la más pesada, con sus altos y bajos, sus tempestades y luchas, su luz y sus tinieblas. ¡Bendito sea Dios por todo!".

El año 1901, después de diecisiete años de matrimonio, habiendo quedado viuda a los 39 años de edad, hizo voto de perfecta castidad que guardó hasta la muerte. Viven ocho de sus hijos. Se dedica a ellos totalmente. Hay temporadas de grandes apremios económicos. Padece graves enfermedades. Sufre penas y tribulaciones terribles.
Mientras cumplía con sus oficios de madre, secundando la vocación religiosa de dos de sus hijos, desarrolló gran actividad apostólica en favor de los pobres y los enfermos y diligentemente cultivó su vida interior fortaleciendo la oración y las prácticas ascéticas.

Y continúa su camino hacia Dios. La apoyan sus directores espirituales: El Padre Félix de Jesús Rougier y varios obispos.
Editó muchos libros de temas piadosos, también escribió sobre su progreso espiritual, sobre sus fenómenos místicos y sobre su múltiple actividad.
Suscitó y favoreció muchas obras apostólicas llamadas Obras de la Cruz, en cuanto que están cimentadas y arraigadas en la Cruz de Cristo; efectivamente a los que participan en ellas, se les exige un particular espíritu de sacrificio para expiar las penas de los pecados y para alcanzar la santificación del mundo.

Las Obras que la Sra. Concepción Cabrera de Armida fomentó son:
1)El Apostolado de la Cruz, que impulsa a los que quieren santificar todos los actos de su vida.
2)La Congregación de las Hermanas de la Cruz del Sagrado Corazón de Jesús, cuyo principal propósito es, mediante una vida de continuo sacrificio y de adoración al Santísimo Sacramento, expiar las injurias inferidas al Corazón de Jesús.
3)La Alianza de Amor con el Corazón de Jesús, para los laicos que se esfuerzan en cultivar en el mundo el espíritu de las Religiosas de la Cruz.
4)La Liga Apostólica, que trata de reunir a los sacerdotes diocesanos que participan de las Obras de la Cruz.
5)La Congregación de Misioneros del Espíritu Santo, fundada por el Padre Félix de Jesús Rougier.


Además de estas cinco obras fundadas, que son las principales, Conchita suscitó también otras obras tocantes a la santificación de las almas.

María de la Concepción puso el fundamento de tan gran fervor apostólico en la imitación constante de Cristo, que debe ser amado, servido y siempre más generosa y perfectamente glorificado.
Desde su juventud mostró el deseo de vivir para Dios y unirse estrechamente con El, y se adhirió a la voluntad divina aún en las dificultades y en las enfermedades morales y espirituales.
En las Obras, escritos y apostolado testificó su fe profunda y viva, que nutrió con la oración, con la liturgia, con la piedad hacia la Santísima Trinidad, al Verbo Encarnado, a la Pasión de Jesús y principalmente a la Eucaristía, al Espíritu Santo y a la Virgen María.
Confió en Dios y en su providencia. Amó al Señor con todo su corazón, con toda su mente, con todas sus fuerzas y vivió íntimamente unida a Él, huyendo del pecado y haciendo diligentemente su voluntad.


Del amor de Dios manaba el amor al prójimo.
Hizo bien a todos, principalmente a los familiares y a los pobres, y siempre estuvo dispuesta a ser indulgente con aquellos que la habían ofendido o que fueron impedimento a su actividad. Siguió las mociones del Espíritu Santo y en Él se apoyaba para comunicar el ardor apostólico que llevaba a los que la rodeaban.
Sobresalía por la prudencia en sus relaciones con los prójimos, en las penitencias y en el ejercicio de los carismas. Ejercitó la justicia con Dios, con su familia y con los prójimos.

Fue sencilla, humilde, dueña de sí misma, fuerte, paciente y serena en las angustias, en las dificultades, en las enfermedades, desprendida de los bienes terrenales que poseía abundantemente.
Conservó perfectamente la castidad, castigó su cuerpo, obedeció a las leyes de Dios y de la Iglesia y también de los superiores aún en circunstancias difíciles.
Con mucha confianza en el amor misericordioso de Dios, Conchita entró en la eternidad el día 3 del mes de marzo del año 1937, asistida por sus familiares y muchos hijos e hijas espirituales.

La Fama de Santidad con la que brilló durante su vida, con el paso del tiempo fue creciendo; por lo que el Arzobispo de México inició la Causa de beatificación y canonización con el Proceso Ordinario instruido en los años 1956-1959, al que se añadió el Proceso Rogatorial de San Luis Potosí.
El 11 de mayo de 1982 se promulgó el decreto de la Introducción de la Causa y durante los años 1982-1984 se instruyó el Proceso Apostólico en la misma Curia arzobispal de la Ciudad de México. La autoridad y valor de estos Procesos fue aprobada por la Congregación para los Santos por decreto promulgado el 27 de febrero de 1986.
Hecha la Posición, se hizo la pregunta según las normas: "si la Sierva de Dios había ejercitado las virtudes en modo heroico o no". El 2 de marzo de 1999 se tuvo el Congreso Peculiar de los Teólogos Consultores con buen resultado. Los Padres Cardenales y Obispos después, en la Sesión Ordinaria del día 19 de octubre siguiente, siendo Ponente el Eminentísimo Señor Cardenal Alfonso López Trujillo, declararon que "la Sierva de Dios María de la Concepción Cabrera había observado las virtudes teologales, las cardinales y las anexas a éstas en forma heroica".
Finalmente, hecha una cuidadosa relación de todas estas cosas al Sumo Pontífice Juan Pablo II, por el suscrito Prefecto, Su Santidad, recibiendo y teniendo por válidos los votos de la Congregación para las Causas de los Santos, mandó que se redactara el decreto sobre las virtudes heroicas de la Sierva de Dios.

Y declaró solemnemente:

            "Que en este caso y para el efecto de que se trata, constan las virtudes teologales de Fe, Esperanza y Caridad, tanto hacia Dios como hacia el prójimo y también de las virtudes cardinales de Prudencia, Justicia, Templanza y Fortaleza y las anexas a ellas, en grado heroico, de la Sierva de Dios Concepción Cabrera viuda de Armida, Madre de familia".

El Sumo Pontífice mandó que este decreto se haga de derecho público y se consigne en las actas de la Congregación para las Causas de los Santos. Dado en Roma, el 20 de diciembre de 1999.

El documento Vaticano de reconocimiento habla de Conchita como una esposa que "mientras cumplía con sus oficios de madre, secundando la vocación religiosa de dos de ellos, desarrolló una amplia actividad apostólica suscitando y favoreciendo el crecimiento de dos congregaciones religiosas, dos obras laicales y una fraternidad sacerdotal. Al mismo tiempo, diligentemente cultivó su vida interior. Editó muchos libros (actualmente casi un millón de copias en diversas lenguas), escribió sobre su progreso espiritual, sus fenómenos místicos y sobre su múltiple actividad apostólica".
Luis María Martínez, Arzobispo de México y su director espiritual en los últimos doce años de su vida decía de ella:

"Es una gran mística a la altura de las más grandes que ha tenido la Iglesia".
Para comprobarlo basta consultar la obra publicada  por el padre Juan Gutiérrez,"Concepción Cabrera de Armida, Cruz de Jesús" que pone en manos de los lectores casi la totalidad de los sesenta y seis volúmenes que forman el Diario Espiritual de Conchita.

¡Jesús, Salvador de los hombres, sálvalos!
Con esta invocación, que frecuentemente repetía con fervor, la Sierva de Dios María de la Concepción Cabrera viuda de Armida manifestaba su solicitud por la salvación de las almas y por el Reino de Dios, por cuya construcción se esforzó mediante la santidad de su vida y sus numerosas obras apostólicas, que engendró y nutrió para la Cruz con su doctrina y con su ejemplo y mediante un total empeño de consagrarse a Jesús crucificado y también para la santificación del mundo.
A la luz del llamado universal a la santidad (LG 39-41) los laicos han visto con claridad nuevos horizontes de plenitud cristiana.
Es así que "el laicado en particular está llamado hoy a dar ante el mundo entero el testimonio de una santidad espléndida".
Conchita pasó por el mundo con sencillez y alegría entre los suyos, entregada totalmente a Dios, en el secreto de su alma habitada por el Espíritu Santo vivió una intensa irradiación apostólica con amplios horizontes de Iglesia.
Conchita vivió toda su vida en México. Conchita realizó todas las vocaciones de la mujer: novia, esposa, madre, viuda, abuela, bisabuela y aún por indulto especial de Pío X, sin abandonar nunca su ámbito familiar, murió canónicamente religiosa, entre los brazos de sus hijos.
Se dirige a todas las categorías del Pueblo de Dios: a los laicos, a los sacerdotes y a los obispos, a los religiosos y a todos los que llevan una vida consagrada. Por la profundidad de sus escritos, Conchita es émula de una Catalina de Siena o de una Teresa de Avila.
Conchita: "un caso único en la mística de hoy", "un alma bellísima, muy sencilla, fascinante a los ojos de Dios y de los hombres", "una mujer misteriosa y cercana".

Esposa y madre de nueve hijos, escritora mística, fundadora de las Obras de la Cruz, alma privilegiada, de un heroismo excepcional, portadora de un mensaje para toda la Iglesia y todos los hombres de hoy.
Conchita ha dejado sesenta y seis volúmenes manuscritos, una obra tan amplia como la de Tomás de Aquino, un trabajo inmenso, un Diario espiritual que encierra tesoros de enseñanzas, de luz.

Oración

Padre Celestial, concédeme por tu bondad la gracia de . . . . , que confiadamente te pido por intercesión de la Venerable Concepción Cabrera de Armida, laica y mística. Glorifica en la tierra a tu Sierva y haz que a la luz de su vida aumente el número de laicos, religiosos y sacerdotes transformados en tu Hijo Jesucristo, Sacerdote y Víctima, para mayor gloria de la Trinidad, santidad de la Iglesia y construcción del Reino de Dios. Amén.



VIDEO.

(Primero de varios videos)


No hay comentarios:

Publicar un comentario

EL HOMBRE DEBERÍA TEMBLAR

EL HOMBRE DEBERÍA TEMBLAR
San Francisco de Asís