FRASES PARA SACERDOTES

"Cuando rezamos el Santo Rosario y nos unimos a María, estamos viviendo lo que es la familia porque cuando los hijos se reúnen con La Madre y juntos le oran a Dios, es la familia orando unida". DE: Marino Restrepo.
Papa Francisco a los sacerdotes que llevan "doble vida"

MAGISTERIO DE LOS SUMOS PONTÍFICES SOBRE EL CELIBATO (Parte 12)

6. SS. PABLO VI.


(Sexta y última de varias entregas del punto 6).



PABLO VI


5. La parte de los fieles


Responsabilidad de todo el Pueblo de Dios

96. La virtud sacerdotal es un bien de la Iglesia entera; es una riqueza y gloria no humana que redunda en edificación y beneficio de todo el Pueblo de Dios. Por eso, queremos dirigir nuestra afectuosa y apremiante exhortación a todos los fieles, nuestros hijos en Cristo, a fin de que se sientan responsables también ellos de la virtud de sus hermanos que han tomado la misión de servirles en el sacerdocio para su salvación. Pidan y trabajen por las vocaciones sacerdotales y ayuden a los sacerdotes con devoción y con amor filial, con dócil colaboración, con afectuosa intención de ofrecerles el aliento de una alegre correspondencia a sus cuidados pastorales. Animen a estos sus padres en Cristo a superar las dificultades de todo género que encuentran para cumplir sus deberes con plena fidelidad, para edificación del mundo. Cultiven con espíritu de fe y de caridad cristiana un profundo respeto y una delicada reserva respecto al sacerdote, de modo particular, de su condición de hombre enteramente consagrado a Cristo y a su Iglesia.

Invitación a los seglares

97. Nuestra invitación se dirige en particular a aquellos seglares que buscan más asidua e intensamente a Dios y tienden a la perfección cristiana en la vida seglar. Estos podrán, con su devota y cordial amistad, ser una gran ayuda a los sagrados ministros. Los seglares, en efecto, integrados en el orden temporal y al mismo tiempo empeñados en una correspondencia más generosa y perfecta a la vocación bautismal, están en condiciones, en algunos casos, de iluminar y confortar al sacerdote, que, metido en el ministerio de Cristo y de la Iglesia, podría recibir daño en la integridad de su vocación de ciertas situaciones y de cierto turbio espíritu del mundo. De este modo, todo el Pueblo de Dios honrará a nuestro Señor Jesucristo en los que le representan y de los que El dijo: Quien a vosotros recibe, a mí me recibe; y quien a mí me recibe, recibe a aquel que me ha enviado (Mt 10,40), prometiendo cierta recompensa al que ejercite la caridad de alguna manera con sus invitados (ibid., v.42).

CONCLUSIÓN

La intercesión de María

98. Venerables hermanos nuestros, pastores del rebaño de Dios que está debajo de todos los cielos, y amadísimos sacerdotes hermanos e hijos nuestros: estando para concluir esta carta que os dirigimos con el ánimo abierto a toda la caridad de Cristo, os invitamos a volver con renovada confianza y con filial esperanza la mirada y el corazón a la dulcísima Madre de Jesús y Madre de la Iglesia, para invocar sobre el sacerdocio católico su maternal y poderosa intercesión. El Pueblo de Dios admira y venera en ella la figura y el modelo de la Iglesia de Cristo en el orden de la fe, de la caridad y de la perfecta unión con El. María Virgen y Madre obtenga a la Iglesia, a la que también saludamos como virgen y madre[48] , el que se gloríe humildemente y siempre de la fidelidad de sus sacerdotes al don sublime de la sagrada virginidad, y el que vea cómo florece y se aprecia en una medida siempre mayor en todos los ambientes, a fin de que se multiplique sobre la tierra el ejército de los que siguen al divino cordero adondequiera que él vaya (cf. Ap 14,4).
Firme esperanza de la Iglesia

99. La Iglesia proclama altamente esta esperanza suya en Cristo; es consciente de la dramática escasez del número de sacerdotes en comparación con las necesidades espirituales de la población del mundo; mas está firme en su esperanza, fundada en los infinitos y misteriosos recursos de la gracia, de que la calidad espiritual de los sagrados ministros engendrará también la cantidad, porque a Dios todo le es posible (cf. Mc 10,27; Lc 1,37).

En esta fe y en esta esperanza sea a todos auspicio de las gracias celestes y testimonio de nuestra paternal benevolencia la bendición apostólica que os impartimos con todo el corazón.

Dado en Roma, en San Pedro, el 24 del mes de junio del año 1967, quinto de nuestro pontificado.

PABLO PP. VI

Pablo VI. Encíclica “Sacerdotalis coelibatus”. En: Esquerda Bifet, Juan. El sacerdocio hoy. Madrid; BAC 1983, 1era edición, pp. 331-374.

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