Por el padre José Antonio Fortea
Como este blog lo leen curas, me permito algunas sugerencias en este post a mis compañeros. La primera sugerencia es que en el interior de una iglesia, fuera de las celebraciones, es mejor que reine la penumbra. Con mucha luz uno se despista más cuando trata de orar. La luz natural siempre es preciosa en un templo. Y no digo nada si encima hay unas cuantas velas. Nunca insistiremos bastante en cómo facilita el recogimiento la poca luz.
Lo segundo es recordar a todo el clero que, por supuesto, es mejor que no haya velas, a que las haya eléctricas. La vela eléctrica es un invento claramente babilónico-masónico. Las velas eléctricas han alejado más almas de la Iglesia Católica que todos los pecados pontificios del Renacimiento juntos. En algunos de esos pecados papales no dejo de ver un alto espíritu estético. Mientras que en las velas eléctricas no veo nada de nada. Yo creo que hasta asustan a los ángeles.
Lo tercero es recordar que el templo no es lugar para pegar carteles. Los carteles se colocan en la puerta de la iglesia, en el atrio, en los salones parroquiales, en los despachos o donde sea. Pero el interior de la iglesia es un espacio sacro, con pocos elementos pero muy cuidados. No pasa nada porque en la iglesia sólo haya un bello sagrario y paredes desnudas. Pero querer llenar las paredes con carteles es una pésima costumbre que hubiera horrorizado a Julio II o a Alejandro VI.
Cuarto, los manteles del altar blancos, sin palabritas de colorines, ni corazones, ni todos esos motivos azucarados tan caros a las viudas octogenarias y sexagenarias.
FUENTE: http://blogdelpadrefortea.blogspot.com
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