LOS DOS PINOS
SUEÑO 32.—AÑO DE 1861.
(M. B. Tomo VI, págs. 954-955)
Don Ruffino nos dejó consignado en su Crónica personal, entre otros, el siguiente sueño:
Por aquellos días —escribe—[San] Juan Don Bosco nos habló así:
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Parecióme encontrarme en Castelnuovo, en medio de unos prados, en compañía de algunos jóvenes esperando algo con qué obsequiar a [Beato] Pío Pp. IX en su fiesta onomástica, cuando he aquí que vemos venir por el aire de la parte de Buttigliera un gran pino de un grosor imponente y de una altura extraordinaria.
El pino se acercaba a nosotros en posición horizontal, después se enderezó, adoptando la vertical, osciló y pareció que iba a caer encima de los que lo contemplábamos. Asustados, quisimos huir e hicimos la señal de la cruz, cuando he aquí que soplo un viento impetuoso que transformó a aquel árbol en un temporal de relámpagos, truenos, rayos y granizo.
Poco después vimos otro pino menos grueso que el anterior, avanzando en la misma dirección, y que se colocaba encima de nosotros; después, siempre en posición horizontal, comenzó a descender. Nosotros huimos temiendo ser aplastados, mientras tanto hacíamos la señal de la cruz.
El pino descendió casi a ras del suelo, permaneciendo suspendido en el aire; sólo sus ramas tocaban la tierra. Mientras estábamos observándolo, he aquí que sopló un vientecillio que lo transformó en lluvia.
No comprendiendo el significado de aquel fenómeno, nos preguntábamos unos a otros:
— ¿Qué quiere decir esto?
Y he aquí que uno, a quien no conocía, dijo:
—Haec est pluvia quam dabit Deus tempore suo.
Después, otro desconocido, añadió:
—Hic est pinus ad ornandum locum habitationis meae.
Y me citó el lugar de la Sagrada Escritura en el que se lee este versículo, pero no lo recuerdo.
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Yo creo que el primer pino era símbolo de las persecuciones, de las tempestades que caen sobre aquellos que permanecen fieles a la Iglesia.
El segundo representa a la misma Iglesia, que será como lluvia fecunda y benéfica para aquellos que le sean fieles.
El siervo de Dios no añadió más explicación —continúa Don Lemoyne— y nosotros no vamos a discutir si el sueño admite o no otro sentido, limitándonos a hacer unacomparación.
El pino de tamaño colosal y de un diámetro excepcional que se levanta erguido en medio de la tierra ¿no se asemeja al árbol que vio Nabucodonosor y que describe el profeta San Daniel, cuya altura llegaba al cielo, tan rico en ramas verdes y frondosas que desde lejos parecía una floresta? ¿No es símbolo de un poderío extraordinario, de una actitud de desafío y de rebelión contra Dios y de una amenaza de exterminio dirigida a sus siervos? Pero desaparece de la tierra herido por la ira del Señor: Un viento ardiente e impetuoso seca sus ramas, lo envuelve en la tempestad y lo consume con el fuego.
El pino segundo, que también era alto y esbelto, pero no en tanto grado como el anterior, representaba tal vez, no tanto a la Iglesia en general cuanto a una porción elegida de la misma, como sería una congregación religiosa, por ejemplo, la Sociedad de San Francisco de
Sales. Esto parece indicar el lugar que sirvió de escenario a este espectáculo. La posición horizontal de este árbol en contraposición con la vertical del primero, es símbolo de la humildad, virtud fundamental. El versículo a que alude [San] Juan Don Bosco es el 13 del capítulo LX de San Isaías:
Gloria Libani ad te veniet, abies et buxus et pinus simul, ad ornandum locum sanctificationis meae; et locum pedum meorum glorificabo.
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