De los castigos del infierno que nuestro Señor usó
como advertencia para todos aquellos que viven en pecado
Uno de los medios principales que nuestro Señor utilizó a menudo para refrenar los corazones de los hombres, y traerlos a la obediencia de Sus mandamientos, fue poner ante sus ojos las plagas y los castigos horribles que están preparados para las personas rebeldes y transgresoras de Su ley. Porque aunque la esperanza de las recompensas que se prometen al bueno en la vida venidera, pueden movernos mucho hacia Él: con todo nos movemos comúnmente más con las cosas que nos sean molestas, que con las que nos son agradables: incluso lo vemos por experiencia diaria, nos disgustan más las lesiones hechas contra nosotros, que nos encantamos con cualquier honor, y nos preocupa más la enfermedad, que el alivio de la salud y por la incomodidad de la enfermedad, venimos a entender el significado de la salud, pues una cosa que hemos perdido, se percibe después de forma más sensible. Por esta causa hizo nuestro Señor en épocas lejanas uso de todo lo que esto significa más que cualquier otro método de conversión, como aparece lo más claramente posible en las Escrituras de los profetas, las cuales están advirtiéndonos por todas partes de las terribles amenazas del pecado, con las cuales nuestro Señor desea inculcar un sano terror en los corazones de los hombres, para refrenarlos y someterlos bajo obediencia de Su ley.
Y para este extremo ordenó al profeta Jeremías, que tomase un libro en blanco, y escribiese en él todas las amenazas y calamidades que Él le había revelado, a partir del primer día que comenzó a hablar con él, hasta esa hora presente, y esas palabras debía leerlas literalmente en la presencia de toda la gente, para ver si el destino de todos ellos se movía hacia el arrepentimiento, y cambiaban su vida anterior, de forma que Él pudiera también cambiar la determinación de Su cólera, dispuesta a ejecutarse sobre ellos. Y las Sagradas Escrituras dicen que cuando el profeta había hecho según como Dios Todopoderoso le ordenó, y había leído todas esas amenazas en presencia de la gente, y de los gobernantes; se presentó tal miedo y terror entre ellos, que quedaron atónitos, asustados como jamás imaginaran, mirando unos las caras de los otros, asombrados del gran miedo que también habían concebido con esas palabras. Éste fue uno de los medios principales que Dios todopoderoso utilizó con los hombres en la época de la ley escrita, y así Él hizo también en la época de la gracia: en la cuál, el santo apóstol dijo que, de la misma forma que se revela la justicia, para que se revele a los hombres la forma de obrar de Dios, existe también una indignación y una cólera, por la que Él castigará al injusto: por esta causa, San Juan Bautista (el precursor glorioso de nuestro salvador Cristo) fue enviado, con esta misión y embajada a predicar al mundo, que el hacha fue puesta ya en la raíz del árbol, y que cada árbol que no dé buen fruto, debe ser talado y arrojado al fuego. Él dijo por otra parte, Otro viene al mundo más poderoso que él, que lleva en Su mano un aventador, para aventar y limpiar su suelo, y que Él guardaría el grano en su granero, mientras la paja se quemará en un fuego que nunca se apagará. Ésta era la predicación y la embajada que el santo precursor de nuestro salvador Jesucristo trajo al mundo. Y tan grande era el trueno de estas palabras, y el terror que infundió en los corazones de los hombres tan terrible, que acudieron a él gentes de todos los estados y condiciones, incluso de los mismos fariseos y publicanos, y también soldados (que entre todos los demás eran los más disolutos, y los que tenían menos cuidado de sus conciencias) y todos ellos exigieron a ese hombre santo, que determinase qué debían hacer para lograr la salvación, y escapar de esas terribles amenazas que él anunció ante ellos, tan grande era el miedo que habían concebido.
Y ésto es lo que (querido hermano cristiano) hago en el presente (en el favor de Dios todopoderoso) entregándote este mensaje, aunque no con el mismo fervor del espíritu, ni la santidad de vida pero -que es lo que más importa en este caso- sí con la misma verdad y certeza; porque tanto la fe como el Evangelio que San Juan Bautista entonces predicó, es incluso ahora nuestra misma enseñanza.
Ahora, si estás deseoso de entender en pocas palabras, cuan grande es el castigo con el que Todopoderoso Dios amenazó en sus Santas Escrituras al pecador, lo que se puede decir lo más rápidamente posible a propósito de este tema es lo siguiente: que como la recompensa del bueno es la bondad universal, también así el castigo del malvado es la maldad universal, que comprende en ella todos los males que existen. Para una mejor comprensión, debemos observar, que todos los males de esta vida son males determinados, y por lo tanto no atormentan todos nuestros sentidos en general, sino solamente uno, o alguno de ellos. Podemos tomar ejemplo de las enfermedades de nuestro cuerpo, vemos, que uno padece una enfermedad en sus ojos, otro en sus oídos; uno está enfermo en el corazón, otro en el estómago, algún otro en su cabeza. Y los hombres tan diversos están enfermos en las partes diversas del cuerpo, de forma que ninguna de todas estas enfermedades se producen generalmente en todos los miembros del cuerpo, solamente en alguna parte de ellos. Vemos qué dolor solamente una de estas enfermedades puede provocarnos, y cómo resulta dolorosa una noche para un hombre que ha enfermado de cualquiera de estas enfermedades, sí, aunque no sea nada más sino un pequeño dolor en un diente. Ahora pongamos el caso, de un hombre convaleciente de una enfermedad tan universal, que no tenga ninguna parte de su cuerpo, ninguna articulación, ningún miembro o sentido libre de su propio dolor, sino que al mismo tiempo e instante sufra el mayor tormento sostenido en su cabeza, en sus ojos, y los oídos, en sus dientes, y estómago, en su hígado y corazón: y para ser corto, en todo el resto de sus miembros y articulaciones de su cuerpo, y después se tienda de esta guisa estirado en su cama, doliéndose con estas penas y tormentos, cada miembro de su cuerpo tiene su tormento y dolor determinados: ¿Él (digo) que debe acostarse tan dolido y afligido, qué grandes tormentos y penas de mente y cuerpo (piénsalo) debe soportar? ¿Oh, qué cosa podría hombre alguno imaginar más desgraciada, y más digna de compasión? Seguramente, si vieses un perro así atormentado y afligido en la calle, sus mismos dolores moverían tu corazón a tener compasión de él. Ahora, así es (mi querido hermano cristiano, si cualquier comparación se puede hacer entre ellos) como se sufre en ese maldito y horrible lugar del infierno, y no solamente durante el espacio de una noche, sino eternamente, para siempre jamás. Como los hombres malvados han ofendido a Dios todopoderoso con todos sus miembros y sentidos, y han hecho una armadura con todos ellos para servir al pecado, hasta que así Su voluntad lo ordene, estarán allí atormentados cada uno de ellos con su tormento apropiado.
Allí los ojos insensibles del pecador serán atormentados con la terrible visión de los diablos: los oídos con la confusión de gritos y lamentaciones horribles que allí serán oídos: la nariz con el hedor intolerable del lugar, feo, asqueroso, y repugnante; el gusto, con el hambre y la sed más insaciables; el tacto, y todos los miembros del cuerpo con el fuego extremadamente ardiente. La imaginación será atormentada por la concepción de las penas presentes: la memoria, tratando de importar los placeres de Más Allá: el entendimiento, considerando qué ventajas se pierden, y qué miserias sin fin están por venir.
La Sagrada Escritura nos advierte de esta multiplicidad de castigos que caerán sobre nosotros cuando afirma: San Mateo 15. Salmo 10. Que en el infierno habrá hambre, sed, llanto, lamentaciones, rechinar de dientes, espadas de doble filo, espíritus creados para la venganza, serpientes, gusanos, escorpiones, martillos, ajenjo, agua pútrida, el espíritu de la tempestad, y otras cosas semejantes. Donde se nos muestran (como en una figura) la multiplicidad y el terror espantoso de los tormentos y de los dolores más horribles que existen en ese lugar maldito. Habrá además oscuridad interior y exterior, de cuerpo y de alma, muchísimo más obscura que la oscuridad de Egipto, que podía ser sentida incluso con las manos, Éxodo. 10. Habrá fuego también, no como este fuego de aquí, que atormenta un poco, y pronto finaliza, sino un fuego como el de ese lugar maldito, que atormenta lo inimaginable y nunca se acaba. ¿Siendo esto la verdad, qué mayor espanto puede narrarse para aquellos que creen y confiesan que esto es verdad, y sin embargo vivan con la negligencia y el descuido más extraños posibles? ¿Qué camino y qué dolores un hombre no estaría dispuesto a soportar para escapar incluso un día solamente, sí, incluso una hora, de estos tormentos? ¿y si entonces, comprendiendo la imposibilidad de escapar de los grandes dolores y los tormentos horribles y sin fin, por qué aguantan tan poco un breve camino como es seguir en la Tierra el ejercicio de la virtud? Seguramente, la consideración de esta materia podría hacer que cualquier alma pecadora temiese y aún temblase, en caso de que fuese considerada profundamente.
Y si entre el número tan grande de dolores, hubiera alguna esperanza de final o de interrupción momentánea, sería una cierta clase de alivio: pero no es así. Cuando las puertas se han cerrado, finaliza también toda expectativa de alivio o de esperanza. En toda clase de dolores y de calamidades que existen en este mundo, hay siempre una posibilidad para que el paciente pueda recibir una cierta clase de alivio a sus dolores, a veces la razón, a veces un clima benigno, a veces sus amigos, a veces el saber que otras personas padecen la misma enfermedad, y (en los menos casos posibles) la esperanza de un fin próximo puede animarlo a veces algo: en el infierno solamente existen estos dolores y miserias más horribles, y todas las puertas del alivio están cerradas, y todas las comodidades están anuladas definitivamente, el desgraciado pecador no puede esperar remedio a sus infinitas penas de ninguna manera, ni del cielo, ni de la tierra, ni del tiempo, ni del presente, ni de cualquier época que pueda venir, o de ningún otro medio imaginable. Las almas condenadas piensan que todos los hombres están tirando los dardos contra ellas, y que todas las criaturas han conspirado contra ellas, y que incluso ellos mismos son crueles contra sí mismos. Ésta es la señal de socorro con la que los pecadores se lamentan, tal como afirmó el profeta al decir: Los dolores del infierno me han cercado por todo mi alrededor, y las trampas de la muerte me sitiaron: Para cualquier lado que miran o dan vuelta sus ojos, los rodean continuamente ocasiones de dolor y de pena, y ninguna de cualquier alivio o comodidad. Las vírgenes sabias (decía el evangelista) que estaban preparadas a la puerta del novio, entraron adentro, y las puertas fueron bloqueadas inmediatamente. Oh esperando eternamente, oh recinto inmortal, oh puerta de toda bondad que nunca más será abierta otra vez. Para decirlo más llanamente, la puerta del perdón, de la misericordia, de la bondad, de la gracia, de la intercesión, de la esperanza, y del resto de las maravillas, se cierra para siempre jamás. Seis días y ya no más maná se recolectará, pero el séptimo día, que era el día del sábado, ningún maná podía ser hallado: y por lo tanto él ayunará por siempre, pues no había hecho a su debido tiempo su provisión de alimento. El necio (decía el hombre sabio) no labrará su tierra en invierno por miedo al frío, y por lo tanto deberá mendigar su pan en el verano, y ningún hombre se lo dará para comer. Y en otro lugar él decía: Ese que siega en verano, es un hijo sabio, pero ese que se dedica a dormir en esa misma estación, es un hijo de la confusión. Qué confusión mayor puede haber que la de ese desgraciado y sufrido hombre rico, que cayó en una necesidad tan extrema que pidió (sí, y pida por siempre inútilmente) solamente una gota de agua, y nunca la obtendrá. Quién no se conmueve con esa petición del desgraciado condenado, que gritó, oh padre Abraham ten compasión de mí, y envía aquí abajo a Lázaro, con la punta de su dedo mojada en agua, y toque mi lengua, porque estas llamas horribles me atormentan de manera insoportable. ¿Qué petición más pequeña se podía desear en el infierno que ésta? Él no hace una petición de un vaso de agua, ni, que Lázaro remoje su mano entera en agua, ni siquiera (lo cual estaría de más pedir) solicita tanto como un dedo entero, sino solamente la punta del dedo meñique, para que pueda mojar su lengua abrasada; pero incluso esto no le sería concedido. Como puedes percibir, la puerta de toda bondad se cierra rápidamente, y de forma universal y definitiva, hasta el punto de que este rico condenado y maldito por siempre no podría obtener ni siquiera una ínfima petición como esa. De modo que en cualquier parte en que los condenados pongan sus ojos, y dondequiera que estiren sus manos, no encontrarán ninguna manera de alivio, nunca jamás, ni la más pequeña. Y de la misma forma que el náufrago que se encuentra en el medio del mar a punto de ahogarse, ya que no encuentra donde apoyar sus pies, intenta nadar hacia adelante ayudándose de sus brazos en una tarea totalmente inútil (porque a donde quiera que nade, sólo encontrará agua líquida y fina, ninguna tierra sólida) así mismo ocurrirá con los malditos en el infierno, cuando se ahoguen en ese mar profundo de infinitas miserias, se esforzarán y lucharán siempre contra la muerte, sin encontrar ningún socorro o pequeño rincón donde puedan reclinarse a descansar. Ésta es una de las mayores penas con las que los réprobos serán atormentados en ese lugar maldito: porque si estos tormentos tuvieran una duración limitada por cierto tiempo, aunque sean mil, sí, cien mil millones de años, esto supondría un cierto alivio para ellos, porque nada es perfectamente grande, y siempre en todo caso tendrá un final más o menos lejano: pero no. No tienen siquiera este pobre y miserable alivio: bien al contrario, sus dolores serán iguales para siempre en proporción con la eternidad de Dios Todopoderoso, y la duración de sus miserias equivalente a la eternidad de la gloria de Dios. Tanto como vivirá Dios Todopoderoso, tanto así durará la muerte de los malditos: y cuando Dios Todopoderoso deje de ser Dios, entonces también ellos dejarán de ser como son. ¡Oh muerto en vida, oh muerte inmortal! No se si puedo llamarla vida o muerte: Porque si es vida ¿cuando sobreviene la muerte? ¿Y si es muerte, cuanto dura? Sin embargo, no es ni una ni otra, porque en ambos casos existe algo bueno: en la vida existe la muerte y en la muerte existe un final (que es un gran alivio al afligido) pero en el abismo no existe muerte ni final alguno. ¿Qué clase de cosa tenemos entonces? Tenemos lo peor de la vida y lo peor de la muerte; de la muerte tenemos el tormento sin fin y de la vida tenemos la continuidad para siempre jamás. ¡Oh, composición amarga, Oh doloroso vaciado de la copa de Señor! de la que todos los pecadores de la tierra beberán su parte.
Ahora, continuando con esta eternidad, desearía (mi querido hermano cristiano) que fijases un rato los ojos en la consideración de un pequeño asunto: se trata de que compruebes como hasta lo que parece más sencillo resulta finalmente insoportable si lo alargamos lo suficiente en el tiempo. Y el intento hazlo lo mejor que puedas, considera por un momento los dolores que un hombre enfermo padece en una desgraciada noche, especialmente si lo afligen con cualquier dolor vehemente o enfermedad sostenida. Fíjate en como tiembla y tose en su cama, qué inquieto está, que larga y tediosa resulta una noche a su lado, cómo por su causa contamos todas y cada una de las horas del reloj, y cuanto tiempo parece alargarse cada hora, cómo pasa el tiempo deseando que pasen las horas y amanezca; lo cual no parece ser lo mejor para ayudarlo a curarse de su enfermedad. ¿Si éste entonces resulta un tormento tan grande, que clase de tormento será (piénsalo) esa noche eterna en el infierno, donde no habrá ninguna mañana, ni tampoco ninguna esperanza de ver amanecer el día? ¡Oh, oscuridad más que oscura! ¡Oh, noche eterna! ¡Oh, noche maldita incluso por la boca de Dios Todopoderoso y de todos sus santos! cuanto deseará uno ver la luz, y nunca la verá, ni una sóla vez, nunca más volverá a disfrutar de la suave luz de la mañana. Considera entonces qué clase de tormento será éste, vivir una noche eterna tal que ésta sea, acostado no en una cama suave (como la del hombre enfermo) sino en un horno ardiente, candente, lanzando horribles, rabiosas llamaradas de fuego. ¿Qué hombros pueden soportar estos espantosos ardores? ¿Si nos parece como cosa intolerable tener solamente cierta parte de nuestros pies parados sobre una cacerola de carbones ardientes, durante un espacio de tiempo suficiente para recitar el Padrenuestro, qué debe ser (piénsalo) tener el cuerpo y el alma ardiendo en medio de esos fuegos que rabian llamaradas candentes y eternas en el infierno, en comparación con las cuales, los fuegos de este mundo no son sino pinturas toscas? ¿Hay ingenio o juicio en este mundo? ¿Tienen los hombres sus sentidos activos? ¿Entienden lo que significan estas palabras? ¿O son por casualidad persuadidos de que ésto son solamente fábulas de poetas? ¿O piensan que eso no les pertenece a ellos, sino que fue destinado solamente para otros? Nada de ésto pueden afirmarlo, pues nuestra fe no deja la menor duda al respecto de que la mayoría de la humanidad lo heredará. Y nuestro salvador Cristo mismo, quien es por siempre verdadero, gritó en su Evangelio que "el cielo y la tierra pasarán, pero Mis palabras no pasarán".
A esta miseria seguirá otra tan grande, que consiste en que los dolores continuarán siempre en un mismo grado, sin ninguna clase de interrupción, o disminución. Todas las cosas que están bajo alcance del cielo, se mueven y dan vuelta alrededor del mismo cielo, y nunca están paradas en un estado o ser, sino que estan continuamente ascendiendo o descendiendo. El mar y los ríos tienen su fluir continuo, los tiempos, las edades, y la fortuna mutable de hombres y de reinos están por siempre en movimiento continuo. No hay fiebre tan ferviente que no decline, ni ninguna pena siempre sostenida, sino que después de haber aumentado mucho, a continuación disminuye inmediatamente. Para ser breve, todas las tribulaciones y las miserias se empequeñecen y se desgastan con el transcurrir del tiempo, y, como dice el refrán, nada se seca antes que las lágrimas. Solamente en el infierno ese dolor es siempre fresco, sólo allí la fiebre nunca decrece, sólo allí el calor extremo no decrece ni de mañana ni de noche. En la época del diluvio de Noé, Dios Todopoderoso llovió cuarenta días y cuarenta noches, continuamente, sin cesar sobre la tierra, y ésto fue suficiente para ahogar el mundo entero. Igualmente, en ese atormentado lugar del infierno, lloverá venganza eterna, y los dardos de la furia caerán sobre este lugar maldito por siempre, sin cesar ni siquiera un minuto ni un solo momento. ¿Ahora, qué tormento puede ser mayor y más espantoso que sufrir continuamente de esta manera, sin ninguna clase de alteración o de cambio? Una carne nunca es tan delicada, que sin embargo en caso de que nos alimentemos continuamente con ella, en un tiempo corto nos resultará muy repugnante, ninguna carne puede ser más preciosa y delicada de lo que era el maná, que Dios Todopoderoso envió a los Israelitas en el desierto, pero porque comieron continuamente de él, se volvieron reacios a su sabor y, sí, les provocaba vómitos. El camino que es todo llano (dicen) cansa más más que cualquier otro, porque la variedad (sí incluso en el castigo) es siempre una clase de alivio. Dime entonces, si las cosas que son agradables y sabrosas, cuando se repiten demasiado, son también una ocasión para la repugnancia y el dolor: ¿qué clase de repugnancia será la causada por los más espantosos dolores y tormentos del infierno, que continúan eternamente de la misma manera? ¿Qué querrían las criaturas condenadas y malditas, cuando se ven allí, tan completamente aborrecidas y abandonadas por Dios Todopoderoso, sino desear de Él simplemente la remisión de algún pecado, para atenuar algo sus tormentos? Y cúan grande será la furia y la rabia que allí concebirán contra Él, que nunca ya dejarán de maldecir y blasfemar continuamente Su nombre santo. A todos estos dolores, también se agrega el dolor de ese roedor eterno, el ingenio, el gusano de la conciencia, que la Sagrada Escritura menciona a menudo, "su gusano nunca morirá, y su fuego nunca será apagado". Este gusano es la rabia furiosa, el pesar y el remordimiento amargos, sin fruto alguno, que el malvado tendrá siempre en el infierno, trayendo a su memoria las oportunidades y el tiempo que tenía, cuando estaba en este mundo, para escapar de esos penosísimos y horribles tormentos, y cómo no aprovechó las oportunidades que se le presentaron. Y por lo tanto cuando el desgraciado pecador se vea a sí mismo atormentado y vejado por todas partes, recordará cuantos días y años malgastó en vanidades, pasatiempos inútiles, y placeres efímeros; y cómo a menudo le anunciaron el peligro del infierno, y con que poco respeto se tomó el tema: ¿Qué pensará? ¿Qué angustia y dolor anidarán en su corazón? ¿Acaso no has leído en el Evangelio las advertencias sobre el infierno, de que allí se llora y se lamenta, y se rechinan los dientes? El hambre de Egipto duró solamente siete años, pero en el infierno durará eternamente. En Egipto encontraron un remedio, aunque con grandes dificultades y esfuerzos, pero para esto, ningún remedio será encontrado. Aquél fue redimido con dinero y ganado, pero esto no se puede nunca redimir con ninguna forma de intercambio. Este castigo no se puede perdonar, este dolor no se puede intercambiar, esta sentencia no puede ser revocada. Oh, si quisieses y pudieses considerar cómo cada condenado al infierno, sigue allí siendo atormentado y que es torturado, que llora, y que se lamenta, y que dice: ¡Oh, que desgraciado y desafortunado soy, cúanto tiempo y oportunidades he dejado pasar en vano! ¿Es que no veía lo que tenía delante de los ojos? ¿Cómo me cegaron las cosas banales del presente? ¿Cómo dejé pasar los fructíferos años de la abundancia, y no me enriquecí (espiritualmente)? Si hubiese vivido entre infieles y paganos, habría creído que nada habría de ganar en la vida, simplemente nacer y morir, entonces puede ser que haya tenido cierta clase de excusa, y podría haber dicho, no sabía qué estaba permitido y qué prohibido: pero para tanto tiempo como he vivido entre cristianos, y era incluso uno de ellos, yo sostenía un artículo de mi propia creencia, que cuando la hora me llegase no tendría que dar cuentas sobre lo que había hecho de mi vida: además también como desechaba la predicación diaria y la enseñanza continua de los embajadores de Dios, además como hice caso omiso de todas estas advertencias, y que muy encariñado me persuadí de que el cielo estaba preparado para mí, aunque no tomé ninguna medida para ir a parar a él: ¿qué merecen los que han conducido así su vida? Oh, las furias infernales, vienen a destrozarme en pedazos, y devorar mis intestinos, porque así lo tengo justamente merecido, yo he merecido el hambre eterna, viendo que no me proveí a mí mismo mientras tenía tiempo. Merezco no cosechar, porque no he sembrado: Soy digno de ser indigente, porque no he llenado mi almacén; Merezco que mi petición sea denegada, porque cuando el pobre me pidió a mí, yo rechacé ayudarlo: He merecido el suspiro y el lamento para siempre y cuando Dios sea Dios; He merecido, este es el gusano de la conciencia, roeré las entrañas de la mina por siempre jamás, recordándome el poco placer que he gozado, y la gran felicidad que he perdido, y cuan lejos está lo que podría haber ganado, renunciando a lo poco que no renuncié. Éste es ese gusano inmortal que nunca morirá, sino que yacerá eternamente royendo en las entrañas del malvado, y es posiblemente uno de los dolores más terribles que pueden ser imaginados.
Quizás pienses que no se puede añadir nada más a lo que ya se ha dicho. Pero el brazo poderoso de Dios seguramente no dejará de castigar a sus enemigos: todos estos dolores descritos hasta ahora, se relacionan generalmente a todos los condenados: pero además de estos dolores generales, hay también otros dolores particulares, que cada condenado sufrirá en clase diversa, según la calidad de su pecado. Y de acuerdo a esta proporción, el arrogante y el orgulloso allí serán rebajados y caerán de su gran confusión. El codicioso será conducido a la gran necesidad: el glotón rabiará con hambre y sed continuas. El lujurioso se quemará en las mismas llamas que él mismo ha encendido. Y los que tienen todas las horas de su vida ocupadas en placeres y pasatiempos, vivirán allí en la lamentación y el dolor continuos.
Pero como los ejemplos tienen mucha fuerza para mover nuestros corazones, traeré solamente uno para este propósito, para que algo de esta materia pueda ser mejor percibido. Se escribe de cierto hombre santo, que vio (en espíritu) los dolores de un hombre licencioso y mundano de esta manera: Primero vio cómo los diablos que estaban presentes en la hora de su muerte, cuando él entregó su espíritu, arrebataron su alma con gran regocijo, e hicieron con ella un regalo al príncipe de las tinieblas, que entonces se sentaba en una silla de fuego, esperando la llegada de este presente. Inmediatamente después de ser presentado ante él, se levantó de su asiento, y dijo al alma maldita que le concedía la preeminencia de ese asiento honorable, porque él había sido un hombre de honor, y fue siempre muy afectuoso a tal honor. En consecuencia después de esto lo colocaron, gritando y lamentándose en su honorable tormento, allí aparecieron ante él otros dos diablos más feos, y le ofrecieron una taza llena del licor más amargo y más apestoso imaginable, y le obligaron a bebérselo todo a la fuerza; le dijeron, has sido un amante de vinos delicados y licores, prueba ahora de este nuestro vino, esto es lo que utilizamos para beber en este lugar.
Inmediatamente después vinieron otros dos, con dos trompetas ardientes, y las fijaron en sus oídos, y comenzaron a soplar de ellos llamas de fuego, diciendo, esta melodía la tenemos reservada para ti y para los que en el mundo se deleitaron con la trova y las canciones sensuales: y llegaron repentinamente otros diablos, que portaban víboras y serpientes, que lanzaron sobre el pecho y el vientre de ese desgraciado pecador, diciéndole, que como se había deleitado grandemente con los abrazos sensuales y las lujurias impuras de las mujeres, él ahora debe solazarse con estos reptiles repulsivos, en vez de esas lujurias y placeres licenciosos, de los que él tanto había gozado en el mundo. Cuando se castiga al pecador (como dijo el profeta Isaías en el capítulo 47), se da la medida por la medida hasta el fin, de forma que en tan gran variedad y proporción de castigos, el orden y la sabiduría de la justicia de Dios, pudo más claramente manifestarse.
Dios Todopoderoso mostró esta visión en espíritu a este hombre santo para el anuncio y la instrucción, no significa que en el infierno estas cosas se hagan en conjunto tan materialmente, sino que a través de ellas podamos entender de una cierta manera la variedad y la multiplicidad de los dolores que allí aguardan a los condenados. No sé como algunos de los paganos han llegado a tener cierto conocimiento de todo esto: en un discurso de un poeta sobre esta multiplicidad de los dolores infernales, afirmaba que en el infierno él tenía cien bocas y otras tantas lenguas, aunque se expresaba con una voz tan fuerte como el hierro, de forma que no era capaz ni de expresar su propio nombre. Un poeta habló de esto, pero verdaderamente en esto él habló más como un profeta o un evangelista que como un poeta. ¿Ahora entonces, si todo este mal es más que seguro que vendrá algún día, qué hombre es aquel, que ve todo esto tan claramente con los ojos de su fe, que no pasará la página y comenzará a preverse contra ese tiempo venidero? ¿En qué se convierte ahora el juicio de los hombres? ¿Donde está su ingenio? ¿Sí, donde está al menos el amor por sí mismo, la búsqueda al menos de su propio beneficio, y el miedo ante cualquier pérdida? ¿Podemos pensar que los hombres se han convertido en bestias que sólo se preocupan del presente? ¿O quizás han menguado tanto su vista, que ya no pueden mirar lo que hay delante de ellos? Necio (dijo Isaías) Oh, ciego y sordo, abre los ojos que puedes ver, ¿quién es ciego sino mi esclavo? ¿Y quién es sordo sino aquel al cual he enviado a mis mensajeros? ¿Y quién es ciego, sino quien él mismo se vende como esclavo? ¿Tú que has visto muchas cosas, no sufres al tomar en consideración todo esto? ¿Tú que tienes las orejas alertas, no darás crédito a todo lo que oyes? ¿Si no crees en esto, como te considerarás un cristiano? ¿Si crees en todo esto, pero no prevees para cuando te llegue la hora, como va alguien a pensar que eres un hombre razonable?
Aristóteles dijo, esto es la diferencia entre la opinión y la imaginación, que solamente una imaginación no es suficiente para causar miedo, pero una opinión sí lo es: porque si me imagino que una casa puede caer sobre mí, no es bastante para asustarme, a menos que crea o tenga una opinión de que ésto será un hecho: entonces ya es suficiente para asustarme. Y de aquí viene el miedo que los asesinos siempre tienen, por causa de la suspicacia que conciben de que sus enemigos acechan esperando por ellos. Si entonces la simple opinión y la suspicacia del peligro puede causar el mayor miedo, cómo es que la certeza y la creencia de tantas y tan terribles y tan grandes miserias (las cuales son más seguras que cualquier opinión) no te hacen temer. Si percibes que durante muchos años llevaste una vida licenciosa y llena de pecado, y esto aún perdura, de acuerdo con toda esta justicia, estás condenado a padecer estos tormentos horribles en el infierno: si también, como conjetura probable, no tienes intención o probabilidad de enmienda en los años que te quedan por delante, y sigues en la misma ruta de los precedentes, debo advertirte que estás ante un manifesto peligro, ¿No estás en absoluto asustado; especialmente, en vista del estado pecaminoso en el que vives, y de los dolores y de los tormentos horribles que te esperan, y del tiempo que ya has perdido, y del remordimiento sin fin que soportarás entre los tormentos más espantosos del infierno? Seguramente va más allá de todo sentido común y concepto de la razón humana, considerar que puede haber tan negligente, voluntariosa, gruesa, y descuidada ceguera, capaz de entrar y de arraigar tan profundamente en el alma del hombre.
Publicado por primera vez en 1601.
Autor Desconocido.
FUENTE: siemprejamas.tripod.com
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