es dirigida y guiada por el Espíritu, que generosamente distribuye diversos dones jerárquicos y carismáticos entre todos los bautizados, llamándolos a ser –cada uno a su modo- activos y corresponsables (21).
Porque el Espíritu Santo se derrama sobre todos los bautizados haciéndolos Cuerpo de Cristo con todas sus características y obligaciones necesarias.
El Sínodo de 1987, sobre la vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo, había abordado respecto de la confusión de los términos ministerio, suplencia y clericalización de los fieles laicos.
Dejó claro el Sínodo que los ministerios que derivan del Orden, son servicio o diakonía, que configuran una participación en el ministerio propio de Jesús (22), y, asimismo que existen otros ministerios, oficios y funciones propios de los laicos, fundados en los sacramentos del Bautismo, de la Confirmación y del Matrimonio (23). Ya lo sitúa el Código de Derecho Canónico:
Donde lo aconseje la necesidad de la Iglesia y no haya ministros, pueden también los laicos, aunque no sean lectores ni acólitos, suplirles en algunas de sus funciones, es decir, ejercitar el ministerio de la palabra, presidir oraciones litúrgicas, administrar el bautismo y dar la Sagrada Comunión.
Hermosos caminos de participación del ministerio de Cristo y ocasiones de enriquecimiento personal y de sus hermanos a través de su acción. La asamblea litúrgica que completa, no es tanto del clero cuanto de la Iglesia toda, siempre que se percaten de:
1) que la raíz de su potencia y acción es el bautismo;
2) que no provoque situaciones de emergencia, o de necesaria suplencia solo por el prurito de actuar;
3) que se ejerciten dichas funciones en conformidad con su específica vocación laical;
4) que procuren no salir de su dilatado y absorbente campo propio.
Para una acción lograda y eficaz, el Espíritu Santo regala, a cada uno y a su tiempo, los más variados carismas, que son dones con semilla adecuada.
Así, la puesta en marcha de la totalidad de los bautizados, no de unos pocos, es lo que la Iglesia conducida por el Espíritu Santo pretende hoy. Lo logró en los primeros siglos con asombrosa capilaridad, aunque posteriormente en las antiguas estructuras feudales se ignoraron los derechos y obligaciones de los fieles laicos lo cual tuvo consecuencias graves no solamente para la Iglesia, sino para el mundo entero.
Antes del Concilio en su Teología del apostolado el cardenal Suenens se quejaba de que
En nuestros días prevalece el criterio de considerar como católico “normal” al cristiano cumplidor de sus deberes en la intimidad de la vida privada, aunque no se preocupe ni poco ni mucho de la salvación de sus hermanos. Es esto, hay que decirlo muy alto, una caricatura del verdadero católico y aun del mismo catolicismo. El católico mediocre no es el católico normal.
Consecuentemente el bautizado sólo se persuadirá de que es sacerdote si actúa.
MODOS DE PARTICIPACIÓN:
La Christifideles laici se hace eco de la urgencia de que los seglares
participen en la vida de la Iglesia no sólo llevando a cabo sus funciones y ejercitando sus carismas, sino también de otros muchos modos:
a través de las Iglesias particulares, en una de las cuales se inserta. sin perder una amplitud de miras católica.
Siguiendo la trayectoria de los Consejos Pastorales Diocesanos, la Christifideles laici, subraya que el Sínodo ha solicitado la creación de éstos, como la principal forma de colaboración y de diálogo, como también de discernimiento a nivel diocesano (25).
Sin duda alguna el Sínodo no se refería a esos organismos denominados consejos pastorales ya en el ámbito diocesano, ya en el ámbito parroquial que se han venido a constituir en sustitutos del presbítero. En mi experiencia apostólica he podido ver la realidad de dichos organismos que en muchos casos tienen más poder que el sacerdote y solamente resultan ser un obstáculo para la evangelización en vez de un ayuda eficaz, por la estrechez de miras, o por otras circunstancias de equivocada función.
Los laicos se ubican en la parroquia que es la Iglesia misma que vive entre las casas de sus hijos y de sus hijas (26). Con un compromiso apostólico en la concepción pastoral concreta de la parroquia, pues que
pueden y deben prestar una gran ayuda al crecimiento de una auténtica comunión eclesial en sus respectivas parroquias, y en el dar nueva vida al afán misionero dirigido hacia los no creyentes y hacia los mismos creyentes que han abandonado o limitado la práctica de la vida cristiana (27).
El seglar es un miembro de la Iglesia único e irrepetible, porque Dios llama a cada uno por su nombre propio e inconfundible. Los seglares no solo participan de la dignidad y el honor de Cristo, porque son cristoi, ungidos por el Espíritu de Cristo, sino también del ministerio de Cristo.
Una minoría de selectos acaudillada por hombres como San Agustín y San Ambrosio, lanza a la romanidad al cumplimiento de su misión única en la Historia: crear las bases de una nueva civilización de la que todavía hoy vivimos. El tertium genus, la tercera raza como diríamos hoy, de hombres distintos de romanos y bárbaros, esa minoría de selectos influyendo en la masa empuñará el timón, regirá pueblos, sacará al mundo a flote en uno de los cataclismos más grandes de la historia. Fortalecida por la fe en Cristo, hizo ese milagro, que puede repetirse también en nuestros días, si nos mantenemos fieles a las enseñanzas del pasado y no nos dejamos arrastrar por las prisas de un activismo alocado (Laicos en marcha, P. Tomás Morales SJ).
FUENTE: infocatolica.com
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